
José Luis
Cuevas
Por XING XIAOSHENG
José
Luis Cuevas es uno de los máximos representantes del
arte mexicano contemporáneo. Hace poco, este gran maestro
llegó a China y realizó exitosamente una exposición
en Beijing. Esta fue una buena ocasión para conocer
al maestro y su arte frente a frente. A través de las
obras de este artista contemporáneo, el público chino
obtuvo un conocimiento más profundo sobre la cultura
mexicana. En lo siguiente publicamos los extractos de
un comentario escrito por Xing Xiaosheng, historiador
y crítico de arte occidental, sobre el artista mexicano.
—
La Redacción


EN el mundo, cuando algo llega a su límite
extremo se produce una mudanza, una vuelta hacia atrás.
Al tiempo de la prosperidad le sigue siempre una etapa
de declinación. No hay excepción posible a esta regla.
Este
mismo principio vale para la evolución en las artes plásticas.
Cabe entonces preguntarnos ¿Existe acaso un movimiento
o un estilo artístico en la historia universal del arte
que haya prosperado y florecido de manera imperecedera?
Es
un asunto sabido que el movimiento del muralismo que surgió
en México durante la tercera década del siglo XX, logró
un desarrollo notable hasta convertirse en un brillante
protagonista de la escena artística mundial. En su momento,
la llamada escuela mexicana de pintura demostró con su
talento una herencia milenaria que se remonta a la antigua
civilización prehispánica. Figuras como la de Rivera,
Orozco, Siqueiros y –posteriormente– Tamayo, alcanzaron renombre mundial. Sin embargo, las cosas
siempre se agotan y cambian de manera inexorable.
Al
término de la Segunda Guerra Mundial el rumbo de México
se orienta fundamentalmente a la consolidación de la economía
nacional, lo que permitió un largo período de establidad
y desarrollo por el cual el país se logró consolidar como
una potencia de la región latinoamericana hacia la mitad
del siglo XX. Sin lugar a dudas, el cambio de la situación
tanto en lo político como en lo económico no pudo por
menos que reflejarse en el terreno de ideas.
En
comparación con sus antecesores, el entorno de vida de
estos nuevos creadores era enteramente distinto, y aspiraban
por lo tanto a reflejar ese cúmulo de conocimiento y sentimiento
diferenciados en sus propias creaciones. No era fácil,
pese a todo, enfrentarse a la presión ejercida por la
tradición impuesta, más bien cerrada y ortodoxa, de así
llamada Escuela Mexicana de Pintura. Esta escuela ejercía
no sólo su dominio sino también tenía atribuciones para
calificar o descalificar el trabajo de los nuevos creadores,
lo cual constituía un lastre para las generaciones emergentes
que aspiraban a asimilar las nuevas tendencias internacionales,
y ajustar su propuesta creativas a un nuevo escenario
cosmopolita.
Esta
nueva generación consideraba que a pesar de los aciertos
de sus antecesores, todo movimiento estético con tendencias
absolutistas termina por desvirtuarse, por sucumbir al
freno dogmático de sus creadores. En esta ocasión que
se generaba entre lo viejo y lo nuevo, se incubaba una
suerte de ruptura que finalmente se resumió en un joven
artista que encabezó la resistencia. Este joven creador
aparecía indomable y atrevido al extremo en su apuesta
por abrirse camino por si sólo. Su actitud y su trabajo
mismo eran un desafío a la tradición. Su nombre: José
Luis Cuevas.
Para
Cuevas, la década de los cincuenta fue una etapa de intensa
formación y viajes. Desde muy joven expuso no sólo en
México y Latinoamérica, sino en las capitales occidentales
del arte: Nueva York y París. Tenía 21 años cuando expuso
sus dibujos en la Galería Edouard Loeb de París, y tuvo
la gran distinción de ser visitada por Picasso, quien
incluso le compró dos dibujos.
Posteriormente
el personaje José Luis Cuevas realizaría otros happnings y acciones que le granjearon un gran protagonismo en escena cultural
latinoamericana; mientras que el artista Cuevas se concentraría
en el dibujo y el grabado como géneros capitales de su
obra, y más tarde en la escultura. Una trayectoria versátil
que le ha permitido exponer en buena parte de América
Latina, Estados Unidos y Europa, y que le abrió las puertas
de la fama internacional.
Al
presentarse como un rebelde, Cuevas siempre ha hablado
de una manera vibrante, con una enjundia inusual y casi
extravagante que lo hacen aparecer como todo un personaje
legendario y prototípico.
A
diferencia que los maestros muralistas de la vieja generación,
en sus creaciones Cuevas no ofrece una lectura directa
y plana de la historia de México y sus gestas revolucionarias.
Por el contrario, se interesa en sus aspectos de la sociedad:
las orillas, el arrabal, la noche. Sus personajes: prostitutas,
enfermos mentales, indigentes, huérfanos, ancianos abandonados,
seres de la periferia.
Al
referirse en un breve poema a la obra de Cuevas, el poeta
mexicano y Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, acertó:José Luis Cuevas cada díadibuja nuestra herida.
Cuevas
representa la intuición de una rebeldía. Su retrato descarnado
del mundo que le rodea es reflejo de una visión dramática
que nos ofrece un acercamiento sin concesiones a la realidad,
por desagradable que se presente.
Ciertamente
Cuevas no engaña a su público con una apuesta formal sólo
fincada en la producción de su individualidad y su recia
personalidad de artista. A pesar de su marcado narcisismo
y la presencia continua del autorretrato y otras referencias
personales en sus creaciones, su obra es un testigo de
su tiempo de miras muy amplias.
La
creación de Cuevas abarca géneros muy diversos del arte,
pero principalmente se ha concentrado en el dibujo, y
es precisamente su magistral hablidad en el lápiz lo que
le ha granjeado reputación internacional. Cuevas es poseedor
de un trazo inteligente y libre. A la hora de dibujar,
avanza sobre el papel sin preocuparse de las reglas académicas
o incluso del destino final de su creación, pero siempre
con una voluntad de estilo inconfundible y de cierta excentricidad
que es reconocida más allá de México.
En
los últimos años, el maestro se ha ocupado con más atención
de su labor como escultor. Por medio del volumen, transportó
el serpenteo febril de sus líneas y planos al ámbito tridimensional
de la creación escultórica.
Se
ha señalado el carácter expresionista en la obra de Cuevas,
y en este sentido de sus aproximaciones al expresionismo
alemán, pero más allá de las etiquetas, podemos afirmar
que la obra de Cuevas representa una continuidad en la
tradición de la plástica mexicana. Heredera esta tradición
de la escuela muralística mexicana y al mismo tiempo la
renueva: herencia, ruptura y renovación son palabras afines
en su obra.