Por
nuestra reportera QIAO TIANBI
Para
el chino promedio, toda marca extranjera ha sido por años
sinónimo de mejor calidad y servicios. Por otra
parte, con la consolidación de la presencia de
China en la Organización Mundial del Comercio (OMC)
en 2005, se augura una arribazón de nuevas marcas
foráneas al país. Sin embargo, los cada
vez más frecuentes incidentes negativos con productos
del exterior están actuando como balde de agua
fría sobre la cabeza de los entusiastas locales.
 |
 |
|
En
los productos de Heinz se detectó el ingrediente
concerígeno Sudan I |
Los
productos de Teflón también fueron
pasto de la duda
|
|
Crisis de calidad
En meses recientes, titulares de prensa extranjera han
recogido varios escándalos relacionados con famosas
marcas internacionales. Dichos desaguisados, que involucran
a transnacionales dedicadas por años resolver necesidades
tan perentorias como la alimentación, tuvieron de
inmediato eco en el creciente mercado chino. En 2004, se
afirmó que los productos de teflón de la compañía
Du Pont, en especial sus sartenes, despedían ciertas
sustancias nocivas al ser sometidos a altas temperaturas.
Este año, el colorante Sudan I, un aditivo alimentario
considerado cancerígeno, fue detectado en los productos
de la cadena de comida rápida Kentucky Fried Chicken
(KFC) y en los del gigante conservero Heinz; hubo asimismo
sospechas de que el té rojo de Lipton, de la Unilever,
contenía exceso de fluorita, que puede impedir el
crecimiento óseo; se dijo que los módulos
de cuidado para la piel de bebé Johnsons usan
una parafina que afecta a la piel humana; que la pasta dental
Colgate causó temor entre los consumidores chinos
por contener ingredientes supuestamente cancerígenos.
En la medida en que avanzan la ciencia y la tecnología,
y crecen las barreras comerciales, se imponen más
pruebas y se elevan los estándares que rigen la distribución
de mercancías, de ahí que sean más
comunes los problemas.
Gracias a Internet, los consumidores chinos se mantienen
al día sobre cuanto ocurre en el mercado foráneo.
Toda compañía morosa en adoptar medidas de
seguridad en el mercado chino, respecto a productos suyos
que han sido demandados por daños en el exterior,
queda automáticamente sometida al escrutinio local,
en procesos que Internet y los medios masivos de comunicación
se encargan de amplificar sin demora. Dado que la avalancha
de críticas en China suele venir precedida por similares
reacciones en otras latitudes, los departamentos concernientes
del Gobierno chino procuran mantenerse en contacto inmediato
con sus contrapartes extranjeras. El tratamiento de cada
incidente conduce a la mejora del sistema de supervisión
de calidad de mercancías de China. Sin embargo, a
escala del consumidor de a pie, la confianza en las otrora
infalibles marcas extranjeras ha comenzado a resquebrajarse,
después de sufrir una decepción tras otra.
Doble rasero
En mayo pasado, la Organización Paz Verde confirmó
en Beijing que las galletas Ritz y la sopa de maíz
Campbell, ambos populares en el mercado chino, contienen
ingredientes transgénicos. Ambas firmas se habían
comprometido con los países europeos a evitar la
presencia de dichos ingredientes en Europa. La compañía
de Alimentos Kraft, por su parte, anunció que no
usará materias primas transgénicas en un área
dada, hasta que la mayoría de los consumidores locales
las acepten. Sin embargo, las estadísticas demuestran
que los productos transgénicos no han sido aceptados
por la mayoría de los consumidores chinos. Según
una encuesta de la afamada compañía Ipsos
en Beijing, Shanghai y Guangzhou, un 60% de los encuestados
se manifestó contrario a los alimentos transgénicos.
Y quienes tienen mejor conocimiento sobre dichos alimentos
evidencian aún mayor rechazo a éstos. Los
consumidores chinos están exigiendo por consiguiente
que estas dos compañías se comprometan también
con ellos a abandonar los productos transgénicos,
aduciendo que merecen el mismo trato que los europeos.
