Legado de Lao Zi

Por nuestro reportero HUO JIANYING

El paso Hangu, a 15 km al norte de la ciudad de Lingbao, en la provincia de Henan, fue una de las primeras fortalezas militares de China. La misma resguardaba el único sendero que atravesaba las profundas gargantas flanqueadas por montañas escarpadas, en el centro político y económico de la China antigua.

Hay allí cuatro portones sobre la elevada muralla, como señal de que, según decían los antiguos chinos, “mientras un hombre vigile el paso, ni diez mil podrán atravesarlo”.

La estatua de piedra de Lao Zi, a horcajadas sobre un buey, se alza delante de la edificación, como recordatorio del vínculo entre el Paso Hangu y el más grande pensador de China.

El nacimiento casual de un clásico literario

Lao Zi fue testigo de la desintegración inexorable de la dinastía Zhou (770-256 a.n.e.). La filosofía sobre el sentido de la existencia de este personaje marchaba en dirección opuesta a la de la camarilla gobernante, por lo que fue ignorada. Convencido del sinsentido de permanecer en la capital, Lao Zi dimitió de su puesto como funcionario del gobierno a cargo de la biblioteca y del archivo del Estado y se encaminó al oeste, a través del paso Hangu. Su intención era encontrar un lugar pacífico y aislado, en el cual vivir sus últimos años. La excelencia académica y la sabiduría profunda de Lao Zi lo hicieron famoso en todo el país. Después de visitar a Lao Zi por primera vez, Confucio, su contemporáneo más joven, dijo de él: “En cuanto a las aves, sé que pueden volar; en cuanto a los peces, sé que pueden nadar; en cuanto a las bestias, sé que pueden correr. Lo que corre se puede parar con redes; lo que nada se puede parar con curricanes, y lo que vuela se puede detener con flechas. En cuanto a los dragones, no tengo idea de cómo ascienden al cielo entre viento y nubes. Hoy conocí a Lao Zi, que es como un dragón!”

La decisión de Lao Zi de dejar su puesto de muchos años causó consternación entre las clases literarias, en especial a Yin Xi, director del paso Hangu. Éste era un hombre de letras que concordaba totalmente con la filosofía de Lao Zi y quien, cuando supo que Lao Zi se dirigía hacia Hangu, subió cada día a la muralla para esperarle. Su vigilancia fue recompensada el día que vio al pensador en la distancia, montado sobre un buey y con destino al paso.

Yin Xi recibió a Lao Zi con toda la pompa y ritual que se podía esperar de un discípulo que recibía a su maestro. Lao Zi se sintió conmovido, pero luego mostró perplejidad por la petición de Yin Xi, quien le pidió dejar por escrito su filosofía, para beneficio de generaciones futuras. Lao Zi desaprobaba escribir libros como medio de diseminar sus ideas, convencido de que los “hombres de conocimiento no predican, y de que los que predican no son hombres de conocimiento”. Yin Xi, sin embargo, persistió hasta obtener su aprobación. No está claro si Lao Zi cedió por la insistencia de su anfitrión, o porque lo vio como única manera de continuar su viaje hacia el oeste. En cualquier caso, escribió de una sentada una monografía de 5.000 caracteres sobre su teoría cósmica. En ella, hablaba del Dao – el camino, y del De – la virtud. Desde entonces, el libro es llamado Dao De Jing, o Libro del Camino a la Virtud. Al concluir la obra, Lao Zi continuó su trayecto hacia el oeste. Dónde se asentó y terminó sus días, sigue siendo un misterio.

El evasivo Lao Zi

El historiador chino Sima Qian (aprox. 145-90 a.n.e) pasó 18 años redactando su obra maestra de 520.000 caracteres Registros Históricos. El trabajo contiene inapreciable información sobre figuras y acontecimientos históricos de la antigüedad china. Con todo, contiene apenas 450 caracteres sobre Lao Zi. Poco se sabía de él, a pesar de haber vivido apenas unos siglos antes, hasta el punto de que se ignoraba la fecha exacta de su nacimiento. Dicho registro afirma: “Algunos dicen que vivió 160 años, y otros afirman que vivió 200”. Sima Qian dudó obviamente de la veracidad de la longevidad de Lao Zi, y concluyó que éste “alcanzó una vida larga con el auto cultivo del Dao”. Pero los expedientes indican claramente que Lao Zi escribió el Dao De Jing en el paso Hangu y que se encontró con Confucio en más de una ocasión.

