De
Buen Humor
Un
visitante venido de lejanos confines pasó largo rato sentado
en el patio de su anfitrión, sin que éste, a pesar de poseer
un patio donde pululaban gallinas y patos, se dignara a
ofrecerle refrigerio alguno, alegando que no tenía nada
de comer en casa. El visitante pidió entonces un cuchillo
prestado para matar a su cabalgadura y comérsela. “Pero,
estás loco,” inquirió el tacaño, “¿en qué regresarás entonces?”
“Bueno,” dijo con seria expresión el interpelado, “Si tienes
la amabilidad de prestarme una gallina o un pato, quizás
puedo regresarme a casa sobre su lomo.”
Un hombre resbala por accidente y cae al
suelo. Poco después de levantarse se cae nuevamente. Entonces,
sin inmutarse y aún tirado, reflexiona con un suspiro: “Si
hubiera sabido que me caería por segunda vez, no me habría
levantado la primera.”
Un hombre que servía guisos confeccionados con frijoles
a un invitado exclamó: “El frijol es mi vida. Para mí no
hay nada más exquisito que el sabor del frijol.” Posteriormente,
en una ocasión en que se invirtieron los papeles, y el servidor
devino invitado, el nuevo anfitrión recordó las palabras
de quien fuera su convidado y agregó frijoles a todos los
platos de pescado y carne. Al ver que, no obstante, su huésped
devoraba pescado y carne sin reparar en las legumbres, el
anfitrión se extrañó y decidió preguntar: “Si mal no recuerdo
Ud. me dijo que el frijol es su vida. ¿Cómo es que entonces
lo desprecia hoy?” Su invitado respondió: “!Es que al comer
pescado y carne, la vida no vale nada!”
En
cierta ocasión en que un barbero afeitaba a un monje, al
fígaro se le resbaló la navaja, con tan mala suerte que
le cortó una oreja al cliente. Transido de dolor, el infeliz
monje enmudeció por completo, mientras que el barbero, aturdido
y nervioso, sólo atinó a recoger el
cercenado apéndice del suelo y a decir: “Maestro, no se
asuste. Su oreja salió ilesa; aquí está, tal como vino
al mundo.”
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