Lotos
de oro, esencia del encanto femenino chino
Por INESA
PLESKACHEUSKAYA
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Excursión
primaveral, pintura tradicional china
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Aún hoy es posible ver en China a ancianas
con pies increíblemente pequeños, caminando
con pasitos entrecortados y apoyándose las veces
con un bastón. Estas nonagenarias son las últimas
dotadas de lotos de oro de tres pulgadas (sancunjinlian,
en chino), o pies pequeños a la fuerza. Ellas son
remanentes de la milenaria tradición china
ya desaparecida- de vendar los pies de las mujeres desde
su niñez para hacerlas más atractivas.
De acuerdo con antiquísimas leyendas, la primera
mujer que se vendó los pies para darles forma de
media luna fue Yao Niang, esposa del emperador Li Yu, de
la dinastía Tang (618-907), quien ordenó la
construcción de un escenario en forma de flor de
loto, para que sobre él su amada mujer pudiera embelesarlo
con los bailes que sabía interpretar con los pies
vendados.
Pero algunos historiadores rechazan que éste haya
sido el origen de los lotos de oro, e insisten en que el
primer caso data de la dinastía Song (960-1279).
Lo que sí queda claro, es que la práctica
estuvo vigente por al menos dos mil años.
La misma se generalizó primero entre damas de noble
alcurnia, para luego extenderse a todas las áreas
de la sociedad feudal, pasando de un mero capricho a una
cruel imposición. Los pies pequeños eran considerados
como la máxima expresión de intimidad y sensualidad
en el cuerpo femenino. La quintaesencia del encanto en una
mujer. Toda muchacha con los pies correctamente limitados
tenía las mejores perspectivas de casamiento, y las
prostitutas con las extremidades inferiores dolorosamente
truncadas solían atraer a los clientes más
ricos.
Para describir esta tortura se acudió a siete caracteres
clásicos chinos, sancunjinlian, que expresaran el
concepto de unos pies delgados, pequeños, agudos,
curvos, fragantes, suaves y simétricos. En
la China medieval, los hombres ricos bebían su vino
en jinlian bei, vasos con forma de zapatitos de loto
de oro.
Existe asimismo la teoría de que los pies femeninos
no se vendaban con fines estéticos, sino con el fin
más terrenal de garantizar que las esposas permanecieran
en casa y no se comunicaran con nadie más que con
sus maridos. Si esto era lo que se pretendía, de
seguro funcionaba, pues los pies vendados eran un procedimiento
seguro para limitar el desplazamento. El Confucianismo,
con su énfasis en mantener el orden dentro del núcleo
familiar y, por supuesto, la castidad, contribuyó
con creces a popularizar esta costumbre.
El caminar de las mujeres con pies vendados enloquecía
a los hombres chinos, que andaban de baba caída mirando
a las féminas mantener a duras penas el equilibrio
sobre unos pies artificialmente diminutos. Aquel espectáculo
de caderas bamboleantes era el súmmun del erotismo
a la china. A ello se sumaban las anomalías pélvicas
resultantes (constricción y esfuerzo permanente del
sistema muscular completo).
Doloroso procedimiento
Para crearle a una mujer sus lotos de oro se
empezaba por vendarle firmemente los pies a los cuatro años
de edad, doblándole hacia adentro los ochos dedos
menores de ambos pies en forma de cuña y obligándola
a caminar de esta forma tan antinatural. Se continuaba este
método cambiando el vendaje cada cierto tiempo, hasta
que los huesos se quebraban y los pies dejaban de crecer,
dando lugar a los lotos de marras. Se esperaba hasta la
edad referida para evitar que, de hacerlo antes, la niña
pudiera perder por entero la facultad de andar. Pero si
se hacía pasada esa etapa, existía el riesgo
de que los pies ya estuvieran bien formados y rechazaran
el vendaje. Lo que al comienzo era un dolor insoportable
se iba convirtiendo pasados unos cuatro o cinco años
en una penita llevadera y unos pies deformes de por vida.
Poco importaba el trauma si al final se conseguía
la hermosura.
A través de la historia, los movimientos por la
emancipación de la mujer han tenido sus especificidades
nacionales. En China, las protestas contra los pies vendados
tuvieron lugar durante el declive de la dinastía
Qing (1644-1911) y alcanzaron su apogeo durante los primeros
años de la era republicana (1911-1949). La tradición,
empero, no fue fácil de desterrar. Incluso durante
los primeros años que siguieron a la fundación
de la Nueva China, se seguían deformando los pies
femeninos en el campo. No en balde es posible ver en la
actualidad a señoras de setenta años con sus
lotos de oro en las zonas rurales.
¿Quién es bella en China?
El epitome de la belleza femenina -- delgada con dedos
largos y afilados y suaves palmas en las manos, cejas finas,
una cara oval y una boquita de capullo - se completaba con
los lotos de oro. Las señoras de cuna
noble se rasuraban el nacimiento del cabello una pulgada
o más hacia atrás para dar la impresión
de que tenían un mayor óvalo facial.
El resto del cabello se organizaba en complicados peinados
con la ayuda de largos alfileres. A tales obras de alta
peluquería se les comparaba con flores nobles, o
se les denominaba dragón que se divierte entre
las nubes.
Para verse más atractivas, las mujeres cubrían
sus caras con polvo de arroz, se pintaban las mejillas de
colorete y coloreaban sus labios con una sombra de "cereza
madura."
Las bellezas chinas de antaño también utilizaban
agua floral y jabón fragante, y se sentaban junto
a los incensarios, de modo que las ropas se les impregnaran
con el aroma del incienso.
