El
Colón chino: 600 años en la memoria
Por
HUO JANYING
Recordado
por sus extraordinarias proezas, el navegante Zheng He es
objeto de especial tributo en China en 2005, en el 600 aniversario
de su extraordinaria travesía por mar. La fecha coincide
asimismo con una aguda polémica en Occidente, donde
le adjudican al llamado Colón chino hazañas
que aún están por comprobarse.
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Navegantes
aficionados navegan en imitaciones de naves antiguas
en honor de Zheng He Fotos de Xinhua, |
Una
estatua de Zheng He a la orilla sur del río
Minjiang, provincia de Fujian, de donde partió
y por donde regresó su flota
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En 1405, más de 200 embarcaciones aguardaban la
orden de salida en el puerto de Liujiagang, en Taicang,
provincia de Jiangsu. Su misión, bendecida por el
poder imperial de la época, haría historia
como una de las primeras delegaciones diplomáticas
de buena voluntad, en un prolongado periplo marítimo
que igualaría y, en opinión de algunos hasta
supera, el desplazamiento que 87 años más
tarde condujo al almirante de la Mar Océana, el genovés
Cristóbal Colón, a lo que hoy son las tierras
de las Américas.
Ese día funcionarios y lugareños se agolpaban
en el muelle, mientras grupos de bailarines serpenteaban
entre ellos, interpretando la danza del dragón, en
medio del ensordecedor y constante estallido de fuegos artificiales,
el retumbar de tambores y el batir de gongs, todo un ritual
de despedida y deseo de buenaventura a una misión
de siete viajes marítimos que se extenderían
por espacio de 28 años.
Al dar la orden el comandante en jefe, la flota puso proa
hacia alta mar, dando comienzo así a la legendaria
trayectoria del eunuco musulmán Zheng He como navegante
y embajador.
Tecnología y diplomacia de alto
nivel
La Flota de Zheng He era impresionante, incluso si se
le compara con los actuales niveles de navegación,
en términos de escala, con una tecnología
que nadie en aquella época pudo igualar. La procesión
marina iba equipada con brújulas para la navegación
diurna y un aparato que permitía observar las estrellas,
para orientarse de noche. Las 200 naves de lo que luego
se conocería como Flota del Tesoro se organizaron
de acuerdo a cinco funciones. Había naves de comando,
de transporte de pasajeros y mercancías, de almacenamiento
de granos, de suministro de agua y buques de guerra pequeños,
de fácil maniobrabilidad. Cargadas con el tesoro
iban unos 60 bajeles, cada uno con nueve mástiles,
12 velas y un peso muerto de mil toneladas. En los mismos
viajaban altos funcionarios, misioneros extranjeros y una
carga de regalos preciosos y tributos.
Zheng He zarpó para recorrer los siete mares, llevando
una tripulación de 27.000 hombres para cada uno de
sus viajes. Entre sus subordinados se encontraban expertos
comandantes, capaces de ocuparse a la vez de la navegación,
el comercio y la estrategia militar; navegantes, que además
estaban a cargo de las reparaciones y del registro de los
cambios en el estado del tiempo; diplomáticos y comerciantes;
personal de retaguardia responsable por las finanzas, el
abastecimiento material, emisión de documentos, asistencia
médica y de higiene; y personal militar de escolta
y protección de la flota contra piratas y otros agresores.
Época de apertura
La exploración marítima china data de las
dinastías Qin y Han, hace más de dos mil años.
Durante los doce años de reinado del emperador Qinshihuang
(221-209 A.C.) éste hizo cinco viajes de inspección,
cuatro de los cuales lo llevaron a la costa este de China.
Durante las dinastías Tang y Song (618-1279) se estableció
la Ruta de la Seda por mar, la cual conectaba a China con
sus países vecinos. La misma abarcaba una ruta meridional
que unía a las actuales provincias de Fujian, Guangdong,
Zhejiang y Guangxi con Asia sudoriental, la India y la Península
Arábiga, y una ruta norteña que se extendía
desde la provincia de Liaoning hasta la península
de Corea y Japón. Pero no fue hasta el reinado de
Yongle (1403-1424) de la dinastía Ming, que la navegación
por mar se convirtió en una política nacional,
de cuya puesta en práctica se encargó Zheng
He con sus travesías.
Yongle fue el título bajo el cual reinó el
emperador Chengzu de la dinastía Ming, cuyo nombre
original era Zhu Di. Se le conoce como uno de los soberanos
chinos más sabios y eficaces, como da fe su convocatoria
a más de 3.000 eruditos para que compilaran la más
abarcadora enciclopedia china de todos los tiempos La
Gran Enciclopedia del Reino Yongle, recogida en 22.800
volúmenes con 370 millones de caracteres chinos.
A solicitud suya también se establecieron los institutos
de traductores, y se dedicaron fondos substanciales al dragado
del Gran Canal de 1.900 km de largo, con el fin de estimular
la economía doméstica. Al subir al trono,
Zhu Di comenzó a formular la política de abrir
el país al mundo exterior y acelerar el desarrollo
de China. Esta súbita flexibilización de la
sociedad abrió asimismo las puertas a la exploración
de lo desconocido.
