ABRIL
2005


Historia de un amor extraordinario

 

Por YU XIANGJUN

Cada año, cuando se abren las flores silvestres en las praderas de Ma Qu, en la provincia de Qinghai, la joven pareja que forman Karko y Kate retorna a estos lares como aves migratorias. Karko nació en el seno de una familia pastora bondadosa y honrada de  la región autónoma del Tíbet. Kate, procede de una familia de banqueros de Londres, Inglaterra. Los jóvenes tienen dos casas, una en Londres y otra en Ma Qu, en las cuales pasan de forma respectiva el otoño y el verano.

No lejos del norte de la capital del distrito de Ma Qu, una edificación sobresale entre el estilo arquitectónico típico tibetano. Está construida con ladrillos rojos y en su estructura armonizan la usanza tradicional tibetana y la británica. Distribuidos con orden y buen tino en su interior se ven mesitas de chimenea, un sofá de rancia hechura inglesa, una  tetera de bronce, una  alfombra y el indispensable molinillo giratorio que se usa para orar en la región tibetana, entre otros objetos domésticos.

En esta confortable morada, este matrimonio ha pasado ya siete veranos, una parte de ellos junto a su hijo de cinco años de edad. En ella han recibido asimismo frecuentes visitas de los padres y hermanos de Karko. Hacía un día espléndido cuando esta peculiar familia me recibió en su amplio patio para realizar esta entrevista.

 Karko es un mocetón fornido de carácter sereno, que para la ocasión vestía una camiseta y pantalón de vaqueros. Su pelo lacio quedaba anudado sobre su nuca en una “cola de caballo,” lo que le  hacía parecer un artista urbano. Kate es una mujer blanca y bella, de pelo rubio y ojos azules y brillantes. Llevaba una falda al estilo tibetano, con algunos ornamentos simples. Goinbao Gyaibo, un niño ingenioso y simpático, jugaba corriendo de un lado a otro en el patio; los padres y hermano de Kate miraban la televisión en la sala de estar y los padres de Karko se ocupaban de los quehaceres domésticos. La vida familiar rezumaba armonía y calor.

¿Qué puede explicar que estos dos jóvenes hayan decidido formar una familia a pesar de la distancia física y las diferencias culturales que les separaban? - Tal vez ha sido el destino – repusieron ambos al unísono y con firmeza. 

Kate hablando de su libro

Por espacio de generaciones, los ancestros de Karko vivieron en la pradera de Ma Qu, donde sus padres criaron a ocho hijos, seis varones y dos mujeres. Karko es el tercero. Según la tradición de los tibetanos, en la familia de más de dos hijos varones, los padres esperan que uno de ellos se haga lama y profese el budismo. Desde niño, el padre de Karko colocó sus esperanzas en él, reconociendo que el pequeño estaba dotado de  inteligencia natural.

Desde sus primeros años Karko dedicaba buena parte de su tiempo a la lectura, demostraba agilidad mental y profesaba el budismo, pero su visión del mundo no se acomodaba del todo al molde que venía horneando su padre. Karko soñaba con conocer el mundo exterior.

En 1989, cuando Karko tenía 18 años y estaba  a punto de graduarse de la enseñanza preuniversitaria, su padre volvió a insistir con sus preferencias, pero el muchacho no estuvo de acuerdo y  decidió abandonar la casa para irse a Lhasa, capital de la región autónoma del Tíbet, a unos mil kilómetros de distancia de su pueblo natal.

Como no  llevaba ni un centavo en los  bolsillos, se vio precisado a ganarse el sustento con trabajos ocasionales, mientras proseguía su marcha a occidente. Hoy se sorprende tratando de calcular cuántas jornadas hizo a pie y cuántas montañas atravesó.

Para su suerte, unos días después de su llegada a Lhasa,   conoció  por casualidad a un erudito proveniente de la India, quien le invitó a su país. Allí empezó a estudiar inglés mientras se dedicaba a algunas labores temporales. Más tarde, decidió aprender técnicas de producción y redacción de telenovelas.

