JANUARY
2005


José Luis Cuevas

Por XING XIAOSHENG

José Luis Cuevas es uno de los máximos representantes del arte mexicano contemporáneo. Hace poco, este gran maestro llegó a China y realizó exitosamente una exposición en Beijing. Esta fue una buena ocasión para conocer al maestro y su arte frente a frente. A través de las obras de este artista contemporáneo, el público chino obtuvo un conocimiento más profundo sobre la cultura mexicana. En lo siguiente publicamos los extractos de un comentario escrito por Xing Xiaosheng, historiador y crítico de arte occidental, sobre el artista mexicano.

     La Redacción   

EN el mundo, cuando algo llega a su límite extremo se produce una mudanza, una vuelta hacia atrás. Al tiempo de la prosperidad le sigue siempre una etapa de declinación. No hay excepción posible a esta regla.

Este mismo principio vale para la evolución en las artes plásticas. Cabe entonces preguntarnos ¿Existe acaso un movimiento o un estilo artístico en la historia universal del arte que haya prosperado y florecido de manera imperecedera?

Es un asunto sabido que el movimiento del muralismo que surgió en México durante la tercera década del siglo XX, logró un desarrollo notable hasta convertirse en un brillante protagonista de la escena artística mundial. En su momento, la llamada escuela mexicana de pintura demostró con su talento una herencia milenaria que se remonta a la antigua civilización prehispánica. Figuras como la de Rivera, Orozco, Siqueiros y posteriormente Tamayo, alcanzaron renombre mundial. Sin embargo, las cosas siempre se agotan y cambian de manera inexorable.

Al término de la Segunda Guerra Mundial el rumbo de México se orienta fundamentalmente a la consolidación de la economía nacional, lo que permitió un largo período de establidad y desarrollo por el cual el país se logró consolidar como una potencia de la región latinoamericana hacia la mitad del siglo XX. Sin lugar a dudas, el cambio de la situación tanto en lo político como en lo económico no pudo por menos que reflejarse en el terreno de ideas.

En comparación con sus antecesores, el entorno de vida de estos nuevos creadores era enteramente distinto, y aspiraban por lo tanto a reflejar ese cúmulo de conocimiento y sentimiento diferenciados en sus propias creaciones. No era fácil, pese a todo, enfrentarse a la presión ejercida por la tradición impuesta, más bien cerrada y ortodoxa, de así llamada Escuela Mexicana de Pintura. Esta escuela ejercía no sólo su dominio sino también tenía atribuciones para calificar o descalificar el trabajo de los nuevos creadores, lo cual constituía un lastre para las generaciones emergentes que aspiraban a asimilar las nuevas tendencias internacionales, y ajustar su propuesta creativas a un nuevo escenario cosmopolita.

Esta nueva generación consideraba que a pesar de los aciertos de sus antecesores, todo movimiento estético con tendencias absolutistas termina por desvirtuarse, por sucumbir al freno dogmático de sus creadores. En esta ocasión que se generaba entre lo viejo y lo nuevo, se incubaba una suerte de ruptura que finalmente se resumió en un joven artista que encabezó la resistencia. Este joven creador aparecía indomable y atrevido al extremo en su apuesta por abrirse camino por si sólo. Su actitud y su trabajo mismo eran un desafío a la tradición. Su nombre: José Luis Cuevas.

Para Cuevas, la década de los cincuenta fue una etapa de intensa formación y viajes. Desde muy joven expuso no sólo en México y Latinoamérica, sino en las capitales occidentales del arte: Nueva York y París. Tenía 21 años cuando expuso sus dibujos en la Galería Edouard Loeb de París, y tuvo la gran distinción de ser visitada por Picasso, quien incluso le compró dos dibujos.

Posteriormente el personaje José Luis Cuevas realizaría otros happnings y acciones que le granjearon un gran protagonismo en escena cultural latinoamericana; mientras que el artista Cuevas se concentraría en el dibujo y el grabado como géneros capitales de su obra, y más tarde en la escultura. Una trayectoria versátil que le ha permitido exponer en buena parte de América Latina, Estados Unidos y Europa, y que le abrió las puertas de la fama internacional.

Al presentarse como un rebelde, Cuevas siempre ha hablado de una manera vibrante, con una enjundia inusual y casi extravagante que lo hacen aparecer como todo un personaje legendario y prototípico.

A diferencia que los maestros muralistas de la vieja generación, en sus creaciones Cuevas no ofrece una lectura directa y plana de la historia de México y sus gestas revolucionarias. Por el contrario, se interesa en sus aspectos de la sociedad: las orillas, el arrabal, la noche. Sus personajes: prostitutas, enfermos mentales, indigentes, huérfanos, ancianos abandonados, seres de la periferia.

Al referirse en un breve poema a la obra de Cuevas, el poeta mexicano y Premio Nobel de Literatura, Octavio Paz, acertó:José Luis Cuevas cada díadibuja nuestra herida.

Cuevas representa la intuición de una rebeldía. Su retrato descarnado del mundo que le rodea es reflejo de una visión dramática que nos ofrece un acercamiento sin concesiones a la realidad, por desagradable que se presente.

Ciertamente Cuevas no engaña a su público con una apuesta formal sólo fincada en la producción de su individualidad y su recia personalidad de artista. A pesar de su marcado narcisismo y la presencia continua del autorretrato y otras referencias personales en sus creaciones, su obra es un testigo de su tiempo de miras muy amplias.

La creación de Cuevas abarca géneros muy diversos del arte, pero principalmente se ha concentrado en el dibujo, y es precisamente su magistral hablidad en el lápiz lo que le ha granjeado reputación internacional. Cuevas es poseedor de un trazo inteligente y libre. A la hora de dibujar, avanza sobre el papel sin preocuparse de las reglas académicas o incluso del destino final de su creación, pero siempre con una voluntad de estilo inconfundible y de cierta excentricidad que es reconocida más allá de México.

En los últimos años, el maestro se ha ocupado con más atención de su labor como escultor. Por medio del volumen, transportó el serpenteo febril de sus líneas y planos al ámbito tridimensional de la creación escultórica.

Se ha señalado el carácter expresionista en la obra de Cuevas, y en este sentido de sus aproximaciones al expresionismo alemán, pero más allá de las etiquetas, podemos afirmar que la obra de Cuevas representa una continuidad en la tradición de la plástica mexicana. Heredera esta tradición de la escuela muralística mexicana y al mismo tiempo la renueva: herencia, ruptura y renovación son palabras afines en su obra.

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