Una Larga Marcha para dos

Por ETHEL LU

En enero de 2005, la Editorial de Literatura y Arte Changjiang publicó el libro “La Nueva Larga Marcha,” testimonio de los jóvenes británicos Ed Jocelyn y Andrew McEwen, quienes reeditaron desde 2002 el paso del Ejército Rojo por 14 provincias de China, de 1934 a 1936. La travesía, además de dejarlos física y síquicamente extenuados, reveló datos que cambian la historia del acontecimiento.

     

Si a los británicos Ed Jocelyn y Andrew McEwen, masters en Historia y Periodismo, respectivamente, les hubiesen preguntado qué sabían de China antes de 1997, año en que vinieron a vivir en Beijing, probablemente hubieran dicho, con la más pasmosa tranquilidad, que se trataba de un país superpoblado, donde todos vestían igual, y que si a ese conglomerado poblacional le daba por saltar al unísono, levantaría una ola marina tan gigantesca que arrasaría con varios países occidentales.

Eso era al menos lo que aprendían en sus tiempos de estudiantes secundarios en su país natal, como admitirían años después. No es de extrañar entonces que no tuvieran la menor idea de qué había sido la Larga Marcha del Ejército Rojo.

“En nuestra adolescencia, Larga Marcha podía significar algo así como la marca de fábrica de una batería de larga duración,” bromea Jocelyn, recordando su juvenil ignorancia.

En 2000, sin embargo, el panorama era bien distinto. Los dos amigos, que comparten la amistad desde sus años universitarios, viajaban a la sazón por el distrito de Liping, provincia china de Guizhou. Según propia confesión, se enteraron por casualidad de que el Ejército Rojo de China había pasado por allí en 1934. Ambos habían leído el libro “Estrella Roja sobre China,” del estadounidense Edgar Snow, que les dejó fascinados. Supieron asimismo que de los millones de chinos que fueron testigos del histórico acontecimiento, muchos viven aún con buena salud, lo que significa que la historia de la Larga Marcha sigue viva. Saberlo y tomar la decisión de reeditar la marcha fue lo mismo, rememora Jocelyn. “Nos decidimos a repetir el recorrido y a entrevistar a los viejos soldados rojos, de modo tal que quedara un testimonio del hecho desde una perspectiva diversa”. De más está decir que para amigos y conocidos aquella decisión rayaba poco menos que en la locura.

“Cargamos con sendas mochilas de 25 a 30 kilogramos de peso, en las cuales portábamos sacos de dormir, instrumentos de cocina (balón de gas y horno), purificador de agua, alimentos, medicinas, películas, computadora portátil, teléfono vía satélite, tiendas, etc. Antes de salir, nos vacunamos e hicimos contactos con centros de auxilio”.

¿Cuánto caminaron realmente los expedicionarios rojos?

La nueva travesía duró 384 días, a través de 14 provincias chinas, del 16 de octubre de 2002 al 3 de noviembre de 2003. Comenzaron por el pequeño distrito de Yudu, 40 millas al suroeste de la ciudad de Ruijin, provincia de Jiangxi, punto de partida de la mayoría de los soldados del Ejército Rojo.

En un inicio, los dos jóvenes planearon concluir la ruta en 366 días, tal como hicieron los seguidores de Mao Zedong, por lo cual deberían caminar de 20 a 35 kilómetros cada día. Sin embargo, en medio del recorrido, Andrew McEwen enfermó del estómago y se vio obligado a regresar a Beijing. Aunque más adelante se reunió con su amigo, después de seis días haciendo caso omiso a las advertencias del doctor, ambos llegaron a su destino, en el distrito de Wuqi, provincia de Shaanxi, con medio mes de retraso en comparación con sus predecesores en esa ruta. “Todos los días enfrentábamos las mismas tres preguntas: ¿Adónde vamos?, ¿qué comemos? y ¿dónde nos alojamos? Lo más probable es que las mismas interrogantes estuvieran años atrás en las mentes de los soldados rojos, pero nosotros teníamos más facilidades para resolverlas. En los años 30, el Ejército Rojo no sólo tenía que evitar el cerco de las divisiones del Kuomintang, sino que además encaraba la falta de provisiones”.