 

Lao Zi nació en el distrito de Kuxian (actual Luyi, en la provincia de Henan) en el estado de Chu, durante la dinastía Zhou (siglo XI-476 a.n.e), según Sima Qian. Su nombre de familia era Li y Er su nombre propio, y se le conocía en documentos históricos como Dan. Más delante se le mencionaba como Lao Zi, calificándole de fundador del taoísmo; otros lo identificaban como Taishang Laojun, un inmortal celestial. La diversidad de descripciones sobre Lao Zi y sus cualidades indican la escasez de información sobre él, posiblemente debido a su alejamiento de la atención pública.

Lao Zi es la forma respetuosa de llamar a este gran filósofo, nombre que también se refiere a su única obra escrita, el Dao De Jing.

Una visión polémica del universo

Antes de Lao Zi, el concepto del universo se refería al conjunto del cielo, la tierra y el hombre, el cual dio lugar a una gran variedad de mitos y leyendas. Se creía que el cosmos era originalmente una entidad indefinida en un estado de flujo continuo. Cuando la deidad Pan Gu apareció repentinamente en el universo y lo partió en dos mitades con un hacha enorme, los elementos puros y claros, ascendieron hasta formar los cielos y el resto se convirtió en la tierra. Otras deidades crearon más tarde al ser humano, la fauna y la flora sobre la tierra.

Lao Zi no aceptó la teoría de la creación de Pan Gu. Su opinión sobre el universo, según lo expresado en el Dao De Jing, es que el mismo respondía a las leyes de la naturaleza. Él creía en una fuerza intangible, cuyo movimiento continuado y autogeneración se expresan en la renovación cíclica, que está en la raíz de todo lo que existe en el universo. Lao Zi identificó esa fuerza como Dao -- la esencia de su filosofía, y un término que aparece 74 veces en su Dao De Jing. Lao Zi concibió el Dao como del origen y de la ley eterna del universo y de la vida dentro de él. Al respecto dijo: “El hombre nace partiendo de su vínculo con la tierra, la tierra lo hace respecto al cielo, el cielo surge del Dao, y el Dao parte de la naturaleza”. Y advirtió: “El cielo y la tierra no saben de benevolencia” –su manera de decir que ningún ser vivo bajo la égida del Dao merecía privilegios especiales.

La filosofía de Dao

Como el Dao es la raíz y la base de la filosofía de Lao Zi se le define como daoismo (taoísmo). Junto al confucianismo y el legalismo, es uno de los tres pilares del pensamiento chino. Lao Zi concibió el Dao como fenómeno de cambio y revocación, en el sentido del nacimiento, el crecimiento y la renovación. Él creía en dos fuerzas opuestas pero complementarias – el Yin y el Yang, presentes en todo el universo: duro y suave, fuerte y débil, largo y corto, alto y bajo, y frente y parte posterior. Laozi dijo: “El algo y la nada crecen uno del otro; la dificultad y la facilidad se producen mutuamente; lo prolongado y breve se compensan; el sonido y la voz armonizan entre ellos; y lo frontal y trasero se siguen uno a otro”. Su paradoja más conocida en este sentido es: La buena suerte reside dentro de la mala, y la mala suerte acecha dentro de lo bueno. Estos pares de contrarios coexisten, pues ninguno puede estar sin el otro. Tampoco permanecen inalterables y pueden, dependiendo de las circunstancias, transformarse en su contrario.

La idea de algo y nada, sustancia y vacío, es otro aspecto fundamental de la filosofía de Lao Zi. Él dijo: “Todo en el universo nace de la sustancia, que a su vez sale de un vacío”. La sustancia se desarrolla desde la no-existencia y deviene existencia, acumulando gradualmente la fuerza y magnitud hasta alcanzar un clímax, después de lo cual declina, muere y se renueva. Ésta es la ley de la naturaleza eterna. El vacío es así el principio y el fin de todo en el universo. La hierba y los árboles, por ejemplo, crecen frondosos, altos y exuberantes de las semillas minúsculas, entonces se marchitan, decaen y mueren, dejando las semillas detrás de ellas, completando así el ciclo de la transformación del vacío en sustancia y de nuevo en vacío.

La virtud en el ejercicio del poder

La mitad del Dao De Jing se dedica al Dao y la otra mitad al De. El Dao se puede denominar como el camino o la dirección, y el De como virtud o moralidad -- la manera en que se debe recorrer el camino. Es decir, el De es la manifestación del Dao, el estado mental ideal y la norma de conducta que los hombres deben lograr para seguir la ley del Dao, de la naturaleza y del universo. Lao Zi intentó explicar el De usando el ejemplo del agua, cuya virtud comparó con un sabio. “La virtud más alta es como el agua, que beneficia a todas las criaturas en el universo, pero no exige nada para sí misma, y que se contenta con los lugares que desdeñan los hombres. Esto es lo que acerca al agua y el Dao”.