El doble rasero con que actúan las marcas extranjeras
se manifiesta también en sus campañas publicitarias.
En las instrucciones en inglés de la tira blanqueadora
de dientes del dentífrico Crest, se afirma que con
su aplicación los dientes blanquean en 14 días,
con una garantía de efecto de seis meses. La aludida
eficacia del producto, empero, se duplica en las instrucciones
en chino: efecto demostrado en 7 días y mantenido
por un año. La compañía Procter &
Gamble, cuyos productos faciales han gozado por largo tiempo
de amplia aceptación entre la población femenina
de clase media de China, fue acusada de engañar a
sus consumidores. Una crema facial antiarrugas SK-II afirma
reducir los surcos finos en la piel en un 47%, haciendo
lucir a quien la aplique 12 años más joven,
sin que en las explicaciones en chino se advierta sobre
la presencia del hidróxido de sodio, un fuerte componente
alcalino. Cuando dicho producto se comercializó en
EE.UU., no se especificó el grado de efectividad
del mismo, pero sí se le agregó una relación
completa y clara de los ingredientes. Luego de sufrir problemas
cutáneos después de usar la crema, una señora
de la provincia de Jiangxi demandó a la P & G,
que fue multada por la administración industrial
y comercial local con 200.000 yuanes (24.000 dólares),
por falsa propaganda.
Adiós a la buena reputación
La credibilidad en picada de las marcas extranjeras y su
doble rasero han mermado notablemente su impacto en el mercado
chino. En 1999, la firma japonesa Toshiba fue demandada
en EE.UU., por los defectos en el diseño de mini-computadoras,
pleito que quedó zanjado con el pago de 1.050 millones
de dólares. Sin embargo, la compañía
rechazó ofrecer compensación alguna a los
clientes en otros países, incluida China, y sólo
ofreció software de reparación. Disgustados,
los compradores chinos devolvieron los productos, haciendo
que las ventas de la firma se redujeran en todo el país.
Al año siguiente, Toshiba perdió su porción
del mercado de mini-computadoras de China, siendo reemplazada
por la china Lenovo y la transnacional IBM.
En 2002, un enfurecido dueño de un automóvil
Mercedes Benz destrozó a mandarriazos su sedán
en público, después de tener muchos problemas
con el coche, apenas un año después de comprarlo
y de ver rechazadas sus exigencias de compensación.
El suceso se convirtió inmediatamente en gran noticia
en todo el país. Según una encuesta realizada
por el Diario de la Juventud de Beijing, uno de los periódicos
más leídos de la capital china, un 50% del
público se siente ofendido por la actitud de la compañía
Benz.
Colgate ocupa actualmente una tercera parte del mercado
de pasta de dientes de China. Sin embargo, después
de la revelación de noticias sobre su contenido químico,
que incrementa los peligros de cáncer, 90,56% de
los chinos han dicho que no volverán a comprar los
productos de Colgate.
No bastan las multas
Qu Honglin, gerente general de la Compañía
de Estrategia Local Junce de Shanghai, sostiene que las
compañías extranjeras solían suministrar
mercancías de buena calidad, modelos de administración
avanzado y un mejor modelo de vida al principio de su acceso
a China. El verdadero objetivo de venir a China es
ocupar el mercado y hacer más ganancias si es posible.
Cuando las compañías extranjeras descubren
que pueden reducir sus costes de forma notable, y hacer
más dinero adaptándose a los estándares
nacionales, afirma, lo más probable es que reduzcan
el rigor habitual de sus normas. El doble rasero y la discriminación
en su política de ventas son de hecho parte de sus
trucos para con los mercados locales, en los cuales aplican
distintos mecanismos de supervisión, sistemas de
establecimiento de normas, obligaciones legales y cultura
de consumo.
Según Xian Guoming, director del Centro de Investigaciones
sobre Compañías Transnacionales de la Universidad
Nankai, una de las razones por las que algunas compañías
transnacionales aplican el doble rasero reside en que las
leyes chinas no son lo suficientemente maduras y rigurosas
para evitar tal actitud. Para los consumidores chinos es
difícil ganar los careos en defensa de sus derechos.
