Nanjing
entre pasado y presente
Por
ZHANG XUEYING
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Testigo
y memoria,
obra artística realizada por estudiantes de
arte de Guangzhou
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Ciudadanos
de Nanjing rinden homenaje a las v+ictimas de la matanza
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Soldados
japoneses masacran a civiles chinos
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A diferencia de las grandes ciudades chinas, donde es común
ver desplegados productos japoneses en sus versiones originales,
en Nanjing todo lo que huela a nipón ha sido pasado
por el filtro local. La cultura japonesa llega como un sucedáneo
con fuerte sabor doméstico.
Por eso, los automóviles Lexus y Mazda que se desplazan
por sus calles flanqueadas de árboles fénix,
las películas Fuji que se expenden en la tienda de
equipos fotográficos delante del Mausoleo de Sun
Yatsen, las obras del escritor japonés Haruki Murakami
que descansan en el mostrador de la librería al lado
del lago Xuanwu, o los productos digitales de conocidas
marcas japonesas que se expenden en los grandes almacenes
del casco urbano nanjinés, están todos hechos
en China.
Esta peculiaridad tiene mucho que ver con la historia de
Nanjing, donde la presencia japonesa estuvo lejos de ser
una bendición en los años 30 del pasado siglo.
Basta evocar la Matanza de Nanjing, cometida por las tropas
imperiales del vecino país en 1937, para que en la
memoria colectiva de la ciudad se aticen amargas memorias.
Por otra parte, y como reacción lógica, los
empresarios nipones no se sienten atraídos en demasía
por un lugar donde sus coterráneos de antaño
sembraron muerte y cosecharon odio.
Todo lo anterior explica que las cifras de inversión
japonesa en Nanjing resulten bajas en comparación
con el volumen total del comercio bilateral entre China
y Japón, ascendente en la actualidad a cientos de
miles de millones de dólares. Para contrarrestar
tal tendencia, las autoridades locales han emprendido una
campaña de promoción comercial, en la cual
han incluido viajes publicitarios a Japón desde 2003,
los cuales comienzan a rendir frutos. En 2004, la inversión
japonesa en Nanjing fue de 70 millones de dólares.
Sin embargo, ya en el primer semestre de 2005 se han firmado
22 proyectos por valor acordado de 500 millones de dólares,
según Wu Zhe, director del departamento de políticas
y reglamentos de la Oficina de Comercio y Cooperación
Económica con el Exterior de Nanjing.
En marzo de 2004, el alcalde Jiang Hongkun encabezó
una delegación nanjinesa que viajó a ese país,
donde promovieron una nueva imagen de apertura integral
de Nanjing. Antes de este viaje, el Grupo Artístico
Xiaohonghua de Nanjing y el Conjunto de Espectáculos
Yunjin de Nanjing volaron a tierra nipona como avanzada
cultural encargada de promover las bondades de su ciudad.
En cada reunión con inversionistas locales, el alcalde
Jiang explicó con entusiasmo, paciencia y espíritu
de cooperación las ventajas del ambiente de inversión
de Nanjing. También invitó a los empresarios
japoneses que ya habían invertido en Nanjing a compartir
sus experiencias.
Para Xiang Shaoming, uno de los miembros de la delegación,
la visita del año pasado fue agotadora, pues tuvo
que responder sin cesar preguntas de la prensa local sobre
la Matanza de Nanjing. Él y sus compañeros
tuvieron que repetir una y otra vez las frases chinas de
tomar la historia como un espejo y orientarse
al futuro, y explicar otras tantas que Nanjing es
una ciudad amante de la paz.
Desde que las tropas imperiales japonesas cometieran la
referida matanza, el 13 de diciembre de 1937, Nanjing ha
devenido símbolo de la crueldad de la guerra y de
la humillación impuesta al pueblo chino. En esa fecha,
los soldados invasores saquearon la ciudad y cometieron
todo tipo de crímenes, incluidos asesinatos a sangre
fría y violaciones sexuales, dejando un saldo de
300.000 muertos. A partir de 1997, cada 13 de diciembre
a las diez de la mañana, se activa una alarma aguda
en toda la ciudad de Nanjing, como advertencia de que la
historia no se debe olvidar. En memoria de ese día
aciago se construyó el Palacio Conmemorativo de la
Matanza de Nanjing. El Mausoleo de Sun Yatsen es otro monumento
a la memoria de los caídos en la Guerra Antijaponesa.
