El
inteligente perro
Yuanyuan
Por
SHAN SHAN
Hace 13 años,
el señor Qian Yongfu, famoso cineasta, recibió
de manos de un amigo un gracioso perrito llamado Yuanyuan.
Atareado en la tramitación de su visado de salida,
su amigo descuidó ocuparse del animalito. Al regresar
a casa, el señor Qian, amante de los perros, procedió
a bañarlo y a peinarlo. Una vez limpio, Yuanyuan
se mostró tan gracioso como antes.
Pero
debido al miedo innato que sentía la señora
Qian por los perros, antes de entrar en casa, el pobre can
tuvo que pasar un mes en el balcón. Luego, le destinó
un lugar junto a la puerta principal. Al separarse del antiguo
amo y al no ser aceptado por la nueva ama de casa, Yuanyuan,
tumbado en un espacio muy reducido, cayó en una depresión
y se mostró melancólico, con lo que no hacía
ningún ruido.
Con sus ojitos negros
y brillantes, observaba silenciosamente la nueva casa, sobre
todo a la señora, quien se quedaba en el hogar más
tiempo que su marido. Aunque se compadecía de Yuanyuan,
la señora mantenía una prudente distancia
respecto al animal. Pero un suceso ocurrido varios días
después alteró su actitud negativa.
Un día,
cuando estaba viendo una telenovela, la señora Qian
rompió a llorar conmovida por la suerte del protagonista.
En ese momento, Yuanyuan se abalanzó sobre su ama
y levantó sus patas delanteras para enjugar sus lágrimas.
Muy emocionada por ese acto, la señora comprendió
que Yuanyuan era un perro que entendía los sentimientos
humanos. Entonces cogió a Yuanyuan entre brazos y
lo besó una y otra vez, perdiendo así su temor
innato al perro. Así, gracias a su inteligencia y
bondad, Yuanyuan fue aceptado por su nueva ama.
Salvó a su ama y a un vecino
Como los demás
animales de compañía, Yuanyuan también era
juguetón y travieso. Cuando los amos se sentaban
a la mesa, saltaba de su asiento, esperando silenciosamente
la porción que le correspondía. En caso que
el señor Qian se olvidara de darle de comer, en vez
de ladrar, tocaba suavemente con una de sus patas delanteras
el brazo de su amo para advertirle del olvido.
Cuando el matrimonio
discutía, el perro se escondía. Al finalizar
la riña, salía a consolar a la parte a su
juicio “derrotada”. Cuando cometía un error, también
iba a esconderse, mientras que si se le halagaba, andaba
jubiloso y contento.
Yuanyuan abrigaba profundos
sentimientos hacia sus amos. Si los cónyuges se ausentaban
de casa, en lugar de ladrar a diestro y siniestro, expresaba
su añoranza sollozando. Lo que más conmovió
a la señora Qian fue que un día de riguroso
invierno, la ama se quedó encerrada en el balcón,
debido a que el cerrojo de la puerta se cayó. No
se le ocurrió otra cosa que llamar a Yuanyuan para
que la ayudara. Al comienzo, el perro se impacientó
dando vueltas en la casa sin saber qué hacer. Señalando
la puerta, la ama le dijo: “Yuanyuan, ¡ponte de pie
para abrir la puerta!” Dio la sensación que el perro
entendió lo que le mandó su ama. Entonces,
con las patas traseras levantadas, pegó todo su cuerpo
a la puerta, movió el cerrojo con las patas delanteras
y abrió así la puerta. Al entrar, la señora,
regocijada, lo tomó entre brazos y lo besó
sin cesar.
Más tarde, Yuanyuan
realizó otra hazaña. A las dos de la madrugada,
bajo un silencio absoluto, Yuanyuan se despertó de
repente. Gimió primero y luego empezó a ladrar
con furia al matrimonio, e incluso con su hocico tiró
fuertemente del edredón de su amo. Despertado por
el perro, el señor Qian se levantó y lo siguió
perplejo. Al abrir la puerta de casa, encontró a
su vecino, el señor Yang apoyado en la pared en estado
de coma.
Al parecer, el señor Yang sufrió un amago de infarto
y fue a pedir socorro a casa de sus vecinos, pero cuando
llegó a la puerta no pudo articular ni una palabra.
Enseguida, el señor Qian llamó por teléfono
al centro de emergencia. Cuando llegó la ambulancia,
el doctor dijo que si hubieran tardado un poco más,
su vida hubiera corrido serio peligro. Así fue como
Yuanyuan salvó al señor Yang.
Dejando una
honda nostalgia
El matrimonio Qian amaban
al perrito como a su propio hijo y pasaron con el animalito
mucho tiempo alegre y lleno de ternura. No obstante, sobrevino
la desgracia. El 28 de febrero de este año, cuando
ambos estaban muy ocupados trabajando en su propia compañía,
la sirvienta les llamó por teléfono, diciendo que
Yuanyuan había caído gravemente enfermo y
estaba agonizando. Al oír la nefasta noticia, el
señor Qian se apresuró a volver a casa. Al
llegar el amo, el perro ya había dejado de respirar
y tenía aún los ojos entreabiertos.
La sirvienta le contó
que trató varias veces cerrarle los ojos, aunque
no lo logró. El señor Qian comprendió
que antes de ver a su amo, Yuanyuan no quiso cerrar sus
ojos. Ahogado en su pena, el señor Qian tocó
suavemente los párpados del perro y le murmuró:
“Querido hijo, ya ha vuelvo tu padre. ¡Cierra los
ojos!” Como si lo oyera desde el cielo, Yuanyuan cerró,
por fin, sus ojos.
Hasta hoy en día,
el matrimonio difícilmente puede aceptar la realidad.
Al entrar en casa, el señor Qian sigue llamando al
perrito como de costumbre. Al notar la ausencia del animalito,
que antes siempre lo recibía brincando y meneando
la cola, se da cuenta que su amado hijito ha muerto.
Ocurre lo mismo
con la señora Qian. Al acostarse, hace como antes,
toca el edredón donde se tumbaba el perro y lo abrazaba.
Al no encontrar nada, recuerda que Yuanyuan se ha ido para
siempre. Aunque su fiel animal se ha separado definitivamente
de ellos, les ha dejado una profunda añoranza y hermosos
recuerdos.
|