¡Regresa,
mamá!
Por WEN CHIHUA*
Millones de trabajadores rurales chinos se han visto obligados
a emigrar a las ciudades en busca de sustento. Allí, a
la par que pugnan por mantener a sus familias, hacen prosperar
la economía del país. Entretanto, sus hijos menores
se quedan en el terruño natal, enfrentando la soledad y
otros problemas. En la actualidad, las entidades gubernamentales
locales y organizaciones internacionales comienzan a tenderles
la mano.
China tiene 120 millones de trabajadores rurales que han abandonado
sus tierras para procurar la supervivencia en las ciudades, donde
en buena medida se suman al sector de servicios. En su mayoría,
estos labriegos desplazados necesitan dinero para poder educar
a sus hijos y mejorar la calidad de vida de la familia. Esto se
traduce, de acuerdo a recientes cifras suministradas por el Servicio
Informativo de la Mujer, subordinado a la UNICEF de China, en
que 22,9 millones de niños de padres emigrantes viven solos
en su tierra natal, muchos en zonas rurales.
"Cuando estoy sola en casa siento desesperación,
soledad y pánico, porque tengo que ocuparme de todas las
cosas", expresa Zhong Jiezhen, una niña de 11 años,
pobremente vestida y calzada.
Además de cocinar, lavar la ropa y cuidar de su hermana
menor y abuela, la demacrada Jienzhen soporta la carga adicional
de sufrir por el incierto destino de sus padres ausentes, que
laboran temporalmente en la construcción en la ciudad de
Fogang, en la sureña provincia de Guangdong. "¿Qué
haremos si algo les ocurre a papá y mamá? ¿Y
si dejan de enviarnos dinero?" dice entre sollozos, mientras
se enjuga en la manga blanca de la blusa manchada en su tierra
natal, una aldea del poblado Chengxiang, del distrito de Quannan,
en el oriental provincia de Jiangxi de China.
Ambos padres trabajan a 300 km de casa, ganando un máximo
de 10.000 yuanes al año. "Si nos quedáramos
en nuestra parcela cultivando arroz, apenas nos daría para
sacarle el cuerpo a la miseria", se lamenta Huang Zhinian,
madre de Jiezhen, con los ojos tan enrojecidos por el llanto como
su hija.
Huang y su marido Zhong Shengping hicieron un esfuerzo especial
para regresar a casa para la Fiesta del Medio Otoño, ocasión
de reencuentro familiar en la tradición china. "No
tuvimos más remedio que dejar a nuestras dos hijas en casa
al cuidado de su abuela", reitera Huang, quien aparenta siente
u ocho años más que los 38 que afirma tener. Desde
2002 está fuera junto al marido.
Aferrada al propósito de pagar los estudios de sus hijas,
Huang está consciente de que no puede llevarlas consigo:
"la vida en la ciudad es demasiado cara," enfatiza.
Para colmo de infortunios, la abuela, Tu Qingmei, de 70 años,
está físicamente impedida de cuidar de Jiezhen y
su hermanita de 6 años. "Sobre todo en los estudios,
indica Tu, porque soy analfabeta."
En la zona montañosa de Quannan viven 4.503 niños
de 6 a 16 años, cuyos padres trabajan en otros lugares,
lo que representa un 22,47 por ciento del total de estudiantes
de las escuelas del distrito. Muchos de ellos carecen de cuidado
paternal, admite Lu Fangqing, subdirector de la oficina de educación
local. "La falta de cuidado paterno ha sembrado un profundo
sentimiento de inseguridad en los corazones de estos niños.
Ello se refleja en desórdenes psíquicos y dificultades
en el estudio". Ambos factores son los que más afectan
a los niños sin amparo filial, de acuerdo con una encuesta
efectuada de forma conjunta por el Grupo de Ediciones y Publicaciones
Infantiles de China (GEPI), con sede en Beijing, y la representación
de la UNICEF en el país, en marzo de 2005.
El estudio abarcó a más de 5.000 niños de
los distritos de Quannan y Xinxian, en la provincia central de
China, punto de origen de una alta proporción de trabajadores
inmigrantes. De ellos, el 65 por ciento dijo entender las razones
que llevaron a sus progenitores a alejarse del hogar y los hijos
en busca de trabajo. Sin embargo, los niños confesaron
su aprehensión de no cumplir con las expectativas de sus
padres, y dijeron sentirse culpables por sus bajos resultados
académicos. Al mismo tiempo, un 50 por ciento dijo albergar
preocupaciones por la salud o seguridad personal de sus padres,
mientras que un 77,4 por ciento desea que sus mayores dejen de
trabajar fuera y regresen a casa.
