Comercio con China, ¿oportunidad o amenaza
para América Latina?
Por JUAN CARLOS HERNÁNDEZ*
Periodista mexicano. También es autor de
publicaciones sobre derechos reproductivos del Grupo de Información en
Reproducción Elegida
Existe
la opinión, todavía bastante generalizada, de que el acelerado crecimiento
económico de China durante las últimas décadas –uno de los mayores del mundo– podría amenazar el desarrollo de muchas
naciones. El caso de América Latina demuestra lo contrario: su comercio con la
república asiática se ha multiplicado en pocos años y desde 2003 la balanza
comercial es favorable para los países de la región, cuyas economías, en la
mayoría de los casos, se han fortalecido gracias a este intercambio.
Además de tener un superávit comercial con China –en 2004 superó los 3 mil 300 millones de
dólares–, América Latina se ha convertido en el principal destino de las
inversiones chinas, que ese mismo año tuvieron un monto de más de 5 mil millones de dólares.
¿A qué se deben los espectaculares
resultados de esta relación? Destaca, desde luego, que su crecimiento económico
–de acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en 2005 fue de 9,3%– obliga a
China a importar una gran cantidad de productos para mantener su desarrollo,
gracias al cual se ha convertido en el tercer exportador mundial.
Entre los productos que América Latina exporta a China
destacan el hierro y el cobre, entre otros minerales, además de alimentos como
fríjol de soya y harina de pescado. Del mismo modo, China tiene grandes
proyectos para impulsar las exportaciones petrolíferas y de gas natural de la
región, productos que dicha nación requiere para satisfacer su enorme demanda
de energía, que la ha llevado a ser el segundo consumidor de petróleo del
planeta.
Otro factor que explica el fortalecimiento del intercambio
comercial chino-latinoamericano fue la adhesión de China a la Organización
Mundial de Comercio (OMC), en diciembre de 2001, que consolidó la apertura de
su economía, iniciada en 1978 bajo la guía del fallecido líder chino Deng
Xiaoping.
Esta incorporación ha contribuido a la eliminación de
barreras comerciales que impedían las importaciones en ciertas ramas de la
economía china, cuyos productos ahora deben competir con los de otras naciones.
Paralelamente, el comercio bilateral se ha fortalecido por el hecho de que
países como Brasil, Argentina, Chile y Cuba reconozcan que la china es una
economía de mercado, y sus exportaciones, por tanto, carecen de apoyos
oficiales para venderse a un precio inferior al precio de costo de los
competidores extranjeros, lo que se conoce como dumping.
El comercio entre China y América Latina ha tenido una
evolución por demás impresionante. En 1965 tuvo un monto de apenas 343,12
millones de dólares, pero en 1980 ya ascendía a 1363 millones, para llegar, en
2003, a 26,8 mil millones, más del
doble que el año anterior y ¡seis veces superior que en 1993! En 2004 rebasó
los 40 mil millones de dólares y se estima que en 2005 podría haber sido aun
mayor.
China concede una especial importancia a su relación con los
países latinoamericanos, que va más allá de lo meramente comercial y se refleja
en las múltiples coincidencias que existen entre ambas partes, como su interés
mutuo en impulsar un comercio internacional más justo. Esta atención se ha
hecho patente en los dos viajes oficiales a la región del presidente Hu
Jintao durante los dos últimos años. En
el primero, en noviembre de 2004, el mandatario chino visitó Argentina, Brasil,
Chile y Cuba, donde suscribió una serie de acuerdos económicos por un monto de
decenas de miles de millones de dólares, destinados, entre otras cosas, a
impulsar las exportaciones de dichas naciones. Tales acuerdos van desde la
construcción de obras de infraestructura, como puertos y vías ferroviarias,
hasta la exploración de yacimientos petrolíferos.
Durante su segundo viaje, en septiembre de 2005, Hu Jintao
firmó varios convenios comerciales y en materia de turismo con México y se
comprometió con el presidente Vicente Fox a tomar medidas para impedir la entrada
ilegal de mercancías chinas a esa nación, desde hace tiempo afectada por el
contrabando de productos provenientes de su frontera norte.
Por parte de América
Latina también se valora la relación con China. Tan solo durante 2004 los
presidentes de Venezuela, Hugo Chávez; de Argentina, Néstor Kirchner, y de
Brasil Luis Inázio Lula da Silva
visitaron China, a la cual consideran
clave para el desarrollo económico de sus naciones.
El caso de Brasil, primer socio comercial de China en la
región, es especialmente destacado. China le ha ofrecido inversiones para los
próximos años que podrían ascender a 10 mil millones de dólares, además de
suscribir convenios para facilitar la entrada de productos brasileños al
mercado chino. La cooperación económica entre ambas naciones sigue
estrechándose en otros ámbitos. Así lo demuestran los proyectos de establecer
una fábrica brasileña de aviones en la norteña ciudad china de Harbin y para
producir y lanzar satélites de manera conjunta.
Otro caso relevante es Chile, primer país latinoamericano en
firmar, en noviembre de 2005, un tratado de libre comercio con China. Las
exportaciones chilenas a China –principalmente mineral de hierro y de cobre,
además de salitre y alimentos– han crecido en forma significativa. Tan sólo de
2003 a 2004 tuvieron un incremento de 77,9%, y en ese último año superaron los
5 mil 300 millones de dólares.
