La misión de filmar positivamente

–La cineasta peruana residente en China Isolda Morillo rompe lanzas a favor de los seropositivos chinos, con su recién estrenado docudrama Viviendo positivamente.

Texto y fotos de LAO YI

Una buena parte de la humanidad pasa por la vida cargando con obsesiones y fantasmas. Hay quienes tienen el privilegio de escoger los suyos y, además, alimentarlos y llevárselos cada noche a la cama. Así convive con su dosis de espectros tutelares desde hace un buen tiempo la peruana Isolda Morillo. De niña, según sus palabras, éstos se le revelaron como fascinación por lo visual, el cine incluido. Luego, sus fantasmas adquirieron nombres y habitaron en la gran pantalla: Chaplin, Saura, Allen... Sus compañeros de viaje estaban creciendo, o mejor aún, madurando, y a Isolda no le quedaba más opción que declararlos adultos, haciéndose cineasta, o nunca le dejarían tranquila.

Luego de residir en la China de los primeros años de la reforma y la apertura, y de estudiar, vivir y trabajar posteriormente en su natal Perú, Francia, Cuba y Estados Unidos, Isolda regresa a crear en su adoptiva Beijing.

En una mañana invernal en la capital china, la cineasta accede a conversar con China Hoy. Unos días antes, su debut fílmico, el documental Viviendo positivamente, se ha estrenado en salas del circuito no comercial de Beijing. Su docudrama aborda un tema que aún huele a tabú en el país: la vida de las personas infectadas con el Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH). Todo un reto. “Una misión,” añade.

China Hoy: ¿Cómo surge el proyecto de Viviendo positivamente?

Isolda Morillo: Cuando regresé a China en 2003, luego de pasar un tiempo estudiando cine en Cuba y EE.UU., conocí al director de cine chino-estadounidense John Liu, que estaba por realizar un documental sobre programas de lucha contra la pobreza, con el apoyo de la BBC de Londres y la TV china, y financiamiento del Banco Mundial. Con él me inicié en el cine como productora y tuve la oportunidad de viajar por toda China, sobre todo en zonas muy, muy pobres. Pude estar en regiones donde la gente vive aislada en caseríos. Allí tuvimos que llegar cargando los equipos sobre los hombros, pues ni los mulos pueden subir a esos sitios. Un día me le aparecí a John Liu y le dije: “quiero hacer cine,” y el me preguntó: “¿qué estas dispuesta a hacer?” “Cualquier cosa,” le dije. “¿A cargar cosas?” preguntó. “Sí,” contesté, y él lo tomó literalmente. Así empecé. Estos viajes me dieron mucha inspiración.

John Liu fue creador del Centro de Información sobre el SIDA. Al estar cerca de él empecé a interesarme sobre el tema. Luego, entré en contacto con una amiga pintora ecuatoriana, Diana Valadezo, que ha desarrollado un centro de artes plásticas en el hospital You’an de Beijing, uno de los dos que tratan a los seropositivos en la capital. Allí vi el trabajo de los pacientes y empecé a conocer más sobre el SIDA y nació la idea de hacer el documental. Previamente hice dos videos sobre el tema para el centro, en 2004, y luego me involucré en “Vivir Positivamente”.

CH: ¿Por qué el SIDA?

IM: Me llama lo del SIDA porque me gustan los temas donde es preciso explorar. En el SIDA se juntan los temas de la sexualidad, la cultura –cómo los chinos abordan sus tabúes– lo médico, lo económico, el homosexualismo, la promiscuidad, la muerte.

Empezamos a hacer entrevistas, y encontramos como denominador común que todos los entrevistados confesaban un desconocimiento casi total sobre el asunto antes de conocer su estatus de seropositivos.

CH: ¿Dónde buscaste a los entrevistados?

IM: Sobre todo gente de Beijing, ante todo los que estaban en el hospital. En su mayor parte adquirieron el virus por venta de sangre, en un proceso donde no se tomaban las medidas de seguridad necesaria, también a causa de relaciones sexuales desprotegidas.

