Escuelas
de Xinjiang
Por
LISA CARDUCCI*
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Niños
han y uigures comparte un mismo preescolar Fotos de
Andrei Borsouk
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En reciente
viaje por las áreas norte y occidental de la Región
Autónoma Uigur de Xinjiang pude tener una visión
de primera mano sobre la situación educacional allí.
En esta región, que cubre una sexta parte el territorio
chino, viven 47 de los 56 grupos étnicos del país,
entre los cuales predominan los uigures musulmanes, seguidos
por los kazajos, también de fe islámica. La
política de planificación familiar local permite
a las minorías, urbanas y rurales, tener tres hijos,
pero si los tres son de un mismo sexo, entonces se puede
tener un cuarto. Las parejas que optan por un hijo único
reciben iguales beneficios que la mayoritaria etnia han.
Según
datos locales, el 100 por ciento de los menores en edad
escolar ha solicitado matrícula, aunque me quedé
con dudas al respecto al ver a varios pequeños trabajando
en el Bazar Internacional de Kashgar. Las dudas se aclararon
cuando Chen Li, director de la Oficina de Información
del Comité Regional del Partido Comunista en Kashgar,
nos dijo que: Los uigures, contrario a la práctica
de los han, criamos a nuestro hijos para que sean independientes.
A la edad preescolar, pueden calzarse y vestirse solos y
hasta ayudan a sus padres en los días libres. Ustedes
vieron niños trabajando porque estuvieron en el mercado
un domingo.
La administración
de las escuelas de Xinjiang responde en gran medida a la
situación económica regional. Un tercio de
los niños que encontramos en un centro preescolar
de Yopuga, poblado Yecheng, algunos de menos de tres años
de edad, eran han, y el resto uigures. Las lecciones en
lengua uigur se imparten en lo que los lugareños
denominan mejor edificio del poblado, que acoge
la educación preescolar y primaria, con un 30 por
ciento de alumnos han. Visitamos una escuela en el poblado
de Zepu dedicada en exclusiva a los educandos uigures, con
una matrícula de 1.200 alumnos y 67 maestros, dos
de ellos han. En el mismo se imparten seis cursos preescolares
en mandarín y cinco en lengua uigur. En la clase
de computación jóvenes uigures aprendían
sobre el programa Excel en su lengua. No todo es color de
rosa, empero. En un internado de primaria del poblado Yeken,
con 405 estudiantes, uigures en su mayoría, notamos
aulas abarrotadas, si bien los dormitorios para ocho niños
se veían limpios en extremo. Había 69 alumnos
en una clase de geometría de segundo grado, y 60
en una clase de inglés de tercer grado. El centro
recibe apoyo financiero local y programas de actualización
pedagógica para maestros de la Agencia Canadiense
para el Desarrollo Internacional (CIDA, en inglés).
Un total
de 3.415 familias que han renunciado a la vida nómada
para acogerse a una existencia más sedentaria en
el poblado Burqin en Altay, en Xingjiang septentrional -
área predominantemente kazaja, - reciben hoy ayuda
estatal. Gracias a ello, los pequeños kazajos pueden
asistir a la escuela en lugar de seguir a sus padres en
el pastoreo. Se calcula en 86 por ciento la cifra de familias
asentadas definitivamente. Cada una de ellas posee un promedio
de 57 mu (15 mus es una hectárea) de tierra para
pienso y maíz. Cuatro de cada cinco familias se quedan
en casa para atender las cosechas en invierno y verano,
mientras una quinta vela por el ganado colectivo en las
montañas durante el estío. Dos cosechas de
pienso al año son suficientes para los cinco rebaños.
No hace mucho estas hermosas praderas no eran más
que un amplio yermo de gobi. Con la ayuda del gobierno se
ha puesto fin al panorama previo de reses muriendo de hambre
en el invierno.
En
esta remota zona cercana a la frontera con Rusia hay electricidad,
carreteras y escuelas, que nunca distan más de cinco
km de las casas de sus alumnos. La escuela primaria Woyimoke
en el poblado Burqin fue erigida como parte del Proyecto
Esperanza y cuenta con 248 educandos, todos kazajos, y 21
maestros. Kazajos y chinos reciben juntos la instrucción
desde el primer grado. Cuando pregunté a un joven
maestro de tercer grado sobre las mayores dificultades que
encara el centro, me respondió que la falta de energía
eléctrica, a pesar de que la región está
electrificada. Por tanto, no hay modo de usar una computadora
en clase, como sí sucede en la mayoría de
otras escuelas urbanas y rurales. Otro problema es impartir
clases en chino en un medio exclusivamente kazajo, a niños
que nunca escuchan hablar mandarín fuera de la escuela.
También el abarrotamiento de las aulas, en una de
las cuales conté 37 alumnos de segundo grado sentados
de cada tres en un banco.
A los
niños de familias pobres no se les cobra la escuela,
aunque sí deben pagar los libros de texto y manuales
de ejercicios. Hay incluso algunas escuelas gratuitas y
en ciertos internados se cobra un precio simbólico
por la alimentación.
*Experta
canadiense del semanario chino en francés Beijing Information |