En Nanjing también se encuentran las ruinas del local
que alguna vez acogió a las Esclavas Sexuales, forzadas
a servir a las tropas ocupantes.
Por esas razones históricas, los japoneses temen
a Nanjing. Ni siquiera los principales funcionarios comerciales
de Nagoya, ciudad hermanada con Nanjing, osan poner pie
allí. Aunque es cierto que muchas empresas de Nagoya
han invertido en Nanjing, muy pocas son las que mantienen
cooperación comercial con las empresas nanjinesas,
si bien el panorama fuera de Nanjing es bastante diferente.
Otras muchas ciudades de la provincia de Jiangsu llevan
a cabo cada año actividades de atracción de
inversión japonesa, entre las cuales sobresale la
ciudad de Wuxi, que hoy por hoy absorbe una sexta parte
del capital japonés colocado en China.
Y ello a pesar de que Nanjing aventaja a Wuxi en cuanto
a infraestructura urbana, situación geográfica,
recursos humanos y base industrial.
La sombra que arroja el pasado es difícil de disipar.
En consecuencia, las autoridades nanjinesas tienen por delante
una tarea ciclópea: desarrollar su economía
- tan urgida de capital externo - recabando cuanta cooperación
sea posible del Japón, uno de los socios comerciales
más importantes del país, mientras, por otra
parte, pugnan por que los japoneses asuman su responsabilidad
histórica. Es un esfuerzo harto difícil, pues
hasta la fecha la negativa de Japón a admitir a cabalidad
los desmanes del pasado, actúa como principal freno
al desarrollo de las relaciones económicas y comerciales.
En Nanjing cualquier tema relacionado con Japón
puede provocar debates. Hace unos años, por ejemplo,
un hotel de capital japonés, que se inauguró
justo el día en que se conmemoraba la Matanza de
Nanjing, fue atacado por ciudadanos indignados. Varios miembros
de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo
Chino de la localidad propusieron cambiar el nombre del
Palacio Conmemorativo de los Compatriotas Asesinados en
la Matanza de Nanjing, por el de Centro de Paz Internacional
de Nanjing de China. La propuesta provocó inmediata
repercusión en la sociedad, y numerosos ciudadanos,
incluidos representantes de chinos de ultramar, protestaron
por el cambio del nombre.
Entre la memoria y el olvido.
El Palacio Conmemorativo de la Matanza de Nanjing suele
invitar al anciano Chang Zhiqiang a dar conferencias a grupos
de turistas en días feriados. Chang siempre se niega,
a menos que se trate de grupos de japoneses. El anciano,
que ya frisa los 80 años, es uno de los pocos sobrevivientes
que pueden explicar la historia partiendo de sus propias
experiencias. Según datos históricos, 235.000
personas sobrevivían a la matanza. De ellas sólo
quedaban 2.630 en 1997.
En 1937 Chang tenía sólo 10 años.
Vio con sus propios ojos cómo su padre y otros adultos
jóvenes formaban una pared protectora con sus cuerpos
para evitar que los enardecidos japoneses llegaran hasta
las mujeres, niños y ancianos. Su madre, al intentar
proteger a sus seis hijos, recibió dos bayonetazos.
De igual manera fueron ultimados sus dos hermanos menores,
que a su vez procuraban auxiliar a la madre. El hermano
más pequeño, de sólo 2 años,
murió congelado sobre el cadáver de su progenitora.
La hermana mayor murió por infección bacteriana
tras ser herida de bayoneta y violada.
Como muchos otros sobrevivientes, Chang rara vez evoca
lo sucedido, ni siquiera ante sus propios hijos y nietos.
