Lhasa multicultural

El tren también ha traído gran cantidad de turistas. Hasta agosto de 2006, la región había recibido a 2,2 millones de turistas (personas-veces), 400 mil más que el número total del año pasado. Ante la avalancha de turistas, el Palacio Potala ha tomado medidas: restringir el número diario de visitantes, y el tiempo de visita ha pasado de dos horas a una. En algunos sitios turísticos, al comprar entradas, los visitantes obtienen bolsos para depositar basuras. Esta práctica persigue el propósito de mitigar lo más posible la destrucción del medio ambiente y las reliquias. Sin embargo, el lugar todavía se ve muy atestado de visitantes y creyentes en el camino al monasterio Jokhang, donde tradicionalmente van los religiosos haciendo girar sus molinillos de plegarias. Desconocedores de los hábitos religiosos, muchos visitantes extranjeros y de otros lugares del país van a contramano de la caravana de los religiosos.

En Lhasa se ven, unos al lado de otros, restaurantes de estilo occidental, tibetano y sichuanés. No lejos del monasterio Jokhang hay una tienda de venta exclusiva de artículos de la cultura hip-hop. Los tibetanos que venden souvenires cerca del monasterio saben hablar un poco de inglés y mandarín. En la pared del hotel Yalü, donde se alojan extranjeros, hay relojes con los horarios de Frankfurt, Londres y Nueva York.

"Lo que tienen ustedes en Beijing también lo tenemos aquí", exclaman con orgullo no pocos lhasaneses. En la casa de Ringdor vimos un televisor a color de pantalla de 50 pulgadas, una consola de acondicionador de aire, un horno de microondas y hasta un armario desinfectante, el cual poseen pocas familias de otros lugares del país. En la pared se destaca una gran foto de David Beckham, la estrella de fútbol favorita del hijo de Ringdor, un adolescente de 15 años de edad.

Con el aumento de turistas, la vida nocturna se torna rica y variada. Antes, las tiendas de artículos turísticos al lado de la plaza del monasterio Jokhang cerraban su puerta a las ocho de la noche; hoy, a las once. Los vendedores aún pregonan con entusiasmo sus mercancías. En los alrededores de los hoteles donde se alojan turistas extranjeros se ubican numerosos bares de distinto estilo: occidental, tibetano, de música popular tibetana, de bailes y cantos tradicionales tibetanos y de libros.

El Conjunto de Danzas Tibetanas del Cantón Nyangrain, hábil en danzas y cantos populares, goza de gran fama en Lhasa. Sus integrantes son presencia frecuente en estos bares y salones de danzas y cantos, donde también representan dramas tibetanos. Su organizador es Dorbogyi, gerente general del Parque de Paisajes y Usanzas Locales del Cantón Nyangrain. El Sr. Dorbogyi, proveniente de la aldea Gyangze, se dedica a la importación y exportación en una corporación de comercio exterior de Lhasa desde 1996. Convencido de la importancia de la actividad turística, ha asumido la dirección del parque. Al comienzo, con la intención de variar los entretenimientos de los visitantes, organizó a varios aldeanos del cantón Nyangrain en un conjunto de bailes. En un principio, los integrantes del conjunto ensayaban en invierno, ofrecían representaciones en verano, y en primavera y otoño se entregaban a las faenas agrícolas. Ahora, empero, han llegado a ser actores a tiempo completo. El conjunto ha aumentado, pasando de 36 miembros a 80. El mismo ofrece funciones en los grandes hoteles, bares y famosas villas de veraneo de Lhasa. "Nunca imaginé que los turistas se mostrarían tan interesados por sus representaciones y la vestimenta. En la actualidad, el nivel artístico del conjunto es alto", expresa Dorbogyi. Precisamente por esta razón, su parque recibe un pedido tras otro. Por ejemplo, el área occidental de Nokia efectúa sus sesiones en este parque.

Cerca de la plaza del monasterio Jokhang se ubica el restaurante tibetano Magyi Ngami, que tiene un rótulo escrito en inglés sobre su fachada amarilla. Aunque tiene como rivales a restaurantes de sabor extranjero, su fama no tiene comparación. Desde las cinco de la tarde, las azoteas de los pisos segundo y tercero están abarrotadas de comensales. Antes era una cafetería donde se podía leer y meditar. Al traspasar el umbral, se nos viene encima el apabullante olor de la cocina. El menú incluye nombres de platos de sabor occidental y sichuanés, más que tibetanos. El dueño, Zenam Wagqen, procedente de la zona tibetana Ganzi, de la provincia de Sichuan, viste de traje deportivo negro Nike, nunca fuma cigarrillos, pero sí habanos de vez en cuando.

Actualmente Wagqen cuenta con dos filiales en Beijing, y una en Kunming, provincia de Yunnan. Para el comerciante, el ferrocarril Qinghai-Tíbet significa mucho: el envío por tren de materiales a otros lugares del país abarata este proceso; a la vez, vienen a Lhasa más turistas. "Como tibetano, pienso que el ferrocarril puede traer muchos cambios, los cuales transformarán algunos conceptos de los tibetanos", puntualiza Wagqen.

Cita un caso en ese sentido. Hace 10 años, en el centro del río de Lhasa había un islote, Taiyang (Sol), cubierto de árboles, y acariciado por suaves brisas. Era una "tierra de tesoro". No obstante, hoy han desaparecido los árboles, y en su lugar se han levantado unos tras otros edificios de dos pisos. El islote se ha convertido en la mayor villa de recreo y restaurantes de Lhasa.

El guía tibetano Dainzin, de 31 años de edad, opina que tal cambio es inevitable, pero no tiene nada que ver con el tren, cuya inauguración sólo ha acelerado el paso de este cambio. "El estado de cosas nunca podrá mantenerse como hace cien años", comenta el joven.

Dainzin es un buen guía turístico. Residente de niño en la calle Barkor, afirma: "En aquel tiempo, los que vivían en la calle Barkor eran príncipes y nobles; ahora hay aquí comerciantes provenientes de otras zonas del Tíbet o del país. Los antiguos habitantes de esta calle se han trasladado a las quintas compradas en las afueras de la ciudad". Dainzin sigue contando anécdotas y el valor de cada casa de esta calle: "Lhasa es una ciudad con honda sedimentación cultural, pero pocos turistas la conocen realmente".

El gobierno está reparando las construcciones alrededor del Palacio Potala y el monasterio Jokhang. Sin la guía de Dainzin, casi no podríamos distinguir las construcciones nuevas de las viejas. "Consciente de la carencia de estilo original de las construcciones anteriores, el gobierno se ha fijado la meta de reparar los viejos edificios, manteniendo su antigua apariencia", explica el guía. Para ello se formó recientemente un grupo de protección de la cultura intangible, para salvaguardar en forma global la antigua cultura del Tíbet. En la lista de recomendación del primer grupo de patrimonios intangibles, publicada por el Ministerio de Cultura de China, están incluidos la épica Gesar, los dramas tibetanos y otros catorce rubros, que abarcan la literatura popular, la danza, el drama, las bellas artes, la artesanía y la medicina tradicional.

Al igual que sus amigos, hace tiempo que Dainzin ha dejado de recitar sutras y tocar la tierra con la frente a larga distancia, como lo hacen sus mayores. En los días de vacaciones, sale a viajar. Los lugares que más desea visitar son los valles de África, el Amazonas y Beijing, en el año 2008. En días normales lleva trajes informales, pero para ocasiones especiales, como bodas y días festivos del calendario tibetano, usa ropas tradicionales. Cuando se ponga viejo, agrega, irá a visitar templos donde hará girar cilindros de sutras.

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