E incluso en el caso de que prosperen sus querellas, la
compensación es tan reducida que no constituye sanción
real para la compañía acusada. Para estas
compañías, la pérdida del pleito legal
y una pequeña multa constituyen otra peculiaridad
china. Por ejemplo, la P & G había sido
acusada por sus rivales chinos por hacer publicidad exagerada
antes de que la señora de Jiangxi presentara su demanda.
Para no ser engañado... ¿como
un chino?
Estos incidentes indican que los consumidores chinos
han dejado de creer ciegamente en las marcas extranjeras,
afirmó Zhang Jinjie, investigador asociado del Departamento
de Compañías Transnacionales del Instituto
de Economía y Política Mundiales de la Academia
de Ciencias Sociales de China. Los consumidores chinos se
están haciendo más exigentes con respecto
a las compañías transnacionales. Cuanto más
conocida es una marca, más fácil que la misma
sea objeto de atención pública, y mayor la
probabilidad de convertirse en blanco del disgusto de los
consumidores.
Estos ya han hecho patente su fuerza en los casos de escándalos
por productos deficientes. Cabe admitir en otro sentido
que las compañías extranjeras han coadyuvado
al crecimiento de un mercado colosal en China, así
como en el desarrollo de una gran población de consumidores
maduros, racionales y críticos. Los compradores chinos
demandan el mismo respeto y derecho de sus contrapartes
extranjeras y piden igual compensación que la pagada
en otros países. El famoso administrador empresarial
Doctor Michael Porter sostiene que los consumidores hipercríticos
son una dicha para los comerciantes, ya que ayudan al desarrollo
de marcas extraordinarias.
Pero con todo, a Qu Honglin no le cabe duda de que muchos
magnates transnacionales mantienen un talante discriminatorio
contra los consumidores chinos. Ya es hora, sostiene, de
vayan cambiando de idea. Según Qu, poco tiempo atrás
las compañías extranjeras se preocupaban más
por las reacciones de los departamentos gubernamentales
chinos que de la opinión de los medios masivos de
comunicación locales, convencidos de que el gobierno
puede resolver cualquier problema con una frase. Esto pudo
ser cierto diez años atrás, pero no hoy día.
Los departamentos gubernamentales son más discretos
en la actualidad, mientras crece la voz de la opinión
pública, y se hacen más específicas
las leyes y normas comerciales. Si una compañía
tiene problemas, nadie podrá ocultar la verdad.
Al mismo tiempo, se incrementan las opciones de mercado
para los consumidores chinos, ya que las compañías
domésticas están mejorando sus productos y
servicios, y no pocos se tutean ya con las marcas extranjeras.
Según un estudio realizado por la Administración
Estatal de Estadísticas y la Asociación Comercial
de China, las marcas chinas son ahora predilectas en los
apartados de electrodomésticos, alimentos y ropa.
Las compañías transnacionales se han percatado
de estos cambios y están tomando medidas para recuperar
el favor de los consumidores. Después del incidente
con el colorante Sudan I, la Yum Brands Inc., compañía
madre de la KFC, anunció el establecimiento de un
centro de examen e investigación de seguridad alimentaria,
con una inversión de 2 millones de yuanes (240.000
dólares), que revisará sus productos y materias
primas, a la vez que investiga las normas de seguridad del
suministro de alimentos de China.
A pesar de todos los embates recientes, las marcas extranjeras
mantienen aún su influencia competitiva en el mercado
chino. El profesor Guo Shoukang, experto en leyes de propiedad
intelectual, se opone a echar en un mismo saco a todas las
marcas extranjeras. Pero enfatiza, eso sí, que ahora
que China comienza a discriminar lo bueno de lo mediocre
entre el cúmulo de ofertas foráneas, ha llegado
el momento de que las firmas extranjeras traten al consumidor
chino como a cualquiera del primer mundo.
|