la
chinita mexicana
--Testigo
excepcional del desarrollo de las relaciones entre México
y China, Rosa Chen, la chinita mexicana, vive
consagrada a unir las ditantes patrias de su madre y padre
Por nuestra enviada en México,
GUO HONGYUAN |
ANTES de venir a México, muchos compañeros que
habían regresado a China me habían hablado de
una señora llamada Rosa Chen, a quien todos conocen cariñosamente
como la chinita mexicana. Me dijeron que el sobrenombre
obedece a que la señora es descendiente de chino por
línea paterna y, lo más importante, que se ha
dedicado de todo corazón a la causa de promover la amistad
entre China y México. Cuando la conocí personalmente
comprobé su afecto y simpatía por todo lo que
tenga que ver con China, tierra natal de su padre.
La semilla cantonesa
El padre de Rosa Chen llegó a Tampico, México,
en el año 1917, procedente de la sureña provincia
china de Cantón. Con apenas 18 años, ya era viudo
y había dejado a su pequeño hijo al cuidado de
los abuelos maternos. Luego se casó con una muchacha
mexicana y se arraigó en el país. Estableció
una familia muy unida de nueve hijos, en la cual mantenía
vivas muchas costumbres de su pueblo natal. Mi papá
visitaba con frecuencia a sus amigos chinos para jugar Mahjong
-juego de mesa chino parecido al dominó-. También
los invitaba a cenar en casa. Los hombres siempre comían
primero y cuando nos tocaba a las mujeres, teníamos que
apresurarnos, porque los señores esperaban la mesa para
empezar a jugar, recuerda Rosa Chen. A los 25 años
de edad, Rosa asumió la responsabilidad de cuidar de
su padre y los cinco hermanos menores de ocho años, luego
que su progenitor enfermara y se viera obligado a dejar su negocio
de restaurante. A pesar de las circunstancias, nunca decayó
el ánimo de la muchacha. Más tarde conoció
a un joven llamado Oscar Santoyo, con quien se casó.
Ambos emprendieron la aventura de sacar adelante a una gran
familia, sin olvidar al hermano mayor, que se quedó en
Cantón y con el cual Rosa sigue manteniendo contacto.
En varias ocasiones el matrimonio ha visitado la casa paterna
de ella. Cuando murió mi padre llegamos a ser 13
personas en casa. Pero luego los hermanitos y los hijos crecieron
y fueron formando prósperas familias y abandonando la
casa. Ahora sólo quedamos nosotros dos. Al narrar
esta historia, Oscar y Rosa esbozan una gran sonrisa de satisfacción,
por haber cumplido la tarea que el padre les dejó.
Soñando con China
La
constante evocación paterna de la tierra natal sembró
en Rosa la curiosidad por el lejano país. A consecuencia,
siempre se ha mantenido atenta a todo lo relacionado con China.
Aunque en aquel entonces no había lazos diplomáticos
entre México y China, buscó por todos los medios
informaciones prevenientes del lejano oriente. En 1968, conoció
a la Dra. Virginia Chapa, fundadora de la Sociedad de Amigos
de China, y desde entonces se convirtió en una firme
activista a favor de la amistad entre las dos naciones. Tomó
parte en muchas actividades relacionadas con el tema y fue testigo
de todos los acontecimientos sucedidos en la historia de las
relaciones bilaterales, durante casi 40 años. Fue al
aeropuerto a dar la bienvenida al primer embajador de China
en México, y ha sido partícipe de numerosas recepciones
y despedidas a personalidades chinas de la política,
la economía y la cultura que han visitado México
desde entonces.
Con apoyo de la Sección Cultural de la embajada china,
Rosa Chen suele organizar exposiciones con el tema de China,
con gran empeño y dedicación.
Una oración en Beijing
En 1974, por su labor distinguida, la señora Chen fue
invitada a visitar China, donde fue recibida por altos dirigentes
del Estado, como el entonces Primer Ministro Zhou Enlai. Al
recordar la primera vez que pisó la tierra paterna, Rosa
Chen no puede ocultar su emoción: Cuando estuve
personalmente en la Ciudad Prohibida y el Palacio de Verano,
no podía creer que todo fuera de verdad. Era como un
sueño. Y le hablé a mi papá en el cielo:
Mírame papá, por fin estoy en tu tierra.
La
pareja conserva asimismo fotos tomadas con otros primeros ministros
y altos dirigentes políticos de China, en Beijing, capital
de China, o en la Embajada de China en México, así
como instantáneas con todos los embajadores chinos en
este país, quienes la han visitado en su casa en señal
de amistad. Las fotos de Rosa Chen permiten seguir la trayectoria
del desarrollo de la relación entre los dos países,
al mismo tiempo que muestran los cambios paulatinos de nuestra
entrevistada, desde una jovencita muy linda hasta una dama elegante,
y ahora una señora mayor enérgica y vigorosa.
Aunque ya está jubilada, Rosa Chen sigue con sus actividades
relacionadas con China. Es una de las representantes de mayor
éxito de la revista China Hoy. Además, organiza
cada año un grupo de turismo para ir a China y promueve
las diferentes ferias del país con gran éxito.
A su lado siempre está su marido, una persona de muy
buen humor. Soy compañero, custodio y amigo disponible
las 24 horas, y con mucho gusto, declara el cónyuge,
mirando a su esposa con un guiño cómplice. Los
dos prorrumpen en carcajadas.
Rebasada ya la plenitud de su vida, Rosa Chen mantiene una
energía de juventud y una salud excelente, con una agenda
de trabajo siempre ocupada. A los ojos de sus amigos chinos,
sigue siendo la chinita mexicana bella y alegre,
que combina armoniosamente la amabilidad y la seriedad, así
como la generosidad y la exigencia. Mientras más le conocía,
más fácil me resultaba entender por qué
le llaman así: a la vez que fluye en sus venas sangre
de las dos naciones, brotan de su corazón el empeño
y amor indeclinables por las dos tierras que le dieron origen:
la materna y la paterna.