Al principio quería hacer un documental, pero tomando en cuenta la ignorancia que manifestaron los entrevistados, opté por recrear la realidad. Es que para los seropositivos, el mensaje que les llegó sobre el SIDA fue de algo que solo existía en África, o que solo adquieran las personas de vida marginal, los delincuentes, por tanto, ellos decían “si soy una persona normal, no tengo por qué infectarme.” Por tanto, debíamos hacer algo educativo. Mostrarles que cuando vendían su sangre y se les devolvía el plasma, se producía el contagio. Simplemente el mensaje real que habían recibido hasta ese momento no les llegaba. Por tanto, era una necesidad mostrar lo que ocurría. Era algo que nada tenia que ver con la política. Estábamos ante una urgencia. Los jóvenes no digieren mensajes autoritarios o moralizantes.

Supe que en Brasil se había hecho algo en ese sentido como parte de una telenovela. Y pensé que ese era el camino

CH: ¿Dificultades?

IM: Ante todo, que al principio casi nadie quería ser filmado directamente. También que hubo quienes por miedo al tema, renunciaron a trabajar en el proyecto. Otro, que al plantear lo de la telenovela encontramos muchos obstáculos para que alguien en la TV lo aceptara. Hubo rechazo. Me decían que era algo que se podía hacer, pero que resultaba muy complicado, pues se requería aprobación del Ministerio de Salud Pública. De hecho ya se había hecho algo en la televisión, pero no gustó a los infectados de SIDA. El problema es que si haces algo demasiado melodramático o trágico, como había sucedido hasta entonces, no consigues que la gente se identifique con el tema. La gente entra en estado de negación ante la presencia de la muerte.

Deseché la TV, por todos los obstáculos que representaba conseguir los permisos, pero no renuncie al lenguaje telenovelado cuando comencé el proyecto. En China todos ven las telenovelas, independientemente de su nivel educativo o social. Procuré que todo apuntara a la telenovela: color, decorado, encuadre, todo. Haríamos algo educativo, un docudrama.

Entonces busqué el apoyo del Centro de Información sobre VIH/SIDA y me dijeron: “genial, nadie lo ha hecho hasta ahora.”

CH: ¿Qué asesoría técnica tuvieron?

IM: El centro de información, el propio hospital You’an, cuyo director lo aprobó de inmediato, el personal que labora con los pacientes y éstos. A estos últimos los escogimos en lugar de actores profesionales para crear una atmósfera más real. Lo que a su vez suponía el mayor reto: la actuación. Se trataba no solo de un proceso técnico, sino psicológico. Hubo momentos muy tensos, cuando los actores se echaban a llorar y me decían: “no puedo hacerlo.” Imagínate a una persona con SIDA que deba ponerse ante una cámara a hablar del tema. La actriz principal, que no tiene SIDA, pero que interpreta a una seropositiva, a veces se sentía muy nerviosa. Este proceso supuso algo difícil pero a la vez bonito. Usamos algunos profesionales, pero la mayoría de los actores no lo son.

La filmación sólo duró 10 días en locaciones de Beijing, pero a pesar de lo breve quedé exhausta. Me pasaba el día hablando del tema con mi marido y mis hijos. ¡Hasta pensé que yo misma era seropositiva!

CH: ¿Por qué tuviste que cortar de 50 a 30 minutos?

IM: Queríamos dar mucha información al principio, incluido el aspecto médico, pero tras ver las reacciones de proyecciones en diversas provincias, comprendimos que la actuación podía resultar por momentos discursiva en exceso. Decidimos cortar. El documental se ha exhibido, que recuerde, en Guangxi, Yunnan, Hebei y Jiangxi. Puede que haya otras. Ya lo hemos entregado a las ONGs para que lo proyecten en otras provincias. Ha sido visto por varios miles de personas. Hasta los propios seropositivos han distribuido tres mil copias. Este documental ha rebasado el marco del cine para insertarse en el activismo social. Para mí la mayor recompensa ha sido escuchar a los seropositivos decir que querían tener control sobre la distribución de “su” película. Eso es lo más lindo, que ellos la consideren “su” película. O sea, se sienten representados, respetados. Y allí viene el segundo problema. Ahora es posible que la TV lo acepte, pero entonces son los pacientes los que se niegan, porque por ahora no quieren salir a la palestra pública de manera tan amplia, pues entienden que quizás no se muestre como proyecto científico, sino de mero entretenimiento. Después de este reto, que me ha permitido conocer el poder de los medios, me siento capaz de asumir cualquier cosa.


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