El desarrollo rural ocupa la primera prioridad en la actual agenda
del gobierno chino. En el caso de Quannan se trata de un problema
peliagudo, pues en este pobre y remoto distrito las familias campesinas
sólo tienen como promedio 0,04 acre de tierra cultivable
por núcleo, una décima parte del promedio nacional.
La pobreza empuja a los aldeanos a las ciudades. "El promedio
de ingreso anual per cápita en el distrito es de 2.543
yuanes. De esta cifra, un 50 por ciento lo envían quienes
trabajan en las ciudades", señala Luo Zongqi, gobernador
del distrito.
Pero los niños exigen más que dinero. Una alumna
de la Escuela Primaria Zhushan en Quannan trató de suicidarse
tragando pesticida después de ser enviada a vivir con su
tía. El rector de escuela Chen Yongqiao dijo que la niña
sentía que nadie la quería.
Chu Rui, director del departamento de actividades del GEPI y
responsable de la investigación citada advierte sobre las
graves consecuencias que la ausencia paterna puede tener para
estos infantes. Con el apoyo financiero de UNICEF, dice Chu, el
grupo donó 120.000 yuanes en libros a las escuelas del
distrito de Quannan. También está intentando a crear
una librería en cada escuela del distrito, para que los
niños campesinos encuentren algún sosiego en la
lectura.
A estas iniciativas se suma el gobierno distrital de Quannan,
con el "proyecto de atención a los niños"
en las escuelas de las zonas rurales, que incluye orientación
psicológica infantil y un plan de establecimiento de una
línea telefónica para que los padres se pongan en
contacto con los hijos.
Además, se ha abierto una escuela especial para capacitar
a los tutores en el cuidado a los menores de edad, algo de suma
importancia, teniendo en cuenta, como bien señala Huang
Zhengren, director de la Escuela Primaria Central del Poblado
Pitou, que muchos de ellos son analfabetos, y tienden a ser supersticiosos
cuando tratan de disciplinar los niños.
Puso como ejemplo el caso del estudiante Hu Jingjing, quien vivía
con sus abuelos y adquirió un comportamiento hostil y destructivo
después del divorcio de sus padres. Su abuela consultó
a un adivino, y éste le advirtió que Jingjing estaba
destinado a ser ejecutado en el futuro. Al saber esto, Jingjing
empezó a robar dinero a sus compañeros de estudio
y a orinarse en el aula. Cada vez que la maestra trataba de ayudarle,
Jingjing siempre le interrumpía diciendo: "¿Qué
importa, si de todos modos voy a acabar muerto?".
Para reencauzarlo por el camino correcto, rememora Huang, "nos
pusimos en contacto con su padre, a quien informamos de cuánto
necesitaba Jingjing de su amor paternal. El padre entendió
que la predicción del adivino estaba destruyendo el futuro
de Jingjing, por lo que decidió llevárselo con él
a Guangdong. Hoy Jingjing asiste a una nueva escuela, donde está
logrando progresos."
Otros esfuerzos en igual sentido incluyen la construcción
de dormitorios especiales en las escuelas, y un centro de cuidado
donde trabajan 13 madres sustitutas como educadoras para 50 niños.
"Nos responsabilizamos con su vida diaria, su alimentación
y vestimenta, así como con sus estudios y necesidades emocionales",
indica Chen Qinying, una experimentada maestra de pre-escolar
y directora de dicho centro.
Chen Juwu, que hoy es un estudiante sobresaliente en una escuela
secundaria calificada, tuvo dificultades en los estudios. "Gracias
al centro, muchos niños del campo han hecho notables progresos
en los estudios", acota Chen. "No sé dónde
estaría hoy sin su ayuda".
En cuanto a Jiezhen, su madre planea trabajar en Guangdong por
un año más, para ganar suficiente dinero para que
la chica pueda asistir al centro preuniversitario. "Luego",
enfatiza "volveré a casa".
Al informarle de esta decisión de su madre Jiezhen sonrió
por primera vez.
*Wen Chihua es periodista de Servicios Informativos Especiales
de China.
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