Enamorarse
pero no casarse
Por
WANG KUI
Si
tuviera en sus manos un menú en que se puede leer “Oferta
del día: bufés para bodas, platos sofritos para el divorcio,
leche o té verde para convivir y té rojo para no casarse”
y preguntara si puede elegir otra cosa, la respuesta sería
negativa, porque Ud. vive en un mundo en el que, a menos
que padezca de alguna enfermedad, nadie prescindiría,
en lo sentimental, de esta comida. Muchos, sin embargo,
tras mirar a su alrededor y sopesar los factores al alcance
de su vista, optan finalmente por no casarse.
Retrato del grupo de los dispuestos
a no casarse
Xiao
Jin, de 26 años de edad, estaba a cargo de los asuntos
financieros de un banco estatal en una ciudad grande del
nordeste. Hacía siete años que estaba enamorado de una
chica. Llevaba una vida más o menos feliz.
Por diversas causas,
poco a poco, la desarmonía se puso de relieve. Impulsado por
el enojo, el joven se separó de ella. Más tarde, renunció
al trabajo y vino solo a Beijing. Ahora, trabaja como
subgerente de la sección de mercado de una compañía de
Software de propiedad particular.
Su obsesión por el trabajo es pertinaz y constante.
Cambia a menudo de pareja, buscando siempre una chica
nueva con quien convivir. Ha jurado no casarse. Considera que todo amor
carece de la necesaria confianza, y que las relaciones
humanas se vuelven cada día más prácticas. Por ende, la
convivencia sin ataduras es la mejor fórmula para compensar
la enorme presión que el trabajo ejerce sobre él.
La señorita Guo trabaja en una compañía extranjera en Beijing. Opina que,
si se casara, tendría más ocupaciones, como por ejemplo
tener que ir a hacer compras para preparar la comida.
Ahora, sólo se enamora y no piensa casarse. Sus días son placenteros. Al hablar sobre el tema, afirmó: “El matrimonio
romántico es inestable mientras que el estable carece
de romanticismo”. “El esposo mundano no es poético, y
el poético no es práctico”. En conclusión: para ella el
marido ideal no existe, razón por la cual ha optado, simplemente,
por no casarse.
En las ciudades se ven cada día más jóvenes dispuestos a no casarse.
Si les hacemos un retrato, sería así: la mayoría
de ellos posee una buena preparación, un buen trabajo
e ingresos estables, pero no por ello dejan de sentir
presión. Son diversas las razones que los llevan a preferir
no contraer nupcias. Algunos buscan su realización individual. Aunque
eligen no casarse, indudablemente se enamoran, pero expresan
que no sienten ilusión por el amor.
Creen ser absolutamente maduros.
Xiao Jin dijo al reportero que, después de separarse
de su enamorada del nordeste, se ha vuelto aún más práctico
y razonable. Añadió que ahora, tanto al trabajar como
al abordar problemas sentimentales, muestra un aplomo
que nunca imaginó tener. Es capaz de separar completamente al amor de
la satisfacción de los deseos sexuales.
A pesar de que mira el amor con frialdad, considera
que las necesidades físicas han de ser satisfechas de
una manera justa. Para no perjudicar a la otra parte, la norma que fija Xiao Jin
a la hora de elegir una muchacha con quien convivir
consiste en que ésta debe compartir sus puntos de vista
con respecto a los sentimientos. Ambos deben ser buenos
amigos y unirse para vivir con mayor desahogo. Sin ataduras
matrimoniales, sus relaciones serán más puras y transparentes.
El soltero y la satisfacción
sexual
La
sociólogo Li Yinhe manifestó al reportero: los factores
que han dado lugar a la formación de este grupo de jóvenes
dispuestos a no casarse son diversos.
El principal es la creciente urbanización, industrialización
y modernización de las ciudades. Los jóvenes urbanos son distintos de los rurales,
y el casamiento ha dejado de ser para ellos algo que obligatoriamente
tienen que materializar. La vida moderna llena la mente
de los jóvenes de cosas frescas.