Paralelamente, China ha suscrito acuerdos comerciales con
Argentina para los próximos diez años por un monto de 20 mil millones de
dólares. Tales recursos serán vitales para la recuperación económica del país
sudamericano, severamente afectado por las sucesivas crisis que ha sufrido
desde 2001, año a partir del cual enfrenta una drástica disminución de
inversión extranjera.
Llama la atención, asimismo, el explosivo crecimiento del
intercambio comercial de Venezuela con China: en 2003 fue de 150 millones de
dólares y, de acuerdo con estimaciones preliminares, podría haber alcanzado los
2 mil 700 millones de dólares en 2005, es decir, en dos años fue 18 veces
mayor. Durante su tercera visita oficial a China, en diciembre de 2004, el
presidente Hugo Chávez firmó acuerdos de cooperación en materia de turismo,
vivienda, agricultura, minería, transporte ferroviario y energía. País con las
mayores reservas petroleras del hemisferio occidental, Venezuela ha encontrado
en China un gran apoyo para desarrollar su economía. De hecho, ya es el
principal destino de las inversiones del país asiático en América Latina.
China también tiene proyectos de inversión en materia de
petróleo con Cuba. El año pasado, la compañía china SINOPEC, una de las mayores
petroleras del mundo, formalizó un convenio para la búsqueda y explotación del
hidrocarburo en las costas cubanas. Asimismo, el presidente Fidel Castro
anunció, el 18 de febrero pasado, la compra de 8 mil autobuses a la empresa
china Yutong –el mayor fabricante nacional de esta clase de vehículos—, como
parte de un amplio programa de modernización del transporte público en el país
caribeño.
A pesar de que la mayoría de los países latinoamericanos
–sobre todo los del sur del continente— tienen una balanza comercial favorable
con China, para algunos otros, como México y varias naciones de América
Central, ésta es deficitaria debido al incremento de las importaciones chinas.
Al mismo tiempo, algunos de tales naciones compiten, junto con otras del
Caribe, por el mercado de Estados Unidos, cuyo segundo socio comercial más
importante es China.
Lo anterior contribuye a que en México y otros países
cercanos exista la percepción de que China puede constituir una amenaza para el
desarrollo de sus economías. Sin embargo, los hechos desmienten tal idea. El
mercado chino –el mayor del mundo—ofrece enormes oportunidades para exportar
que aún no han sido suficientemente aprovechadas por muchas naciones
latinoamericanas. China, por ejemplo, es uno de los principales compradores de
productos eléctricos y mecánicos que le pueden vender México y otros países de
la región con un desarrollo industrial considerable.
Al mismo tiempo, las repúblicas centroamericanas y del
Caribe pueden establecer alianzas estratégicas con China para negociar en la
Organización Mundial de Comercio y otros foros internacionales la venta de sus
productos a otros países en mejores condiciones. Tal unión permitiría, por
ejemplo, formar un frente común en materia de comercio agrícola ante Estados
Unidos y la Unión Europea, que siguen imponiendo barreras proteccionistas para
desalentar la entrada a sus mercados de productos agropecuarios de América
Latina y otras regiones. Esto, a pesar de contravenir la tan proclamada
libertad de comercio.
No por nada, el ministro de Relaciones Exteriores de México,
Luís Ernesto Derbez, afirmó que China es un aliado y no “un rival económico”,
por lo cual propuso impulsar la cooperación bilateral para, entre otras cosas,
aumentar la competitividad de su país en el exterior.
Luego de entrevistarse en Beijing con funcionarios chinos,
el 20 de febrero pasado, el canciller mexicano destacó la coincidencia de ambas
naciones en instancias internacionales como el G-5, en el cual éstas participan
junto con Brasil, India y Sudáfrica (dicho grupo se reúne en paralelo con el
G-8, integrado por las naciones más industrializadas). Del mismo modo, Derbez
se refirió al enorme potencial del turismo de China, tras recordar que, de
acuerdo con lo previsto, unas 100 millones de chinos podrían viajar fuera del
país dentro de los próximos cinco años. México, junto con Perú, Venezuela y
diez países caribeños que han sido declarados destinos turísticos de China
podrían resultar claramente beneficiados por la creciente afluencia de turistas
de la nación asiática.
Resulta claro que la relación comercial con China es un
factor cada vez más importante para el desarrollo de América Latina debido,
entre otras cosas, al carácter complementario de sus economías. La república
asiática tiene una gran demanda de productos latinoamericanos esenciales para
su crecimiento económico. China, por su parte, puede hacer inversiones que
tanto necesita la región para modernizar sectores como la minería, la
agricultura y el transporte, que hasta ahora han sido insuficientes.
Es
previsible que los vínculos económicos entre China y América Latina sigan
fortaleciéndose en el futuro. Además de basarse en el entendimiento y la mutua
conveniencia, no están sujetos a condiciones políticas, como suele ocurrir en
los intercambios entre países fuertes y los que aún se encuentran en vías de
desarrollo.