No quiero revivir el pasado. No soporto los detalles,
dijo y de inmediato los ojos se le arrasaron de amargo llanto.
Antes de jubilarse, nunca había estado en el palacio
conmemorativo. Quiso acercarse en una o dos ocasiones, pero
las lágrimas le nublaban la vista en cada intento
de traspasar el umbral.
En 1997, al ver por televisión los intentos de los
derechistas japoneses por negar lo ocurrido, dio rienda
suelta a su indignación, y se puso a escribir minuciosamente
todas sus experiencias en la matanza. Era la primera vez
que lo hacía. A partir de entonces, accedió
a ofrecer ocasionales conferencias en el palacio. Al
principio, cuando vi a los visitantes japoneses, sentí
un profundo odio, y se me encogió el corazón.
Sin embargo, al escuchar mi narración, ellos lloraron
y se arrodillaron. Algunos me hicieron reverencias. Entonces
me sentí sorprendido e incómodo. Con el tiempo
he ido comprendiendo que ya no les odio tanto. Cuando se
aplaca el odio, uno se siente aliviado, nos explicó.
El anciano ya es capaz de distinguir entre los japoneses
actuales y lo que fue el gobierno imperialista de aquella
época. Eso es lo que quiere transmitir a sus descendientes,
indicó, cuando sienta que ha llegado su hora final.
Pienso que no les resultará beneficioso saberlo
demasiado temprano. Pero tampoco deben ignorarlo.
Con todo, la memoria suele diluirse las veces cuando el
tiempo ha actuado sobre ella con recurrente saña.
La generación china más joven va sintiendo
mucho menos el peso de lo ocurrido. Tal le sucede a Dong
Yixin, una chica de 18 años que lleva año
y medio trabajando de mesera en un restaurante de comida
japonesa, abierto por chinos. En la calle donde se ubica
el comercio hay cuatro restaurantes abiertos por japoneses.
La chica estudia el idioma japonés con ahínco,
esperanzada en poder trabajar algún día en
un genuino restaurante japonés. Me cuentan
que el patrón del restaurante japonés es muy
simpático, otorga vacaciones de siete días
para fiestas como el Primero de Mayo o el Día Nacional.
También paga sobres de gratificación con más
dinero que los nuestros. Antes de empezar a trabajar, no
tenía idea de cómo eran los japoneses. Pero
después de incorporarme a este restaurante, me di
cuenta de que los que vienen a comer aquí se muestran
cultos y decentes. Me imagino que el patrón de aquel
restaurante no sea mucho peor. Cuentan que allá ningún
empleado quiere renunciar a su puesto. No obstante,
ella nunca ha informado a sus padres sobre cómo se
gana la vida. De hacerlo, confiesa, se me podría
complicar mucho la vida, ya que ellos no conocen bien a
los japoneses y quizás se preocupen por mí.
En 2002 y 2004, el Instituto de Estudios Japoneses subordinado
a la Academia de Ciencias Sociales de China realizó
sendas encuestas de opinión pública respecto
a Japón, las cuales muestran un incremento notable
en la antipatía china hacia el vecino país.
El porcentaje de los encuestados que sienten mucha simpatía
y simpatía a secas por Japón subió
levemente, del 5,9% al 6,3%, mientras que el de los que
optan por mucha antipatía y antipatía se incrementó
bruscamente, del 43,3% al 53,6%. Según Jiang Lifeng,
investigador de dicho instituto, los diversos tipos de comunicaciones
e intercambios entre los dos países sirven para promover
el entendimiento y la confianza mutuos. Pero en los últimos
años, este tipo de actividades no han sido felizmente
encauzadas.
En búsqueda de la realidad histórica
¿Por qué tantos y tantos compatriotas nuestros
sucumbieron a manos extranjeras? ¿Qué responsabilidad
debían asumir los chinos de aquella época
ante la corrupción y el atraso del país? ¿Cómo
pudieron los japoneses matar a toda una ciudad? ¿Ocurrió
la Matanza de Nanjing tal como se describe en el libro de
texto de historia? Estas eran las interrogantes que acosaban
a Zhang Sheng en su etapa de estudiante. Ahora Zhang es
profesor adjunto dedicado a estudios sobre la Guerra Antijaponesa
de la facultad de historia de la Universidad de Nanjing.
