La
saga de las sombras chinescas
Por
Huo Jianying
Los
chinos, que por estos días celebran el centenario
de su encuentro en serio con la industria cinematográfica,
dejaron mucho antes constancia de su fascinación
por las luces y sombras, combinándolas para lograr
un arte que hoy, a contrapelo de los avances de la tecnología,
se niega a morir, pues carga en sus venas la savia de lo
auténtico.
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Mujer de elevada posición |
Personaje sheng masculino, que
representa a un emperador de edad mediana |
En tiempos
antiguos, se solían considerar deidades a todos los
objetos naturales que emitían luz, incluidos los
cuerpos celestiales, de ahí la muy divulgada creencia
popular de que luces y sombras portaban en sí mismas
una carga mítica.
Hace
más de dos mil años, en la dinastía
Han (156-87 B. C.), existió un hechicero que invocaba
a los espíritus de los difuntos, fascinando a sus
espectadores con un espectáculo deslumbrante, en
el cual intercambiaba la presencia de luces y sombras. Aún
hoy se recuerdan sus impresionantes actuaciones.
El
espectáculo más antiguo de sombras chinescas
Liu
Che, el emperador Wudi de la dinastía Han, promovió
un imperio próspero bajo la égida de su talento
y capacidad estratégica. Sin embargo, entre las contadas
situaciones que le hacían irritarse, por no poder
resolverlas, estaba la imposibilidad de devolver la vida
a su concubina favorita, la fallecida señora Li.
Los
emperadores de dicha dinastía Han han pasado a los
anales de la historia por su nutrida corte de concubinas.
Durante su mandato, el emperador Wudi llegó a tener
más de 18.000, por lo que no era de extrañar
que el soberano apenas diera abasto para dispensarles sus
favores. El círculo de favoritas, empero, era mucho
más reducido, y entre ellas destacaba la señora
Li, quien desde su llegada al palacio ganó la admiración
imperial en atención a su demostrada sabiduría,
su belleza y su facilidad para el canto y el baile. Además,
la señora Li tuvo un hijo, uno de los seis hijos
varones del emperador.
Por
desgracia para ella, la salud no le fue propicia desde joven.
Todas las veces que el emperador le visitaba, rehusaba recibirlo,
alegando que: Siendo una mujer, no me atrevo a ver
a su majestad sin haberme peinado y maquillado. Si usted
realmente me aprecia, cuide de mis hijos y mis familiares.
Poco después, la señora Li murió. El
emperador se sintió desolado, con la imagen de la
desdichada Li clavada para siempre en la memoria. En consecuencia,
organizó un funeral con todo el protocolo que merecía
una emperatriz y supervisó personalmente el proceso
de reproducción de la imagen de la fallecida en una
pintura, la cual encargó a un pintor de la corte.
Colgó la pintura en el palacio y cada día
se lamentaba ante la misma, sin poder concentrarse en los
asuntos del gobierno.
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Viejo artesano construye
marionetas para sombras chinescas |
Las sombras chinescas tradicionales
todavía tienen cierto arraigo en las zonas rurales |
Supo
entonces que un nigromante llamado Li Shaowang, proveniente
de la provincia de Shandong, afirmaba ser capaz de evocar
el espíritu de la señora Li. De inmediato
recabó su presencia en el palacio. El espiritista
Li hizo instalar dos tiendas de tela blanca, una al lado
de la otra, en el patio del palacio, e invitó al
emperador a sentarse en una de ellas a media noche, a la
espera de la aparición de la señora Li en
la otra tienda. Una vez iniciado el rito, el emperador vio
asombrado cómo aparecía a contraluz en la
otra tienda una imagen de mujer que semejaba en cada movimiento
a la fallecida. Incapaz de contenerse, el emperador se avalanzó
sobre la silueta amada, gritando su nombre. Pero apenas
traspasó el umbral la luz se apagó, llevándose
consigo la imagen de la mujer. Conmovido con lo visto, el
emperador escribió un poema dedicado a su amada y
ordenó a los músicos de la corte que lo musicalizaran
y ejecutaran ante él. Este episodio aparece en varios
libros de historia de la dinastía Han, a veces de
modo simple; otras con lujo de detalles.
Historia
de las sombras chinescas
El acto
de Li tiene diferentes explicaciones. Algunos afirman que
se valió de una marioneta hecha con materiales especiales;
otros afirman que se usó una silueta de cuero. Sin
embargo, todo apunta hacia una combinación de mujer
real con la técnica de iluminación, para crear
un espectáculo de sombras, procedimiento
de amplio uso en las tradiciones populares previas a la
dinastía Han. Como se sabe, las sombras de las manos
proyectadas sobre una superficie fueron el método
de donde partió la creación de imágenes
que combinaban la luz con la ausencia de la misma. Según
registros históricos de la dinastía Han, las
damas de la corte solían dar forma de figuras humanas
y de animales a hojas arrancadas de los árboles,
con las cuales hacían luego juegos de sombras para
divertir a los niños. Este parece ser el punto de
partida de los posteriores espectáculos de sombras,
o de siluetas de cuero.