Durante sus años en el extranjero, Karko no dejó un día de extrañar a sus padres y amistades. En cierta ocasión decidió explorar la posibilidad de que su padre le perdonara y le escribió una carta. En la respuesta, su padre no mencionó ni una palabra del asunto pasado; se limitó a contarle que todos los días iba al templo a orar por él desde el momento en que abandonó la casa. Al leerlo, Karko rompió a llorar y tomó la decisión de volver a casa en algún momento.

Familia feliz

Justo ese año conoció a Kate, durante un viaje realizado por la India junto a varios amigos, y se enamoró de ella a primera vista, y por su carácter abierto, su inteligencia y belleza. A pesar de la distancia geográfica que mediaba entre ellos, continuaron carteándose frecuentemente. Un mes más tarde, empujada por el amor,  Kate volvió al lado de su recién descubierto amor.

Cuando se enteraron de que su hija iba a casarse con un oriental, ni cortos ni perezosos, los padres de Kate tomaron el avión y llegaron  a la India a principios de 1994, con el fin de conocer más de cerca a su futuro yerno. Tras una charla de toda la noche, los padres quedaron muy satisfechos con el jovencito oriental.

Antes de su regreso a Inglaterra, los progenitores de la chica les aconsejaron desarrollarse en uno de sus países natales, ya que la India no era patria de ninguno de ellos. Si seguían viviendo en ese lugar, el porvenir podría depararles muchas dificultades.

Poco tiempo después de llegar a Inglaterra, se casaron. Kate empezó a trabajar en una editorial como diseñadora y Karko se dedicó a realizar cortos para la televisión. De su empeño salió la exitosa  película Una familia pastora, que tuvo una calurosa acogida de público tras ser transmitida por la pequeña pantalla. Gracias al mejoramiento económico logrado con los esfuerzos conjuntos de  varios años, la pareja pudo comprar una casa con patio en Inglaterra.

En 1998, diez años después de su salida de casa, Karko por fin retornó, ahora junto a su querida esposa, a la pradera y al lado de sus padres, a quienes había añorado día y noche.

Al ver su hijo y nuera, la madre de Karko no pudo contener su emoción. Acogió a Kate como si fuera su propia hija.

Los padres de Kate también se sintieron a gusto en un seno familiar cálido y amable, y con la extensa pradera, las ovejas y bueyes que pastaban en las colinas. Según sus propias palabras, todo parecía un cuento infantil que se les colaba en el corazón.

El padre y el hermano de Kate vienen desde Inglaterra hasta Ma Qu a visitar la familia

Durante medio año de vida feliz en Ma Qu, Kate se acostumbró sin sobresaltos a la vida local y empezó a aprender el idioma tibetano y equitación. Otras veces se iba con su marido a visitar parientes y amigos y a hacer turismo. Antes de llegar al Tíbet, había leído muchos libros sobre el lugar y presenciado varias óperas tibetanas. Muy apasionada por la historia, leyendas, cuentos sobre héroes y los hábitos y costumbres étnicos, decidió escribir un libro o algunos artículos para dar a conocer a más gente sobre la pradera de Ma Qu,  la nacionalidad tibetana y el oeste de China.

Llegado el otoño, Karko y su esposa debieron volver a Inglaterra, pero con la intención de  dejar de  trabajar en la editorial y empezar a redactar lo que habían visto y experimentado en la pradera de Ma Qu. Cuando sus artículos se publicaron en un periódico de Inglaterra, los mismos fueron muy bien acogidos por los lectores.

En 2000, Kate logró publicar el Cuento sobre el amor de una nuera  tibetana, en un volumen de 305 páginas. En la portada aparecía una foto de Kate vestida con el traje típico tibetano y su cabeza ataviada con ornamentos regionales. En el interior, estaban insertadas unas fotos de su hijo y marido.

Cada vez que regresa de sus vacaciones en Ma Qu, Kate encuentra nueva inspiración para escribir sus obras. Según ella, los cuentos folklóricos y los hábitos y costumbres de la nacionalidad tibetana están repletos de encantos. Todos los paisajes naturales, personajes famosos, lamas y templos constituyen para ella valiosos materiales para elaborar documentales televisivos que pueden tener éxito en su país.

Actualmente, Kate está escribiendo una obra literaria infantil y al mismo tiempo redactando una telenovela sobre  la vida de los pastores tibetanos. Su deseo es que algún día pueda ser tan exitosa como la autora de Harry Potter, J.K Rowling.

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