Días
en el Reino de las Mujeres
Por
YUAN PEIDE
UNOS
años atrás, cuando trabajaba en Beijing, me
topé de casualidad con algunas informaciones sobre
el Lago Lugu, un sitio al que entonces consideraba una gran
interrogante envuelta en el mayor misterio. A su vera viven
los Mosuo, una etnia considerada fósil viviente de
la sociedad matriarcal, justo en la frontera entre las meridionales
provincias de Sichuan y Yunnan.
Las
mujeres de este grupo no se casan. Viven en cohabitación
por consentimiento mutuo. Para ellas priman las prerrogativas
maternas y la mujer es cabeza de familia. En las niñas
descansa el futuro de esta sociedad.
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Un día
de marzo, viajé hasta el Lago Lugu, atravesando montañas
y bosques, hasta llegar a una pequeña aldea. Un joven
lugareño me guió hasta una diminuta posada
conocida como Familia Mosuo. Se trata de una
construcción tradicional de esta etnia, conocida
como mulengzi. La estructura semeja en muchas formas a los
siheyuan, o patios cuadrangulares con habitaciones de Beijing,
aunque tiene por igual varias diferencias. La edificación
es principalmente de madera, con paredes redondas y cuadradas,
tejado delgado de madera de abeto. El patio mulengzi típico
consta de una edificación principal, una cámara
destinada al culto budista, un recinto llamado habitación
de flores. La complicada edificación suele
estar orientada al sur o el este. En ella sus habitantes
residen, comen, cocinan, se reúnen y celebran actividades
importantes y reciben a los huéspedes. A la izquierda
de la edificación principal, está el segundo
piso, destinado al culto budista. En el piso inferior se
acumulan la leña, artículos diversos y el
ganado. El edificio de dos pisos delante de la edificación
principal es la habitación de flores,
que sirve de alcoba de las mujeres adultas.
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Me levanté
al amanecer. Tras media hora de camino a pie, llegué
a la orilla del lago, tras dejar detrás varias aldeas
Mosuo. El lago semejaba un inmenso espejo tendido al pie
de las imponentes montañas.
Mientras
lo contemplaba escuché un canto lejano y agradable.
Era una chica que remaba en una barca, y que al aproximarse
me preguntó si deseaba subir a la embarcación.
Lo hice tambaleándome, lo que le hizo estallar en
carcajadas. La niebla ligera que nos rodeaba me hizo pensar
que me introducía en un mundo de hadas. La chica
se llamaba Gaozuoma. Cuando supo que no tenía alojamiento,
me invitó inmediatamente a residir en su casa, cerca
del lago.
La familia
de Gaozuoma también vive en un patio mulengzi, como
la mayoría de las familias. Su madre me recibió
con cordialidad, y me dijo que había 15 personas
en su familia. Son pocos para una familia Mosuo,
le interrumpió Gaozuoma. Me ofrecieron un pequeño
refrigerio: semillas de girasol, peras y caramelos huahua.
Pregunté a Gaozuoma por la preparación de
éstos, y me explicó: Son una mezcla de arroz,
maíz, avena, soja y semillas de la planta suma silvestre.
Se sofríen primero en un sartén y se le agrega
caldo de azúcar de malta. Después se cortan
en trocitos y ¡listos para la boca!
La madre
de Gaozuoma también me sirvió licor sulima,
y me preparó té salado: Arrancó un
trozo del té sólido y lo asó un poco.
Echó un poco de sal en un jarro pequeño y
lo coció a fuego lento. Cuando hirvió, vertió
una pizca de té en mi vaso. Todo esto forma parte
de los hábitos de los Mosuo.
Gaozuoma
me dijo que para celebrar mi llegada en la noche habría
una guozhuangactividad bailable y musical, en la aldea.
Al caer la tarde, los jóvenes, espléndidamente
vestidos, se reunieron cerca de la hoguera a las orillas
del lago. Un sonido de flauta inició la fiesta. Acompañados
por el pandero, los jóvenes se tomaban las manos
y cantaban y bailaban siguiendo una línea ordenada.
La guozhuang
es una buena oportunidad para encontrar pareja, o a-zhu
según el vocablo usado por la minoría étnica
Primi de Yunnan. Este término es privativo de los
enamorados. Los Mosuo dicen a-xia.
Los
enamorados que se deciden por el matrimonio viven en las
casas de las respectivas madres. En ciertas noches el hombre
se aloja en la casa de su cónyuge, pero de día
vuelve a la casa de su progenitora, cuyo apellido llevan
sus hijos. El padre no tiene relación económica
con los descendientes, ni la obligación de criarlos.
Puede sin embargo visitarlos y velar por ellos, que en el
año nuevo le visitan para felicitarle. El marido
puede residir en la casa de su mujer a corto plazo para
ofrecerle ayuda a su familia, pero no pertenece a la misma.
Durante
la juventud, tanto el hombre como la mujer pueden tener
varios amantes, pero nunca simultáneos. Todo este
tiempo se sienten libres para comprometerse y separarse.
Cuando muere la pasión en la pareja, acaba la relación,
ambos quedan libres para buscar un nuevo a-xia, sin que
entre ellos queden remordimientos, y nadie les reprochará.
Esta forma de nupcias, libre de la restricción de
la ley y la religión, clanes o familias, responde
totalmente al amor puro, que no recibe influencia alguna
de la propiedad, la posición social o la política.
Aquí no se ven homicidios o rencillas sentimentales.
Los esposos se respetan mutuamente, sin que cada cual obligue
a su pareja a acatar su modo de vida. El día que
la mujer se niegue a abrirle la puerta al esposo, éste
sabrá que la unión ha terminado y no volverá.
Si el marido no visita más a la mujer, ella también
sabe qué hacer. Esta relación puede durar
meses, varios años, y a veces toda la vida.
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Después
de diez días entre los Mosuo me sentía unido
a ellos por lazos indisolubles. Cuando abandoné la
aldea, la casa de Gaozuoma se llenó de gente que
vino a despedirme. Todos me acompañaron a la entrada
de la aldea. Gaozuoma venía en un caballo y me miró
alejarme. Cuando apenas podía verla en la distancia
me quité el sombrero para saludarla y desearle una
vida feliz.
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