MAYO
2004


Enamorarse pero no casarse

Por WANG KUI

Si tuviera en sus manos un menú en que se puede leer “Oferta del día: bufés para bodas, platos sofritos para el divorcio, leche o té verde para convivir y té rojo para no casarse” y preguntara si puede elegir otra cosa, la respuesta sería negativa, porque Ud. vive en un mundo en el que, a menos que padezca de alguna enfermedad, nadie prescindiría, en lo sentimental, de esta comida. Muchos, sin embargo, tras mirar a su alrededor y sopesar los factores al alcance de su vista, optan finalmente por no casarse.

Retrato del grupo de los dispuestos a no casarse

Xiao Jin, de 26 años de edad, estaba a cargo de los asuntos financieros de un banco estatal en una ciudad grande del nordeste. Hacía siete años que estaba enamorado de una chica. Llevaba una vida más o menos feliz.  Por diversas causas,  poco a poco, la  desarmonía se puso de relieve. Impulsado por el enojo, el joven se separó de ella. Más tarde, renunció al trabajo y vino solo a Beijing. Ahora, trabaja como subgerente de la sección de mercado de una compañía de Software de propiedad particular.  Su obsesión por el trabajo es pertinaz y constante. Cambia a menudo de pareja, buscando siempre una chica nueva con quien convivir.  Ha jurado no casarse. Considera que todo amor carece de la necesaria confianza, y que las relaciones humanas se vuelven cada día más prácticas. Por ende, la convivencia sin ataduras es la mejor fórmula para compensar la enorme presión que el trabajo ejerce sobre él.

La señorita Guo trabaja en una compañía extranjera en Beijing. Opina que, si se casara, tendría más ocupaciones, como por ejemplo tener que ir a hacer compras para preparar la comida.  Ahora, sólo se enamora y no piensa casarse.  Sus días son placenteros. Al hablar sobre el tema, afirmó: “El matrimonio romántico es inestable mientras que el estable carece de romanticismo”. “El esposo mundano no es poético, y el poético no es práctico”. En conclusión: para ella el marido ideal no existe, razón por la cual ha optado, simplemente, por no casarse.

En las ciudades se ven cada día más jóvenes dispuestos a no casarse.  Si les hacemos un retrato, sería así: la mayoría de ellos posee una buena preparación, un buen trabajo e ingresos estables, pero no por ello dejan de sentir presión. Son diversas las razones que los llevan a preferir no contraer nupcias.  Algunos buscan su realización individual. Aunque eligen no casarse, indudablemente se enamoran, pero expresan que no sienten ilusión por el amor.  Creen ser absolutamente maduros.  Xiao Jin dijo al reportero que, después de separarse de su enamorada del nordeste, se ha vuelto aún más práctico y razonable. Añadió que ahora, tanto al trabajar como al abordar problemas sentimentales, muestra un aplomo que nunca imaginó tener.  Es capaz de separar completamente al amor de la satisfacción de los deseos sexuales.  A pesar de que mira el amor con frialdad, considera que las necesidades físicas han de ser satisfechas de una manera justa.  Para no perjudicar a la otra parte, la norma que fija Xiao Jin  a la hora de elegir una muchacha con quien convivir consiste en que ésta debe compartir sus puntos de vista con respecto a los sentimientos. Ambos deben ser buenos amigos y unirse para vivir con mayor desahogo. Sin ataduras matrimoniales, sus relaciones serán más puras y transparentes.

El soltero y la satisfacción sexual

La sociólogo Li Yinhe manifestó al reportero: los factores que han dado lugar a la formación de este grupo de jóvenes dispuestos a no casarse son diversos.  El principal es la creciente urbanización, industrialización y modernización de las ciudades.  Los jóvenes urbanos son distintos de los rurales, y el casamiento ha dejado de ser para ellos algo que obligatoriamente tienen que materializar. La vida moderna llena la mente de los jóvenes de cosas frescas.  En consecuencia, se ha operado silenciosamente un cambio en el concepto de los valores personales, y el patrón individual en vez del familiar se generaliza cada día más.

