Una mano lava la otra…

Por nuestra reportera QIAO TIANBI

El proyecto migratorio que el gobierno puso en práctica en Ningxia ha servido para sacar de la pobreza a muchos campesinos, cuyos éxitos constituyen ejemplo de complementación entre ayuda estatal e iniciativa privada.

SI algo sorprende al que llega a la región autónoma de la etnia Hui de Ningxia, es la diferencia notable entre sus poblados Luhua y Xingjing, situados en el occidente de la región y habitados por inmigrantes, y el resto de las aldeas, donde radican campesinos considerados originarios de la región. En los dos primeros casos se hacen evidentes el alto nivel de forestación de sus tierras y la ausencia de mano de obra masculina.

Este último aspecto, empero, no parece preocupar a Ma Zhenjiang, director de la Oficina para la Reducción de la Pobreza de Ningxia (ORPN), pues, agrega, "ello significa que los hombres están ganando dinero en otros lugares para vestir y dar de comer a sus mujeres y niños". Luhua y Xingjing eran parte del océano de arenas que constituye el Desierto del Gobi hasta 1996 y 1983 en cada caso, años en que unos 4.000 inmigrantes empezaron a asentarse en aldeas designadas en los dos poblados, como parte del proyecto de inmigración participativa promovido por el gobierno. Hoy día, la población migratoria del área supera los 20.000, a pesar de lo cual resulta bien difícil encontrar a los beneficiarios originales del proyecto en Luhua y Xingjing.

Tian Yanbao, aldeano inmigrante de 28 años, tiene tres hijos. Su hija mayor, de 8 años, estudia en la escuela primaria, donde goza de estudios gratuitos gracias a la política aplicada a las zonas pobres. La familia Tian, que en su terruño original sobrevivía con unos 70 mu (15 mu es una hectárea) de tierra montañosa de pobre rendimiento, se asentó en el poblado de Luhua en 1996. Allí compraron la casa y 7,5 mu de tierra a un lugareño. Además de trabajar la tierra, Tian y su esposa ganan de 20 a 30 yuanes al día trabajando en una granja forestal cercana.

En 1997, tras escuchar de un pariente que la vida en la aldea de inmigrantes era más fácil que en su natal distrito de Jingyuan, en la prefectura de Guyuan, Li Guixiang, de 60 años, y su familia compraron una parcela de tierra a razón de 1.000 yuanes por mu y se asentaron allí. En su tierra natal, la familia de Li obtenía 100 kg de productos por mu. Su casa quedaba a un km de la fuente de agua, de forma que se necesitaba una hora y media para acarrear un cubo del líquido. Hoy día, la familia obtiene hasta 300 kg de cosechas por mu. Li Guixiang y su esposo cuidan la tierra mientras sus tres hijos trabajan en una granja forestal cercana. La familia está satisfecha con su nueva vida en Xingjing y no quieren volver a su terruño natal.

El reasentamiento de las familias Tian y Li obedeció a decisiones propias, en nada relacionadas con la política de la ORPN. Muchos de los primeros inmigrantes, que llegaron a esta tierra en los años 90, han vendido las casas y tierras que les entregó gratuitamente el gobierno, según el director Ma Zhenjiang. Por un lado, esto indica que aún existen problemas en la administración de los inmigrantes, y, por otro lado, también refleja que la inmigración es muy atractiva para los campesinos pobres que habitan en las montañas del sur. Aquellas familias que ven-dieron sus casas y tierras probablemente se han trasladado a lugares de mejores condiciones naturales, o cerca de Yinchuan, porque allí hay más oportunidades de trabajo.

Cuando visité el hogar de Hui Sigui, en una aldea de inmigrantes en el poblado Xingjing, me impresionó saber que tenía más de veinte vacas lecheras. Hui no estaba en casa. Su hijo adolescente me dijo que su padre había salido para los arreglos del próximo festival de Ramadán. El rugido de una motocicleta me indicó su llegada y empezamos la charla. Según Hui, llegó a Xingjing en 1988, como un inmigrante desde el distrito de Jingyuan. "Fui un niño vaquero que nunca asistió a la escuela", me contó. "Cuando emigré ya llevaba tres años de casado. En casa sólo teníamos una cama para cinco personas, 15 kg de harina de trigo y 100 yuanes. Todos los muebles de cinco familias apenas llenaban un camión de marca Dongfeng".

El gobierno, recuerda, asignó a cada familia inmigrante 4.000 yuanes y una parcela de tierra de 10 mu. Hui pidió un préstamo de 4.150 yuanes y se compró un equipo de tracción para acarrear cosechas. En un año pagó la deuda y comenzó a mejorar su equipamiento. En 2001 compró vacas lecheras y con otros inmigrantes introdujo tecnologías para la cría de corral, gracias a lo cual Xingjing dispone ya de más de 6.000 ovejas y más de 500 vacas. Hui compró sus primeras seis vacas con un préstamo de 60.000 yuanes para ayuda a la pobreza. Ahora tiene 23 cabezas, incluidas cinco reses importadas de Australia, que le rinden 200 kg de leche por día, a 1,4 yuanes el kg. Hui tiene obreros que cuidan del ganado, mientras él se dedica al transporte y su esposa administra una tienda de lubricantes en la feria. Cada año la familia obtiene 100.000 yuanes de utilidades. Además, Hui ha transformado los seis mu de tierra arenosa frente a su casa en tierra cultivable, y ha expandido las habitaciones de dos a 11. Las propiedades de la familia se valoran hoy en más de 600.000 yuanes.

La historia de Hui es un botón de muestra sobre cuánto puede hacerse cuando se recibe adecuada atención de las autoridades y se pone el empeño personal en una empresa. Consciente de ello, el gobierno ha dotado a la zona de un gran mercado agrícola abierto para facilitar las actividades comerciales, cuyas transacciones anuales alcanzan 8 millones de yuanes.

 

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