Abre los ojos, mi amor
un milagro médico producido por una mujer común y corriente
Por
LI JIANJUN
¡Deja
del juego!
Lin Lin, empleada de una fábrica
de costura y confección, conoció, en la primavera de 1979,
a Dai Kangdi, un empleado de la Compañía de Sal de Nanjing.
Aunque Lin sabía muy bien que
a Kangdi le gustaba mucho apostar en el juego y salir
de farra con los amigos, decidió casarse con él, pues
lo amaba desde hacía tres años.
Además de su temperamento ardiente,
Kangdi también era muy macho y gastaba el dinero a puños;
mientras que Lin era muy refinada y gobernaba la casa
con diligencia y ahorro. Por si fuera poco, existía poca
comunicación en la pareja. Por ello, cuando empezaron
su vida matrimonial, surgieron también los conflictos.
Después de que nació el hijo
de ambos, la carga de la familia se volvió cada día más
pesada. Todos los días, Lin debía ir al trabajo, cuidar
al bebé y hacer todas las tareas domésticas. Estaba tan
ocupada que se sentía como un trompo bailando sin cesar.
Sin embargo, lo más amargo y decepcionante era que Kangdi
estaba loco por el juego y por apostar dinero. Siempre
que recibía su salario, lo gastaba de inmediato en el
juego.
En 1992, Lin compró un refrigerador
de 1200 yuanes, dinero que ahorró moneda por moneda. Así,
el refrigerador se convirtió en el objeto más costoso
de la familia. Pero, dos meses más tarde, Kangdi lo apostó
en el juego.
Como la situación se volvió
insostenible para Lin, se divorció de Kangdi en octubre
de 1995.
Aún me
tienes a mí...
En diciembre de 1995, Lin sufrió
otro golpe de la vida: perdió su empleo. Pasados algunos
años de realizar trabajos informales, por fin, y con la
ayuda de varios amigos, abrió una pequeña lavandería.
A partir de entonces, su vida mejoró considerablemente.
Como consecuencia de ello, sus amigos y parientes le sugerían
que buscara un nuevo marido y estableciera otra familia.
Pero Lin ya no estaba dispuesta a ello, pues se sentía
cansada de la vida matrimonial.
Un día de abril de 1999, mientras
Lin trabajaba en la lavandería, llegó a buscarla inesperadamente
una persona que laboraba en la compañía de su ex marido.
Le dijo que Dai Kangdi se encontraba en el hospital a
causa de un accidente y estaba próximo a morir. Considerando
el grave estado de Kangdi, a Lin y a su hijo se les permitió
visitarle, quizá, por última vez.
Lin se sentía en extremo preocupada, y olvidó todo
su rencor.
Después de una serie de operaciones,
Kangdi salvó la vida, pero quedó convertido en un vegetal.
No podía percibir nada y no era capaz, siquiera, de abrir
los ojos.
Para cuidarlo con devoción,
Lin cerró la lavandería, encomendó su hijo a sus padres,
y se instaló al lado de Kangdi en el hospital. Lo cuidaba
con tal esmero que muchas veces se quedaba sin dormir.
Los amigos de Lin no entendían su actitud, ya que ella
y Kangdi se habían divorciado hacía mucho tiempo, además
de que él era totalmente inútil. Pero Lin se enfrentó
a la oposición de todos diciendo con firmeza: "Por
lo menos, Kangdi me tiene a mí, y sin mí, no tendrá nada...
ni siquiera esperanza... Nuestro hijo también necesita
a su papá".
Sin embargo, Lin se sentía
sofocada por la vida tan dura que llevaba: se hacía cargo
tanto de su ex marido como de su hijo, quien estaba preparando
sus exámenes para la universidad. Como no le restaba tiempo
libre, Lin vendió la lavandería. Estando en soledad, Lin
lloraba mucho de sólo pensar en el aprieto en el que se
encontraba.
"No,
no te vayas..."
Su hijo, después de aprobar
todos los exámenes, entró a la universidad. Entonces,
Lin pudo dedicar toda su energía y tiempo en cuidar a
Kangdi. El médico le pidió a Lin que ejercitara los cuatro
miembros del enfermo, por lo menos dos veces al día. Pero
ella lo hacía cuatro o cinco veces. Como los cuatro miembros
de Kangdi estaban tan entumidos como un palo, Lin tenía
que hacer uso de toda su fuerza física para realizar cada
movimiento.
Después de ocho meses de grandes
cuidados y de tanto esmero, Lin recibió el fruto de sus
esfuerzos. Increíblemente, Kangdi abrió los ojos. Con
este gesto, Lin pudo ver de nuevo la esperanza, aunque
Kangdi todavía no era capaz de moverse, ni de hablar,
ni de conocer a la gente.
A partir de junio del 2000,
Lin comenzó a alimentarlo por la boca. Al principio tardaba
más de una hora en darle de comer.
En octubre del 2001, Lin llevó
una televisión y unA radio para Kangdi, aunque él no pudiera
aún disfrutar de los programas. Cuando tenía un momento
libre, a Lin le gustaba hablar con él, sobre todo de los
asuntos que se relacionaban con el hijo de ambos.
Hacia finales del 2001, Lin
descubrió, casualmente, un ligero movimiento en la mano
de Kangdi. En seguida, Lin puso una toalla entre sus dedos
y Kangdi la asió. Lin se sintió loca de alegría, llamó
rápidamente al médico, y le dijo que éste era el signo
de la recuperación de Kangdi.
Un día de julio del 2002, Lin
escuchó un ruido muy suave proveniente de la cama de Kangdi.
Cuando posó su mirada en él, se quedó perpleja. Kangdi
la miraba fijamente con los ojos llenos de lágrimas. Parecía
como si quisiera decirle algo, pues abría y cerraba la
boca lentamente. Lin se precipitó sobre él con muchísima
emoción y lo abrazó. Kangdi la retuvo por la ropa, y dijo
con voz muy débil: "No, no te vayas..."
En enero del 2003, fui al hospital
a visitar a Lin Lin y Dai Kangdi. Lin estaba ayudando
a Kangdi a hacer sus ejercicios quien todavía no se recuperaba
del todo pero ya podía decir frases cortas. Kangdi dependía
tanto de Lin como un niño, siempre asía su mano y no la
dejaba salir del cuarto. Le gustaba mucho cuando hablaban
de su hijo, y reía con la sola mención de su nombre.
Lin me dijo que, después de
esos cuatro años, y a pesar de la poca comunicación que
había entre ellos, el amor de ambos era cada día más puro
y profundo. Quería volverse a casar con Kangdi en cuanto
se recuperara.