AGOSTO
2004


Los muebles antiguos

se ponen de moda

Por ZHANG XUEYING

A principios de la década de 1990, el señor Luis y su esposa querían obsequiarle a un amigo chino, con motivo de la celebración de su matrimonio, un armario del estilo de la dinastía Qing. Al enterarse de que a la prometida de su amigo no le gustaba este tipo de muebles y prefería tener un armario occidental, artículo muy de moda y hermoso en aquella época, tuvieron que cambiar de idea y adquirieron el modelo que deseaba, con lo que terminaron ahorrándose una gran cantidad de dinero.

Sin embargo, hoy en día los muebles antiguos se ha puesto otra vez de moda y simbolizan el gusto por lo viejo de cada persona, su nivel cultural, posición social y poder adquisitivo.

En 1994, había un par de sillas de madera de caoba en un mercado de antigüedades de Tianjin cuyo precio en cuestión de medio año subió de menos de cien yuanes a más de mil. Esta noticia llamativa se propagó con mucha rapidez.

En una subasta realizada en Nueva York en 1998, un biombo de la dinastía Ming fue vendido por más de 1,1 millones de dólares estadounidenses. Después de dos años, un par de armarios de sándalo rojo de la dinastía Qing fue adquirido por casi cuatro millones de yuanes en la subasta de Tianjin.

En la primavera del año pasado, un biombo de la dinastía Qing, compuesto por doce hojas y decorado con incrustaciones de piedras preciosas, fue comprado por un precio de 25 millones yuanes por un residente de Shanghai quien no quiso revelar su nombre. El ropero comprado en aquella época por la pareja de Luis también triplicó su precio y actualmente aún se trata de un mueble raro y único en el mercado.

En estos últimos diez años, se han multiplicado notablemente los mercados dedicados a vender muebles antiguos de imitación. Así podemos elegir entre unos pocos puestos de venta esparcidos por la ciudad, hasta calles dedicadas en exclusiva a este tipo de negocios, donde las tiendas se alinean una tras otra, sobre todo en ciudades tipo Beijing, Shanghai y Hangzhou.

Solo en la capital china, de unas diez empresas para la fabricación y venta de este tipo de artículos que había a comienzos de los años 90, han llegado actualmente a más de dos mil, lo que ha producido una competencia feroz, resultando en una rebaja en las ganancias y en el beneficio de este tipo de empresas.

Por ejemplo, la compañía Huayi de Beijing, uno de los principales productores de muebles clásicos, obtenía a mediados de la década de 1990, unas ganancias medias por venta del 50 por ciento, cifra que se ha reducido hasta el actual 10 por ciento.

Hoy en día, los muebles clásicos que se venden en el mercado están elaborados con maderas viejas o nuevas, sin embargo, no importa qué material se use ni qué estilo se adopte, en realidad, no hay casi ya muebles antiguos, debido a que la madera de buena calidad es cada vez más escasa, sobre todo lo que respecta a muebles fabricados con maderas raras y preciosas pertenecientes a las dinastías Ming y Qing.

Como decía Luo Maisheng, vicedirector general de la compañía Huayi, a pesar de todo, “el precio de los muebles de imitación clásica es cuatro o cinco veces superior a los muebles comunes y ordinarios, debido a que este tipo de mobiliarios requiere un tiempo relativamente largo para hacerse a mano, pues debemos pagar a un artesano especializado unos 8.000 yuanes al mes y a los más calificados hasta 10.000 yuanes”.

Actualmente el negocio en este campo es muy difícil, para salir de esta situación, el señor Luo Maisheng, recorre todos los días los mercados de muebles para buscar oportunidades y manda a su personal de venta a visitar los barrios residenciales de categoría media o alta recién construidos -según su experiencia, en este grupo social reside un sector importante de su clientela- en busca de alguna cooperación con compañías dedicadas al arreglo y a las reparaciones de viviendas.

