La
singular experiencia de comer tejas
Por WEN BIAN
En Beijing son muchas las personas que hoy invierten en
bienes inmuebles. A las que poseen de dos a diez viviendas,
y viven de su renta, se les conoce como caseros profesionales,
mismos que en el pasado eran descritos como los que
comen tejas. Shu Kexin, quien comenzó su vida
empresarial dedicándose al comercio internacional,
nunca imaginó que un día se convertiría
en una persona que come tejas.
Al entrevistarla, Shu Kexin me dijo: En realidad,
nunca pensé en eso. Cuando estalló la crisis
financiera de Asia en 1997, no tenía donde invertir
mi dinero, para el cual esperaba encontrar un destino relativamente
estable. Después de comprar un apartamento, me percaté
de que éste estaba situado en un buen terreno, por
lo que compré otro. Como me fue fácil arrendarlo,
enseguida compré otro más, y así sucesivamente.
De hecho, en ese tiempo era el mercado el que me impulsaba
a actuar. Creo que el mercado es la mejor brújula
para todos.
En 1997, cuando Shu Kexin empezó a invertir en bienes
inmuebles, el mercado de inversión de Beijing, donde
participaban principalmente empresarios extranjeros experimentó
un cambio estructural. Influidos por la tempestad financiera
asiática, el alquiler y la venta de viviendas experimentaron
una sensible baja en Beijing, lo que condujo dicho mercado
a su punto más bajo. A la par, numerosos inversores
del país comenzaron a avizorar un filón en
la demanda del mercado beijinés y la perspectiva
de inversión en el mismo. Aprovechando esta oportunidad,
muchos de ellos, incluida Shu Kexin, se decidieron a penetrar
el mercado capitalino apoyándose en sus cuantiosos
fondos adquiridos en diversas transacciones comerciales.
Ante los primeros indicios positivos del mercado inmobiliario
nacional, no vacilaron en utilizar sus fondos ociosos, consiguiendo
pingües beneficios como recompensa a su firme resolución.
En opinión de Shu Kesin, en los años 1999,
2000 y 2001, la situación del arrendamiento de viviendas
era bastante buena. La tasa de rendimiento de los tres años
llegó a aproximadamente al 30 por ciento y hasta
más.
Gracias a sus éxitos en este ámbito, Shu
Kexin devino en una celebridad entre los círculos
de inversionistas. De 1998 a 2000, fue invitada a muchos
sitios en calidad de experta, para ofrecer conferencias
sobre sus experiencias.
En 1999, empero, tuvo un oscuro presentimiento sobre la
demanda inmobiliaria, que la llevó a dejar de invertir
en el sector a partir de 2000.
Antes de 1999 Shu, según su propio testimonio, había
subestimado el desarrollo del sector de bienes raíces
de Beijing, y creía que no sería tan fácil
construir viviendas y hacer los trámites pertinentes.
También estaba convencida de que podría seguir
ganando dinero en los próximos años.
Sin embargo, en 1999, cuando comenzó a vivir en su
apartamento de Beijing, la ciudad se iba llenando de edificios
de viviendas. A la sazón, se sintió algo abatida.
Como empresaria de bienes raíces, deseaba que
los competidores no impulsaran una segunda etapa en el desarrollo
constructivo, porque con la escasez de viviendas, el precio
se elevaría, revela.
En 1998, el gobierno puso fin a la distribución
de viviendas asignadas y abrió el mercado a la compra
individual de las mismas, política que contribuyó
a liberar un fuerte poder adquisitivo y a mercantilizar
el sector inmobiliario. Desde 1997, en Beijing, e incluso
en todo el país, este sector experimentó un
nuevo impulso. De acuerdo con datos de la Administración
Municipal de Estadística de Beijing, desde 1997 hasta
2000, la superficie de viviendas comerciales construidas
alcanzó los 40.992.000 metros cuadrados, mientras
que el promedio de crecimiento del volumen de inversión
en bienes inmuebles fue de 51,7 por ciento. Por otra parte,
las ventas aumentaron a un ritmo anula del 54 por ciento.
A este tenor, los precios se convirtieron en el termómetro
que medía la contradicción entre la demanda
relativamente estable y la oferta rápidamente incrementada.
Shu Kexin afirma que los precios de viviendas han bajado
aproximadamente en un 20 por ciento, y que bajarían
más si hubiera un verdadero mercado. En realidad,
la mayoría de las viviendas se depreciará
en Beijing por obra de la excesiva oferta de inmuebles.
A la par que se reducen los precios de las casas, bajan
los alquileres. Tomemos como ejemplo un apartamento de dos
habitaciones de alta categoría. Antes de 2000, el
alquiler nunca fue inferior a los 1.000 dólares al
mes, en tanto la tasa de rentabilidad rondaba el 20 por
ciento. No obstante, en los últimos dos años,
el arrendamiento ha ido en descenso. No es nada raro que
el alquiler mensual de un apartamento lujoso de dos habitaciones
se haya reducido a unos 600 o 700 dólares.
Bajo estas circunstancias, la inversión de Shu Kexin
no ha corrido riesgos, hecho que ella atribuye a su disponibilidad
de fondos. Por ello advierte a quienes procuran aventurarse
en este sector que no inviertan ciegamente, pidiendo préstamos
bancarios, a menos que se cuente con un sólido respaldo
de capital.
|