MAYO
2004


Abre los ojos, mi amor

un milagro médico producido por una mujer común y corriente

Por LI JIANJUN

¡Deja del juego!

Lin Lin, empleada de una fábrica de costura y confección, conoció, en la primavera de 1979, a Dai Kangdi, un empleado de la Compañía de Sal de Nanjing.

Aunque Lin sabía muy bien que a Kangdi le gustaba mucho apostar en el juego y salir de farra con los amigos, decidió casarse con él, pues lo amaba desde hacía tres años.

Además de su temperamento ardiente, Kangdi también era muy macho y gastaba el dinero a puños; mientras que Lin era muy refinada y gobernaba la casa con diligencia y ahorro. Por si fuera poco, existía poca comunicación en la pareja. Por ello, cuando empezaron su vida matrimonial, surgieron también los conflictos.

Después de que nació el hijo de ambos, la carga de la familia se volvió cada día más pesada. Todos los días, Lin debía ir al trabajo, cuidar al bebé y hacer todas las tareas domésticas. Estaba tan ocupada que se sentía como un trompo bailando sin cesar. Sin embargo, lo más amargo y decepcionante era que Kangdi estaba loco por el juego y por apostar dinero. Siempre que recibía su salario, lo gastaba de inmediato en el juego.

En 1992, Lin compró un refrigerador de 1200 yuanes, dinero que ahorró moneda por moneda. Así, el refrigerador se convirtió en el objeto más costoso de la familia. Pero, dos meses más tarde, Kangdi lo apostó en el juego.

Como la situación se volvió insostenible para Lin, se divorció de Kangdi en octubre de 1995.

Aún me tienes a mí...

En diciembre de 1995, Lin sufrió otro golpe de la vida: perdió su empleo. Pasados algunos años de realizar trabajos informales, por fin, y con la ayuda de varios amigos, abrió una pequeña lavandería. A partir de entonces, su vida mejoró considerablemente. Como consecuencia de ello, sus amigos y parientes le sugerían que buscara un nuevo marido y estableciera otra familia. Pero Lin ya no estaba dispuesta a ello, pues se sentía cansada de la vida matrimonial.

Un día de abril de 1999, mientras Lin trabajaba en la lavandería, llegó a buscarla inesperadamente una persona que laboraba en la compañía de su ex marido. Le dijo que Dai Kangdi se encontraba en el hospital a causa de un accidente y estaba próximo a morir. Considerando el grave estado de Kangdi, a Lin y a su hijo se les permitió visitarle, quizá, por última vez.  Lin se sentía en extremo preocupada, y olvidó todo su rencor.

Después de una serie de operaciones, Kangdi salvó la vida, pero quedó convertido en un vegetal. No podía percibir nada y no era capaz, siquiera, de abrir los ojos.

Para cuidarlo con devoción, Lin cerró la lavandería, encomendó su hijo a sus padres, y se instaló al lado de Kangdi en el hospital. Lo cuidaba con tal esmero que muchas veces se quedaba sin dormir. Los amigos de Lin no entendían su actitud, ya que ella y Kangdi se habían divorciado hacía mucho tiempo, además de que él era totalmente inútil. Pero Lin se enfrentó a la oposición de todos diciendo con firmeza: "Por lo menos, Kangdi me tiene a mí, y sin mí, no tendrá nada... ni siquiera esperanza... Nuestro hijo también necesita a su papá".

Sin embargo, Lin se sentía sofocada por la vida tan dura que llevaba: se hacía cargo tanto de su ex marido como de su hijo, quien estaba preparando sus exámenes para la universidad. Como no le restaba tiempo libre, Lin vendió la lavandería. Estando en soledad, Lin lloraba mucho de sólo pensar en el aprieto en el que se encontraba.

"No, no te vayas..."  

Su hijo, después de aprobar todos los exámenes, entró a la universidad. Entonces, Lin pudo dedicar toda su energía y tiempo en cuidar a Kangdi. El médico le pidió a Lin que ejercitara los cuatro miembros del enfermo, por lo menos dos veces al día. Pero ella lo hacía cuatro o cinco veces. Como los cuatro miembros de Kangdi estaban tan entumidos como un palo, Lin tenía que hacer uso de toda su fuerza física para realizar cada movimiento.

Después de ocho meses de grandes cuidados y de tanto esmero, Lin recibió el fruto de sus esfuerzos. Increíblemente, Kangdi abrió los ojos. Con este gesto, Lin pudo ver de nuevo la esperanza, aunque Kangdi todavía no era capaz de moverse, ni de hablar, ni de conocer a la gente.

A partir de junio del 2000, Lin comenzó a alimentarlo por la boca. Al principio tardaba más de una hora en darle de comer.

En octubre del 2001, Lin llevó una televisión y unA radio para Kangdi, aunque él no pudiera aún disfrutar de los programas. Cuando tenía un momento libre, a Lin le gustaba hablar con él, sobre todo de los asuntos que se relacionaban con el hijo de ambos.

Hacia finales del 2001, Lin descubrió, casualmente, un ligero movimiento en la mano de Kangdi. En seguida, Lin puso una toalla entre sus dedos y Kangdi la asió. Lin se sintió loca de alegría, llamó rápidamente al médico, y le dijo que éste era el signo de la recuperación de Kangdi.

Un día de julio del 2002, Lin escuchó un ruido muy suave proveniente de la cama de Kangdi. Cuando posó su mirada en él, se quedó perpleja. Kangdi la miraba fijamente con los ojos llenos de lágrimas. Parecía como si quisiera decirle algo, pues abría y cerraba la boca lentamente. Lin se precipitó sobre él con muchísima emoción y lo abrazó. Kangdi la retuvo por la ropa, y dijo con voz muy débil: "No, no te vayas..."

En enero del 2003, fui al hospital a visitar a Lin Lin y Dai Kangdi. Lin estaba ayudando a Kangdi a hacer sus ejercicios quien todavía no se recuperaba del todo pero ya podía decir frases cortas. Kangdi dependía tanto de Lin como un niño, siempre asía su mano y no la dejaba salir del cuarto. Le gustaba mucho cuando hablaban de su hijo, y reía con la sola mención de su nombre.

Lin me dijo que, después de esos cuatro años, y a pesar de la poca comunicación que había entre ellos, el amor de ambos era cada día más puro y profundo. Quería volverse a casar con Kangdi en cuanto se recuperara.

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