El
gusto por el té
Por
HUO JIANYING
El
emperador Qian Long, que ocupó el trono por 60 años, decidió
conceder el poder imperial a su hijo en 1795. Muchos funcionarios
le hicieron saber de las objeciones de la corte al respecto:
“El país no puede ser país sin Su Majestad”. Al oírlo,
Qian Long levantó una taza de té y dijo suspirando: “Y
yo no puedo vivir ni un día sin tomar té.” Los motivos de Qian Long para conceder su trono
eran múltiples, pero lo que dijo tenía mucho que ver con
su inveterada afición por el
té. Con 88 años de edad, Qian Long devino el más
longevo de los emperadores feudales de China. Su longevidad
tiene mucho que ver con el hábito de tomar el té.
Amigo del
té
A Qian Long le gustaba salir de excursión; sobre todo
viajar por el pintoresco sur del río Yangtsé. Durante
su período en el trono bajó seis veces al sur a hacer
inspecciones, especialmente a Hangzhou, lugar productor
del té verde de Longjing, para observar la situación del
crecimiento del arbusto, conocer el proceso de elaboración
y la vida de los cultivadores del té. Y, por supuesto,
saborear el té de calidad superior. Compuso cuatro poemas
para alabar el té de Longjing.
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Plantación del té Longjing |
Una vez, paladeó una taza de té de arbusto cultivado
alrededor de un templo del Monte del León. Tan maravilloso
le pareció el sabor que ordenó conceder a aquellos 18
arbustos el título de “arbusto de té imperial” y exigió
que le entregaran los mismos como tributo cada año. Este
lugar de estas reliquias se mantiene intacto hasta la
actualidad, y se ha convertido en uno de los sitios turísticos
muy conocidos de Hangzhou. El “aguja plateada de Junshan”,
de la provincia de Hunan también fue uno de los tributos
designados por Qian Long.
En la vida de los chinos goza de gran arraigo el acto
protocolar de tomar té: cuando el dueño de una casa sirve
al huésped una taza de té, o le añade agua a la misma,
el invitado suele expresar su agradecimiento tocando ligeramente
una o dos veces la mesa con los dedos índice y del medio.
Dicen que este gesto tuvo su origen en Qian Long.
Se cuenta que cuando el soberano fue a inspeccionar
la ciudad de Suzhou, se paseó como uno más de los lugareños,
seguido a distancia discreta por sus guardaespaldas. Sediento
del largo camino, en cuanto llegó a una casa de té, se
apresuró a tomar la tetera y servirse el té por sí mismo,
y sirvió el agua a sus seguidores también. Como estos
no podían revelar la identidad del emperador, se vieron
impedidos de recibir la taza arrodillándose, pero como
tampoco era correcto tomar el té como si nada, todos se
quedaron perplejos, hasta que en una rápida reacción a
uno de ellos se le ocurrió una estratagema. Dobló los
dedos índice y del medio hacia Qian Long y tocó la mesa
ligeramente dos veces, a guisa de reverencia, como si
el propio súbdito fuera quien se arrodillara y tocara
el suelo con la frente. Eso agradó mucho a Qian Long,
que en voz baja hizo el elogio. De allí en adelante comenzó
a popularizarse este protocolo entre el pueblo, como expresión
de respeto y agradecimiento.
Siendo experto del té, Qian Long sabía naturalmente
la relación entre el té y el agua. Para ello tomaba en
cuenta la máxima de los antiguos: “La calidad del té no
se puede distinguir bien sin un agua buena. Si se prepara
un té de calidad media con agua muy purificada, el sabor
del té será excelente. Pero si prepara un té de la mejor
calidad con agua ordinaria, éste no pasará de tener un
sabor ordinario”. Eso lo han sabido casi todos los bebedores
del té, incluyendo a Qian Long.
Según datos históricos, Qian Long elaboró un dou (utensilio que se usa para medir el
contenido de áridos) de plata, con el cual medía especialmente
el peso del agua manantial de diferentes lugares, comparando
su calidad. Dicen que el agua de peso más ligero es la
de mejor calidad. De acuerdo con el resultado de la medición,
el agua de la colina de Yuquan, en Beijing, era más ligera,
en memoria de lo cual Qian Long escribió un artículo titulado
“Primer manantial bajo el cielo.”