Cada vez que los viajeros llegaban a un nuevo lugar, corrían a entrevistar a quienes participaron en la Larga Marcha, o a los que al menos vieron a los integrantes del Ejército Rojo. Casi todos los lugareños demostraban orgullo por testificar sobre el gran acontecimiento histórico y se brindaban de guías cordialmente. Durante toda la marcha, entrevistaron a 11 soldados y 107 testigos. Al decir de Ed Jocelyn, lo más conmovedor es la propia historia contada por cada viejo soldado, con lo cual se consigue un retrato más vivo que el que podría ofrecer cualquier reproducción televisiva. Algunos de esos soldados se habían quedado en el camino por haber sido heridos, luego se casaron con mujeres del lugar y se establecieron allí. Otro jalón emocionante ocurrió en el encuentro con la anciana Xiong Huazhi, de 69 años de edad. Al saber que ella podría ser hija del presidente Mao y de He Zizhen, y que su nacimiento se habría producido durante la Larga Marcha, los forasteros se apresuraron a ir a su encuentro. Según investigaciones de un historiador local, Xiong nació en la misma fecha y lugar que la hija de Mao, y su posterior adopción ayuda a corroborar el dato. Cuando la anciana Xiong se enteró de ello, hubo que hospitalizarla, pues apenas logró sobreponerse a la emoción.

Con todo, el hallazgo más trascendente del empeño conjunto Jocelyn-McEwen, parece ser la verdadera distancia recorrida por los soldados de antaño. Hasta poco tiempo atrás se daba por sentado que la ruta era de 12.500 kilómetros. Todo puede ser diferente en lo adelante. “Aunque la cifra que realmente recorrimos fue de 6.000, como lo hicieron ellos antes, considero que sigue siendo una distancia considerable”, argumenta McEwen, y agrega: “Ante el éxito cultural e histórico que representó la Larga Marcha, la verdadera distancia es un detalle de segunda importancia. El Presidente Mao escogió el número de 12.500 como símbolo de la capacidad combativa y de sacrificio del Ejército Rojo y del pueblo chino”.

Un libro para valorar el pasado

“Con el libro”, añade, “quisimos destacar la imagen de China ante los ojos del mundo, dejando en un segundo plano el trasfondo histórico, que apenas ocupa una breve presentación. Tratamos de eludir prejuicios y lugares comunes, concentrándonos en contar historias más reales”. Lo cierto es que el volumen, amén del testimonio sobre la Nueva Larga Marcha, también contiene muchas valiosas informaciones sobre costumbres y prácticas tradicionales de diferentes etnias de China.

“Los aldeanos siempre nos recibieron con afecto. Dado lo intrincado y alejado de muchas de las aldeas que visitamos, no era raro que sus habitantes nunca hubiesen visto a un extranjero de ojos azules y cabellos rubios. Siempre nos rodeaba una gran muchedumbre, que no cesaba de hacernos preguntas. Como los aldeanos nunca nos cobraban dinero, evitábamos alojarnos en sus casas siempre que podíamos disponer de hotel. A veces, les poníamos algo de efectivo a escondidas bajo la almohada, imitando el proceder del Ejército Rojo. Pero si lo encontraban antes de irnos, no había manera de que lo aceptaran; siempre insistían en devolvérnoslo”. La sencillez y el fervor de los aldeanos conmovieron a menudo a estos jóvenes, hasta hacerles derramar alguna que otra lágrima.

“Cuando no había hotel en la aldea”, indica el libro, “llamábamos a cualquier puerta, y así encontrábamos alojamiento.” “Para los ingleses, esto era algo increíble. Si dos viajeros chinos hicieran lo propio en una aldea inglesa, al rato tendrían a la policía tocando a la puerta. Sin embargo, en China es algo normal”.

El estado de desarrollo de los lugares a lo largo de la ruta también se registra en el libro. En la actualidad, buena parte de la ruta original está pavimentada. Y en la aldea más aislada compraron la bebida que se promueve con la imagen de la famosa cantante japonesa Ayumi Hamasaki. “La bebida de Ayumi Hamasaki”, cuentan, “se vende en casi todos los lugares, siempre al lado de Future Cola (un tipo de Cola de China)”. Antes de la marcha, los viajeros nunca habían escuchado este nombre.

Junto con “Nueva Larga Marcha” apareció un álbum fotográfico en inglés, chino simplificado y chino tradicional, sobre el más reciente recorrido. Es de lamentar que el libro no cuente con edición inglesa. Su versión en madarín ha llamado la atención de muchos eruditos chinos, quienes lo recomiendan a los jóvenes del país, como importante instrumento para aquilatar en su debida importancia la historia revolucionaria de la milenaria China.

De 1934 a 1936, el Ejército Rojo de China realizó un desplazamiento estratégico desde distintos lugares a lo largo del río Yangtsé, hasta alcanzar la base revolucionaria de apoyo en el noroeste. En este recorrido, que se conocería como la Larga Marcha, más de 100 mil solados atravesaron 14 de las 34 provincias, regiones autónomas y municios de jurisdicción central de China. En su marcha, evitaban constantemente los ataques de las divisiones de Kuomintang, que les asediaban de continuo, con la clara intención de exterminarlos por completo. Tan duras fueron las condiciones encontradas a lo largo de la ruta que, al concluirla en 1936, había quedado una décima parte de las tropas originales. Los cuadros sobrevivientes, empero, lograron retomar la lucha y ganar la victoria final.


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