En la actualidad, sus alumnos le hacen las mismas preguntas.
Hoy la cuestión no es comprobar si existió
o no la matanza, sino sacar a la luz los hechos reales de
la misma que aún hoy siguen ocultos, considera
Zhang Sheng. En la actualidad, su universidad, junto con
la Universidad Pedagógica de Nanjing y la Academia
de Ciencias Sociales de China, está compilando un
módulo de materiales sobre la Matanza de Nanjing.
Se estima que el mismo contará con más de
12 millones de caracteres chinos, en 30 volúmenes.
La primera partida de ejemplares se publicará en
julio de este año.
Coautor de la compilación, Zhang Sheng explica que
el material tiene por objetivo definir qué actitud
debemos adoptar a la hora de enfocar la historia. Antes
teníamos una actitud de indulgencia, la cual consiste
en devolver bien por mal. O sea, nos considerábamos
un gran país y tratábamos con indulgencia
a los demás, sin reparar en cuánto mal nos
hacían. Pero la práctica de 50 años
ha demostrado que este principio no es correcto. El costo
de la guerra ha sido enorme y todavía quedan por
responder preguntas al estilo de ¿cómo se
salvaguardan los derechos de tantas personas que han perdido
casa, familia y hasta la vida en la guerra, y quién
debe consolarles y mitigar las penas que la guerra le ha
infligido?
Zhang reitera que debemos aclarar lo sucedido. No
debemos dejar de hablar porque el oyente se disguste,
reitera, para luego añadir: El objetivo de
hablar, es educar a los jóvenes que no han experimentado
esta historia, y evitar que se repita la tragedia. Esperamos
que los jóvenes entiendan que una China poderosa
no podría ser humillada por los extranjeros. Esto
es más importante.
Con el fin de compilar una historia completa, Zhang y sus
colegas han trabajado mucho, yendo de una biblioteca a otra
dentro y fuera del país para recoger materiales.
El trabajo duro les ha traído buenos resultados:
Encontraron unos diarios escritos por los propios soldados
japoneses participantes en la matanza. Estos registraron
incluso la cantidad de personas que habían matado;
telegramas transmitidos por diplomáticos alemanes
a su ministerio de Relaciones Exteriores, con descripciones
de la matanza, más detalladas que las informaciones
publicadas en la prensa china de aquella época; datos
sobre cómo el ejército estadounidense descifró
el telegrama japonés sobre el plan de matanza antes
del suceso. A ello se suman informaciones y reportajes sobre
la tragedia de The New York Times y Los Angeles Times, entre
otros periódicos extranjeros estadounidenses y británicos,
cuyos reporteros contaron que los cadáveres se apilaban
unos sobre otros hasta formar cúmulos de hasta cinco
pies de alto, y que los carros se desplazaban encima de
los cadáveres. Los derechistas japoneses critican
a la prensa china por exagerar los hechos históricos.
Incluso intentan demostrar que nunca ha ocurrido la matanza,
mostrando fotos falsas de calles limpias acondicionadas
para la oportunidad. Felizmente, hemos encontrado estos
testigos de terceras partes. Según Zhang, también
existen materiales sobre la matanza de Nanjing en Dinamarca
y Holanda. Nunca imaginamos que los datos estuvieran
tan ampliamente esparcidos, y con contenidos tan reales,
comenta Zhang muy emocionado.
Sobre el número de muertos, tenemos un tomo
especial que sólo habla de eso. Los japoneses lanzaron
muchos cuerpos al río Yangtsé, los quemaron
o los enterraron. Nadie puede asegurar si fueron 20.000
ó 150.000 los cadáveres echados al Yangtsé.
Pero de todos modos consideramos que la cifra de 300.000
muertos no es nada exagerada, dice Zhang.
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