En lo que concierne a la conducta, se esperaba que la expresión
facial de una mujer fuera impasible y sus movimientos moderados
y elegantes. Mostrar los dientes al reír era considerado
señal de crianza deficiente.
Los chinos son muy dados a filosofar cuando de la conexión
profunda entre el cuerpo y el alma se refiere. Creen que
una mujer hermosa no es simplemente la que posee lotos
de oro, sino aquella capaz de conversar sobre temas
culturales, tales como pintura y poesía. Era, y es,
creencia extendida que una de las cualidades femeninas más
importantes es el encanto, al que se considera la energía
mágica de la belleza, acechante debajo de una capa
de obediencia.
El escritor Li Yu sostenía que el secreto del encanto
femenino reside en la capacidad para hacer que los
años se esfumen, que lo ramplón parezca radiante
y que lo mundano se vea sorprendente. Decía
que la capacidad de una mujer para ser encantadora y fascinadora
emanaba del cielo, en un talento intuitivo que
no podía heredarse. Insistía asimismo en que
esta cualidad evasiva y sutil, al contrario de la belleza
física, no desaparece con el paso del tiempo, y que
quienes resultan bendecidas con tales dones son hermosas
de por vida.
En la multinacional China , los conceptos de la belleza
varían entre sus varias decenas de minorías
étnicas. En el siglo XVII, los manchúes, fundadores
de la dinastía Qing (bajo la cual, dicho sea de paso,
no se vendaba los pies a las mujeres) vivían cautivados
por la belleza de las mujeres de la etnia Han (mayoritaria
en el país), por los que las convirtieron en sus
esposas y concubinas por espacio de los dos siglos siguientes.
Fue sólo en la segunda mitad del siglo XIX que la
belleza de una mujer manchú sedujo al emperador Xianfeng.
La cara de óvalo de Ci Xi, combinada con su alta
estatura y voz resonante, la hizo descollar entre las demás
concubinas del harén imperial. Tras saltar de la
condición de concubina a emperatriz, la "pequeña
orquídea" (como era su nombre de nacimiento)
gobernó en este país enorme durante décadas,
para envidia de los monarcas del mundo. La emperatriz se
mantuvo joven y atractiva hasta los últimos años
de su vida.
¿Crema humectante o mantequilla?
Quienes visitan hoy el Tíbet se sienten profundamente
impresionados por la belleza de las mujeres locales, con
su tez verde oliva, sus majestuosos modales y el brillante
pelo negro atado en un manojo de trencillas entrelazadas
con motivos negros y rojos. Pero debe ser difícil
para los quisquillosos hombres europeos adaptarse al tufillo
característico de la mantequilla derretida que despiden
las damas en el llamado Techo del Mundo. Las ásperas
condiciones naturales dictan inevitables métodos
de cuidado estético en el Tíbet. El aire enrarecido,
los vientos constantes y el sol ardiente generan un ambiente
reseco que obliga a las mujeres a engrasar sus caras con
mantequilla y a espolvorear tierra encima para proteger
su piel contra los embates del clima.
Las muchachas de la minoría Li que habita en la
isla subtropical de Hainan tienen la tradición de
tatuarse los cuerpos. La leyenda atribuye esta costumbre
a la reacción ante un caso en que un cacique abusó
de una muchacha hermosa. Desde entonces, las chicas de la
tribu han tatuado sus cuerpos, incluidos cuellos y piernas,
para disfrazar su belleza y evitar así correr similar
suerte. Hoy, tales decoraciones corporales harían
las delicias del creciente número de fanáticos
de la ilustración corporal en Londres o Nueva York.
Traje Mao Vs. Falda capitalista
Después de 1949, adaptándose a las nuevas
exigencias de la ética y estética comunistas
al uso, las mujeres chinas renunciaron a su feminidad. Cambiaron
los vestidos por los atuendos denominados trajes de
Mao, los peinados de moda por las melenas cortas y
trenzas impersonales y se deshicieron de las fruslerías
burguesas en que devinieron los polvos faciales, el
colorete y el lápiz labial. Poniendo a un lado su
ancestral inclinación por el acicalamiento, las féminas
de aquella época se sumaron al llamado de dedicarse
en cuerpo y alma a la construcción de la sociedad
socialista.
Entre los grandes cambios que germinaron a la sombra de
la política de apertura y reforma encabezada por
el difunto líder Deng Xiaoping en 1978, estuvo el
renacer del apetito femenino por el glamour. En los tiempos
actuales florece la industria de los cosméticos,
y pululan por doquier los salones de belleza. Al orden del
día está la cirugía plástica,
convertida en vehículo para dotar a las oblicuas
miradas chinas de ojos de dobles párpados, realzar
la nariz, inflar los pechos, reducir las arrugas y aplicar
la liposucción. Los que acuden a los cirujanos plásticos
son principalmente chinos cuyas edades fluctúan entre
los 20 y los 40 años, si bien hay casos que incluso
rebasan los 60 años. La mayoría de los padres
apoya el deseo de sus hijas de aumentar su belleza en el
quirófano, convencidos de que una buena apariencia
puede traducirse en mejores oportunidades de buen empleo
y matrimonio.
Muchos europeos se equivocan al creer que todos los chinos
lucen iguales, sin percatarse de que ellos piensan lo mismo
de nosotros. Durante una conferencia un chino me saludó
dos veces en 15 minutos. Luego me explicó esta confusión
como si la misma fuera obvia: ustedes los europeos
se parecen entre sí como una gota de agua a otra
Pienso que los rostros de China son tan diversos como en
cualquier parte del mundo. ¿Y sabe usted cuál
fue el comentario de mi madre al venir a China por primera
vez? ¡Cuánta gente bella hay en este
país!"
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