Las chicas
feas de la antigua China
Por HUO JIANYING
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Figura
femenina de Jin (265-420) |
Entre las figuras peculiares que integran
la Ópera de Pekín destaca el personaje femenino con un
denso maquillaje cubriéndole el rostro. Según la leyenda,
estas mujeres son feas, pero son asimismo heroínas destacadas
por su virtud o el domiño de las artes
marciales.
El maquillaje mencionado no resalta
la fealdad real, como tampoco permite ver la gracia y
la belleza que de común suelen
acompañar a los papeles femeninos; más bien hace
evidente la armoniosa combinación de lo bello y su opuesto.
Lo que llama la atención es el profundo contraste entre
contrarios. El papel femenino más representativo es el
de Zhong Wuyan.
Muchacha fea que defiende al país
Zhong Lichun nace en Wuyan, lugar del
reino Qi, en el Período de los Reinos Combatientes, razón
por la cual la gente suele llamarla Zhong Wuyan. Es un
personaje histórico. Por varios cientos de años, su historia se ha adaptado
a la escena de la ópera, y en la época contemporánea,
ha sido llevado al cine en seis ocasiones, además de servir
de inspiración para una telenovela que se encuentra en proceso de elaboración.
Según consta en los registros históricos,
Zhong Wuyan no estaba dotada de una apariencia física
precisamente atractiva: tenía ojos y frente hundidos,
un abdomen enorme, articulaciones gruesas, los orificios
de la nariz hacia arriba, cabeza grande con poco pelo
y piel oscura. Quizás ello explique que aún a los 40 años
de edad permaneciera soltera. Pero nunca descuidó su preparación.
Todo lo contrario. Desde niña, leía libros y recitaba
poemas y practicaba el Kung Fu, abrigando el ideal de
serle útil a la patria.
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Zhong
Wuyan en la Ópera de Beijing. El loto en la frente
representa el papel femenino |
En la historia china, el Período de
los Reinos Combatientes se caracterizó por su turbulencia.
Por entonces, el emperador Qi Xuanwang se dedicaba a los
placeres, dejando a un lado los asuntos estatales. Preocupada
por el destino del país, Zhong Wuyan decidió pedir audiencia
en el Palacio Imperial. Al verla, el soberano Qi le preguntó:
“¿A qué vienes?” “Sólo sé proponer acertijos”, respondió
la interpelada. “Bien”, le espetó Qi, “Si puedes expresar
los asuntos políticos con las manos, te permitiré vivir
en Palacio”. Ni corta ni perezosa, Zhong realizó cuatro
gestos: elevó los ojos, mostró los dientes, levantó las
manos y golpeó una de sus rodillas. Viendo que el rey
y los ministros no entendían, procedió a explicar: “El
primer acto se refiere a observar la situación mundial:
El reino Qin y Chu tienen la intención de invadir nuestro
país en cualquier momento; el segundo, a la necesidad
de que los ministros expongan sus propuestas sin reparo;
el tercero, que se debe expulsar a los funcionarios desleales;
el último se refiere a la importancia de acabar con la
vida licenciosa”. Después que Zhong Wuyan concluyó su
explicación, Qi Xuanwang suspiró: “Si no sigo tus consejos,
mi país correrá peligro”. La retuvo en Palacio y más tarde
la nombró emperatriz.
Gracias a la asistencia de Zhong Wuyan,
el reino Qi inició su recorrido hacia la prosperidad.
El rey empleó de nuevo a
funcionarios competentes, como Sun Bin y Tian Ji,
y recuperó más de diez ciudades. Qi se convirtió en un
estado poderoso, capaz de competir con Qin, estado más
fuerte del Oeste. Zhong Wuyan no sólo demostró poseer
un gran talento político, sino también un sobresaliente
sentido de la estrategia.
