Toda una vida juntos con la pasión escondida
Por
CHEN NA
Yan
Chaoyang, de 60 años, graduado de la Universidad de Transporte
de Xi´an, trabajó como ingeniero de alta categoría y ahora
está jubilado. Es hombre de pocas palabras y de actuar
comedido. Según su credo muy personal, la comprensión
y la preocupación mutuas son muy importantes para un matrimonio
feliz.
Ji Hong, de 59 años,
también se graduó en la Universidad de Transporte de Xi´an,
como ingeniera de alta categoría, y ahora disfruta de
la jubilación en casa. Es extrovertida y “siempre tiene
algo que hacer,” como ella misma admite. Casi 35 años
de matrimonio le han convencido de que el paso del tiempo
es la mejor prueba para saber cuando dos personas se necesitan
mutuamente.
A los ojos de la mayoría, Yan Chaoyang y Ji Hong forman
una pareja madura convencional. Sus siete lustros de unión
conyugal equivalen a un remanso de paz, ajeno a cualquier
sobresalto. Con todo, quienes les conocen, saben que el
amor perpetuo es pan diario para esta pareja.
No hubo promesa
solemne de amor
Se
enamoraron silenciosamente en el cuarto año de la carrera.
“Establecimos el noviazgo cuando estábamos a punto de
graduarnos. No hicimos votos formales de amor, sino que
nos adherimos al pensamiento simple de que en lo adelante
caminaríamos codo con codo por el sendero de la vida.
Y así pasamos 35 años”, dice Ji Hong con una sonrisa que
le ilumina el rostro.
Ji Hong y Yan Chaoyang fueron compañeros en la misma
clase de la Facultad de Mecánica, además de compartir
deberes como cuadros de la Unión Estudiantil.
Ji Hong era buena jugando al baloncesto, al punto que
se convirtió en capitana del equipo femenino del baloncesto
de la universidad. Al frente de varias decenas de condiscípulas
obtuvo sobresalientes “hazañas militares” en la Liga de
Centros Docentes Superiores. Rebosante de vigor y entusiasmo
juvenil, Ji Hong llamó la atención de Yan Chaoyang, un
joven introvertido. Cuando estaba junto a ella, sin embargo,
siempre se le ocurría algo que decir. Para Ji Hong, Yan
Chaoyang sabía muy bien cómo vivir la vida. Siempre llegaba
con preguntas que otros nunca habían pensado.
Contrajeron matrimonio en 1968. Aquel día escalaron
la montaña Huashan a manera de celebración de la boda
y también como luna de miel. La sencillez de la ceremonia
no empañó en absoluto el brillo de la felicidad que empollaba
en aquella pareja.
Yan Chaoyang nos confiesa: “Si nos pregunta la causa
por la cual nos escogimos uno al otro, pienso que se debió
a la admiración mutua”.
Mucho trabajo
y poco tiempo para amarse
Después de la graduación, fueron asignados por la escuela
a trabajar en la fábrica de bombas hidráulicas de Gansu,
donde permanecieron por espacio de
13 años.
Para fabricar una turbina hidráulica de gran envergadura,
trabajaban sin descanso, olvidándose incluso de comer
y dormir. No era extraño que Yan Chaoyang se pasara varios
días sin ir a casa. Hubo ocasiones en que ambos estaban
tan entregados a sus responsabilidades laborales que olvidaban
el arroz que se cocía en el fuego. Así perdieron varias
ollas achicharradas. En plena madrugada, era común que
uno de ellos se despertara de repente con la inquietud
de algún dato en la mente, y que entonces despertara al
otro para juntos estudiar el hallazgo. Al final, cuando
Yan Chaoyang recibió el título de “trabajador ejemplar,”
dijo suspirando que aquel reconocimiento era el “fruto
de los esfuerzos de los dos”.
Por cuestiones de trabajo, en 1982 se trasladaron a
la ciudad de Handan, en la provincia de Hebei. Yan Chaoyang
asumió el puesto de director de la fábrica de la industria
mecánica y textil, mientras Ji Hong trabajaba en la Oficina
de la Industria Electrónica.
Yan Chaoyang no se encontraba bien de salud y sufrió un
trombo cerebral. Por fortuna, su fuerte voluntad personal
y los esmerados cuidados de Li Hong le hicieron recuperarse
milagrosamente en menos de un mes, tras lo cual salió
del hospital. Los doctores no daban crédito a lo sucedido.
Unos años después, vinieron a Beijing, donde trabajaron
hasta que les llegó la edad del retiro.
No hay bache
que no se puede superar en la vida
En 1998, Yan Chaoyang vino en misión a Beijing, justo
cuando se producía una tormenta de arena. Al pasar por
una obra en construcción, un madero de un metro de largo
que el viento desprendió cayó sobre su cabeza. De inmediato
brotó la sangre. El accidentado pasó varios días en coma.
Al volver en sí, lo primero que hizo fue llamar a su esposa.
Como no quería que ella se preocupara, le mintió diciéndole
que no había llamado antes por la gran carga de
trabajo que tenía. Pero Ji Hong se quedó con dudas
y averiguó hasta que supo la verdad. Sin decir nada tomó
el tren hasta la capital. La presencia de su mujer resultó
un gran aliciente para Yan Chaoyang.
En 1999, Ji Hong se sometió a una operación quirúrgica.
Pero en aquel entonces, Yan Chaoyang, por motivos de trabajo,
no pudo acompañarla en el hospital. Para que le sirvieran
de sustitutos en su ausencia, le compró una pareja de
pájaros a Ji Hong. Con su parloteo, los dos animalitos
atraían a muchos otros enfermos, que se acercaban para
jugar con ellos. El cuarto de Ji Hong se llenó de vitalidad
y energía. Ji Hong estaba conmovida por el esmero demostrado
por su marido.
Al respecto, Ji Hong afirma: “la comunicación y la negociación
entre marido y mujer son imprescindibles para la armonía
matrimonial”. Todos los días y con puntualidad, ambos
abandonan el lecho a las cinco y media. Después de una
reunión habitual matinal, durante la cual hablan de las
actividades para el día, y de qué prepararán para las
tres comidas, desayunan juntos y se van al parque cercano
a hacer ejercicios. Primero hacen calentamiento, luego,
dos tandas de 24 posturas de taijiquan, después,
dos tandas más de 32 posturas y dos tandas de ejercicios
con la espada hongmei. Se trata de un rito que respetan
incluso en días de viento y lluvia.
Como su hija trabaja en Brasil, otra de las obligaciones
diarias consiste en esperar su llamada telefónica. Los
fines de semana, el nieto viene a pasarlos con los abuelos,
lo que añade nuevo interés a sus vidas.
Cuando les pedimos que propongan una calificación numérica
para su vida matrimonial. Ji Hong ríe y se aventura: “Yo
propongo 99,9. El 0,1 que falta, debe ser por mis deseos
de irme a Brasil para ver a mi hija, pero como a él no
le gusta viajar, se niega a acompañarme. Siempre negociamos
sobre el tema”. Yan Chaoyang, por su parte, otorga un
100. Según él, una persona no puede disfrutar de la alegría
de la vida sin tener satisfacción. Y si de satisfacción
se trata, toda la que necesita la encuentra en su vida
matrimonial.