FEBRERO 2004


Las chicas feas de la antigua China

Por HUO JIANYING

Figura femenina de Jin (265-420)

Entre las figuras peculiares que integran la Ópera de Pekín destaca el personaje femenino con un denso maquillaje cubriéndole el rostro. Según la leyenda, estas mujeres son feas, pero son asimismo heroínas destacadas por su virtud o el domiño de las artes marciales.

El maquillaje mencionado no resalta la fealdad real, como tampoco permite ver la gracia y la belleza que de común suelen  acompañar a los papeles femeninos; más bien hace evidente la armoniosa combinación de lo bello y su opuesto. Lo que llama la atención es el profundo contraste entre contrarios. El papel femenino más representativo es el de Zhong Wuyan.

Muchacha fea que defiende al país

Zhong Lichun nace en Wuyan, lugar del reino Qi, en el Período de los Reinos Combatientes, razón por la cual la gente suele llamarla Zhong Wuyan. Es un personaje histórico. Por varios  cientos de años, su historia se ha adaptado a la escena de la ópera, y en la época contemporánea, ha sido llevado al cine en seis ocasiones, además de servir de inspiración para una telenovela  que se encuentra en proceso de elaboración.

Según consta en los registros históricos, Zhong Wuyan no estaba dotada de una apariencia física precisamente atractiva: tenía ojos y frente hundidos, un abdomen enorme, articulaciones gruesas, los orificios de la nariz hacia arriba, cabeza grande con poco pelo y piel oscura. Quizás ello explique que aún a los 40 años de edad permaneciera soltera. Pero nunca descuidó su preparación. Todo lo contrario. Desde niña, leía libros y recitaba poemas y practicaba el Kung Fu, abrigando el ideal de serle útil a la patria.

Zhong Wuyan en la Ópera de Beijing. El loto en la frente representa el papel femenino

En la historia china, el Período de los Reinos Combatientes se caracterizó por su turbulencia. Por entonces, el emperador Qi Xuanwang se dedicaba a los placeres, dejando a un lado los asuntos estatales. Preocupada por el destino del país, Zhong Wuyan decidió pedir audiencia en el Palacio Imperial. Al verla, el soberano Qi le preguntó: “¿A qué vienes?” “Sólo sé proponer acertijos”, respondió la interpelada. “Bien”, le espetó Qi, “Si puedes expresar los asuntos políticos con las manos, te permitiré vivir en Palacio”. Ni corta ni perezosa, Zhong realizó cuatro gestos: elevó los ojos, mostró los dientes, levantó las manos y golpeó una de sus rodillas. Viendo que el rey y los ministros no entendían, procedió a explicar: “El primer acto se refiere a observar la situación mundial: El reino Qin y Chu tienen la intención de invadir nuestro país en cualquier momento; el segundo, a la necesidad de que los ministros expongan sus propuestas sin reparo; el tercero, que se debe expulsar a los funcionarios desleales; el último se refiere a la importancia de acabar con la vida licenciosa”. Después que Zhong Wuyan concluyó su explicación, Qi Xuanwang suspiró: “Si no sigo tus consejos, mi país correrá peligro”. La retuvo en Palacio y más tarde la nombró emperatriz.

Gracias a la asistencia de Zhong Wuyan, el reino Qi inició su recorrido hacia la prosperidad. El rey empleó de nuevo a  funcionarios competentes, como Sun Bin y Tian Ji, y recuperó más de diez ciudades. Qi se convirtió en un estado poderoso, capaz de competir con Qin, estado más fuerte del Oeste. Zhong Wuyan no sólo demostró poseer un gran talento político, sino también un sobresaliente sentido de la estrategia.

En otro plano, su nombramiento como emperatriz apenas significó  una alianza matrimonial de base política. Por su falta de atractivo físico, la mujer no obtuvo el afecto del Rey, quien en realidad amaba a una chica de notable hermosura, llamada Xia Yingchun. Pero lo cierto es que de algún modo se hizo justicia a la poco agraciada Zhong, quien desde entonces se ganó el  respeto de la población china.

Mujer fea y modelo de virtud

Cerámica  barnizada de tres colores, dinastía Tang (618-907)

Según las leyendas folklóricas, en la antigua China había cuatro beldades y cuatro feas, que se dividían entre ellas y a partes iguales el respeto de la gente.

El pueblo chino consideraba inconveniente juzgar a la gente por la apariencia, prefiriendo destacar la virtud y la inteligencia. Pese a la diferencia de edades y posiciones sociales entre ellas, las cuatro más feas poseían un rasgo común: la belleza interior.

La gente suele poner a Mo Wu en primer lugar, pues vivió en una época remota, cuando aún no había registros escritos.

Mo Wu, de terrible apariencia física y distinguida virtud, ha sido  calificada como modelo de las mujeres de entonces. Sus sobresalientes cualidades positivas le ganaron el aprecio del emperador Huangdi, fundador de la nacionalidad china, al punto que el mismo decidió desposarla. Además de educar a las mujeres de la tribu en la virtud, Mo apoyó al emperador Huangdi en la derrota de otra tribu que encabezaba el emperador Yandi, hechos que depararon un nicho a Mo en los anales del desarrollo de la nacionalidad china.

Al decir de los libros antiguos, los admiradores del talento de Mo Wu nunca pasaron por alto la realidad de su apariencia física. Por miles de años, el pueblo consideró a Mo Wu, esposa del emperador Huangdi, como uno de los personajes representativos  por excelencia de la nacionalidad china.

