AGOSTO
2004


El abrazo de los gigantes comenzó con un mordisco

Por GUO LINGXIA e ISIDRO ESTRADA

Cuenta que en su visita de Estado a Brasil, en 1993, el ex presidente chino Jiang Zemin tuvo un encuentro cercano con la gloria culinaria. Cuando sus anfitriones le invitaron a probar un delicioso churrasco brasileño apostaron a que el huésped experimentaría lo más cercano a la entrada en un remanso celestial.

Pasados diez años, la degustación del tradicional asado no ha devenido en rigor una catapulta a las alturas. Mas la trascendencia de aquel bocado puede aquilatarse sopesando la envergadura del reciente abrazo comercial y geoestratégico entre China y Brasil, respectivos gigantes en sus áreas geográficas.

Otro chino, el filósofo Laozi, afirmó que la andadura de todo sendero - no importa cuán prolongado- comienza con un pequeño paso. Comparativamente, la incursión gastronómica del presidente Jiang equivale a un primer atisbo, precursor de un posterior acuerdo bilateral para abrir una churrasquería conjunta en Beijing, en 1994. Desde entonces la cooperación y los intercambios comerciales se multiplicaron en todos los frentes, con especial énfasis en la colaboración para la manufactura de satélites y la investigación en el espacio.

Pero en la Tierra, específicamente en la que ocupan unos 12 millones de beijineses, la señal más evidente de presencia brasileña en China desde entonces ha sido la Churrasquería Beijing-Brasil. A punto de cumplir 10 años de fundado, el establecimiento ubicado en la céntrica avenida de Chang’an, sigue empeñado, como objetivo primordial, en promover la cultura alimentaria del país sudamericano en la nación asiática, según enfatiza en entrevista con China Hoy su gerente, Celio Cella.

A éste le sobran razones para el regocijo. Como parte de los festejos por su primera década, el restaurante recibió a fines de mayo a un huésped especial: el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien durante su visita estatal a China almorzó en el local. Allí Lula también celebró junto a su esposa 30 años de matrimonio. En diciembre de 1995, había tocado al entonces mandatario Fernando Henrique Cardoso ser el comensal de honor.

Lula no tenía mucho apetito ese día, rememora Cella, pues aunque probó el churrasco de cuadril, las costillas, la falda y el lomo de res, lo hizo en pequeñas cantidades, completando la comida con frutas. En la sobremesa, el presidente alabó la función del restaurante, calificándolo de ventana a la cultura brasileña para los chinos.

Para el gerente, la presencia presidencial en sus fueros evidencia con creces la importancia que su gobierno otorga a este tipo de empresas de cara a la consolidación de la confianza bilateral.

Amén de huéspedes tan distinguidos como excepcionales, la churrasquería cuenta con una clientela consuetudinaria. De ella, el 80% son chinos, indica Cella echando mano a cifras exactas. Algunos comen aquí hasta cuatro o cinco veces por semana. El 20% restante son extranjeros, en su mayoría diplomáticos de las embajadas acreditadas en Beijing.

En la actualidad, la capital china acoge a más de diez restaurantes de carne asada de Brasil. Pero ninguno es tan auténtico como la Churrasquería que dirige Celio Cella, como pudimos comprobar personalmente. Quizás por ello ha resistido una década en una de las ciudades de más reñida competencia gastronómica internacional. Las quiebras y cierres han sido parte del menú de muchos otros, lo que afecta por igual a los 400 locales que se dicen brasileños por todo el país.

Malas imitaciones en manos de empresarios privados chinos en numerosos casos, estos restaurantes suelen perder el favor del público con rapidez cuando se les escabullen sabor y calidad genuinos. Al final, no queda más opción que la clausura. Sólo en Shanghai, apunta el gerente, 20 de un total de 80 han desaparecido por esa razón.

De la sorpresa a la empresa

El hoy Ministro de Industria, Comercio y Desarrollo de Brasil, Luis Fernando Burlan, no necesitó de muchos argumentos en 1993 para comprender el filón positivo de abrir una churrasquería en Beijing. Por otra parte, una respuesta negativa no parecía opción viable para su interlocutor. Jiang Zemin, recién concluida la sorpresa culinaria ofrecida por sus anfitriones, le sugería aliarse con el Ministerio de Agricultura chino, con inversiones a partes iguales, para conseguir que la denominada cocina gaucha llegara a sus compatriotas. Con las preliminares del proyecto en el portafolio, Burlan hizo rodar el ovillo. En aquel entonces no había entrado al gabinete, y ocupaba la presidencia de Sadia, el mayor conglomerado brasileño de alimentos, que posee los derechos de explotación por la parte brasileña. Una vez incorporado al equipo de gobierno de Lula, y cumpliendo con lo establecido en su país, Burlan dejó las riendas de la empresa, pues no se puede ser ministro y empresario a la vez.

A pesar de sus éxitos, Sadia no se pronuncia por aumentar, al menos de inmediato, el número de sus restaurantes, dice Cella. Apuesta, eso sí, por traer al gigante asiático todo lo que el mismo pueda asimilar de los 600 renglones alimentarios, desde carnes a precocidos, que la empresa produce hoy. Éste, confirma Cella, es nuestro segundo y no menos fundamental objetivo.

No todo es color de rosa

Sin embargo, antes de que las ventas de alimentos a China sean una realidad, habrá que remover algunas piedras. Cuando el restaurante cumplía su quinto aniversario, un brote de fiebre aftosa se desató en Brasil, lo que compulsó a las autoridades chinas a decretar un embargo a todas las importaciones de carnes desde Brasil. A estas alturas la medida sobrevive, por lo que la Churrasquería ha optado por nutrirse con proveedores locales de costilla, lomo y entrepierna, cuyas ofertas, admite Cella, no son tan buenas como los originales. Por lo pronto, a los exportadores no les queda otra opción que esperar.

Y ¿quién va a tomar café?

Pero mientras las carnes se quedan colgadas del otro lado del mundo, el sector brasileño de las infusiones aspira a desbordar las tazas de los chinos. El incremento sustancial en la capacidad adquisitiva promedio del ciudadano chino, así como el vuelco que se está operando en sus patrones de consumo han devenido ensueño de los productores brasileños de café instantáneo. Como ya hicieron con éxito en Japón –que hoy es el tercer consumidor de café en el mundo-, éstos aguardan a que los chinos depongan un tanto su predilección por el té, a favor del néctar oscuro. No en balde, la nutrida comitiva de hombres de negocios que secundaron a Lula iba cargada de miles de bolsitas de muestra para distribuir a diestra y siniestra.

Si algo han aprendido los brasileños en estos años –y con ellos medio mundo– es la importancia que otorga el chino a la mesa. A la vera del buen condumio, los hijos de la tierra de Confucio sellan pactos, dirimen conflictos, componen entuertos y enlucen las más opacas perspectivas. Y si lo que se trata es de ponerse de acuerdo sobre comercio con el yantar mismo, las posibilidades de éxito se duplican. Lo que comenzó con un mordisco de exquisito churrasco bien puede tener su colofón en una humeante y aromática taza de café.

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