Villa del Sol para niños con padres en la sombra

Por nuestro reportero LUO YUANJUN

En diciembre de 2000, la Villa del Sol de Beijing, un hogar para hijos de reclusos, fue instalada en la aldea de Banqiao del poblado Zhaoquanying, distrito de Shunyi de Beijing. El hogar es un proyecto de capital privado, que ofrece cuidados gratuitos a los niños que quedan carentes de amor filial mientras sus progenitores permanecen en prisión. La idea partió de Zhang Shuqin, alcaldesa de la Villa del Sol de Banqiao, quien se jubiló de la Administración de Prisiones de Shaanxi. “Cualquier persona se siente inclinada a ayudar a estos chicos con alimentos y ropas. Haber trabajado con los presos que se ven obligados a abandonar a sus hijos me hizo decidirme por este proyecto,” afirma Zhang, quien en los pasados diez años reunió fondos suficientes para construir cuatro villas del sol en Shaanxi, Henan y Beijing. Gracias a su empeño, más de 600 niños tienen garantizado el amparo que de otra manera les faltaría.

Los “Cuartos del Amor”

Zhang se inició en el mundo carcelario en 1985, como reportera de un periódico subordinado a la Administración de Prisiones de Shaanxi. Las entrevistas que realizaba a los prisioneros le permitieron conocer en amplitud la angustia que les embargaba respecto a sus hijos, sobre todo después que algunos de ellos intentaron escapar y hasta intentaron suicidarse por la separación. El mayor temor de Zhang es que los párvulos, dejados de la mano, también siguieran el camino de sus padres adentrándose en el mundo del delito. En cierta ocasión en que visitó a los cuatro hijos de un matrimonio encarcelado, vio que los mismos habitaban en una caverna y la compartían con una abuela, quien hacía junto con ellos las duras labores del campo. La hija mayor ya había muerto de enfermedad, pues la anciana carecía de dinero para pagar el tratamiento. Una tragedia de tal proporción condujo a Zhang a ponerse en acción.

Como organización no gubernamental, la Villa del Sol de Beijing carece de fondos estatales, por lo que debe encomendarse a la sociedad. Para cubrir las necesidades diarias, en abril de 2002 la villa alquiló 17 ha de tierra de labrantío en las cuales plantaron azufaifos, cacahuetes, maíz y soja. A mediados de agosto de 2005, la villa puso en venta las cosechas. El dinero obtenido se destinó a la educación de los niños. Durante los días feriados, los niños mayores echan una mano en los campos. "La ayuda social no es una solución permanente para la villa, así que los niños tienen que aprender a ser independientes," dice Zhang, que admite ser feliz proporcionando un lugar de amor a estos niños. Muchos visitantes vienen regularmente a la villa a verlos, trayendo regalos, dinero en efectivo, alimentos y otros artículos.

Los niños se levantan a las 5:30 am cada día. Después de limpiar sus dormitorios y desayunar, asisten a clases. Se acuestan a las 9:30 de la noche. La villa tiene su propia biblioteca, sala de computadoras y de gimnasia. Los dormitorios de los niños, llamados cuartos de amor, se han construido con los fondos donados. En cada uno duermen 10 niños, junto a una “madre de amor”, o joven voluntaria que les cuida.

El nivel de vida de los niños es bajo. Tienen suficiente comida cada día, pero son limitados los alimentos de alto contenido proteínico. Cada niño bebe 250 gm de leche al día y come frutas dos veces a la semana y carne dos veces al mes. El arroz y los panecillos cocidos al vapor son suficientes.

Hermanas gemelas

"Me llamo Li Bao. Tengo 10 años de edad, y soy de la provincia de Hunan, " Así se presenta la hermana mayor de las gemelas Li, quien se siente afortunada por poder ir a la escuela, a diferencia de muchos otros menores en situación similar a la suya. Un 30 por ciento de los 115 niños que residen en la Villa del Sol de Beijing había interrumpido los estudios, o nunca había ido a la escuela antes de entrar a la villa. Ahora van a las escuelas locales y a las guarderías infantiles. Los que concluyeron el primer ciclo de la secundaria fueron admitidos el año pasado en el Centro de Enseñanza Profesional de Shunyi. Los costos de todo tipo son resueltos con donaciones de los diversos sectores sociales.

Con regularidad, las “madres de amor” de la villa llevan a los niños a ver a sus padres. La visita de sus hijos, bien cuidados, resulta un inestimable estímulo para los progenitores, quienes se sienten compulsados a observar mejor comportamiento en la prisión. El año pasado, Zhang Shuqin llevó a las hermanas Li Bao y Li Jing a ver su madre, que acaba de ser liberada. Agradecida a la Villa del Sol, la madre escribió una carta a Zhang Shuqin, pidiéndole que le permitiera laborar en el lugar. Ahora trabaja como voluntaria en la villa junto a sus hijas. Empeñadas en que su madre olvide pronto las amarguras del encierro, las chicas siempre piden a los reporteros que no entrevisten a la madre.

Recital en un Cuarto de Amor

El 2 de diciembre de 2005, Zhang Shuqin recibió una invitación para asistir a una fiesta del cuarto de mar “Pájaro Azul”, algo muy común entre los niños del lugar, que aprovechan la oportunidad de brindar a sus invitados los cacahuetes y semillas de girasol que compran con el ingreso obtenido por la venta de objetos desechados para materia prima. La estrella del recital de esa noche era Zhou Shousheng, un chico de 12 años, quien deleitó al público con sus canciones. La presencia de Zhang Shuqin en realidad fue premeditada. Había planeado esta actividad como forma de hacer que Zhou Shousheng se sintiera a gusto entre los demás niños. El padre de Zhou fue encarcelado por hurto, hábito que ya había adquirido el muchacho. En la primera semana de su llegada a la villa, Zhou robó dinero cuatro veces. Se logró que desechara el hábito asegurándole que siempre tendría a su disposición pasta de pimiento, comida favorita del pequeño caco. Tal fue el acuerdo alcanzado con Zhang Shuqin. El caso de Zhou Shousheng no es único. Lo usual es que los pequeños, abandonados por largo tiempo, adquieran costumbres poco edificantes.

Zhang confiesa que ha tenido malas rachas. En cierta ocasión pensó que resultaba imposible revertir las conductas antisociales de los chicos. Sin embargo, se dejó ganar por el convencimiento de que estos niños no deben ser culpados por carecer de instrucción o educación moral. Ella insiste en que el amor maternal es la mayor necesidad de los chicos abandonados tras el encarcelamiento de sus padres. A muchos nunca se les borrará de la mente la escena de los policías arrestando a sus padres, como bien señalaron a este redactor. Zhang Shuqin sabe que no podrá borrar este mal recuerdo. Su afán es ayudar a que sus protegidos aprendan a vivir a pesar de las malas memorias.


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