Preocupación
y amor más allá del crimen y el castigo
Por
WANG JINLING
La
proporción de delitos cometidos por las mujeres chinas
suele estar entre las más bajas del mundo. En los países
desarrollados, el robo es el principal delito cometido
por la población femenina, mientras en China, antes de
la reforma y apertura, las mayores cifras apuntaban a
la bigamia y el robo. Entrada la década de los 80, la
calumnia y los perjuicios al matrimonio y la familia fueron
las principales expresiones delictivas. En los 90, creció
la tendencia a incitar, promover y coaccionar para ejercer
la prostitución.
Según
una investigación especial de una provincia, más de la
mitad de los delitos cometidos por mujeres son delitos
menores. De las delincuentes, el 98% no tenían previos
antecedentes penales.
En
cuanto a procedencia, la mayoría son campesinas, pero
si se toma en cuenta que la mayoría de la población china
está integrada por campesinos, se llegará a la conclusión
que la proporción de delitos cometidos por la población
rural no es muy alta. Entre la población femenina crecen
con mayor rapidez los crímenes perpetrados por traficantes
con negocios particulares y las desempleadas, en tanto
disminuye el porcentaje de los cometidos por estudiantes.
Según
el estudio, la mayoría de las delincuentes responsabiliza
al ambiente en que le ha tocado vivir por sus actos, ya
sea por insatisfacción sentimental o conyugal. Se trata
casi siempre de mujeres chinas muy tradicionales. Al pedírsele
que definan el prototipo de mujer buena, todas contestaron
que “una buena mujer debe ser una esposa virtuosa y madre
cariñosa y estar dispuesta a consagrarse por completo
al ser amado”. Por otra parte, opinan que un “buen hombre
es el que tiene sentido de responsabilidad familiar y
hacen contribuciones a la sociedad”, “una familia feliz
se asienta sobre
relaciones familiares armoniosas, un matrimonio enamorado
y un hijo obediente”.
En
lo esencial, su concepto del valor es igual al de las
mujeres comunes. Las informaciones que suelen presentarlas
como mujeres malas, carentes de decoro y de alma envenenada,
sólo contribuyen a alimentar los prejuicios y el sentimiento
de discriminación contra estas mujeres. Cuando se les
trata de cerca, se descubre que también son débiles y
que en su mayoría albergan buenos sentimientos innatos.
Una
mujer que por mucho tiempo había sufrido los malos tratos
de su marido, cometió malversación de fondos públicos
en favor de su amante, sin quedarse con un centavo para
sí misma. Cuando se descubrió el desfalco, el hombre negó
rotundamente cualquier participación en el asunto. Esta
mujer fue víctima por partida doble.
Nuestra
investigación también revela que el dinero no es el móvil
principal que empuja a las mujeres al delito. El estudio
de una veintena de casos arrojó que la mayoría lo hizo
por “amor”. Un dicho
popular, que sugiere una paráfrasis al convencionalismo
francés de “cherchez la femme (buscad la mujer)”, afirma
que “detrás de cada delito femenino se oculta un hombre”.
No le falta razón.
El
origen de la delincuencia femenina china se emparienta con la posición social detentada por este sector
poblacional. Su posición es inferior respecto a la distribución
de recursos. Este desequilibrio y el agravamiento de la
disparidad económica entre pobres y ricos produce la pobreza
que amenaza su existencia y deviene raíz de
sus cuitas sentimentales. Todo esto construye caldo
de cultivo para el delito.
Sirva
de ejemplo en este sentido un caso ocurrido en 1989. Una
mujer pasó sus años juveniles en las montañas remotas,
hasta que posteriormente sus padres le casaron con un
pintor. El matrimonio se trasladó a Zhejiang, pero luego
que ella tuvo un hijo y una hija, su marido abandonó la
casa para nunca más volver. Con sus propios esfuerzos,
la mujer crió a los dos hijos, quienes tuvieron gran éxito
en los estudios. Sin embargo, cuando el varón fue admitido
en una escuela secundaria técnica, les faltó el dinero
para continuar la enseñanza, por lo que el chico decidió
esconder el aviso de ingreso. Cuando su madre lo descubrió,
le dijo: “No permitiré que mis hijos sigan el mismo camino
que yo. Haré cuanto pueda para que sigan estudiando”.
Y se dio a la prostitución. Pronto fue detenida. Todos
le despreciaron, considerándola una pérdida. Ni sus propios hijos quisieron reconocerla.
Hoy,
la ayuda que la sociedad presta a las mujeres excarceladas,
una vez que éstas cumplen su condena sigue teniendo las
mismas dos características principales: ayudar y educar.
Es necesario realizar algún cambio y añadir el tratamiento
psicológico. La tolerancia social a la delincuencia femenina
es menor que para los hombres, lo que refleja el doble
rasero que el público aplica a los géneros. Los prejuicios
con que se trata a estas mujeres constituyen negación
de la legislación social y de las normas estipuladas para
las mujeres. Esta situación perjudica las posibilidades
de que las mujeres en falta se reincorporen a la sociedad.
Se precisa dar un vuelco a la conciencia social
en este sentido, aplicándoles a ellas las mismas normas
que a los hombres.
Por
otra parte, desde la antigüedad se ha inculcado a los
hombres que en primer lugar está la sociedad, mientras
se enseña a las mujeres a anteponer la familia a cualquier
otra consideración. Dados
los matices sicológicos que diferencian a los sexos, se
precisa estipular distintos proyectos para ayudar y
educar a las delincuentes. Las mujeres excarceladas tendrán
una carga psicológica mucho más pesada que los hombres,
además de encarar problemas más graves respecto al matrimonio,
los hijos y la familia. El tratamiento psicológico es
muy importante para que se integren en la vida social
con un buen estado de ánimo.
A los
hijos corresponde jugar un papel de singular importancia
en la reincorporación al seno de la sociedad. Según la
encuesta, más del 80% de las reas se preocupan más por
los padres y los hijos. De ahí el peso que gana la cooperación
activa de la familia.
Por
último, se les debe adiestrar en alguna habilidad técnica,
con el fin de elevar su capacidad de ganarse la vida.
Si esto se logra, las ex reclusas ganarán en autoestima
al volver a la sociedad. Hay que eliminar la discriminación
y la marginación de ese grupo.
En
Zhoushan, provincia de Zhejiang, una mujer hastiada de
la prolongada violencia familiar mató a su marido tras
perder el juicio. Aunque su sitio de residencia no es
precisamente un lugar remoto, la mujer nunca se enteró
de que podía divorciarse, hasta el día en que fue conducida
a la prisión. Este caso resulta ilustrativo del desconocimiento
que padecen muchas mujeres respecto a los medios de protegerse,
y de cuán necesaria es la educación que les beneficie.