JUNIO
2005


Recordar para no reincidir

Cada vez que los chinos recordamos la guerra librada contra la ocupación japonesa, 60 años atrás, no podemos evitar sentirnos sobrecogidos por el dolor. En los 14 años transcurridos del 18 de septiembre de 1931 al 15 de agosto de 1945, China se convirtió en un paisaje devastado. Además de sufrir 35 millones de muertes, casi una décima parte de la población total china, el país tuvo cerca de 600.000 millones de dólares en pérdidas materiales. China fue uno de los campos de batalla de la conflagración bélica mundial donde se libraron las batallas más cruentas, por lo que debió pagar un alto precio para alcanzar la victoria. Las crueldades que el fascismo japonés impuso al pueblo chino sólo serían superadas por el trato deparado por los Nazis a los judíos.

Los invasores japoneses consideraban al pueblo chino tan arcaico que apostaron a que podrían conquistarlo en apenas tres meses. Sin embargo, los atacados demostraron perseverancia y fuerza inquebrantables. Al evocar ese espíritu de resistencia, Li Zongren, famoso general de la Guerra Antijaponesa, afirmó: “Para proteger la patria, los soldados chinos, a pesar de estar en notable desventaja logística con respecto al enemigo, no retrocedieron una pulgada y demostraron un espíritu combativo de un dramatismo sin precedentes”. A este empeño contribuyeron en gran medida los esfuerzos del Partido Comunista de China, que a la sazón nucleó al pueblo en un frente único hasta obtener la victoria final.

Al tiempo que recababa apoyo de la comunidad internacional, China no escatimaba esfuerzos para ayudar a otros países. Con el fin de aliviar la presión que sufrían las Fuerzas Aliadas en el frente de combate del Sudeste de Asia, China envió 100.000 soldados a Birmania, entonces ocupada por Japón. Xue Wentao, viejo soldado enviado rememora así aquellos días: “Éramos tan atrevidos y activos hasta que el propio general Joseph Warren Stillwell se vio obligado a dictar una orden, conminándonos a no marchar al frente a menos que se nos designara”.

El pueblo chino logró imponerse a las calamidades de la guerra. Tras la contienda, China recuperó su independencia, librándose de la sociedad semicolonial y semifeudal que le impuso la conquista de las Ocho Potencias Occidentales Aliadas a partir de 1840. Durante los 14 años de la guerra contra Japón, más de un millón 500 mil japoneses murieron en los campos de combate de China, lo que equivale al 70 por ciento de los japoneses muertos en la II Guerra Mundial. El mundo ha reconocido el papel jugado por China en la victoria aliada de la II Guerra Mundial. Al decir del ex presidente de EE.UU. Theodore Roosevelt, si no hubiera sido por China, o si China hubiera sido derrotada, Japón podría haber conquistado pronto Australia, la India….. y los Aliados hubieran sufrido más pérdidas. China constituyó un eslabón imprescindible en la estrategia aliada y fue uno de los países fundadores de la ONU.

El canciller de Alemania, Gerhard Schroeder, afirma que recordar la guerra, las matanzas étnicas y los crímenes bélicos constituyen un deber moral. Al respecto dice: “Tenemos que resistir con firmeza cualquier intento de disminuir la importancia de los crímenes de guerra y los traumas que la conflagración acarreó al pueblo alemán, y la idea de trasladar el foco de atención de los criminales a las víctimas de la guerra”. Estas palabras se ajustan con exactitud a la actual postura de Japón, negado a cal y canto a asumir sus responsabilidades en la agresiva y sangrienta campaña militar que desató contra otros.

Estas dolorosas memorias nos deben servir de acicate para no olvidar el pasado y esforzarnos por mantener un mundo de paz, libertad, justicia y respeto mutuo.

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