Un
gran amigo
y
un colega inolvidable
Por
WU RUIGEN
|
José Castedo Carracedo |
Otorgamiento de una medalla por sus atribuciones
a la promoción de la amistad chino-española |
José Castedo Carracedo con sus colegas chinos (1979) |
He tenido muchos amigos en mi
vida. Siempre quiero ser amigo de los demás, sean hombres
o mujeres, viejos o niños. Lógicamente, como soy chino,
tengo más amigos chinos que extranjeros. De estos últimos,
recuerdo siempre a uno de ellos. Aunque su nombre
era José Castedo Carracedo, muchos lo llamaban Pepe. Lo
conocí en 1964, año en que fue a trabajar como profesor
de español en la Escuela Anexa al Instituto de Lenguas Extranjeras
de Beijing (hoy, Universidad de Estudios Extranjeros de
Beijing).
Aunque nació en el seno de una
familia noble de Galicia, Castedo participó en la lucha
contra el dictador Francisco Franco entre 1936 y 1939, en
defensa de la República Española. Por desgracia, los republicanos
perdieron la guerra civil. Muchos de ellos huyeron del
país y se convirtieron en refugiados, y vivieron largos
años de penurias. Pepe fue detenido y encarcelado, y tras
innumerables intentos, logró escapar de la cárcel. Atravesando
los Pirineos, llegó a París, donde sufrió toda clase de
privaciones y desempeñó distintos trabajos para poder subsistir.
Un día, fue a la Embajada de China
en Francia y se reunió con un funcionario del consulado,
a quien le entregó una solicitud para venir a vivir a China
y enseñar español. De este modo, llegó a Beijing en 1964,
año en que comenzó su vida de maestro en nuestro país.
En 1980, regresó a su patria para vivir con su hija en Málaga.
Fue aquí que Pepe se dedicó por
primera vez a la enseñanza del español, y lo hizo con alumnos
chinos. Cualquiera puede imaginar las dificultades que tuvo
en sus primeros contactos y trabajos con niños y jóvenes
chinos, ya que éstos no conocían ni una palabra en español.
Para poder comunicarse con ellos, utilizaba mímicas y gestos,
dibujaba en la pizarra lo que explicaba, cantaba, bailaba
y jugaba con sus alumnos, y dedicó parte de su tiempo libre
al estudio e investigación de diversos métodos de enseñanza
-directo, audiovisual, etc. Destacó la importancia de hacer
que los estudiantes aprendieran a hablar y a comprender
el idioma sin enseñarles gramática. A casi todos los alumnos
que estudiaban español en esos momentos les gustaban las
clases de Pepe, y lo querían mucho. Todo el mundo escuchaba
con atención y participaba en ellas activamente. Por consiguiente,
obtuvo grandes logros en la enseñanza, formando numerosos
intérpretes y traductores para nuestro país.
En 1966 empezó la “Revolución
Cultural” en China y muchos extranjeros que vivían y trabajaban
en Beijing fueron involucrados. Pepe también se incorporó
a esa revolución y me expresó su deseo de trasladarse del
Hotel de la Amistad donde se alojaba a la escuela, para
vivir allí, y que se redujera su salario. Ambas solicitudes
fueron aprobadas por los departamentos pertinentes. A partir
de ese momento, empezó a vivir en la escuela, cuyas condiciones
de alojamiento eran preocupantes. En tiempos de lluvia,
por ejemplo, el agua penetraba por las tuberías que atravesaban
la habitación donde vivía. A pesar de las dificultades,
estaba muy contento. Se sentía orgulloso de poder convivir
con los chinos durante ese período. El año 1976 fue fatal
para los chinos. Nunca olvidaremos el devastador terremoto
de 8 grados en la escala de Richter que ocurrió entonces,
pues dejó un saldo de 250 mil muertos y arrasó la norteña
ciudad de Tangshan. Además, ese año también fallecieron,
uno tras otro, los tres grandes líderes del pueblo chino:
Zhou Enlai, Zhu De y Mao Zedong. En cuanto al sismo, para
garantizar la seguridad de los especialistas extranjeros
que trabajaban en Beijing, organizamos un viaje por todo
el país, a fin de que se quedaran fuera de la capital.
Pero cada vez que llegábamos a una ciudad anunciaban que
iba a ocurrir allí un terremoto, y teníamos que salir corriendo
para otro lugar. Según las instrucciones dadas por los
organismos pertinentes, les orienté que se metieran debajo
de la cama en caso de producirse un sismo. Pepe era tan
gordo que, en una ocasión, después de meterse debajo de
la cama con gran esfuerzo, no pudo salir, y su hija y yo
tuvimos que sacarlo. Luego, los tres reímos a carcajadas.
Pepe tomó una decisión errónea,
que fue un punto de viraje en su vida. En 1980 decidió
regresar para siempre a España, diciendo que estaba cansado
de la “Revolución Cultural” y de su vida en China. Le aconsejé
en repetidas ocasiones que no lo hiciera, y que mejor iría
a su país para visitar a sus familiares y ver si sería conveniente
quedarse allí. Sin embargo, no me escuchó, y se marchó de
China.
Al año siguiente, cuando vino
a Beijing a recibir una medalla de manos del embajador de
España en nombre del Rey Juan Carlos, en reconocimiento
a sus méritos pedagógicos en China, ya se había dado cuenta
del error cometido, y presentó una solicitud ante la dirección
del Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing para volver
a trabajar en nuestro país. Pero ya era tarde. En lo tocante
a la vida con su hija en Málaga, al comienzo todo marchó
muy bien, ya que tenía el dinero ahorrado durante su estancia
en China y contaba con cintas grabadas de música china antigua
y numerosas réplicas de reliquias del Palacio Imperial de
Beijing. Pero un día, cuando ya se le había agotado el
dinero, su hija desapareció de casa, llevándose todas las
cosas de valor. El viejo Pepe se quedó solo. Tuvo que
irse a Madrid a acudir a sus amigos. Pero no tardó mucho
en coartarse la vida por los estrecheses económicos.
Aunque José Castedo
nos dejó hace muchos años, siempre vive en mi corazón, porque
fue un gran amigo y un colega inolvidable.
WU
RUIGEN, profesor de español de la Escuela Anexa al Instituto
de Lenguas Extranjeras de Beijing y más tarde periodista
de la Agencia de Noticias Xinhua.
|