Pero
el mismo no logró desarrollarse de inmediato, pues
China entró en un período de caos y de constantes
cambios de poder durante los 300 años que siguieron
a la caída del emperio Han. Así hasta el siglo
VII, cuando la prosperidad de la dinastía Tang (618-907)
significó un bálsamo para el país.
Hay testimonio gráfico de que el emperador Gaozong
y la princesa Taiping daban rienda suelta su melancolía
haciendo espectáculos de sombras chinescas en el
palacio.
Sin
embargo, no fue hasta la dinastía Song (960-1279)
que este espectáculo dio lugar a una forma teatral
y entró en la vida cultural del pueblo. En los documentos
históricos de Song se describen espectáculos
de sombras chinescas, sus contenidos y la respuesta del
público. De tal suerte pulularon grupos teatrales
profesionales, que lo mismo actuaban en recintos cerrados
que en la calle, o las casas vecinales. En días festivos,
dichas agrupaciones salían a las grandes calles,
que se colmaban de gente, sin importar la lluvia o la nieve.
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Figura de un conejo |
Accesorios de sombras chinescas:
pagoda (centro) y colgantes de buena suerte |
Algunos
investigadores extranjeros sobre historia del cine sugieren
que en las sombras chinescas antiguas está el germen
de los elementos cinematográficos modernos, como
la iluminación, las imágenes móviles,
e incluso los efectos especiales. Dichas representaciones
pasaron a engrosar el acervo teatral por largo tiempo, aunque
su base fuera la luz. Las mismas fundían en sí
el fenómeno lumínico con la ópera folklórica,
creando un sello distintivo que con el tiempo se explotó
comercialmente. Si se obvia la diferencia entre actores
reales y marionetas, puede decirse que no había frontera
entre teatro y sombras en cuanto a contenido, acompañamiento
musical y estilo de canto. Los personajes de las siluetas,
además, seguían un patrón de representación
tomado de los actores y actrices de carne y hueso de las
operas folklóricas.
Dotados
de gran movilidad y capacidad para adaptarse a cada escenario,
estos grupos artísticos solían contar con
un cantante principal capaz de entonar diferentes voces
y dos músicos, uno que ejecutaba instrumentos de
cuerda y viento para papeles de civiles, y otro encargado
de las percusión en escenas de artes marciales. Los
actores eran llamados tixian, y en sus manos quedaba manipular
las siluetas con varillas, o cambiar de lugar las figuras
fijas ubicadas en el escenario.
Características
artísticas
Las
sombras chinescas fueron muy populares en las provincias
de Hebei, Henan, Shandong, Shanxi, Shaanxi, Gansu, Zhejiang,
Liaoning y el municipio de Beijing. Según el lugar,
así variaban los materiales usados para confeccionar
las marionetas. La mayor diferencia, sin embargo, residía
en el estilo de canto, que respondía a los cuentos,
leyendas y diversas formas de la ópera folklórica.
Al principio, se usó papel y seda para las siluetas,
pero sus efectos no eran buenos, por lo cual se sustituyeron
en algún momento por el cuero de res, oveja y asno.
Este último se consideraba el material ideal, por
su transparencia y flexibilidad. Aún así,
lograr ambas cualidades en la piel del pollino no era cosa
de coser y cantar. Se precisaba remojar el cuero en agua
por unos días antes de limpiarlo y pelarlo, hasta
dejarlo como una lámina delgada y transparente. Luego
se ponía a secar a la sombra, fuertemente estirado
sobre un marco de madera. Más tarde se fijaban las
siluetas con clavos y se cortaban las mismas. Se les planchaba
y aplicaba una capa de aceite protector. Finalmente se cosían
las articulaciones con hilo y se montaban sobre varillas.
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Militares montados a caballo |
Imagen del demonio devenido
carpa |
El resultado
era una verdadera obra de arte, en la cual estaban presentes
expresiones independientes como el poema oral folklórico,
la pintura y la técnica de papel recortado. Una silueta
de ser humano se componía por lo general de cabeza,
cuerpo superior, cuerpo inferior, piernas, brazos y manos.
La cabeza se insertaba sobre el cuerpo superior y constituía
el elemento más importante. Para papeles similares,
apenas se necesitaba cambiar de cabeza. Por consiguiente,
no era raro que en los baúles de los grupos de sombras
chinescas se mezclaran más de mil cabezas diferentes
que se combinaban con 200 a 300 cuerpos. Las cabezas se
elaboraban en forma de perfiles laterales o frontales, acudiendo
a estereotipos de la ópera folklórica, dotadas
de la exageración lógica que requiere un arte
bidimensional.
Las
siluetas de cuero podían preservarse por largo tiempo,
y con frecuencia se convertían en pieza de coleccionistas.
Hoy quedan algunas hechas en las dinastías Ming y
Qing. Para su cuidado se ha organizado un proyecto de rescate
de las artes tradicionales, como parte del cual se han declarado
a dichas piezas en peligro de extensión.
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