El sonado caso del
Mercado de la Seda de Beijing
--El pleito
de cinco famosas marcas contra el complejo co-mercial
beijinés ha sido una dura lección para
la piratería, pero debe tener asimismo una moraleja
para los demandantes.
Por WU YAN
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WANG Tianyou, un vendedor de confecciones en el
archifamoso Mercado de la Seda de Beijing, suele hacer buenos
negocios en su quiosco. Sin embargo, el pasado abril no fue
precisamente provechoso. Las autoridades del complejo comercial
donde Wang expende sus productos cerraron numerosos puestos,
a seguido del pleito que establecieron cinco marcas comerciales
extranjeras contra dicho mercado. Los vendedores del expendio,
según se quejaron los litigantes, ofrecen a precios irrisorios
y de la manera más descarada, versiones falsificadas
de sus productos. Wang perdió temporalmente su trabajo,
y de manera colateral, más de tres millones de yuanes.
El 15 de septiembre de 2005 las cinco marcas -
Chanel, Prada, Burberry, Luis Vuitton y Gucci demandaron
de manera conjunta al Mercado de la Seda, acusándole
de hacer la vista gorda ante el constante trasiego de mercancías
pirateadas en sus fueros. Los cinco demandaron una indemnización
de 2,5 millones de yuanes. Antes de emprender acción
legal, los demandantes enviaron a su personal - y a un número
de testigos - al mercado para comprar las copias de sus productos.
Con estas materias falsificadas en mano, sus abogados enviaron
cartas a la compañía madre del Mercado de la Seda,
exigiéndole la adopción de medidas eficaces que
detuvieran la actividad ilícita de los vendedores.
El 18 de abril del presente año, el caso
fue llevado ante el Tribunal Popular Superior del Municipio
de Beijing, que falló a favor de las firmas afectadas.
El mercado y cinco de sus vendedores deberán pagar una
indemnización de 20.000 yuanes a cada marca extranjera.
Aunque el monto no fue alto, el veredicto causó gran
impacto en el mercado. El resultado inmediato ha sido un incremento
en la vigilancia de la propiedad intelectual entre sus miles
de vendedores. Wang Tianyou logró permiso para abrir
de nuevo sus quioscos el 26 de abril, pero no sin antes obtener
autorización para comercializar varias marcas extranjeras.
Hoy, de las paredes de su negocio cuelgan certificados bien
expuestos al público. Wang se ha sumado asimismo al compromiso
de otros mil vendedores del lugar a respetar la propiedad intelectual.
Su negocio se recupera, pero si hubiera que hablar de perdedores
en este litigio, habría que buscarlos entre los clientes
ansiosos de adquirir gangas.
Por muchos años el Mercado de la Seda,
que otrora ocupó buena parte de la calle aledaña
al edificio que hoy le acoge, se conoció como paraíso
de los compradores. Paul, un turista extranjero, cuenta que
en cierto viaje recorría esa calle. Me llamó
la atención un monedero de Gucci en un puesto, y pregunté
por el precio al vendedor, rememora. El vendedor
contestó 480 yuanes, así que seguí
caminando. Entonces bajó el precio a 360, pero no presté
ninguna atención. Me preguntó cuánto quería
pagar, así que contesté 80. Al principio
rechazó la oferta, diciendo que no obtendría ningún
beneficio con ese precio. Pero me mantuve en mis trece, hasta
que logré marcharme con mi monedero nuevo. Me costó
80 yuanes. Antes de la demanda de las cinco marcas, éste
era el procedimiento estándar para comprar en el mercado.
Cerca del 80 por ciento de los clientes eran turistas, o extranjeros
residentes en China que compraban al por mayor, mostrando pocos
escrúpulos sobre la autenticidad de los productos. Pero
sobre muchos consumidores chinos el lugar no ejercía
igual fascinación. Al respecto dice la beijinesa Sun
Mei: Los estilos y tamaños de las ropas satisfacen
más el gusto extranjero. Además, quizás
los extranjeros pensaban que estaban haciendo un buen negocio,
pero los precios todavía estaban fuera del poder adquisitivo
de alguien con un sueldo medio como el mío.
La
avaricia ¿rompe el saco?
Wang Ping, jefe de la Sección de Marcas
Registradas de la Administración de Industria y Comercio
del Distrito de Chaoyang, cree que la responsabilidad de supervisar
y denunciar infracciones en las marcas registradas recae sobre
los dueños de marcas comerciales, sean chinos o extranjeros.
Cuenta que muchas marcas comerciales no denunciaron infracciones
porque los productos falsificados de algún modo ayudaban
a consolidar la fama de su marca auténtica y a aumentar
las ventas de la cosa real en otras partes. En consecuencia,
corresponde a las propias marcas asistir al gobierno en la adopción
de medidas severas contra la producción y comercio de
falsificaciones.
Cuando las marcas famosas extranjeras entraron
al mercado chino, comenzaron por instalar fábricas locales
para aprovechar el bajo costo de la mano de obra de China. Pero
a la par no se produjo una caída correspondiente en sus
precios - en algunos casos los precios para China eran incluso
más altos que los de los países desarrollados.
Esto abrió las puertas a toda clase de falsificadores,
que copiaron las marcas con facilidad y las vendieron a una
fracción del precio. Si las marcas extranjeras hubieran
vendido sus productos a un precio más razonable - por
lo menos en el mercado chino se habrían creado
condiciones más propicias para atacar el mal en su origen.
La protección de la propiedad intelectual
es un tema siempre candente en los lazos comerciales chino-estadounidenses.
De ahí que el Gobierno chino haya prestado en fecha reciente
una mayor atención al asunto, para mantener el desarrollo
económico del país en la pista correcta. Por ejemplo,
el mismo día que la Compañía del Mercado
de la Seda perdió su caso, el gigante informático
chino Lenovo firmó un acuerdo con Microsoft para instalar
previamente el sistema operativo Windows en todas sus computadoras.
El acuerdo se firmó a un costo de $1.200 millones de
dólares. En el mismo mes, Wu Yi, Viceprimera Ministra
del Consejo de Estado, encabezó una delegación
comercial china a EE.UU., donde se rubricó un convenio
de compra por valor de $16.210 millones de dólares
de los cuales 1,7 millones se emplearán en adquirir software
auténtico.
En cuanto al Mercado de la Seda, el litigio contra
productos falsificados de marcas extranjeras también
ha significado una situación ventajosa para los productos
domésticos, que son más baratos, sin que por ello
mengüe su calidad. El sastre Ji Mingren trabaja en el tercer
piso del mercado y posee la marca Seda China N.° 1.
Confía sin reparos en las marcas grandes y pequeñas
chinas. Cuando George W. Bush, Presidente de los EE.UU. llegó
a Beijing, Ji y sus trabajadores recibieron un pedido de 100
trajes, que el sastre confeccionó en apenas 24 horas.
Tras esta hazaña sartorial la reputación de su
tienda se alzó por los cielos, y desde entonces le han
llovido pedidos, incluyendo una orden de más de 800 trajes
formales para el personal de Microsoft (China).