La empresa Huayi fue fundada en 1990. A principio, sus clientes eran mayoritariamente comerciantes extranjeros y chinos provenientes de Taiwán, Hong Kong y Macao. Ahora, sus servicios se dirigen también a los artistas, así como a los intelectuales retornados del extranjero o una clase recién enriquecida.

El apartamento del matrimonio Luis está lleno de muebles clásicos de distintos tamaños, la mayoría comprados en la compañía Huayi. Como ya no caben más, tienen dos almacenados en el guardamuebles. De lo que más orgullosos se sienten es de una cama de la dinastía Qing comprada en 1993 por 600 yuanes, hecha con madera y esculpida finamente con motivos florales. Cuadro años después, vieron que una tienda estatal vendía una cama similar a la suya, pero su precio marcado era de 37.000 yuanes.

A parte de gustarles ir de compras, la pareja suele cambiar y trasformar sus muebles viejos y poco prácticos. Por ejemplo, instalaron en el armario chino algunos palos y cajones para acomodar la ropa y otras cosas, otro lo convirtieron en un mueble de cocina, otro en un zapatero y otro en un archivador de facturas.

Contó Zhang Huanrong, gerente general de la Compañía de la Cultura Shangzhiyu de Beijing, que ellos no son coleccionistas verdaderos, si no que lo que realmente quieren hacer son muebles de estilo chino más útiles y prácticos.

Una vez su compañía ayudó a un extranjero a transformar un armario para guardar ropa en uno para vinos. A los chinos les gusta mantener el estado original de los muebles viejos, pero si aparecen grietas o han perdido la pintura, prefieren repararlos o transformarlos para que tengan otra utilidad.

Zhang Huanrong, después de trabajar cinco años como periodista en este campo, fundó a finales de 2002 su propia compañía para dedicarse a la venta de muebles clásicos y porcelana. Comparada con la de Huazhi, sus productos tienen un estilo muy particular. Su compañía está especializada en recuperar y cambiar los muebles usados o viejos. Por ejemplo, transformó con acierto un pesebre en un banco.

Con el fin de ampliar su red de venta, firmó un contrato de siete años con el Museo Palacio Imperial y usa el rótulo dorado de “Palacio Imperial”. Invita a expertos a dar clases a los amantes de este tipo de muebles, a sus carpinteros y a sus técnicos, con el fin de mantener viva la única y tradicional artesanía de China.

Para asegurar la calidad y la cantidad de sus productos, todos son sometidos a un control estricto de un departamento de expertos de la Academia del Museo de Palacio Imperial. Según Zhang, confía en que la iniciativa de aplicar técnicas modernas combinada con métodos tradicionales de dibujar sobre los muebles “tendrá notables efectos económicos. Ahora ya hay algunas personas de Holanda y Suecia que se han ofrecido para ser agentes comerciales de nuestro producto en sus países”.

Al tratar acerca del grave problema que existe en China sobre las copias, el gerente Zhang dijo con angustia que al poco de salir sus productos originales y exclusivos al mercado, aparecen también las imitaciones. Por ello, muchas compañías extranjeras no se atreven a participar en las ferias de muebles celebradas en China, porque tienen miedo de que antes de entrar en el mercado chino, ya aparezcan sus copias a un precio más económico.

Para evitar la reproducción de sus diseños, algunas empresas solicitan las patentes para proteger el derecho de su propiedad intelectual. Pero hay algunas firmas chinas que consideran que el sector del mueble tiene características propias y que el derecho de propiedad intelectual no es de fácil aplicación.

La vida de un tipo de producto pasa muy rápidamente, mientras que el proceso de solicitud de una patente tarda mucho tiempo. Cuando aún no se ha obtenido el certificado, ya se han vendido una gran cantidad de imitaciones, o ya han pasado de moda. Por eso algunas empresas piensan que no vale la pena gastar tiempo ni energía en solicitarlo.

El mundo de las copias es una cosa fastidiosa e inevitable. “Si se quiere seguir en el mercado es necesario contar con un contingente de técnicos muy especializados y siempre ir por delante de las demás compañías, sólo así se puede prosperar y ser pionero”, concluyó Luo Maisheng.

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