JUNIO
2005


Tolerancia sí, olvido no !
Por LU RUCAI

Chinos en Tokio instan al gobierno japonés a no distornar la historia
Un viejo soldado japonés expresa sentido arrepentimiento ante el Museo Conmemorativo de la Matanza de Nanjing

La anciana Li Shuxian tiene 81 años de edad y vive sola en la ciudad de Changchun, provincia de Jilin. De vez en cuando recibe la visita de su hija adoptiva, Xu Guilan, quien hace ya un buen tiempo empacó y se fue a vivir a Japón con su nueva familia. En 1943, Li Shuxian perdió su embarazo cuando era perseguida por varios soldados japoneses, a pesar de lo cual no se dejó cegar por el rencor y dos anos mas tarde, en 1945, decidió adoptar una niña japonesa de tres años, Xu Guilan. “Al ver a la niña, pensé que si no la adoptaba se moriría. El odio del pasado quedó desterrado de mi mente”, afirma Li.

En el nordeste del país y el este de Mongolia Interior abundan las mujeres bondadosas como Li, quienes adoptaron y criaron a miles de huérfanos japoneses abandonados al terminar la guerra. Para los chinos, estos niños no tienen culpa, pues sólo la guerra ha sido causa del desastre. De estos huérfanos, unos 2.800 fueron identificados por la parte japonesa. Pero la cifra real es mucho mayor. Qu Xiaopan, profesora de la Universidad Pedagógica del Nordeste, lleva muchos años haciendo investigaciones sobre huérfanos japoneses. Según ella, las familias chinas han criado de 5.000 a 7.000 huérfanos nipones.

China ha respondido con bondad a los crímenes de guerra cometidos por Japón. Muestra de ello fue la exención de juicio declarada en 1956 para 1.017 de los 1.062 prisioneros de guerra japoneses que se encontraban en territorio chino a principios de los años cincuenta del siglo pasado. Todos fueron devueltos a su país natal en tres grupos. Otros 45 que esperaban ejecución tras ser declarados culpables por la corte militar del Tribunal Popular Supremo, también fueron puestos en libertad y regresaron a su país en abril de 1964. Estos ex prisioneros de guerra de Japón fundaron la “Sociedad de Enlace de Repatriados desde China” y difundieron mediante libros el trato humanista recibido en China.

Como país atacado y luego triunfador en la contienda, China debía recibir compensación. Sin embargo, abandonó la reclamación, equivalente a 120.000 millones de dólares. El ex Primer Ministro chino Zhou Enlai dijo: “Si demandamos a Japón la compensación de guerra, la carga caerá sobre el pueblo japonés. Así, para pagar dicha compensación a China, ellos tendrían que vivir por largo tiempo una vida dura, lo cual no se corresponde con el deseo de China de mantener relaciones amistosas con el pueblo japonés”. En aquel entonces, la vida de los chinos distaba mucho del nivel alcanzado por los japoneses.

Respeto por la historia

En 1995, una noticia aparecida en el diario japonés The Japan Times cambió totalmente el camino de Wang Xuan, estudiante chino que había obtenido un postgraduado en Japón. Se trataba de una información relativa al primer simposio internacional sobre la unidad militar japonesa 731. Al respecto, dos investigadores nipones informaron sobre los métodos utilizados por dicho cuerpo castrense para propagar agentes biológicos en la aldea de Chongshan, Yiwu, en la provincia china de Zhejiang, como parte de ensayos para la guerra bacteriológica. Wang, que casualmente era natural de Yiwu, y por lo tanto hablaba el dialecto de Zhejiang y el idioma japonés, se convirtió en 1996 en intérprete de la delegación no oficial japonesa que investigaba la guerra bacteriológica desatada por Japón. Aún así, fue difícil establecer comunicación con los campesinos chinos. “Estos, afirma Wang, todavía tienen mucho miedo; no hacen más que asociar a cualquier japonés con la presencia de los soldados invasores”.

