Dofu,sabor
y nutrición combinados
Por GUO HONGYUAN
Popular entre los chinos como pocas cosas, el dofu, o requesón
de soya, ha ganado asimismo el favor de medio mundo. Hace unos
dos mil años, durante la dinastía Han del Oeste,
los campesinos chinos molieron la soya y agregándole agua
consiguieron un líquido viscoso, con el cual confeccionaron
algo similar a una tortilla. Liu Xiang, entonces príncipe
y nieto del emperador fundador de la monarquía, dominaba
la química por haber estudiado y preparado la droga de
la inmortalidad -ciencia cercana a la alquimia, pero cuyo objetivo
no es el oro, sino la longevidad. A él correspondió
desarrollar la técnica de los campesinos, con la cual logró
condensar el líquido de soya, solidificándolo con
un coagulante. Su aporte quedó registrado en sus libros
de notas. Había nacido lo que con el paso del tiempo se
bautizaría como dofu.
Durante más de 2 mil años, se han estado obteniendo
variantes del dofu que ya forman parte de la antigua historia
culinaria de nuestro país. Los chinos, ya sean cocineros
profesionales o amas de casa, cuentan con ricas experiencias sobre
modos de cocinar el dofu. Todas las escuelas culinarias chinas
cuentan con recetas a base de dofu. No te sorprendas, amigo lector
si, estando en China, te invitan a un banquete vegetariano, en
el cual el pescado, el pollo y el cordero están hechos
de dofu. Y te será harto difícil, apuesto, detectar
que no se trata de la cosa real, amén de que los ojos serán
los primeros engañados, tan buena es la presentación.
El "pescado" vegetariano es una combinación de
dofu y algas marinas. Las últimas no sólo otorgan
sabor al primero, sino que también le sirven de escamas.
Los "pollos" y "corderos," por su parte, se
confeccionan con dofu adobado en salsa especial.
Además de su exquisito sabor, el dofu goza de gran popularidad
internacional en atención a su alto valor nutritivo. En
primer lugar, se trata de una proteína vegetal, que vino
a compensar las fallas en la estructura alimentaria china. Desde
tiempos remotos, China abrazó la civilización agrícola,
lo que se tradujo en que, en comparación con las naciones
ganaderas, nuestra dieta careciera de proteínas derivadas
de las carnes y la leche. Las soyas son muy ricas en proteína,
a la par que no tienen grasa y otros elementos nocivos que sí
están presentes en los productos cárnicos. Los estudios
científicos revelan que la proteína en una unidad
de soya equivale a la de dos unidades de carne, tres de huevos
y cuatro de arroz. Al mismo tiempo, la tasa de absorción
del dofu puede llegar al 92 por ciento, cifra que alcanza el 65
por ciento en la soya cocida.
En segundo lugar, la soya contiene cinco elementos anticancerígenos
y es rica en potasio, calcio y magnesio. Una encuesta realizada
en Beijing y Tianjin arrojó que la segunda ostenta una
tasa mucho más baja de incidencia de cáncer de la
mama que la capital. Entre dos ciudades a sólo unos 120
km de distancia hay una diferencia tan notable, lo cual obedece,
según los nutricionistas, a la costumbre de los tianjineses
de tomar la leche de soya o dofu tierno en su desayuno.
Por último, el dofu y otros productos de soya evitan la
hipertensión y la acumulación de lípidos
en la corriente sanguínea. Por parte, la medicina tradicional
china estima que los frutos comestibles cuya forma semeja la de
algún órgano humano, seguramente entrañan
un beneficio especial para dicho órgano. Por ejemplo, las
nueces son buenas para la memoria porque tienen una forma parecida
al cerebro. Según la teoría, por su forma, la soya
es considerada favorable para los riñones. La medicina
moderna ha confirmado esta suposición, tras descubrir la
presencia de ricas lecitinas que sirven para tranquilizar la glándula
endocrina, ideal para la mujer en el umbral de la menopausia.
Japón fue el primer país en recibir la técnica
china de preparación del dofu. En el año 753, Jianzhen,
famoso monje budista chino, que a la sazón contaba con
66 años, logró atravesar el mar entre ambos países
tras cinco fracasos, y llegar a la costa nipona con sus seguidores.
Junto a él, además de las sectas del budismo, iban
muchas tecnologías avanzadas de la época, incluyendo
la producción de dofu, que a partir de entonces comenzó
a popularizarse en Japón.
En el caso de Europa, este producto fue recibido a principios
del siglo pasado. Li Shizeng, entonces estudiante de química
en un instituto agronómico de Francia, fue la primera persona
en analizar la composición química del dofu. Más
tarde se publicó su tesis en francés, la cual despertó
amplio interés sobre el alimento. En 1909, Li Shizeng estableció
en las afueras de Paris su fábrica de dofu y otros productos
de soya, e incluso creó café, chocolate y otros
alimentos teniendo como base a la soya. La fábrica apareció
exactamente cuando Europa vivía sumida en una escasez de
leche, causada por la Primera Guerra Mundial. La barata y alimenticia
leche de soya de su fábrica cubrió por un tiempo
la demanda del mercado y fue bien acogida por los franceses. Desde
Francia el dofu extendió su influencia por el resto de
Europa, Occidente y hoy está presente en todo el mundo.
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