Enviado de paz
El respetado historiador británico Joseph Needham
observó en cierta ocasión que en pleno apogeo
de la dinastía Ming la marina de guerra china era
la mayor de Asia y de todos los países de Europa
juntos. Al referirse a Zheng, afirmó que su comitiva
marina "iba armada hasta los dientes, pero nunca procuró
conquistar otras naciones, construir fortalezas o erigirse
en amenaza militar."
La búsqueda de la paz y el desarrollo ha sido política
tradicional de China desde épocas antiguas. Al designar
a Zheng He como jefe de la flota, el emperador Chengzu le
dejó en claro que debía promover la amistad
y la cooperación, las ventajas mutuas y el desarrollo
común, poniendo en alto el prestigio de su gran nación.
Zheng He cumplió al pie de la letra el cometido.
Encaró cada crisis potencial con el principio de
"la armonía por encima de todo." Incluso
cuando en la isla indonesia de Java, más de 100 hombres
suyos resultaron muertos en medio de un conflicto local.
A pesar de que sus soldados clamaban por el desquite, Zheng
He desestimó el uso de la fuerza militar, prefiriendo
aceptar con tolerancia las disculpas sinceras de sus anfitriones.
Sin embargo, sí debió combatir a piratas
y maleantes en tres ocasiones. Especialmente cruentos fueron
los enfrentamientos con Chen Zuyi, bandido y asesino de
fama en todo el sudeste de Asia. Las tropas del almirante
lograron diezmar a los piratas de Chen Zuyi, quienes les
atacaron en varias ocasiones. En consecuencia, Zheng se
granjeó la gratitud de los vecinos asiáticos
sudorientales de China.
El navegante aprovechó cada oportunidad para hacer
visitas oficiales a los monarcas y caciques locales, a quienes
transmitía los buenos deseos del imperio Ming. Estas
expresiones de buena voluntad, a las que se sumaban regalos
de oro, plata, porcelana y seda, condujeron a acuerdos que
resultaron mutuamente beneficiosos. La porcelana azul y
blanca de China, la seda y el algodón, el té,
los artículos de laca y de metal, fueron bien acogidos
por nuevos socios comerciales allende los mares, y trocados
por más de 100 tipos de productos locales, como perfumes,
pimienta, joyas y madera.
Intercambio diplomático
Con frecuencia, los lugares visitados respondían
enviando una representación que se sumaba a la comitiva
de Zheng He, para seguirle de regreso a China. La cifra
de delegaciones diplomáticas llegó a 16 en
una ocasión. Según registros históricos,
al menos cuatro reyes de igual número de naciones
navegaron con la flota china como respuesta a la visita.
En 1408, el rey de Brunei, seguido por 150 familiares y
cortesanos viajó hasta China, donde fueron tratados
con la mayor cortesía. El emperador Chengzu les agasajó
regalándoles muebles, artículos de plata para
la mesa, caballos y ropa. Desafortunadamente, un mes después
de su llegada en China, el rey de Brunei cayó enfermo
y, a pesar de los cuidados del médico personal del
emperador Ming, murió. El soberano visitante había
solicitado ser enterrado en China, por lo que el emperador
decretó tres días de duelo y le construyó
un mausoleo a las puertas de Ande en Nanking, donde aún
se conserva el monumento, como testimonio de la amistad
duradera entre las dos naciones.
En 1414, al proseguir hacia el oeste, Zheng He envió
a parte de su flota hacia el norte, rumbo a Bengala. Allí,
los viajeros chinos adquirieron una criatura maravillosa,
nunca antes vista en China. El animal, una jirafa, ya había
sido descrita en 1225 por un inspector de la ciudad de Quanzhou,
en los siguientes términos: "... tenía
la piel de un leopardo, las pezuñas de una vaca y
un cuerpo de diez pies de alto sobre el cual se elevaba
un cuello de nueve pies de largo." En su Gaceta de
Extranjeros, dicho funcionario dio al animal el nombre de
Zula, una aparente corrupción del vocablo árabe
zurafa. Pero esta jirafa que los viajeros vieron en Bengala
había llegado desde muy lejos, como obsequio de un
gobernante de la próspera ciudad estado africana
de Malindi, uno de los varios centros comerciales ubicados
a lo largo de la costa oriental africana, cerca de lo que
es hoy la franja costera de Kenia. Zheng He persuadió
a los embajadores de Malindi de regalar el animal al emperador
chino e incluso de agregar otra jirafa al envío.
De tal suerte, el navegante pudo ofrecer dos jirafas a su
emperador. Dada la semejanza de las bestias con el mítico
qilin chino, su llegada, de acuerdo con la tradición
confuciana, constituyó señal de juicio y benevolencia,
así como regalo ideal para el ambicioso gobernante
de una joven dinastía.
Zheng He continuó con su expedición desde
el Pacífico occidental al Océano Índico,
y de allí a Asia occidental y la costa este de África
y luego al Océano Atlántico a través
del Cabo de Buena Esperanza. Su flota visitó más
de 30 países y regiones en Asia y África.
En 1431 y con 60 años de edad, emprendió su
séptimo viaje, pero en 1433, cuando regresaba a China,
cayó enfermo y murió en Guli (actual Calcuta)
en la India.
Hoy su nombre y logros viven en la memoria colectiva china,
que ha querido recordarlo con un templo en su natal Jinning,
provincia de Yunnan, donde visitantes de China y el mundo
acuden a rendir tributo al Cristóbal Colón
de China.
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