ABRIL
2005


De buen humor

Un hombre que cargaba una larga pértiga se aproximó a una puerta en la localidad de Lu. Primero intentó penetrar en el inmueble llevando la vara verticalmente, pero le fue imposible. La colocó horizontalmente y el resultado fue el mismo. Se sintió perdido. En eso un anciano se aproximó y le dijo:  No soy sabio, pero ¡qué no habré visto!  ¿Por qué no cortas la pértiga a la mitad para poder entrar?  El aludido no perdió tiempo y muy dispuesto siguió el consejo del viejo.

Dos intelectuales venidos a menos fantaseaban sobre manjares y descanso. Uno de ellos dijo: Durante toda mi existencia me he visto privado del alimento y el sueño. Cuando triunfe comeré y dormiré como Dios manda. Después de dormir volveré a comer". El otro  comentó: "Eso no va conmigo. Yo comeré primero, y luego seguiré comiendo. ¿A qué viene perder el tiempo en dormir?"   

En cierta ocasión Yu Gong se emborrachó como una cuba. Luego se acercó a la casa del consejero Lu y vomitó justo a la puerta. El portero le regañó en duros términos: ¿Qué clase de animal eres que te vomitas en la puerta ajena? Esta es una puerta antigua. ¿Acaso no lo ves?  Gong señaló su propia boca diciendo. "Precisamente. ¿No notas lo vieja que se ha puesto mi boca también?" 

 

La Sra. Liu, esposa de Xu Yifang, alardeaba constantemente de su pureza y castidad. En cierta ocasión, y luego de estar ausente todo un año,  Yifang regresó a casa de repente. Le dijo a su esposa: “Cuando te aburrías aquí a solas,  ¿ibas de visita a casa de nuestros familiares en el barrio?” Liu respondió: “Desde que te fuiste cerré la casa  cal y canto y me mantuve dentro. Nunca puse un pie afuera.” Yifang suspiró: “!Dios mío!” y le preguntó  cómo se había entretenido. La esposa respondió: “De vez en cuando escribía un poema para expresar mis sentimientos.” Yifang no cabía en sí de gozo y le pidió mostrarle los poemas. Al abrir el pliego que recogía los textos, el primer título que leyeron sus ojos fue:  “Invitación al monje de enfrente en una noche de luna, para una conversación agradable.”

Alguien escribió a un ricacho pidiéndole prestado el buey. El dueño del animal estaba atendiendo en ese momento a un huésped y decidió ocultarle que no sabía leer. Pavoneándose, rompió el sello, miró la nota con indiferencia y dijo: "Iré en persona".

n