Por otro lado, Wang no pudo evitar verse arrastrado por los acontecimientos, hasta convertirse en representante de las víctimas en el litigio. El 27 de agosto de 2002 Wang acudió al tribunal nipón por vigésimo séptima vez. Ese día, los jueces del tribunal local de Tokio dictaminaron que durante la II Guerra Mundial, el ejército japonés implementó la guerra bacteriológica en China, violó la ética humana y perjudicó al país agredido. Sin embargo, el tribunal no apoyó las demandas de compensación planteadas por las víctimas chinas. Pese al fracaso en la búsqueda de reparación material, Wang Xuan quedó con el consuelo de que se reconociera la existencia de la guerra bacteriológica, lo cual, estima, aclara un problema histórico existente entre China y Japón. Añade además que el rumbo político de Japón dependerá de en qué medida el mismo asuma o no su responsabilidad histórica. Como chino, Wang considera que resulta imprescindible investigar y denunciar los horrores de la guerra bacteriológica y demandar justicia a nombre de su nación.

La elección de Wang representa otra faceta del carácter chino: el respeto por la historia. En cuanto al trato de la historia bélica, Wu Xuewen, asesor del Instituto de Estudio de Relaciones Internacionales Contemporáneas de China, afirma que el Gobierno chino, desde Mao Zedong y Zhou Enlai hasta el presente, siempre ha adoptado la misma política hacia el Japón, consistente en distinguir entre el militarismo y el pueblo japoneses.

La parte japonesa, empero, adopta una posición con respecto a sus acciones invasoras que resulta inaceptable para los chinos. En 1958, al examinar un libro de texto, el Ministerio de Educación de Japón cambió el término “invasión a China” por “entrada a la parte continental”, y el de “Matanza de Nanjing,” conocida mundialmente, fue corregido a partir de 1982 como “ocupación de Nanjing”. En 2004, se aprobaron en Japón libros de texto de historia que maquillan los horrores de la conflagración bélica. Fue omitida la guerra de resistencia contra los japoneses, de ocho años de duración (1937-1945), que significó el sacrificio de 35 millones de vidas y pérdidas económicas directas e indirectas a China por 600.000 millones de dólares. Para colmo, comenzaron a sucederse las visitas de los jefes de gobierno japonés al Santuario Yasukuni, símbolo del militarismo nipón, causando la indignación y abierta oposición de los pueblos de Asia que alguna vez sufrieron los embates bélicos de Tokio. Para los chinos, no hay modo de aceptar un supuesto acto de contrición de su vecino oriental, hasta tanto éste no asuma a cabalidad su pasado y su responsabilidad histórica.

Algunos expertos chinos sostienen que la actitud de Japón tiene mucho que ver con el fallo dictado en el Tribunal Militar del Lejano Oriente, según el cual sólo se condenó a siete criminales de guerra de primer nivel, encabezados por Tojo Hideki, quienes fueron ejecutados en la horca. El resto quedó exonerado de culpas. Tang Chongnan, presidente de la Sociedad China sobre Historia de Japón, señala que a todas luces se trató de una sentencia en extremo indulgente. Los encartados que quedaron en libertad desempeñaron un notable papel en el posterior desarrollo de la política estatal nipona. Bian Xiuyue, redactor del Instituto de Estudios de Historia Moderna de la Academia de Ciencias Sociales de China, también sostiene que las fuerzas de derecha de post-guerra y de preguerra de Japón compartieron la guía de un mismo ideólogo. Ello explica la reticencia de Tokio para disculparse sinceramente ante sus víctimas, chinos incluidos, por sus crímenes de guerra.

De cara al futuro y mirándose en el espejo de la historia

La tradición cultural china siempre ha valorado la armonía: “la reconciliación beneficia a todas las partes en conflicto; el enfrentamiento perjudica a todos”. Esta frase no puede ser más precisa para reflejar las relaciones chino-japonesas. Desde que se normalizaran en 1973, las relaciones bilaterales han tenido un gran desarrollo. En 2004, el volumen del comercio bilateral entre los dos países se aproximó a 170.000 millones de dólares, mientras que más de 4 millones de personas viajaron entre los dos países.

En su entrevista con Toyohiko Yamanouchi, presidente de la agencia informativa Kyodo News de Japón, a mediados de abril de 2005, el consejero de Estado Tang Jiaxuan reiteró: “El militarismo desarrolló la guerra de invasión a China, hecho que significó un desastre para numerosos chinos. Sin embargo, el pueblo japonés también fue víctima de aquella guerra. Por muchos años, la parte china ha educado a su pueblo en esta idea”. “La amistad de generación en generación entre los pueblos de China y Japón” constituye la mayor aspiración del Gobierno y pueblo chinos.


n