Bellezas
de carne y celuloide
Por
WU SHOUZENG
Desde
sus albores, el cine chino ha contado con legiones de bellas
actrices, capaces de hacer soñar a millones de compatriotas
con su presencia en la gran pantalla, y con las leyendas
que han alimentado fuera de ella
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Hu Die, gran diva de los
años 30 |
Ruan Lingyu |
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Pregúntesele
al anciano chino promedio sobre sus mayores impresiones
de juventud y casi seguro responderá citando un viejo
filme. A tal grado han calado las imágenes en movimiento
entre varias generaciones de este país.
Ir
al cine significaba ver a bellas estrellas y contemplar
¢chicas modernas¢, recuerda el anciano Hao
Licai, de 82 años, al evocar el cine chino de los
años 20 y 30 del siglo pasado.
Me
apasionaba tanto por mis ídolos de cine como lo hace
mi nieta actualmente, afirma Li Zi¢er, una shanghainesa
de 88 abriles, mientras contempla una foto de Wang Hanlun,
primera estrella del cine chino. En su juventud, Li vio
seis veces la película El huérfano rescata
a su abuelo (1923) protagonizada por esta luminaria.
La primera
generación de estrellas femeninas ejerció
una enorme influencia sobre una sociedad dominada tradicionalmente
por el hombre. Sus imágenes comenzaron a invadir
publicidades y carteles, y sus voces inundaban la radio,
promoviendo un sinfín de productos. Estas pioneras
demostraron a sus coetáneas que la mujer moderna
no tiene por qué amilanarse ante prejuicios; por
el contrario, debe bregar porque salga a flote su personalidad
y pensamiento.
Ruan
Lingyu, la Marylin Monroe de Shanghai
Fueron
estas actrices precisamente o al menos una buena parte
de ellas quienes desde la pantalla promovieron el
uso de la moda occidental: zapatos de tacón alto
y medias de seda, cejas depiladas y arregladas en un ligero
arco, boquitas pintadas en forma de corazón y cabello
corto y ondulado. Excepción entre las actrices europeizadas
fue la diva del cine mudo Ruan Lingyu, una mujer dotada
de una mística belleza oriental. Sus personajes encarnaban
las virtudes tradicionales chinas. Fuera de la pantalla
usaba el tradicional qipao y se desenvolvía como
la personificación misma del garbo oriental. Su máxima
ambición era vivir felizmente con un buen hombre.
El carisma y atractivo sexual de Ruan Lingyu actuaron como
especie de bálsamo mental para millones de almas
chinas, que pasaron por incontables sufrimientos durante
la guerra de resistencia contra la agresión japonesa.
Sus cualidades y su biografía han sido comparadas
con las de la estadounidense Marilyn Monroe, pues ambas
sucumbieron en plenitud de facultades, físicas e
histriónicas, bajo los embates de numerosas y aún
imprecisas presiones. El suicidio fue el camino escogido
por las dos para apartarse de un mundo que las empujaba
sin remedio contra la pared. Sus muertes misteriosas las
vinculan, creando un vínculo inefable entre los iconos
de la feminidad del Oriente y el Occidente. Ruan Lingyu
dejó una simple nota: Los rumores infundados
son temibles, poco antes de tomar una dosis excesiva
de tranquilizantes. El 14 de mayo de 1935, 300.000 admiradores
siguieron su cortejo fúnebre por las calles de Shanghai,
para rendir un homenaje postrero a la sufrida diva, cuyas
alas se había calcinado trágica y tempranamente
en las llamas del morbo social. Otra víctima de los
rumores infundados.
Zhang
Ruifang: estrella feminista
No fue
hasta la fundación de la República Popular
China, en 1949, que la nueva mujer apareció
en la pantalla. La Nueva China abolió la discriminación
por concepto de sexo y promulgó leyes que garantizaban
la igualdad de género. El gobierno estimuló
la incorporación de la mujer a una amplia esfera
de sectores y ocupaciones, sobre todo aquellos en los que
hasta entonces sólo participaban hombres. Buena parte
de las películas de esta etapa fundacional estaba
permeada de este empuje feminista.
