FEBRERO
2005


De Buen Humor

Un visitante venido de  lejanos confines pasó largo rato sentado en el patio de su  anfitrión, sin que éste, a pesar de poseer un patio donde pululaban gallinas y patos, se dignara a ofrecerle refrigerio alguno, alegando que no tenía nada de comer en casa. El visitante pidió entonces un cuchillo prestado para matar a su cabalgadura y comérsela. “Pero, estás loco,” inquirió el tacaño, “¿en qué regresarás entonces?” “Bueno,” dijo con seria expresión el interpelado, “Si tienes la amabilidad de prestarme una gallina o un pato, quizás puedo regresarme a casa sobre su lomo.”

Un hombre resbala por accidente y cae al suelo. Poco después de levantarse se cae nuevamente. Entonces, sin inmutarse y aún tirado, reflexiona con un suspiro: “Si hubiera sabido que me caería por segunda vez, no me habría levantado la primera.”

Un hombre que servía guisos confeccionados con frijoles a un invitado exclamó: “El frijol es mi vida. Para mí no hay nada más exquisito que el sabor del frijol.” Posteriormente, en una ocasión en que se invirtieron los papeles, y el servidor devino invitado, el nuevo anfitrión recordó las palabras de quien fuera su convidado y agregó  frijoles a todos los platos de pescado y carne. Al ver que, no obstante, su huésped devoraba pescado y carne sin reparar en las legumbres, el anfitrión se extrañó y decidió preguntar: “Si mal no recuerdo Ud. me dijo que el frijol es su vida. ¿Cómo es que entonces lo desprecia hoy?” Su invitado respondió: “!Es que al comer pescado y carne, la vida no vale nada!”  

En cierta ocasión en que un barbero afeitaba a un monje, al fígaro se le resbaló la navaja, con tan mala suerte que le cortó una oreja al cliente. Transido de dolor, el infeliz monje enmudeció por completo, mientras que el barbero, aturdido y nervioso,  sólo atinó a recoger el cercenado apéndice del suelo y a decir: “Maestro, no se asuste. Su oreja salió ilesa;  aquí está, tal como vino al mundo.”  

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