MARZO
2005


El deseo de mi mamá

Por WU KAI

Mi mamá ya tiene 70 años. Trabajó por más de 30 años como traductora en el semanario “Beijing Informa”. En octubre de 2003, debido al brusco cambio del tiempo, cayó enferma de pulmonía y tuvo que hospitalizarse. Como su recuperación fue lenta, creía que difícilmente saldría del hospital. Allí redactó su testamento. Milagrosamente, fue dada de alta un mes después. Al visitarla en su casa, ella me mostró su testamento, “después de mi muerte tengo el deseo de donar mis órganos con el fin de que sirvan para la investigación médica. Ayúdame a consultar acerca de los trámites requeridos”. Su tono era apacible, no obstante, sus palabras me causaron oleajes impetuosos. Pues, no podía aceptarlo tan de repente.

Anteriormente, la donación de los órganos después de la muerte era un tema que nadie quería abordar. Eso tiene que ver con el concepto tradicional de los chinos de “conservar el cuerpo completo después de la muerte”.  Gracias al avance de la ciencia, sobre todo con el trasplante de órganos y las investigaciones al respecto, cada día más gente está dispuesta a donar sus restos una vez fallecida y el concepto tradicional va modificándose. Sin embargo, el sólo imaginar que los restos de mi madre estarían a disposición de los médicos después de su muerte, no podía aceptarlo. Intentaba persuadirla a que abandonara su idea. En los días posteriores, cuando hablaba del tema, yo le decía: “Mamá, ¿no crees que es una locura? ¿Cómo podríamos hacerlo?”. “Yo no tengo miedo, esto es muy común entre los extranjeros. Tomé la decisión tras reflexionarlo seriamente. Has vivido muchos años en el extranjero, pero eres más conservadora que yo”, insistía ella. Frente a su actitud firme, cambié de táctica: lo tomaba con negligencia. “¿Ya consultaste sobre el asunto?” En otras ocasiones me preguntaba nuevamente por teléfono. “Estoy tratando, ten paciencia. ¿Cuál es la prisa?” “Sé que estás engañándome. ¿Acaso olvidas el dolor de tu abuela?”, la pregunta puso el dedo en la llaga. Mi querida abuela pasó los últimos tres años de su vida en la oscuridad. Eso fue hace más de diez años. “Al menos, las córneas de mis ojos están en buen estado. Si las dono, permitirán recuperar la vista a algún ciego y prolongar algo de mi vida en el mundo”. Mi mamá interrumpió mis recuerdos de lo ocurrido en el pasado. “¿Acaso no entiendes mi deseo?” La frase “prolongación de vida” me conmovió profundamente. Nosotros, tarde o temprano nos iremos de este mundo. Si algunos órganos de mi madre fueran trasplantados a otra persona, es como si ella siguiera viviendo. Aunque el cuerpo de mi madre sólo sirviera para fines de estudio científico, como para encontrar medidas contra las enfermedades y dar esperanza a los enfermos, eso también beneficiaría a la humanidad. Empecé a vacilar. “No te preocupes mamá, voy a consultarlo”. Esta vez no le contesté con descuido, sino actué verdaderamente. Desde entonces, me puse a recolectar información al respecto.

E1 1° de marzo de 2004 entraron en vigencia los Reglamentos sobre la Donación de Órganos en Shanghai, primeros en su índole en nuestro país. Desde 1982, año en que Shanghai promovió esta empresa, en esta ciudad se han recibido 1822 órganos, y de las 9.388 donaciones registradas, el donante de mayor edad tiene 110 años y el menor sólo dos meses. La promulgación de los Reglamentos provocó amplias repercusiones sociales. Beijing, Nanjing, Zhenjiang, Yangzhou, Zhengzhou, Tianjin y Shandong están preparándose para promocionar esta empresa.

También he leído muchas historias conmovedoras al respecto, a continuación narro algunas de ellas: “Quiero donar mis órganos útiles después de mi muerte para la investigación científica o para que sean trasplantados en pacientes que los necesiten”, expresó el Sr. Liu, paciente de una enfermedad incurable. Hace poco, con ayuda de su mujer, el Sr. Liu firmó con la Cruz Roja el acuerdo de donación, después de su muerte, sus restos serán entregados a la autoridad pertinente.  “Las células cancerígenas se han proliferado. Me queda poco tiempo. No tengo miedo a la muerte, sólo quiero donar mis órganos útiles”, dijo tranquilamente al periodista. En el 2002, se enteró de que padecía de cáncer gastrointestinal, por lo que fue intervenido quirúrgicamente. Pero ya fue tarde y ahora ya no puede caminar. Su hijo, de 15 años, manifestó: “Papá me lo había dicho hace tiempo. Respeto su deseo”. “Es su opción. Estamos de acuerdo”, indicaron sus padres.

Me sentí muy conmovida después de leer estos reportajes. Creo que mi madre piensa lo mismo que ellos. Aunque no puedo entenderlo completamente, no debo impedirle realizar su deseo. “Mamá, lo he consultado y ya sé cuáles son los trámites a seguir. Cuando puedas, te acompañaré a la oficina consultiva. Si estás decidida, no tengo objeciones”. Al oír estas palabras, mi madre, como si hubiera realizado un deseo largamente acariciado, me contestó con una sonrisa y dio un suspiro.

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