Mamá Gallina extraña a sus “pollitos”

--Doña Gabriela y sus alumnos chinos

Por nuestra enviada en México WU KAI

DE mi niñez, recuerdo con especial agrado el juego de “Mamá Gallina”. Nos escondíamos detrás de una niña mayor a la cual agarrábamos por el vestido. La niña que iba a la cabeza de la fila desplegaba los brazos como si fueran las alas de una gallina, empeñada en proteger así a todos sus pollitos contra cualquier riesgo... Aquellos días infantiles en mi China natal reverdecen hoy de algún modo en México.

En el tranquilo y bello barrio de Coyoacán, en el Distrito Federal, viven la señora Gabriela Miranda de Ávila y su esposo, el licenciado Wenceslao Ávila. Los vecinos los conocen y los saludan, llamándole Don Wenceslao y Doña Gabi. Pocos, sin embargo, saben que esta señora ha sido “Mamá Gallina” para unos cuantos “pollitos” chinos.

El origen de este sobrenombre se remonta a más de 30 años. En 1974, en cumplimiento del intercambio cultural entre China y México, viajaron a este último los primeros alumnos chinos, quienes se alojaron en la “casa del estudiante chino” (en adelante, la casa), un local alquilado por el gobierno mexicano. El entonces presidente, Luis Echeverría, procuró que una persona no afiliada a las entidades gubernamentales se encargara del cuidado diario de los educandos. Gabriela Miranda de Ávila, entonces ama de casa, fue seleccionada como administradora de la residencia estudiantil. Desde entonces, doña Gabi asumió la tarea de cuidar y proteger a los alumnos como si fueran sus propios hijos y hermanos.

Amor con amor se paga, reza el dicho, y así los jóvenes chinos, dejándose cautivar por las muestras de cariño de su mentora mexicana comenzaron llamarle “mamá gallina.” Ella, por su parte, reciprocaba el afecto tratándoles como sus consentidos “pollitos”.

Desde que llegué a México me cautivó esta hermosa historia. Deseaba ardientemente conocer a Mamá Gallina, sueño que al fin se hizo realidad cuando logré visitarla.

Doña Gabi es una señora elegante y llena de ánimo. Nadie se aventuraría a asociarla con una anciana de más de 70 años. “En mi vida, afirma, sólo he tenido un puesto de trabajo: cuando fui administradora de la ‘casa’. Esa fue mi primera y última ocupación. Fueron los años más bonitos de mi vida”. Doña Gabi comienza a rememorar y de inmediato un destello cómplice se le asuma en la mirada. “Fui afortunada. Al principio acepté el trabajo con dudas, sobre todo por el tema de la alimentación de los estudiantes. Cuando me avisaron que al día siguiente llegarían 10 alumnos chinos, no sabía qué tipo de comidas teníamos que preparar para ellos. Compramos muchos quesos. Pero después nos dimos cuenta de que a los chinos no les gustaban. Los dos cocineros mexicanos designados por el gobierno preparaban comidas locales al principio y poco a poco aprendieron a hacer los platos chinos con los alumnos”.

- ¿“Cuándo terminó el programa y a cuántos alumnos atendió?”

“El proyecto empezó en el año 1974 y terminó en 1984. Recibimos en total a 125 ‘pollitos’. Tanto el gobierno del Lic. Echeverría como los de los estados ofrecieron fuerte apoyo al programa. Se invirtió mucho dinero en eso. Con esos fondos llevábamos a los ‘pollitos’ a lugares históricos famosos para que conocieran la historia de México. Recuerdo que en un viaje al Estado de Durango, el gobierno municipal nos arregló dos hoteles, uno para mí y mi hijita, que viajaba conmigo, y otro para los estudiantes chinos, a 15 kilómetros uno del otro. Dije que no. Nunca me separaría de mis ‘pollitos’. Por fin, nos alojamos en el mismo lugar. En ese viaje un ‘pollito’ se enfermó. Me levanté a media noche para llevarlo al hospital. Era mi responsabilidad”.

Mamá gallina disfruta reviviendo los recuerdos felices, “En cierta ocasión, en el camino de regreso de Cancún a Ciudad de México, un inspector detuvo nuestro camión y pidió los pasaportes de los alumnos. Ellos los habían dejado en la embajada china, por lo que el inspector me preguntó qué haríamos. Le di mi identificación, la lista de mis ‘pollitos’ y los teléfonos de contacto. Yo sentía que representaba al gobierno, y lo primero que tenía que hacer era proteger el interés de mis ‘pollitos’. No tuve miedo. Por fin, el inspector nos dejó pasar y no nos molestó más”.

“No te imaginas lo disciplinados que eran mis ‘pollitos.’ Hablaban excelente español. Nunca tuve problemas con ellos. Una vez fui operada y me quedé un mes en el hospital. Fueron días que sufrí mucho dolor, pero también fueron días en que disfruté del amor de mis ‘pollitos,’ que me visitaban todos los días al terminar sus clases y me cuidaron como si yo fuera su propia mamá”.

En 1981, Doña Gabriela y su marido viajaron a Beijing. Les sorprendió mucho encontrarse con una de sus “pollitas” esperándoles en el aeropuerto. Y durante su permanencia, los ‘pollitos’ les prepararon un encuentro emocionante e inolvidable. “Mis familiares, mi mamá, mi hermano, mi marido, mis hijos tenían profunda amistad con los estudiantes chinos. Nosotros mismos organizábamos los viajes. A veces, mis ‘pollitos’ vivían en casa de mi hermano”.

Doña Gabi se queda ensimismada mirando viejas fotos de su álbum familiar: “Mira, exclama, este chico cocinaba muy bien; esta chica pintaba perfectamente y me regaló una obra suya; este ‘pollito’ era alegre”. Su beuna memoria me sorprende. “Son inconfundibles para mí, añade. Quizás no recuerde bien sus nombres, pues algunos llevan el mismo apellido, pero nunca olvido sus caras, sus caracteres y hasta su voz.

Transcurridos 15 años de su primer viaje a México, uno de los pollitos fue asignado para trabajar en la embajada China aquí. Doña Gabi, que no sabía de su regreso, se lo topó en la calle y al instante lo reconoció. Hoy en día, los “pollitos” mantienen contactos con su mamá gallina, por cartas, correo electrónico o llamadas telefónicas. Los que están en México suelen invitarla a comer, para ponerse a charlar y recordar aquellos años tan bellos.

“Mis ‘pollitos’, afirma Mamá Gallina, se han convertido en ‘gallos de pelea’. Ahora muchos juegan importantes papeles en distintos sectores sociales. Algunos son embajadores en países latinoamericanos; otros son directores de relaciones con América Latina en diversas entidades gubernamentales chinas. ¡Estoy tan orgullosa de ellos! Les deseo el bien a todos y sean lo que sean, pase lo que pase, serán mis ‘pollitos’ para siempre”.

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