Lao Zi explicó el De con muchos otros ejemplos, acudiendo al caso del macroconcepto de gobierno del Estado y de la micromateria de mantenerse sano. También comparó la virtud de gobernar un gran país con la de cocinar un pescado pequeño. Cuando un pescado se está cocinando, se le debe dar vuelta, pero no arbitrariamente, o su integridad se verá estropeada. Gobernar un país es más complicado que cocinar un pescado, pero la idea básica es igual: ni el gobernante ni el cocinero pueden actuar por impulsos; ambos deben observar las leyes de la naturaleza.

El “gobierno mediante la inacción” es principio cardinal de Lao Zi para ejercer el gobierno. Al respecto dijo: “Cuando no se hace nada, nada queda pendiente”. Exhortó a los gobernantes a poner coto al deseo y la avaricia y a abstenerse de realizar cambios sociales o de explotar el trabajo del pueblo para provecho personal. Su opinión era que mientras se observen la ley y los reglamentos del Estado, habrá estabilidad nacional y paz perpetua. Los emperadores Wendi y Jingdi en los inicios de la dinastía Han gobernaron según este principio con resultados beneficiosos. La prosperidad resultante de las reglas de estos dos emperadores fue nombrada como “gobierno de Wen y Jing”.

El Camino a la salud

Sima Qian no dijo hasta qué edad vivió Lao Zi, pero como Confucio llegó a los 72 y Lao Zi era 30 años mayor que aquél, se asume que era centenario. Esta longevidad fue sin duda alguna resultado de aplicar sus teorías para mantener la buena salud.

La receta de Lao Zi para la salud es disponer de bienestar psicológico, derivado del respecto a otros y al medio ambiente, y una dieta sana. Dijo: “Hay tres virtudes que atesoro y observo: benevolencia, frugalidad y modestia”. Los gurúes chinos de la salud han abogado por la adherencia a estos principios, enfatizando que la cultivación moral es un requisito previo para la salud física a través de los siglos. El régimen moral y físico riguroso es también un aspecto de la medicina china tradicional. La Medicina Interna del Emperador Amarillo, la obra médica más antigua de China, contiene prescripciones como la “indiferencia hacia las ganancias mundanas” y el “permanecer libre de ambición y deseo”, que son obviamente herencias de Lao Zi.

La teoría de Lao Zi de una dieta sana tiene tres principios principales. El primero es comer en favor del estómago más que de los ojos. Uno se llena el estómago para vivir, pero el estómago tiene un límite y los ojos no. Al procurar manjares, los ojos engendran deseo y avaricia. El comer según los dictados de los ojos es por lo tanto perjudicial al estómago y a la salud en general. Lao Zi dijo que los que comen para satisfacer el estómago se preponen alimentar al cuerpo, mientras que los que comen para satisfacer los ojos están condenados a causarle daño.

El segundo principio es el “del sabor de los cinco alimentos que arruinan el paladar”. Lao Zi dijo que lo delicioso de los manjares se neutraliza si se comen en exceso, y que los mismos son mejor aprovechados cuando se mantiene una dieta equilibrada diaria con alimentos sencillos.

El tercer principio es “saborear lo insípido”. Este aboga porque se prueben los alimentos sin condimentos, como por ejemplo las hierbas comestibles y la calabaza silvestre. Estas tienen sus propios sabores sutiles, que dan la sensación de estar cerca de la naturaleza.

Es asombroso que este sabio chino, cuya existencia sigue siendo un tema de discusión, pueda ejercer tal influencia, y que su apreciación del cosmos sea tan perfecta. El nacimiento, la madurez, la decrepitud, la muerte y la renovación son el ciclo obvio de cosas construidas, así como de los seres orgánicos. El comportamiento que toma en consideración lo bueno del conjunto debe engendrar un sentido de satisfacción. Y comer una dieta equilibrada no puede menos que dar lugar a ventajas, aunque sea por el mero hecho de evitar las secuelas desagradables de los alimentos excesivamente ricos y altamente condimentados. Con todo, a pesar del reconocimiento universal que hoy mantiene la sabiduría de Lao Zi, el deseo de satisfacción inmediata e individual se muestra tan desenfrenada y trivial hoy como hace 2.500 años.

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