El
abrazo de los gigantes comenzó con un mordisco
Por GUO LINGXIA e ISIDRO ESTRADA
Cuenta que en su visita de Estado a Brasil, en 1993, el
ex presidente chino Jiang Zemin tuvo un encuentro cercano
con la gloria culinaria. Cuando sus anfitriones le invitaron
a probar un delicioso churrasco brasileño apostaron
a que el huésped experimentaría lo más
cercano a la entrada en un remanso celestial.
Pasados diez años, la degustación del tradicional
asado no ha devenido en rigor una catapulta a las alturas.
Mas la trascendencia de aquel bocado puede aquilatarse sopesando
la envergadura del reciente abrazo comercial y geoestratégico
entre China y Brasil, respectivos gigantes en sus áreas
geográficas.
Otro chino, el filósofo Laozi, afirmó que
la andadura de todo sendero - no importa cuán prolongado-
comienza con un pequeño paso. Comparativamente, la
incursión gastronómica del presidente Jiang
equivale a un primer atisbo, precursor de un posterior acuerdo
bilateral para abrir una churrasquería conjunta en
Beijing, en 1994. Desde entonces la cooperación y
los intercambios comerciales se multiplicaron en todos los
frentes, con especial énfasis en la colaboración
para la manufactura de satélites y la investigación
en el espacio.
Pero en la Tierra, específicamente en la que ocupan
unos 12 millones de beijineses, la señal más
evidente de presencia brasileña en China desde entonces
ha sido la Churrasquería Beijing-Brasil. A punto
de cumplir 10 años de fundado, el establecimiento
ubicado en la céntrica avenida de Changan,
sigue empeñado, como objetivo primordial, en promover
la cultura alimentaria del país sudamericano en la
nación asiática, según enfatiza en
entrevista con China Hoy su gerente, Celio Cella.
A éste le sobran razones para el regocijo. Como
parte de los festejos por su primera década, el restaurante
recibió a fines de mayo a un huésped especial:
el presidente Luiz Inacio Lula da Silva, quien durante su
visita estatal a China almorzó en el local. Allí
Lula también celebró junto a su esposa 30
años de matrimonio. En diciembre de 1995, había
tocado al entonces mandatario Fernando Henrique Cardoso
ser el comensal de honor.
Lula no tenía mucho apetito ese día, rememora
Cella, pues aunque probó el churrasco de cuadril,
las costillas, la falda y el lomo de res, lo hizo en pequeñas
cantidades, completando la comida con frutas. En la sobremesa,
el presidente alabó la función del restaurante,
calificándolo de ventana a la cultura brasileña
para los chinos.
Para el gerente, la presencia presidencial en sus fueros
evidencia con creces la importancia que su gobierno otorga
a este tipo de empresas de cara a la consolidación
de la confianza bilateral.
Amén de huéspedes tan distinguidos como excepcionales,
la churrasquería cuenta con una clientela consuetudinaria.
De ella, el 80% son chinos, indica Cella echando mano a
cifras exactas. Algunos comen aquí hasta cuatro o
cinco veces por semana. El 20% restante son extranjeros,
en su mayoría diplomáticos de las embajadas
acreditadas en Beijing.
En la actualidad, la capital china acoge a más de
diez restaurantes de carne asada de Brasil. Pero ninguno
es tan auténtico como la Churrasquería que
dirige Celio Cella, como pudimos comprobar personalmente.
Quizás por ello ha resistido una década en
una de las ciudades de más reñida competencia
gastronómica internacional. Las quiebras y cierres
han sido parte del menú de muchos otros, lo que afecta
por igual a los 400 locales que se dicen brasileños
por todo el país.
Malas imitaciones en manos de empresarios privados chinos
en numerosos casos, estos restaurantes suelen perder el
favor del público con rapidez cuando se les escabullen
sabor y calidad genuinos. Al final, no queda más
opción que la clausura. Sólo en Shanghai,
apunta el gerente, 20 de un total de 80 han desaparecido
por esa razón.
De la sorpresa a la empresa
El hoy Ministro de Industria, Comercio y Desarrollo de
Brasil, Luis Fernando Burlan, no necesitó de muchos
argumentos en 1993 para comprender el filón positivo
de abrir una churrasquería en Beijing. Por otra parte,
una respuesta negativa no parecía opción viable
para su interlocutor. Jiang Zemin, recién concluida
la sorpresa culinaria ofrecida por sus anfitriones, le sugería
aliarse con el Ministerio de Agricultura chino, con inversiones
a partes iguales, para conseguir que la denominada cocina
gaucha llegara a sus compatriotas. Con las preliminares
del proyecto en el portafolio, Burlan hizo rodar el ovillo.
En aquel entonces no había entrado al gabinete, y
ocupaba la presidencia de Sadia, el mayor conglomerado brasileño
de alimentos, que posee los derechos de explotación
por la parte brasileña. Una vez incorporado al equipo
de gobierno de Lula, y cumpliendo con lo establecido en
su país, Burlan dejó las riendas de la empresa,
pues no se puede ser ministro y empresario a la vez.
A pesar de sus éxitos, Sadia no se pronuncia por
aumentar, al menos de inmediato, el número de sus
restaurantes, dice Cella. Apuesta, eso sí, por traer
al gigante asiático todo lo que el mismo pueda asimilar
de los 600 renglones alimentarios, desde carnes a precocidos,
que la empresa produce hoy. Éste, confirma Cella,
es nuestro segundo y no menos fundamental objetivo.
No todo es color de rosa
Sin embargo, antes de que las ventas de alimentos a China
sean una realidad, habrá que remover algunas piedras.
Cuando el restaurante cumplía su quinto aniversario,
un brote de fiebre aftosa se desató en Brasil, lo
que compulsó a las autoridades chinas a decretar
un embargo a todas las importaciones de carnes desde Brasil.
A estas alturas la medida sobrevive, por lo que la Churrasquería
ha optado por nutrirse con proveedores locales de costilla,
lomo y entrepierna, cuyas ofertas, admite Cella, no son
tan buenas como los originales. Por lo pronto, a los exportadores
no les queda otra opción que esperar.
Y ¿quién va a tomar café?
Pero mientras las carnes se quedan colgadas del otro lado
del mundo, el sector brasileño de las infusiones
aspira a desbordar las tazas de los chinos. El incremento
sustancial en la capacidad adquisitiva promedio del ciudadano
chino, así como el vuelco que se está operando
en sus patrones de consumo han devenido ensueño de
los productores brasileños de café instantáneo.
Como ya hicieron con éxito en Japón que
hoy es el tercer consumidor de café en el mundo-,
éstos aguardan a que los chinos depongan un tanto
su predilección por el té, a favor del néctar
oscuro. No en balde, la nutrida comitiva de hombres de negocios
que secundaron a Lula iba cargada de miles de bolsitas de
muestra para distribuir a diestra y siniestra.
Si algo han aprendido los brasileños en estos años
y con ellos medio mundo es la importancia que
otorga el chino a la mesa. A la vera del buen condumio,
los hijos de la tierra de Confucio sellan pactos, dirimen
conflictos, componen entuertos y enlucen las más
opacas perspectivas. Y si lo que se trata es de ponerse
de acuerdo sobre comercio con el yantar mismo, las posibilidades
de éxito se duplican. Lo que comenzó con un
mordisco de exquisito churrasco bien puede tener su colofón
en una humeante y aromática taza de café.
|