Qian Long descubrió que más ligera aún que el agua del
manantial de Yuquan era la obtenida de la nieve y del
rocío sobre las hojas de loto. Pero el agua de la nieve
no se puede lograr en cualquier época. Por eso, además
de usar el agua del manantial de Yuquan, Qian Long gustaba
de recoger el rocío acumulado sobre las hojas de loto
en verano y otoño. No es mero rumor, el hecho ha quedado
registrado para la historia en un poema de Qian Long, quien cada año, de mayo a septiembre,
solía irse a la Hacienda Imperial de Veraneo de Chengde
a despachar los asuntos estatales. En el lago de la Hacienda
se cultivaba una vasta extensión de lotos, por lo que
no resultaba difícil recoger el rocío necesario. A propósito
dijo en su poema: “El lago está cubierto por una gran
extensión de flores de loto; el rocío brilla sobre las
hojas verdes; lo colecciono para hacer una taza de té;
nada mejor que eso para agradarme”.
Después de abdicar el trono, Qian Long escogió el Salón
de Tranquilidad del Palacio de Invierno como su lugar
especial para saborear el té. Acompañado por el té pasó
el resto de la vida.
Emperador
prefiere el té que el poder imperial
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La
representación en el Museo para mostrar el complicado
proceso del servir té en la dinastía Song del Norte
(960-1127) |
Aparte de Qian Long, hubo otro emperador de la dinastía
Song (960-1079), Zhao Ji, conocido por su afición al té.
Fue un personaje controvertido. Tanto él mismo como las
generaciones que le siguieron creyeron que se hizo emperador
por un golpe de suerte. De no haber carecido de heredero
su hermano mayor Zhezong,
Zhao Ji nunca hubiera heredado el trono. Zhao Ji
no se había preparado para hacerse emperador, ni tampoco
tenía interés en ello. Lo más trágico era que no sabía
cómo hacérselo. Aprovechó todo su poderío para satisfacer
su gusto por el arte. Abrió una academia de arte imperial,
coleccionó objetos antiguos y piedras preciosas y escribió
libros sobre pintura, caligrafía y objetos de bronce,
entre otras especialidades.
Zhao Ji era un artista nato. No sólo estaba dotado de
alto talento, sino que también tenía mucha afición por
el arte. Amaba ardientemente la caligrafía, la pintura,
la poesía y la escultura en metal y piedra. Tenía un notable
nivel académico o artístico y obtenía gran éxito en estos
ámbitos. En el 2002, una de sus obras, Aves Preciosas, se vendió en subasta por 25,3 millones de yuanes,
equivalente aproximado a 3,040 millones de dólares estadounidenses.
Se dedicaba también profundamente al estudio de la ciencia
del té. Escribió en 1107 un libro de veinte capítulos
titulado Vista Panorámica
de las Teorías del Té,
único tratado del té escrito por un emperador en la historia
de China. Dicho volumen presentaba en detalle el lugar
de producción, la elaboración, el método de manejar la
infusión y las diversas combinaciones del té y la calidad
del agua, así como la moda de entonces de competir paladeando
el té.
Por ejemplo, en el capítulo “Recogida” recomienda recoger
el té al amanecer y terminar de hacerlo cuando el sol
sale por el horizonte, tomando las hojas con las uñas,
para evitar que el sudor de los dedos las ensucie.
En cuanto a la calidad del agua, cree que la de manantial
es la mejor, seguida por la del pozo, y que la del río
es la peor.
El libro también dedica no poca tinta a narrar los requisitos
de la vajilla de té. Cree mejor el rodillo de plata, cuya
artesa debe ser profunda, con un fondo
plano y liso. Las tazas de té de color negro son
las más nobles. Y el material, el tamaño y la forma de
la vasija que contiene el agua también afectan las calificaciones
obtenidas en la competencia de paladear el té.
Dicha lid consiste en evaluar el té, el agua, la calidad
del juego de té y el arte de hacer la infusión, algo muy
en boga en la dinastía Song. A Zhao Ji le gustaba tanto
el té que nunca se cansaba de participar a la vez que se esforzaba por promoverla
entre el pueblo.
La competencia de paladear
el té solía realizarse entre amigos íntimos y en un salón
o un patio amplio, limpio y elegante. La mejor variedad
del té es el recién recogido dentro del mismo año, cuyo
color, aroma y sabor son excelentes. La mejor agua debe ser la corriente y de calidad
purificada. En cuanto al juego del té, la forma, el color
y el arte de elaboración son tres elementos fundamentales.
Súmese a ello que la técnica de preparación y la postura del servidor
también son importantes. El emperador Zhao Ji tenía una
técnica de alto nivel. Dicen que cuando removía el agua
con la escobilla del té, aparecerían sobre la superficie
del agua dibujos maravillosos, como si estuviera pintando.