En otro plano, su nombramiento como
emperatriz apenas significó
una alianza matrimonial de base política. Por su
falta de atractivo físico, la mujer no obtuvo el afecto
del Rey, quien en realidad amaba a una chica de notable
hermosura, llamada Xia Yingchun. Pero lo cierto es que
de algún modo se hizo justicia a la poco agraciada Zhong,
quien desde entonces se ganó el respeto de la población china.
Mujer fea y modelo de virtud
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Cerámica
barnizada de tres colores, dinastía Tang (618-907) |
Según las leyendas folklóricas, en
la antigua China había cuatro beldades y cuatro feas,
que se dividían entre ellas y a partes iguales el respeto
de la gente.
El pueblo chino consideraba inconveniente
juzgar a la gente por la apariencia, prefiriendo destacar
la virtud y la inteligencia. Pese a la diferencia de edades
y posiciones sociales entre ellas, las cuatro más feas
poseían un rasgo común: la belleza interior.
La gente suele poner a Mo Wu en primer
lugar, pues vivió en una época remota, cuando aún no había
registros escritos.
Mo Wu, de terrible apariencia física
y distinguida virtud, ha sido
calificada como modelo de las mujeres de entonces.
Sus sobresalientes cualidades positivas le ganaron el
aprecio del emperador Huangdi, fundador de la nacionalidad
china, al punto que el mismo decidió desposarla. Además
de educar a las mujeres de la tribu en la virtud, Mo apoyó
al emperador Huangdi en la derrota de otra tribu que encabezaba
el emperador Yandi, hechos que depararon un nicho a Mo
en los anales del desarrollo de la nacionalidad china.
Al decir de los libros antiguos, los
admiradores del talento de Mo Wu nunca pasaron por alto
la realidad de su apariencia física. Por miles de años,
el pueblo consideró a Mo Wu, esposa del emperador Huangdi,
como uno de los personajes representativos por excelencia de la nacionalidad china.
Las muchachas feas que han pasado al
folklore chino son personas comunes y corrientes. Todas
lograron amor y una vida feliz tras pasar por momentos
penosos, gracias a su inteligencia y ternura. A continuación
les presentamos a Meng Guang y Luan Nü.
Feas
distinguidas por su moral y espíritu elevados
Durante la dinastía Han del Este, Liang
Hong, un pobre letrado, se convirtió en gran erudito,
tras dedicarse con ahínco al estudio. Los ricos pasaban
por su casa uno tras otro para presentarles a sus hijas.
Sin embargo, el honrado Liang sólo se interesaba en la
vecina Meng Guang, carente de atributos estéticos, pero
a la cual admiraba por su elevado nivel cultural, y con
quien contrajo matrimonio. De recién casada, la novia
andaba ataviada con un vestido lujoso. El marido, sin
embargo, no puso ojos en ella hasta que la mujer se despojó
de la nueva ropa y empezó a trabajar. Debido al tono injurioso
que Liang Hong dedicaba a los altos funcionarios en sus
poemas, fue expulsado a otra provincia. Sin quejarse por
nada, Meng Guang lo acompañó y cuidó con esmero. Cada
día cuando Liang Hong regresaba a casa, su mujer levantaba
los platos preparados hasta la altura de sus cejas en
señal de amor y respeto al marido. La pareja llevaba una
vida muy feliz.
Luan Nü era una chica talentosa, pero
fea. En la noche del día en que se casó, Xu Yun, el marido,
se asustó tanto de su apariencia que intentó huir de casa.
La mujer se lo impidió. Sin muchos miramientos, el hombre
le interrogó: “Las mujeres deben tener cuatro cualidades:
virtud, elegancia al hablar, belleza y habilidad para
coser. ¿Cuál tienes tú?” “Sólo carezco de la belleza física.