En consecuencia, se ha operado silenciosamente
un cambio en el concepto de los valores personales, y
el patrón individual en vez del familiar se generaliza
cada día más.
En primer lugar, antes muchos se casaban atraídos por la parte sexual de
la unión matrimonial.
Pero cuando un soltero se siente sexualmente satisfecho
mediante una adecuada convivencia con su enamorada, su
posición hacia el matrimonio varía. Si abordan convenientemente
el asunto, ambos pueden tener una relación armoniosa.
La diversificación de la ciudad hace que los jóvenes experimenten
una vida mucho más complicada que la de sus padres cuando
tenían su edad. Hace
tiempo que saben qué es el amor. Si ambas partes no abrigan
mala intención, ¿por qué no pueden vivir según sus propias
necesidades? Adoptar una actitud cínica ante el mundo
es una deficiencia moral, y no hay por qué ponerla en
el mismo plano de la convivencia bien intencionada.
En segundo lugar, al decidir no casarse, muchos adoptan una actitud pasiva,
diciendo que no han encontrado el verdadero amor. Hoy
día, hay jóvenes que persisten en no contraer matrimonio
porque persiguen la perfección, y no se casan si no encuentran
la pareja que consideran ideal. Ven el amor como algo
sublime. A sus ojos, la búsqueda del amor es mucho más
importante que el matrimonio en sí. A través de una amiga,
Xiao Li conoció a Xiao Gu, que se ha naturalizado japonés
.
Aprovechando
un viaje de trabajo, fue a Japón a verse con el señor
Gu. Después de regresar al país, dijo a sus amigos que,
al verlo por primera vez, el muchacho no le había causado
una buena impresión, a pesar de ser un hombre bueno. El
joven le prometió que, una vez casados, se la llevaría
a Japón. A pesar de su promesa, no se sentía atraída por él. Al comer juntos, la muchacha no quería ni siquiera
tocar lo que el otro le ofrecía.
Como predica la perfección y no le da importancia
a las ventajas de las condiciones materiales, no desea
casarse irreflexivamente, forzando sus sentimientos. La
sociólogo Li opina que el grupo de jóvenes dispuestos
a no casarse al que pertenece Xiao Li
se caracteriza por su pasividad, al no haber encontrado
el verdadero amor. Estos jóvenes poseen una personalidad
muy fuerte, y no conciben el matrimonio sin amor.
No casarse: una actitud de vanguardia
La sociólogo Li cree que el que en muchas ciudades haya jóvenes que han
decidido no casarse ha dado lugar a un modo de vida de
vanguardia.
Al igual que las artes marciales,
el cine y el rock & roll,
el vivir sin casarse, preconizado
como una actitud de vanguardia, también cuenta con muchos
seguidores. En esta época, si los jóvenes no se enamoran
pueden entregarse a una vida pequeña burguesa: tomarse
una taza de café en un Starbucks cuando se sienten cansados
al salir del trabajo, ir solos a una excursión el fin
de semana con su equipaje al hombro, aprender con frenesí
un idioma extranjero o una técnica avanzada de computación,
comentar con los amigos una película clásica, o estar
en un bar hasta el amanecer… El contenido de su vida es
rico, y por consiguiente no hay porqué enamorarse y casarse.
La letra de una canción dice así: en
el matrimonio, el dinero que gana uno lo gastan dos.
Para los jóvenes que preconizan lo individual y la independencia,
el no casarse significa vivir aún más desahogados.
Otros no se casan por eludir una serie de responsabilidades sociales y
familiares derivadas del matrimonio. Afirman que, después
de éste, el esposo debe ceder para adaptarse al ritmo
de vida y a las costumbres de la esposa, y viceversa.
Si ambos persisten en sus intereses personales y tienen
un carácter fuerte, no podrán llevar una vida conyugal
armoniosa. Además, su responsabilidad ante los hijos y
los padres los hace sentir aún más que sus capacidades
no están a la altura de sus deseos. Obligados por las presiones de cada día, han optado por no casarse.