Las muchachas feas que han pasado al folklore chino son personas comunes y corrientes. Todas lograron amor y una vida feliz tras pasar por momentos penosos, gracias a su inteligencia y ternura. A continuación les presentamos a Meng Guang y Luan Nü.

Feas distinguidas por su moral y espíritu elevados

Durante la dinastía Han del Este, Liang Hong, un pobre letrado, se convirtió en gran erudito, tras dedicarse con ahínco al estudio. Los ricos pasaban por su casa uno tras otro para presentarles a sus hijas. Sin embargo, el honrado Liang sólo se interesaba en la vecina Meng Guang, carente de atributos estéticos, pero a la cual admiraba por su elevado nivel cultural, y con quien contrajo matrimonio. De recién casada, la novia andaba ataviada con un vestido lujoso. El marido, sin embargo, no puso ojos en ella hasta que la mujer se despojó de la nueva ropa y empezó a trabajar. Debido al tono injurioso que Liang Hong dedicaba a los altos funcionarios en sus poemas, fue expulsado a otra provincia. Sin quejarse por nada, Meng Guang lo acompañó y cuidó con esmero. Cada día cuando Liang Hong regresaba a casa, su mujer levantaba los platos preparados hasta la altura de sus cejas en señal de amor y respeto al marido. La pareja llevaba una vida muy feliz.

Luan Nü era una chica talentosa, pero fea. En la noche del día en que se casó, Xu Yun, el marido, se asustó tanto de su apariencia que intentó huir de casa. La mujer se lo impidió. Sin muchos miramientos, el hombre le interrogó: “Las mujeres deben tener cuatro cualidades: virtud, elegancia al hablar, belleza y habilidad para coser. ¿Cuál tienes tú?” “Sólo carezco de la belleza física. Pero, ahora te pregunto yo, si los eruditos deben poseer cien buenas cualidades ¿cuál te queda a ti?” “Cuento con todas,” dijo el marido. “No lo creo, pues las primeras virtudes de los letrados deben ser el espíritu y la moral elevados. No obstante, si reparas tanto en la apariencia física de una persona, es porque te falta alguna cualidad interior. ¿Cómo puedes considerarte entonces un erudito?”. Tras escucharla, Xu Yun se quedó callado, percatándose del talento de la mujer. Después de convivir con ella por cierto tiempo, el marido se convenció de la sobresaliente conducta de su esposa. Con el transcurso de los días crecía el mutuo afecto conyugal, lo que les permitió llevar una vida plena.

La fea de la filosofía

A decir verdad, la chica fea más famosa de la antigua China no  figura entre las cuatro arriba citadas. Pese al gran prestigio de Dong Shi, hay quienes dudan de su existencia. Ello se explica por el hecho de que su historia comenzó a divulgarse a partir de lo escrito por el filósofo Zhang Zhou, nacido en el siglo IV antes de nuestra era, considerado representante de la doctrina del Taoísmo. Se le considera creador de Dong Shi.

Figura femenina de arcilla con peinado de doble trenza, del Período de los Reinos Combatientes

El personaje de marras se incluye en un cuento compilado en su renombrada obra “Zhuang Zi”: En la época de los Reinos Combatientes, la beldad Xi Shi del reino Yue (una de las cuatro más bellas) sufría de cierta dolencia cardiaca. Por eso, al andar, solía poner las manos sobre el pecho, a la vez que fruncía el entrecejo. En la misma aldea donde vivía Xi Shi, había una chica muy fea, Dong Shi, que imitaba los gestos de aquélla al sentir dolor, en la creencia de que así se ganaba la belleza. Pero su aspecto resultaba tan repulsivo que los aldeanos cerraban la puerta al ver a la fea. A juicio de Zhuang Zhou, Dong Shi consideraba que las manos sobre el corazón, y no otro factor, producían la belleza.

Zhuang Zhou, más que discutir sobre la belleza o su falta, se concentra en la aplicación de la teoría de Confucio. A su juicio, sin importar lugar o época, el ser humano procurará imitar mecánicamente los ritos establecidos. Para Zhuang Zhou, se precisa adaptar el sistema a los cambios que dictan los tiempos.

Así las cosas, la fealdad de Dong Shi no proviene tanto de su apariencia física, como de su desafortunada imitación, que le reportaba resultados opuestos a los que ella buscaba.

En la obra “Zhuang Zi”, el filósofo escribe: “Mao Qiang y Li Ji son bellezas reconocidas por la población de la antigüedad. Pero cuando los peces las ven, se hunden en lo profundo del río; se espantan los pájaros; huyen los ciervos. Lo cierto es que ni estas criaturas ni la Humanidad toda, son capaces de juzgar la belleza”.

A la luz de la doctrina de Zhuang Zhou, todas las propiedades de las cosas del mundo son relativas, sin distinción de calidad. Y cuando hay diferencias, las mismas no pasan de ser resultado de la subjetividad. Al decir del filósofo, entre lo bello y lo feo no hay diferencia de calidad, ni límites estrictos, ni normas para distinguir.

Con el tiempo, ha caído en desuso la teoría de Zhuang Zi para gobernar el país. Pero mantiene su vigencia el refrán de que “la fea Dong Shi imita la mueca de dolor,” el cual nos advierte  contra la tentación de obedecer lo establecido a ciegas.

Hace más de dos mil años, Confucio dijo: “La belleza está en la abundancia”, concepto que se asimila al de la estética contemporánea. Es decir, la elegancia sobrepasa la belleza corporal. La verdadera hermosura, lejos de limitarse a lo visual, es un disfrute de todos los órganos sensoriales. Es una sensación íntima capaz de pasar la prueba del tiempo.

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