Pero, ahora te pregunto yo, si los eruditos deben poseer
cien buenas cualidades ¿cuál te queda a ti?” “Cuento con
todas,” dijo el marido. “No lo creo, pues las primeras
virtudes de los letrados deben ser el espíritu y la moral
elevados. No obstante, si reparas tanto en la apariencia
física de una persona, es porque te falta alguna cualidad
interior. ¿Cómo puedes considerarte entonces un erudito?”.
Tras escucharla, Xu Yun se quedó callado, percatándose
del talento de la mujer. Después de convivir con ella
por cierto tiempo, el marido se convenció de la sobresaliente
conducta de su esposa. Con el transcurso de los días crecía
el mutuo afecto conyugal, lo que les permitió llevar una
vida plena.
La fea de la filosofía
A decir verdad, la chica fea más famosa
de la antigua China no
figura entre las cuatro arriba citadas. Pese al
gran prestigio de Dong Shi, hay quienes dudan de su existencia.
Ello se explica por el hecho de que su historia comenzó
a divulgarse a partir de lo escrito por el filósofo Zhang
Zhou, nacido en el siglo IV antes de nuestra era, considerado
representante de la doctrina del Taoísmo. Se le considera
creador de Dong Shi.
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Figura
femenina de arcilla con peinado de doble trenza, del
Período de los Reinos Combatientes |
El personaje de marras se incluye en
un cuento compilado en su renombrada obra “Zhuang Zi”:
En la época de los Reinos Combatientes, la beldad Xi Shi
del reino Yue (una de las cuatro más bellas) sufría de
cierta dolencia cardiaca. Por eso, al andar, solía poner
las manos sobre el pecho, a la vez que fruncía el entrecejo.
En la misma aldea donde vivía Xi Shi, había una chica
muy fea, Dong Shi, que imitaba los gestos de aquélla al
sentir dolor, en la creencia de que así se ganaba la belleza.
Pero su aspecto resultaba tan repulsivo que los aldeanos
cerraban la puerta al ver a la fea. A juicio de Zhuang
Zhou, Dong Shi consideraba que las manos sobre el corazón,
y no otro factor, producían la belleza.
Zhuang Zhou, más que discutir sobre
la belleza o su falta, se concentra en la aplicación de
la teoría de Confucio. A su juicio, sin importar lugar
o época, el ser humano procurará imitar mecánicamente
los ritos establecidos. Para Zhuang Zhou, se precisa adaptar
el sistema a los cambios que dictan los tiempos.
Así las cosas, la fealdad de Dong Shi
no proviene tanto de su apariencia física, como de su
desafortunada imitación, que le reportaba resultados opuestos
a los que ella buscaba.
En la obra “Zhuang Zi”, el filósofo
escribe: “Mao Qiang y Li Ji son bellezas reconocidas por
la población de la antigüedad. Pero cuando los peces las
ven, se hunden en lo profundo del río; se espantan los
pájaros; huyen los ciervos. Lo cierto es que ni estas
criaturas ni la Humanidad toda, son capaces de juzgar
la belleza”.
A la luz de la doctrina de Zhuang Zhou,
todas las propiedades de las cosas del mundo son relativas,
sin distinción de calidad. Y cuando hay diferencias, las
mismas no pasan de ser resultado de la subjetividad. Al
decir del filósofo, entre lo bello y lo feo no hay diferencia
de calidad, ni límites estrictos, ni normas para distinguir.
Con el tiempo, ha caído en desuso la
teoría de Zhuang Zi para gobernar el país. Pero mantiene
su vigencia el refrán de que “la fea Dong Shi imita la
mueca de dolor,” el cual nos advierte contra la tentación de obedecer lo establecido
a ciegas.
Hace más de dos mil años, Confucio
dijo: “La belleza está en la abundancia”, concepto que
se asimila al de la estética contemporánea. Es decir,
la elegancia sobrepasa la belleza corporal. La verdadera
hermosura, lejos de limitarse a lo visual, es un disfrute
de todos los órganos sensoriales. Es una sensación íntima
capaz de pasar la prueba del tiempo.