MARZO
2005


De buen Humor

Había un erudito muy dado a la exageración. Una noche, un ladrón penetró en su casa con ánimo de robar, pero al no encontrar nada de valor, se marchó refunfuñando. El erudito, que había notado lo ocurrido, se levantó de la cama y a tientas en la oscuridad sacó algunas monedas. Se fue tras el caco y dándole el dinero le pidió: "Puede que me haya comportado muy mal con usted esta noche, pero espero tenga la decencia de no comentarlo delante de otros."

Un hombre sobrecargado de deudas decidió escapar a sus acreedores huyendo de su ciudad. Para pasar inadvertido llevaba como sombrero una cesta de bambú. Aun así, uno de sus prestamistas le reconoció y, ni corto ni perezoso,  golpeó ligeramente la cesta y le preguntó: "¿Qué hay con lo que me debes?", ante lo cual el huidizo deudor sólo respondió: "Mañana". Casi al instante comenzaron a llover gruesos goterones que golpearon la cesta, y el fugitivo, presa del pánico y creyéndose descubierto por todos los demás, se echó al suelo mientras gritaba entre sollozos: "Tengan piedad de mí, ¡mañana les pago a todos!"

Cierto hombre más lento que las babosas para reaccionar se sentó en un día invernal cerca de una hoguera en compañía de otro individuo. Al rato, la ropa de su compañero, que estaba demasiado cerca de las llamas, comenzó a arder sin que aquél se percatara. Al fin, el lento atinó a decir: "Llevo tiempo observándote, y he notado algo que quisiera decirte, pero como sé que te alteras con facilidad, prefiero callar, no sea que sufras algún percance. Claro, si no lo digo, también puede ocurrirte algo malo, por eso estoy en un dilema: ¿lo digo o no lo digo?"  Interrogado con insistencia por el otro, el lento dijo al fin: "Tu ropa está ardiendo." De inmediato, el aludido se sacó la vestimenta, ya bien chamuscada, y presa de la ira le espetó a su interlocutor: "Hace rato lo sabías, ¡cómo diablos no me dijiste antes!" A lo que el lento respondió sin inmutarse: "Ves lo que digo, siempre te alteras."

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