Comprenden claramente la naturaleza de la vida matrimonial.
Opinan que más vale vivir solos, a sus anchas, tener que
asumir las preocupaciones y cargas que conlleva el casamiento.
En una sociedad diversificada, el matrimonio ha dejado
de ser la única forma de obtener el amor.
Los pros y los contras
Con respecto al creciente número de jóvenes dispuestos a no casarse, Li
Yinhe comenta: Este fenómeno tiene más ventajas que desventajas.
Las más evidentes consisten en la posibilidad de controlar
eficientemente el crecimiento demográfico, el planteamiento
de un desafío al concepto sobre el matrimonio y el hogar
tradicionales y la contribución a la formación de un nuevo
modo de pensar y de un nuevo concepto. Frente a este fenómeno,
no hay porqué alarmarse. En algunos países del norte de
Europa, los que no se casan y eligen la convivencia como
su modo de vida representan la mitad de la población total.
En Inglaterra y Francia, esta cifra alcanza el 25 por
ciento. Desde cierto punto de vista, los dispuestos a
no casarse prestan mayor atención a sus propios sentimientos.
Viven con mayor individualidad. En ellos se destaca, especialmente,
la idea de tomar al individuo como patrón. Se prevé que
en Japón, en el 2015, la tasa de solteros con 40 años
de edad alcance un 25,4 por ciento, mientras que la de
las solteras de la misma edad llegará a un 13,9 por ciento.
Según los expertos, Japón ha entrado en “la época del
no casamiento”.
En opinión de los psicólogos, el no casamiento es una enfermedad psicológica
muy representativa de la sociedad moderna. La propaganda
negativa de la opinión pública sobre la vida matrimonial
es una de sus causas e incluso del temor que existe al
casamiento. La prensa ha divulgado muchos debates sobre
cómo abordar las relaciones matrimoniales. Tal ambiente
social hace que los que aún no han llegado a la edad de
casarse sientan sobre ellos una presión invisible. La
demasiada consideración acerca de la vida matrimonial
da como resultado el miedo al casamiento o a la acción
de evadirlo. En consecuencia, muchos lo postergan, e incluso
prefieren llevar una vida de celibato antes de “sufrir”
el matrimonio. La vida de por sí es compleja. Entre las
relaciones humanas, la relación más sencilla y a la vez
más complicada es la matrimonial. El mal tratamiento de
esta relación suele tener consecuencias perjudiciales.
La convivencia permite obtener goce sexual y compañía,
y no sentir las molestias de las citadas responsabilidades.
Al parecer, estas palabras suenan bien al oído. Sin embargo,
la convivencia, por muy exitosa que sea, no puede borrar
las diferencias que existen con respecto al modo de pensar
y de actuar entre los integrantes de la pareja, y estas
diferencias conducen, finalmente, a divergencias. La demanda femenina de una relación íntima es mucho
mayor que la del hombre. A
medida en que pasan los años, la mujer que ama
realmente a su compañero en la vida desea disfrutar de
una ternura estable y de un ambiente hogareño. No obstante,
al considerar la formación de un hogar, el hombre piensa,
de manera subconsciente, en la presión y en las trabas.
Por todas estas razones, la convivencia puede terminar
en la celebración de la boda o en la separación.
Por lo tanto, no pocos creen que las ideas y las prácticas de los dispuestos
a no casarse son infantiles, que éstos carecen de sentido
común, y que cuando adquieran suficiente experiencia optarán
por contraer matrimonio.
Pero debemos dejar en claro que cada cual tiene
el derecho de elegir el modo de vida que prefiera. Si viviéramos con felicidad cada día, existiría
en la sociedad una mayor armonía.
Los decididos a no casarse afirman que:
El amor te hace no dormir. El
matrimonio, dormitar.
La única manera de prolongar
el amor es postergar el casamiento.
Históricamente, el matrimonio
ha consistido en convertir el “hilo rojo” que enlaza a
la pareja en una soga.
Si de bodas se trata, les expresan
sus felicitaciones a los conocidos, y sus condolencias
a los amigos.