Tolerancia
sí, olvido no !
Por
LU RUCAI
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Chinos
en Tokio instan al gobierno japonés a no distornar
la historia
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Un
viejo soldado japonés expresa sentido arrepentimiento
ante el Museo Conmemorativo de la Matanza de Nanjing
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La anciana Li Shuxian tiene 81 años de edad y vive
sola en la ciudad de Changchun, provincia de Jilin. De vez
en cuando recibe la visita de su hija adoptiva, Xu Guilan,
quien hace ya un buen tiempo empacó y se fue a vivir
a Japón con su nueva familia. En 1943, Li Shuxian
perdió su embarazo cuando era perseguida por varios
soldados japoneses, a pesar de lo cual no se dejó
cegar por el rencor y dos anos mas tarde, en 1945, decidió
adoptar una niña japonesa de tres años, Xu
Guilan. Al ver a la niña, pensé que
si no la adoptaba se moriría. El odio del pasado
quedó desterrado de mi mente, afirma Li.
En el nordeste del país y el este de Mongolia Interior
abundan las mujeres bondadosas como Li, quienes adoptaron
y criaron a miles de huérfanos japoneses abandonados
al terminar la guerra. Para los chinos, estos niños
no tienen culpa, pues sólo la guerra ha sido causa
del desastre. De estos huérfanos, unos 2.800 fueron
identificados por la parte japonesa. Pero la cifra real
es mucho mayor. Qu Xiaopan, profesora de la Universidad
Pedagógica del Nordeste, lleva muchos años
haciendo investigaciones sobre huérfanos japoneses.
Según ella, las familias chinas han criado de 5.000
a 7.000 huérfanos nipones.
China ha respondido con bondad a los crímenes de
guerra cometidos por Japón. Muestra de ello fue la
exención de juicio declarada en 1956 para 1.017 de
los 1.062 prisioneros de guerra japoneses que se encontraban
en territorio chino a principios de los años cincuenta
del siglo pasado. Todos fueron devueltos a su país
natal en tres grupos. Otros 45 que esperaban ejecución
tras ser declarados culpables por la corte militar del Tribunal
Popular Supremo, también fueron puestos en libertad
y regresaron a su país en abril de 1964. Estos ex
prisioneros de guerra de Japón fundaron la Sociedad
de Enlace de Repatriados desde China y difundieron
mediante libros el trato humanista recibido en China.
Como país atacado y luego triunfador en la contienda,
China debía recibir compensación. Sin embargo,
abandonó la reclamación, equivalente a 120.000
millones de dólares. El ex Primer Ministro chino
Zhou Enlai dijo: Si demandamos a Japón la compensación
de guerra, la carga caerá sobre el pueblo japonés.
Así, para pagar dicha compensación a China,
ellos tendrían que vivir por largo tiempo una vida
dura, lo cual no se corresponde con el deseo de China de
mantener relaciones amistosas con el pueblo japonés.
En aquel entonces, la vida de los chinos distaba mucho del
nivel alcanzado por los japoneses.
En 1995, una noticia aparecida en el diario japonés
The Japan Times cambió totalmente el camino de Wang
Xuan, estudiante chino que había obtenido un postgraduado
en Japón. Se trataba de una información relativa
al primer simposio internacional sobre la unidad militar
japonesa 731. Al respecto, dos investigadores nipones informaron
sobre los métodos utilizados por dicho cuerpo castrense
para propagar agentes biológicos en la aldea de Chongshan,
Yiwu, en la provincia china de Zhejiang, como parte de ensayos
para la guerra bacteriológica. Wang, que casualmente
era natural de Yiwu, y por lo tanto hablaba el dialecto
de Zhejiang y el idioma japonés, se convirtió
en 1996 en intérprete de la delegación no
oficial japonesa que investigaba la guerra bacteriológica
desatada por Japón. Aún así, fue difícil
establecer comunicación con los campesinos chinos.
Estos, afirma Wang, todavía tienen mucho miedo;
no hacen más que asociar a cualquier japonés
con la presencia de los soldados invasores.
