Juan Morillo y el oficio de fabular
Donde
no hay justicia, hay dolor y sufrimiento
y donde hay dolor y sufrimiento tiene que haber valor
Comentario sobre la novela de Juan Morillo Fábula
del animal que no tiene paradero
Por
XU SHICHENG*
*Investigador-profesor
titular del Instituto de Estudios sobre América Latina,
anexo a la Academia de Ciencias Sociales de China y vice-presidente
de la Asociación China de Estudios Latinoamericanos.
La novela Fábula del animal que no tiene paradero, de
952 páginas, fue escrita por el Prof. Juan Morillo entre
1991 y 1994 en Beijing, y fue publicada en 2003 por la Editorial
San Marcos, de Lima, Perú.
El título de la novela Fábula del animal que no
tiene paradero se deriva de una adivinanza popular que el autor
utiliza como epígrafe al comenzar el libro. He aquí
la adivinaza: ¿Qué animal se mueve tanto que no
tiene paradero, tiene nido, tiene canto y no es zorzal ni sirquero?:
Es la lengua del cuentero. La respuesta al acertijo nos anuncia
que la novela es una fábula en torno al oficio de contar.
En la estructura de la novela descubrimos un prólogo,
un intermedio, 13 partes y un epílogo. La obra elabora
el retrato de un poblado ficticio, Ultocoche, (el culo del
mundo) inspirado en el pueblo natal del autor, ubicado en
las serranías del Departamento de La Libertad, en el noroeste
de Perú. Los sucesos son contados a través de las
voces de tres narradores orales, caminantes pobres, quienes dejan
correr tres extensas historias que se entrelazan a través
de una infinidad de peripecias. La una es la historia de una pequeña
familia de pobres que, acosada por el miedo al desalojo, se defiende
empleando un instrumento y un arma de sorprendente eficacia: una
voz que cuenta. La otra es la historia de un pueblo ubicado al
otro lado del río Marañón narrada desde diferentes
ópticas. La tercera es la afanosa búsqueda del poder
de la palabra y de la fabulación, armas que han de servir
para desterrar los males que ensombrecen el cielo de estos lugares
lejanos y apartados.
La temporalidad de la novela se remonta, en un marco general,
hasta el mito del origen del mundo, pero el núcleo de los
sucesos reales carece de referentes históricos precisos;
no obstante, algunos fragmentos nos permiten ubicar el marco histórico
entre los años 30 y 50 del siglo XX.
En cuanto al estilo literario de la novela, el autor recurre
a los mitos y las leyendas para contarnos la historia de una modesta
familia. Los narradores califican sus relatos como ejemplares
(término que se usaba en la Edad Media para las historias
religiosas y didácticas). En el prólogo y el epílogo
el autor nos ofrece dos relatos ejemplares, dos peculiares
cosmogonías que pretenden explicar con un profundo
sentido, a través de la reelaboración de historias
bíblicas, las peculiaridades geográficas y las injusticias
sociales imperantes no sólo en esta región andina,
sino también en el mundo.
El mayor logro de esta novela es la combinación de lo
mítico con la perspectiva realista, pero sin caer en los
estereotipos propios del realismo mágico. Esta novela constituye
un retrato detallado y minucioso de una sociedad pobre y marginal
de la serranía andina peruana. Los personajes son presentados
en su aspecto miserable, mal vestidos, pero siempre con una gran
entereza moral y una visión de futuro. La novela de Juan
Morillo ha heredado en forma creadora la novela picaresca europea
del siglo XVI y la tradición de la narrativa indigenista
andina representada por diversos escritores, como los peruanos
Ciro Alegría (1909-1967, El mundo es amplio y ajeno) y
José María Arguedas (1911-1969, Los ríos
profundos); el boliviano Alcides Arguedas ( 1879-1946, Raza de
bronce ); y el ecuatoriano Jorge Icaza ( 1906-1978, Huasipungo
). Al mismo tiempo, son evidentes en esta novela las huellas del
escritor norteamericano William Faulkner (1897-1962, El sonido
y la furia), ganador del Premio Nobel de Literatura en 1949. El
éxito de la novela Fábula del animal que no tiene
paradero estriba también en el excelente uso del monólogo
interior, el esmerado trabajo de composición psicológica
y profundización del personaje, la combinación de
la oralidad con la estilización de la lengua, el uso de
sus recuerdos como materias primas y la descripción viva
de las realidades y del mundo mítico.
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