AGOSTO
2004


La singular experiencia de “comer tejas”

Por WEN BIAN

En Beijing son muchas las personas que hoy invierten en bienes inmuebles. A las que poseen de dos a diez viviendas, y viven de su renta, se les conoce como “caseros profesionales”, mismos que en el pasado eran descritos como “los que comen tejas”. Shu Kexin, quien comenzó su vida empresarial dedicándose al comercio internacional, nunca imaginó que un día se convertiría en una persona que “come tejas”.

Al entrevistarla, Shu Kexin me dijo: “En realidad, nunca pensé en eso. Cuando estalló la crisis financiera de Asia en 1997, no tenía donde invertir mi dinero, para el cual esperaba encontrar un destino relativamente estable. Después de comprar un apartamento, me percaté de que éste estaba situado en un buen terreno, por lo que compré otro. Como me fue fácil arrendarlo, enseguida compré otro más, y así sucesivamente. De hecho, en ese tiempo era el mercado el que me impulsaba a actuar. Creo que el mercado es la mejor brújula para todos”.

En 1997, cuando Shu Kexin empezó a invertir en bienes inmuebles, el mercado de inversión de Beijing, donde participaban principalmente empresarios extranjeros experimentó un cambio estructural. Influidos por la tempestad financiera asiática, el alquiler y la venta de viviendas experimentaron una sensible baja en Beijing, lo que condujo dicho mercado a su punto más bajo. A la par, numerosos inversores del país comenzaron a avizorar un filón en la demanda del mercado beijinés y la perspectiva de inversión en el mismo. Aprovechando esta oportunidad, muchos de ellos, incluida Shu Kexin, se decidieron a penetrar el mercado capitalino apoyándose en sus cuantiosos fondos adquiridos en diversas transacciones comerciales. Ante los primeros indicios positivos del mercado inmobiliario nacional, no vacilaron en utilizar sus fondos ociosos, consiguiendo pingües beneficios como recompensa a su firme resolución.

En opinión de Shu Kesin, en los años 1999, 2000 y 2001, la situación del arrendamiento de viviendas era bastante buena. La tasa de rendimiento de los tres años llegó a aproximadamente al 30 por ciento y hasta más.

Gracias a sus éxitos en este ámbito, Shu Kexin devino en una celebridad entre los círculos de inversionistas. De 1998 a 2000, fue invitada a muchos sitios en calidad de experta, para ofrecer conferencias sobre sus experiencias.

En 1999, empero, tuvo un oscuro presentimiento sobre la demanda inmobiliaria, que la llevó a dejar de invertir en el sector a partir de 2000.

Antes de 1999 Shu, según su propio testimonio, “había subestimado el desarrollo del sector de bienes raíces de Beijing, y creía que no sería tan fácil construir viviendas y hacer los trámites pertinentes. También estaba convencida de que podría seguir ganando dinero en los próximos años”. Sin embargo, en 1999, cuando comenzó a vivir en su apartamento de Beijing, la ciudad se iba llenando de edificios de viviendas. A la sazón, se sintió algo abatida. “Como empresaria de bienes raíces, deseaba que los competidores no impulsaran una segunda etapa en el desarrollo constructivo, porque con la escasez de viviendas, el precio se elevaría”, revela.

En 1998, el gobierno puso fin a la distribución de viviendas asignadas y abrió el mercado a la compra individual de las mismas, política que contribuyó a liberar un fuerte poder adquisitivo y a mercantilizar el sector inmobiliario. Desde 1997, en Beijing, e incluso en todo el país, este sector experimentó un nuevo impulso. De acuerdo con datos de la Administración Municipal de Estadística de Beijing, desde 1997 hasta 2000, la superficie de viviendas comerciales construidas alcanzó los 40.992.000 metros cuadrados, mientras que el promedio de crecimiento del volumen de inversión en bienes inmuebles fue de 51,7 por ciento. Por otra parte, las ventas aumentaron a un ritmo anula del 54 por ciento. A este tenor, los precios se convirtieron en el termómetro que medía la contradicción entre la demanda relativamente estable y la oferta rápidamente incrementada. Shu Kexin afirma que los precios de viviendas han bajado aproximadamente en un 20 por ciento, y que bajarían más si hubiera un verdadero mercado. En realidad, la mayoría de las viviendas se depreciará en Beijing por obra de la excesiva oferta de inmuebles.

A la par que se reducen los precios de las casas, bajan los alquileres. Tomemos como ejemplo un apartamento de dos habitaciones de alta categoría. Antes de 2000, el alquiler nunca fue inferior a los 1.000 dólares al mes, en tanto la tasa de rentabilidad rondaba el 20 por ciento. No obstante, en los últimos dos años, el arrendamiento ha ido en descenso. No es nada raro que el alquiler mensual de un apartamento lujoso de dos habitaciones se haya reducido a unos 600 o 700 dólares.

Bajo estas circunstancias, la inversión de Shu Kexin no ha corrido riesgos, hecho que ella atribuye a su disponibilidad de fondos. Por ello advierte a quienes procuran aventurarse en este sector que no inviertan ciegamente, pidiendo préstamos bancarios, a menos que se cuente con un sólido respaldo de capital.

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