Pero si bien Zhao Ji se lucía
en la competencia de paladear té, en la cual se anotó
una victoria tras otra, otro cuento fue su desempeño al
despachar los asuntos estatales. Nunca había puesto su
pensamiento en la gobernación del país, cuyas riendas
cayeron en manos de funcionarios desleales. El país sufrió
incesantes agresiones extranjeras. Al final, concedió
el trono al príncipe heredero para dedicarse en cuerpo
y alma a su arte preferido. Sin embargo, los días felices
pasaron pronto. Dos años más tarde, las tropas del reino
Jin conquistaron la capital y lo capturaron. Murió alejado
de casa, sin contar siquiera con un lugar para su entierro.
Los historiadores lo consideran
un emperador fatuo e inmoderado, pero al mismo tiempo
ocupa un puesto muy importante en el proceso del desarrollo
del arte y cultura de China. Su obra
Vista Panorámica de las Teorías del Té sienta las bases de la historia de los estudios del té en China. Sin embargo,
cuando leemos esta obra, nos queda la impresión de la
misma trasciende más como pesado manual de historia que
como una monografía del té. Aunque no tenemos por qué
achacar la caída de la dinastía Song al gusto de Zhao
Ji, tampoco es como para vivir conmovidos por su amor
al té.
Poeta más conocido por su gusto por el té
El té es algo bueno. No sólo
es agradable al paladar, sino que también es favorable
para la salud. En el Compendio de Materia Médica, famosa obra farmacológica de Li Shizhen, de la dinastía
Ming (1368—1644), el té está enlistado entre los buenos
materiales medicinales para quitar el fuego interno. Puede
aumentar la inmunidad del ser humano y tiene funciones
preventivas para ciertas enfermedades. Los científicos
modernos también apoyan esta teoría. En sus frutos científicos,
descubren que el té, sobre todo el té verde, incrementa
la resistencia
al cáncer.
De esta manera, nunca han
faltado aficionados al té en la historia de China. Entre
ellos figura Lu Tong, poeta de la dinastía Tang (618—907).
En esta dinastía surgió una
pléyade de grandes poetas, entre los cuales Lu Tong no
era precisamente una lumbrera. Su fama poética no se puede
comparar con su reputación por el gusto hacia el té. Entre
los cientos de poemas compuestos por él, muy pocos se
han conservado, pero hay uno sobre el té que logró divulgarse
ampliamente entre las masas, que guardan su nombre en
la memoria.
Lu Tong era poseedor de una
generosidad innata y no daba mucha importancia a los asuntos
triviales. No asumió ningún cargo decoroso durante toda
su vida como funcionario, pero sí se hizo de muchos amigos
en diferentes círculos. Como todos sabían de su afición
al té, siempre le obsequiaron con la infusión.
Una vez, tras tomar el té
enviado por un amigo, sintió una muy agradable sensación.
En agradecimiento, compuso un poema que trascendió como
Siete
tazas de té, su obra representativa.
Inspirado por el buen sabor de la bebida, de la que tomó
siete tazas, dejó volar la imaginación y escribió: “La
primera taza moja la garganta y los labios; la segunda libera de la soledad y
la angustia; la tercera desata los pies de la imaginación,
haciendo que broten de un tirón mil palabras de la pluma;
la cuarta trae un poco de sudor y eleva a las alturas
todos los resentimientos que anidan en el corazón; la
quinta produce cierta embriaguez; la sexta conduce al
lugar donde moran los inmortales y la séptima
me hace volar, sintiendo el viento que sopla enfriando
las axilas”. Desde entonces, la gente ha acudido a esta
composición lírica para describir aquellos sentimientos
tan etéreos que hacen al común de los mortales sentirse
en la misma gloria al tomarse una taza de té.
Aunque muchos poetas han
derrochado inspiración cantando loas a esta bebida ancestral,
no han faltado tampoco los denuestos. La controvertida
emperatriz Wu Zetian, de la dinastía Tang, es representativa
de esta tendencia opuesta.
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Tomando
el té en tazón en la calle de Beijing |
Wu
Zetian era mujer de gran erudición y muchas aficiones.
Como emperatriz, atendía innumerables asuntos de Estado
todos los días y siempre pasaba la noche en vela. Como
el té estimula el espíritu, no habría nada de objetable
en acudir a ella para mantener despierto el entendimiento.
Sin embargo, Wu Zetian la rechazaba. Creía que el té era
perjudicial para la salud a largo plazo, aun cuando en
corto tiempo podía reajustar en cierto sentido la función
de los órganos internos. Este mismo ejemplo lo citaba
para advertir a los funcionarios cómo comportarse en la
sociedad y en la Corte, nunca pensando solamente en los
intereses inmediatos para desatender el futuro.
Pero
para el promedio de la familia china, hay un precepto
que rige la vida diaria, incluso para aquellos que no
gustan del té, a saber, “Siete cosas tiene la vida que
nadie debe olvidar: leña, arroz, aceite, sal, salsa de
soya, vinagre y té”.