Por otro lado, Wang no pudo evitar verse arrastrado por
los acontecimientos, hasta convertirse en representante
de las víctimas en el litigio. El 27 de agosto de
2002 Wang acudió al tribunal nipón por vigésimo
séptima vez. Ese día, los jueces del tribunal
local de Tokio dictaminaron que durante la II Guerra Mundial,
el ejército japonés implementó la guerra
bacteriológica en China, violó la ética
humana y perjudicó al país agredido. Sin embargo,
el tribunal no apoyó las demandas de compensación
planteadas por las víctimas chinas. Pese al fracaso
en la búsqueda de reparación material, Wang
Xuan quedó con el consuelo de que se reconociera
la existencia de la guerra bacteriológica, lo cual,
estima, aclara un problema histórico existente entre
China y Japón. Añade además que el
rumbo político de Japón dependerá de
en qué medida el mismo asuma o no su responsabilidad
histórica. Como chino, Wang considera que resulta
imprescindible investigar y denunciar los horrores de la
guerra bacteriológica y demandar justicia a nombre
de su nación.
La elección de Wang representa otra faceta del carácter
chino: el respeto por la historia. En cuanto al trato de
la historia bélica, Wu Xuewen, asesor del Instituto
de Estudio de Relaciones Internacionales Contemporáneas
de China, afirma que el Gobierno chino, desde Mao Zedong
y Zhou Enlai hasta el presente, siempre ha adoptado la misma
política hacia el Japón, consistente en distinguir
entre el militarismo y el pueblo japoneses.
La parte japonesa, empero, adopta una posición con
respecto a sus acciones invasoras que resulta inaceptable
para los chinos. En 1958, al examinar un libro de texto,
el Ministerio de Educación de Japón cambió
el término invasión a China por
entrada a la parte continental, y el de Matanza
de Nanjing, conocida mundialmente, fue corregido a
partir de 1982 como ocupación de Nanjing.
En 2004, se aprobaron en Japón libros de texto de
historia que maquillan los horrores de la conflagración
bélica. Fue omitida la guerra de resistencia contra
los japoneses, de ocho años de duración (1937-1945),
que significó el sacrificio de 35 millones de vidas
y pérdidas económicas directas e indirectas
a China por 600.000 millones de dólares. Para colmo,
comenzaron a sucederse las visitas de los jefes de gobierno
japonés al Santuario Yasukuni, símbolo del
militarismo nipón, causando la indignación
y abierta oposición de los pueblos de Asia que alguna
vez sufrieron los embates bélicos de Tokio. Para
los chinos, no hay modo de aceptar un supuesto acto de contrición
de su vecino oriental, hasta tanto éste no asuma
a cabalidad su pasado y su responsabilidad histórica.
Algunos expertos chinos sostienen que la actitud de Japón
tiene mucho que ver con el fallo dictado en el Tribunal
Militar del Lejano Oriente, según el cual sólo
se condenó a siete criminales de guerra de primer
nivel, encabezados por Tojo Hideki, quienes fueron ejecutados
en la horca. El resto quedó exonerado de culpas.
Tang Chongnan, presidente de la Sociedad China sobre Historia
de Japón, señala que a todas luces se trató
de una sentencia en extremo indulgente. Los encartados que
quedaron en libertad desempeñaron un notable papel
en el posterior desarrollo de la política estatal
nipona. Bian Xiuyue, redactor del Instituto de Estudios
de Historia Moderna de la Academia de Ciencias Sociales
de China, también sostiene que las fuerzas de derecha
de post-guerra y de preguerra de Japón compartieron
la guía de un mismo ideólogo. Ello explica
la reticencia de Tokio para disculparse sinceramente ante
sus víctimas, chinos incluidos, por sus crímenes
de guerra.
De cara al futuro y mirándose
en el espejo de la historia
La tradición cultural china siempre ha valorado
la armonía: la reconciliación beneficia
a todas las partes en conflicto; el enfrentamiento perjudica
a todos. Esta frase no puede ser más precisa
para reflejar las relaciones chino-japonesas. Desde que
se normalizaran en 1973, las relaciones bilaterales han
tenido un gran desarrollo. En 2004, el volumen del comercio
bilateral entre los dos países se aproximó
a 170.000 millones de dólares, mientras que más
de 4 millones de personas viajaron entre los dos países.
En su entrevista con Toyohiko Yamanouchi, presidente de
la agencia informativa Kyodo News de Japón, a mediados
de abril de 2005, el consejero de Estado Tang Jiaxuan reiteró:
El militarismo desarrolló la guerra de invasión
a China, hecho que significó un desastre para numerosos
chinos. Sin embargo, el pueblo japonés también
fue víctima de aquella guerra. Por muchos años,
la parte china ha educado a su pueblo en esta idea.
La amistad de generación en generación
entre los pueblos de China y Japón constituye
la mayor aspiración del Gobierno y pueblo chinos.
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