En primer lugar, antes muchos se casaban atraídos por la parte sexual de la unión matrimonial.  Pero cuando un soltero se siente sexualmente satisfecho mediante una adecuada convivencia con su enamorada, su posición hacia el matrimonio varía. Si abordan convenientemente el asunto, ambos pueden tener una relación armoniosa. La diversificación de la ciudad hace que los jóvenes experimenten una vida mucho más complicada que la de sus padres cuando tenían su edad.  Hace tiempo que saben qué es el amor. Si ambas partes no abrigan mala intención, ¿por qué no pueden vivir según sus propias necesidades? Adoptar una actitud cínica ante el mundo es una deficiencia moral, y no hay por qué ponerla en el mismo plano de la convivencia bien intencionada.

En segundo lugar, al decidir no casarse, muchos adoptan una actitud pasiva, diciendo que no han encontrado el verdadero amor. Hoy día, hay jóvenes que persisten en no contraer matrimonio porque persiguen la perfección, y no se casan si no encuentran la pareja que consideran ideal. Ven el amor como algo sublime. A sus ojos, la búsqueda del amor es mucho más importante que el matrimonio en sí. A través de una amiga, Xiao Li conoció a Xiao Gu, que se ha naturalizado japonés .

Aprovechando un viaje de trabajo, fue a Japón a verse con el señor Gu. Después de regresar al país, dijo a sus amigos que, al verlo por primera vez, el muchacho no le había causado una buena impresión, a pesar de ser un hombre bueno. El joven le prometió que, una vez casados, se la llevaría a Japón.  A pesar de su promesa,  no se sentía atraída por él.  Al comer juntos, la muchacha no quería ni siquiera tocar lo que el otro le ofrecía.  Como predica la perfección y no le da importancia a las ventajas de las condiciones materiales, no desea casarse irreflexivamente, forzando sus sentimientos. La sociólogo Li opina que el grupo de jóvenes dispuestos a no casarse al que pertenece Xiao Li  se caracteriza por su pasividad, al no haber encontrado el verdadero amor. Estos jóvenes poseen una personalidad muy fuerte, y no conciben el matrimonio sin amor.

No casarse: una actitud de vanguardia

La sociólogo Li cree que el que en muchas ciudades haya jóvenes que han decidido no casarse ha dado lugar a un modo de vida de vanguardia.

Al igual que las artes marciales, el cine y el rock & roll, el vivir sin casarse, preconizado como una actitud de vanguardia, también cuenta con muchos seguidores. En esta época, si los jóvenes no se enamoran pueden entregarse a una vida pequeña burguesa: tomarse una taza de café en un Starbucks cuando se sienten cansados al salir del trabajo, ir solos a una excursión el fin de semana con su equipaje al hombro, aprender con frenesí un idioma extranjero o una técnica avanzada de computación, comentar con los amigos una película clásica, o estar en un bar hasta el amanecer… El contenido de su vida es rico, y por consiguiente no hay porqué enamorarse y casarse. La letra de una canción dice así: en el matrimonio, el dinero que gana uno lo gastan dos. Para los jóvenes que preconizan lo individual y la independencia, el no casarse significa vivir aún más desahogados.

Otros no se casan por eludir una serie de responsabilidades sociales y familiares derivadas del matrimonio. Afirman que, después de éste, el esposo debe ceder para adaptarse al ritmo de vida y a las costumbres de la esposa, y viceversa. Si ambos persisten en sus intereses personales y tienen un carácter fuerte, no podrán llevar una vida conyugal armoniosa. Además, su responsabilidad ante los hijos y los padres los hace sentir aún más que sus capacidades no están a la altura de sus deseos.  Obligados por las presiones de cada día, han optado por no casarse. Comprenden claramente la naturaleza de la vida matrimonial. Opinan que más vale vivir solos, a sus anchas, tener que asumir las preocupaciones y cargas que conlleva el casamiento. En una sociedad diversificada, el matrimonio ha dejado de ser la única forma de obtener el amor.

