Primavera en el cielo de Beijing

 

Por ÁNGEL LA ROSA MILANO*

 

* Experto venezolano de la sección en idioma español de la TV Central de China (CCTV)

 

 

En las regiones del mundo donde se producen las cuatro estaciones, la época primaveral es, quizá, la más esperada por todos, porque si bien cada estación tiene su encanto particular, la primavera es renacer, comienzo y despertar de vida en la naturaleza y en el corazón de las gentes, quienes, al liberarse de sus ropas de invierno para sentir del sol los rayos, también liberan su espíritu, ante la promesa de renovación que encierra la llegada de la primavera.

Beijing no es la excepción. A finales de febrero, principios de marzo recibe la ansiada visita de la estación floral. Y, aunque en la próspera capital china los edificios también crecen como flores silvestres, el sentido de armonía y la creatividad intrínsicos del pueblo chino se conjugan para adornar la ciudad de belleza primaveral; se decoran todos los espacios urbanos disponibles, y Beijing se convierte en mosaico gigante de plantas y flores multicolores, para disfrute terreno y espiritual de los beijineses y los visitantes.

Pero, no sólo las calles, las plazas y los parques capitalinos exhiben encanto primaveral; el cielo de Beijing también se llena de primavera, con centenares de coloridos cometas chinos. Gracias a la inventiva característica de la milenaria cultura china, se consiguen cometas en todas las formas imaginables. Los más populares y realistas - por su condición aérea - son las aves (este año predominará la golondrina, por ser una de las 5 mascotas de las Olimpiadas de Beijing 2008), los aviones y los cohetes espaciales chinos “Gran Marcha”. Pero, aquí en China no sólo vuelan animales y objetos alados, también vuelan dragones y leones chinos, y cualquier cosa que permita la imaginación, convirtiendo al cielo beijinés en un circo de magia y color.             

Aunque volar cometas puede considerarse una actividad lúdica colectiva, es más bien una experiencia íntima entre el hombre y ese objeto volador que representa su deseo físico de volar como las aves, y sus sueños de trascendencia. Por ello, no es sólo el viento, sino la ilusión y la fe de su dueño lo que permite al cometa elevarse y mantenerse en el cielo. Yo, como espectador, comparto esa sensación, y cuando veo un cometa remontando las nubes, muy alto en el cielo, quisiera acompañarlo en su vuelo libre y sereno.  

Comunidad voladora de cometas 

En la primavera de 2004, fui invitado por la Universidad de Beijing a asistir - en representación de los estudiantes extranjeros - a una competición de vuelo de cometas en un municipio en las afueras de la ciudad. Me sorprendieron gratamente la excelente organización del evento y la nutrida participación de competidores y espectadores de dicha comunidad. Inesperadamente, las autoridades locales me pidieron que dijera unas palabras (con traducción de la estudiante china que me acompañó). Acepté, honrado, pero sin saber qué podía yo a decir a aquellos expertos voladores de cometas. Mientras me entregaban el micrófono, vino a mi mente la letra de una canción tradicional infantil venezolana que habla, justamente, sobre cometas (“papagayos”, en mi país), y por ahí comencé… Al final, más confiado, les expliqué que en mi opinión esos eventos sirven para preservar y fomentar las tradiciones, y para promover las actividades de sano esparcimiento familiar en la comunidad.

Al término de aquella pintoresca y animada competición,  me regalaron un bonito cometa chino y me hicieron volarlo. Y, aunque volé papagayos cuando niño, disto mucho de tener la pericia de los chinos (y, para ser justos, había muy poco viento), así que el público debió conformarse con el vuelo muy breve y rasante de mi cometa, mientras yo corría como loco tratando de elevarlo. ¡Al menos, se rieron bastante!

Antes de despedirme, tuve oportunidad de compartir con personas de todas las edades (siempre con mi amiga traduciendo). En un momento, me vi rodeado por curiosos niños de entre 7 y 9 años de edad, ¡que hablaban inglés¡ Ante mi sorpresa, me explicaron que estaban aprendiéndolo para ayudar en las Olimpiadas de Beijing. Les manifesté mi sincera admiración y los felicité. Además, los exhorté a que en el futuro siguieran volando cometas y mejorando su inglés, para que China siga siendo un gran país y organice unas fantásticas olimpiadas.

Cuando me despedía de aquellos encantadores niños chinos, se me acercó una pequeñita, y en un gesto que nunca olvidaré se quitó un bonito collar para obsequiármelo como recuerdo de aquel emotivo encuentro. Inicialmente me rehusé a aceptarlo, así que buscó a su mamá para que me convenciera. Mis ojos se llenaron de lágrimas, y los niños me preguntaron por qué lloraba. La estudiante china les tradujo mis palabras: “Mis lágrimas son de pura alegría. Esta linda niña, y todos ustedes con su generosidad y ternura me hacen muy feliz”.

Siempre pensé que los cometas requerían espacios abiertos y extensos para  poder volar. Pero, en Beijing, los voladores de cometas desafían toda lógica, y con increíble pericia logran elevarlos desde lugares imposibles: en medio de altos edificios, en plena avenida o entre los árboles. En Beijing, es común ver cometas solitarios volando entre edificios enormes, creando un contraste interesante entre la espesa selva de concreto y el bonito juguete volador que anuncia la primavera, y brinda sosiego a esta agitada metrópolis. Por esta época, desde las oficinas de traducción en el piso 8 del edificio de CCTV, ya diviso cometas en el horizonte, que también traen sosiego y alegría a mi espíritu en primavera.

           

Vuelo cultural del cometa chino 

A la edad de 10 años, conocí el Barrio Chino de la ciudad de Los Ángeles, Estados Unidos. Entonces, la cultura china ya ejercía cierta fascinación en mí. Allí me antojé de un espectacular cometa en forma de dragón, con 10 metros de cola, y convencí a mis padres de que lo compraran. Recuerdo como si fuera ayer la gran sensación que causó aquel dragón volador en Venezuela, y los momentos felices que pasé junto a mi padre  viéndolo elevarse majestuoso en el cielo.

Hoy, 30 años después, mis sueños de aventura, mi interés por la cultura china y el destino me trajeron a esta hermosa tierra, y deseo a sus habitantes que la prosperidad que ambicionan llegue tan alto como sus  cometas en los cielos de China. 

Mi madre, quien vino a China en verano de 2004 a pasarse un mes conmigo por mi graduación, quedó fascinada con vitalidad de la cultura china y con la vigencia de sus ancestrales y hermosas costumbres. Ella se autodenomina “ciudadana del mundo”, y atribuye gran valor a la diversidad cultural de la humanidad. Así que me pidió que si escribía sobre los cometas, dijera que llevé a Venezuela el que me obsequiara aquella gentil y entusiasta comunidad beijinesa, para volarlo en los cielos venezolanos. Además de la dicha experimentada por mis amados sobrinos, Venezuela y China se unieron en un abrazo cultural, ya que con cada pirueta aquel cometa llenaba el cielo de mi país con la historia y la belleza creativa de esa milenaria tradición china.

En esta estación de flores y canto de aves, también quiero ver la primavera en el cielo de Beijing, constelación de cometas multicolores contra el azul infinito, expresión de los sueños bonitos de esplendor y felicidad que alberga el noble pueblo chino.  

 

 

 

 

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