JULIO
2004


Un gran amigo

y un colega inolvidable

                   Por WU RUIGEN

José Castedo Carracedo Otorgamiento de una medalla por sus atribuciones a la promoción de la amistad chino-española José Castedo Carracedo con sus colegas chinos (1979)

He tenido muchos amigos en mi vida.  Siempre quiero ser amigo de los demás, sean hombres o mujeres, viejos o niños. Lógicamente, como soy chino, tengo más amigos chinos que extranjeros.  De estos últimos, recuerdo siempre a uno de ellos.  Aunque su nombre era José Castedo Carracedo,  muchos lo llamaban Pepe.  Lo conocí en 1964, año en que fue a trabajar como profesor de español en la Escuela Anexa al Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing (hoy, Universidad de Estudios Extranjeros de Beijing).

Aunque nació en el seno de una familia noble de Galicia, Castedo participó en la lucha contra el dictador Francisco Franco entre 1936 y 1939, en defensa de la República Española.  Por desgracia, los republicanos perdieron la guerra civil.  Muchos de ellos huyeron del país y se convirtieron en refugiados, y vivieron largos años de penurias. Pepe fue detenido y encarcelado, y tras innumerables intentos, logró escapar de la cárcel. Atravesando los Pirineos, llegó a París, donde sufrió toda clase de privaciones y desempeñó distintos trabajos para poder subsistir.

Un día, fue a la Embajada de China en Francia y se reunió con un funcionario del consulado, a quien le entregó una solicitud para venir a vivir a China y enseñar español.  De este modo, llegó a Beijing en 1964, año en que comenzó su vida de maestro en nuestro país.  En 1980, regresó a su patria para vivir con su hija en Málaga.

Fue aquí que Pepe se dedicó por primera vez a la enseñanza del español, y lo hizo con alumnos chinos. Cualquiera puede imaginar las dificultades que tuvo en sus primeros contactos y trabajos con niños y jóvenes chinos, ya que éstos no conocían ni una palabra en español.  Para poder comunicarse con ellos, utilizaba mímicas y gestos, dibujaba en la pizarra lo que explicaba, cantaba, bailaba y jugaba con sus alumnos, y dedicó parte de su tiempo libre al estudio e investigación de diversos métodos de enseñanza -directo,  audiovisual, etc. Destacó la importancia de hacer que los estudiantes aprendieran a hablar y a comprender el idioma sin enseñarles gramática. A casi todos los alumnos que estudiaban español en esos momentos les gustaban las clases de Pepe, y lo querían mucho.  Todo el mundo escuchaba con atención y participaba en ellas activamente.  Por consiguiente, obtuvo grandes logros en la enseñanza, formando numerosos intérpretes y traductores para nuestro país.

En 1966 empezó la “Revolución Cultural” en China y muchos extranjeros que vivían y trabajaban en Beijing fueron involucrados.  Pepe también se incorporó a esa revolución y me expresó su deseo de trasladarse del Hotel de la Amistad donde se alojaba a la escuela, para vivir allí, y que se redujera su salario. Ambas solicitudes fueron aprobadas por los departamentos pertinentes. A partir de ese momento, empezó a vivir en la escuela, cuyas condiciones de alojamiento eran preocupantes.  En tiempos de lluvia, por ejemplo, el agua penetraba por las tuberías que atravesaban la habitación donde vivía.  A pesar de las dificultades, estaba muy contento.  Se sentía orgulloso de poder convivir con los chinos durante ese período.   El año 1976 fue fatal para los chinos. Nunca olvidaremos el devastador terremoto de 8 grados en la escala de Richter que ocurrió entonces, pues dejó un saldo de 250 mil muertos y arrasó la norteña ciudad de Tangshan.  Además, ese año también fallecieron, uno tras otro, los tres grandes líderes del pueblo chino: Zhou Enlai, Zhu De y Mao Zedong.  En cuanto al sismo, para garantizar la seguridad de los especialistas extranjeros que trabajaban en Beijing, organizamos un viaje por todo el país, a fin de que se quedaran fuera de la capital.  Pero cada vez que llegábamos a una ciudad anunciaban que iba a ocurrir allí un terremoto, y teníamos que salir corriendo para otro lugar.  Según las instrucciones dadas por los organismos pertinentes,  les orienté que se metieran debajo de la cama en caso de producirse un sismo.   Pepe era tan gordo que, en una ocasión, después de meterse debajo de la cama con gran esfuerzo, no pudo salir, y su hija y yo tuvimos que sacarlo.   Luego, los tres reímos a carcajadas.

Pepe tomó una decisión errónea, que fue un punto de viraje en su vida.  En 1980 decidió regresar para siempre a España, diciendo que estaba cansado de la “Revolución Cultural” y de su vida en China.  Le aconsejé en repetidas ocasiones que no lo hiciera, y que mejor iría a su país para visitar a sus familiares y ver si sería conveniente quedarse allí. Sin embargo, no me escuchó, y se marchó de China.

Al año siguiente, cuando vino a Beijing a recibir una medalla de manos del embajador de España en nombre del Rey Juan Carlos, en reconocimiento a sus méritos pedagógicos en China, ya se había dado cuenta del error cometido, y presentó una solicitud ante la dirección del Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing para volver a trabajar en nuestro país.  Pero ya era tarde.  En lo tocante a la vida con su hija en Málaga, al comienzo todo marchó muy bien, ya que tenía el dinero ahorrado durante su estancia en China y contaba con cintas grabadas de música china antigua y numerosas réplicas de reliquias del Palacio Imperial de Beijing.  Pero un día, cuando ya se le había agotado el dinero, su hija desapareció de casa, llevándose todas las cosas de valor.  El viejo Pepe se quedó solo.  Tuvo que irse a Madrid a acudir a sus amigos. Pero no tardó mucho en coartarse la vida por los estrecheses económicos.

    Aunque José Castedo nos dejó hace muchos años, siempre vive en mi corazón, porque fue un gran amigo y un colega inolvidable.

WU RUIGEN, profesor de español de la Escuela Anexa al Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing y más tarde periodista de la Agencia de Noticias Xinhua.

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