Zhang
Ruifang no era muy guapa, pero su excepcional desempeño
como Li Shuangshuang, en el filme homónimo de 1962,
la catapultó en seguida al estrellato. Esta cinta
devino clásico del período, al describir una
nueva imagen de la mujer rural. En la película, Li
Shuangshuang escandaliza a los aldeanos al colgar un cartel
en sus predios con la inscripción Mi desafío
a los hombres. Ni corta ni perezosa, compitió
con sus vecinos del otro sexo en los trabajos pesados, rechazando
el papel tradicional de la mujer como ama de casa, madre
y sirvienta. Li se mostraba activa en el trabajo de la comunidad
y se esforzaba en la superación cultural, sin preocuparse
de la opinión ajena. Li Shuangshuang fue modelo para
millones de chinas. La fama tocó con su elusivo beso
a Zhang Ruifang, quien con este papel se alzó en
1963 con el premio de las Cien Flores --el equivalente en
la China de entonces al Oscar de Hollywood.
Artimañas
femeninas y consuelo en la pantalla
Durante
el período de aislamiento en que, por espacio de
30 años, se sumió la República Popular
China, las estrellas de cine quedaban obligadas a esconder
su encanto femenino, para develarlo sólo cuando se
desempeñaban como espías del Kuomintang, concubinas
de hombres ricos, o en papeles secundarios. Las heroínas
debían ser siempre mujeres esencialmente vitales,
de cejas tupidas y ojos grandes, con ropas neutrales. No
por gusto el público, lleno de anhelos estéticos
frustrados en la cotidianeidad, se solidarizaba con las
pequeñas apariciones en pantalla. Las mujeres las
imitaban.
Por
un tiempo primó cierta tendencia entre las jóvenes
a lavarse los cabellos antes de ir a cine el sábado
por la noche. Cuando llegaban a la sala de proyección,
aún llevaban el pelo húmedo cayendo sobre
los hombros. Este proceder no pasaba inadvertido a otros
asistentes a la función, entre los cuales no faltaba
algún chusco que, señalando de dedo a la imitadora,
dijera:!Eh, mira a ésta! Se quiere parecer
a la ¢Pequeña Paloma Blanca¢. Tal
era el apodo que recibía una enfermera en la película
Mar de bosque en tierra de nieve (1960), quien se
sumaba a un destacamento del Ejército Popular de
Liberación que marchaba a luchar contra los bandidos
escondidos en las montañas del noroeste de China.
En una escena del filme, la chica entra en el dormitorio
del hombre de quien está enamorada, con el pelo recién
lavado y los hombros mojados. Otra tendencia se dio a partir
de la exhibición de una película en la cual
una espía femenina del Kuomintang baila la rumba.
Esto bastó para que automáticamente todos
los jóvenes se dieran a bailar en secreto --escondidos
en sus casas vecinales-- este contagioso ritmo cubano.
Durante
los 10 años de la revolución cultural
(1966-1976), la mujer aparecía en pantalla como un
ser tan revolucionario como asexual. El estilo de pelo recto
de la heroína de la película de la Opera de
Beijing Montaña de azalea, se convirtió en
la moda. En el cine de este período desaparece la
belleza femenina.
Zhang
Ziyi: La nueva cara china de Hollywood
Zhang
Ziyi saltó al estrellato de Hollywood con su papel
de protagonista en Memorias de una Geisha, de Steven Spielberg.
Ha sido la única actriz de China invitada como huésped
de honor a la ceremonia de los Oscar, y su foto ha aparecido
en las portadas de diversas revistas internacionales. Sus
admiradores se refieren a ella como la perla del oriente,
y su reputación internacional anda pareja a la de
Gong Li y Maggie Cheung. Pese a que habla poco inglés,
es sin duda alguna la actriz más internacional en
la China actual.
Su ascenso
al olimpo hollywoodiano tiene mucho que ver con su labor
junto al director Zhang Yimou, a principios de su carrera
profesional. A partir de entonces, Zhang Ziyi trabajó
con directores famosos de Hong Kong y Taiwan, hasta terminar
en la nómina del estadounidense Steven Spielberg.
Su meteórica carrera le ha permitido despojarse de
todo vestigio de timidez y reserva. Actualmente se muestra
atrevida, franca y persistente en sus objetivos. Por otra
parte, ha devenido figura polémica. Sus seguidores
se maravillan de su apariencia de bella niña mimada
y de su capacidad para llegar a la cima en poco tiempo.
Sus detractores, por otro lado, la califican de agresiva
y señalan lunares en sus capacidades para la actuación.
Sobre ella dice su antiguo mecenas, Zhang Yimou: Cuando
conocí a Zhang Ziyi, era una estudiante universitaria
de 19 años, que sabía poco sobre el mundo
de cine; era ingenua e inocente en muchos sentidos. Si logra
sobreponerse al utilitarismo a que empuja esta industria,
le auguro un futuro brillante.
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