Los pros y los contras

Con respecto al creciente número de jóvenes dispuestos a no casarse, Li Yinhe comenta: Este fenómeno tiene más ventajas que desventajas. Las más evidentes consisten en la posibilidad de controlar eficientemente el crecimiento demográfico, el planteamiento de un desafío al concepto sobre el matrimonio y el hogar tradicionales y la contribución a la formación de un nuevo modo de pensar y de un nuevo concepto. Frente a este fenómeno, no hay porqué alarmarse. En algunos países del norte de Europa, los que no se casan y eligen la convivencia como su modo de vida representan la mitad de la población total. En Inglaterra y Francia, esta cifra alcanza el 25 por ciento. Desde cierto punto de vista, los dispuestos a no casarse prestan mayor atención a sus propios sentimientos. Viven con mayor individualidad. En ellos se destaca, especialmente, la idea de tomar al individuo como patrón. Se prevé que en Japón, en el 2015, la tasa de solteros con 40 años de edad alcance un 25,4 por ciento, mientras que la de las solteras de la misma edad llegará a un 13,9 por ciento. Según los expertos, Japón ha entrado en “la época del no casamiento”.

En opinión de los psicólogos, el no casamiento es una enfermedad psicológica muy representativa de la sociedad moderna. La propaganda negativa de la opinión pública sobre la vida matrimonial es una de sus causas e incluso del temor que existe al casamiento. La prensa ha divulgado muchos debates sobre cómo abordar las relaciones matrimoniales. Tal ambiente social hace que los que aún no han llegado a la edad de casarse sientan sobre ellos una presión invisible. La demasiada consideración acerca de la vida matrimonial da como resultado el miedo al casamiento o a la acción de evadirlo. En consecuencia, muchos lo postergan, e incluso prefieren llevar una vida de celibato antes de “sufrir” el matrimonio. La vida de por sí es compleja. Entre las relaciones humanas, la relación más sencilla y a la vez más complicada es la matrimonial. El mal tratamiento de esta relación suele tener consecuencias perjudiciales.  La convivencia permite obtener goce sexual y compañía, y no sentir las molestias de las citadas responsabilidades. Al parecer, estas palabras suenan bien al oído. Sin embargo, la convivencia, por muy exitosa que sea, no puede borrar las diferencias que existen con respecto al modo de pensar y de actuar entre los integrantes de la pareja, y estas diferencias conducen, finalmente,  a divergencias. La demanda femenina de una relación íntima es mucho mayor que la del hombre. A  medida en que pasan los años, la mujer que ama realmente a su compañero en la vida desea disfrutar de una ternura estable y de un ambiente hogareño. No obstante, al considerar la formación de un hogar, el hombre piensa, de manera subconsciente, en la presión y en las trabas. Por todas estas razones, la convivencia puede terminar en la celebración de la boda o en la separación.

Por lo tanto, no pocos creen que las ideas y las prácticas de los dispuestos a no casarse son infantiles, que éstos carecen de sentido común, y que cuando adquieran suficiente experiencia optarán por contraer matrimonio.  Pero debemos dejar en claro que cada cual tiene el derecho de elegir el modo de vida que prefiera.  Si viviéramos con felicidad cada día, existiría en la sociedad una mayor armonía.

Los decididos a no casarse afirman que:

El amor te hace no dormir. El matrimonio, dormitar.

La única manera de prolongar el amor es postergar el casamiento.

Históricamente, el matrimonio ha consistido en convertir el “hilo rojo” que enlaza a la pareja en una soga.

Si de bodas se trata, les expresan sus felicitaciones a los conocidos, y sus condolencias a los amigos.

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