Máscaras
mexicanas: Rostros de la historia
 |
 |
Diversas máscaras |
La máscara es un objeto artístico y cultural presente a todo lo largo de la
historia de la humanidad. Desde las primeras sociedades
paleolíticas hasta las más completas y avanzadas civilizaciones,
acudir a la representación de un rostro a través de la
manipulación de diversos materiales—madera, piedra, barro,
cuero, textiles, plásticos-ha sido una constante y, valdría
decir, una obsesión de los seres humanos. Su lugar en
la historia de la cultura es tan remoto como el uso del
fuego, la invención de las herramientas o el descubrimiento
de la agricultura. No obstante su origen inmemorial, la
producción de máscaras ha llegado hasta nuestros días
traspasando milenios, civilizaciones y geografías. Su
presencia es tan vasta y admite tal cantidad de registros
que las máscaras son lo mismo un objeto de estudio antropolótico,
una expresión del arte universal y una forma privilegiada
para el despliegue de la imaginación popular.
México no es la excepción. Por el contrario, la máscara ha sido un vehículo
primordial para la expresión y la representación del ser
mexicano a lo largo de los siglos. A través de la construcción
de máscaras que representan dioses, demonios, animales,
seres fantásticos, personajes históricos, santos, hombres
y mujeres comunes, los mexicanos de ayer y hoy buscan
respuestas a su compleja identidad.
Las máscaras mexicanas, como un espejo atroz y maravilloso en el que se refleja
los mil rostros de la historia mexicana, explican al país
desde su más profunda condición. Son un registro valioso
del paso tiempo y en su creación se mezclan las diversas
tradiciones y herencias culturales que conforman los mexicanos.
 |
Se inaugura la Exhibición del Arte de Máscara Mexicana en
la Biblioteca La Capital de Beijing |
Mientras que las sociedades prehispánicas fabricaban máscaras principalmente
con fines funerarios y rituales, con la llegada de los
europeos y la Conquista los indígenas incorporaron a sus
máscaras los nuevos dogmas religiosos del cristianismo,
para garantizar de algún modo la continuación de sus propias
creencias. Detrás de la máscara de un santo, o un demonio
del inmaginario católico europeo, el indígena mexicano
resguardó su propia visión del mundo y le incorporó caracteríticas
únicas. De esta manera, la máscara cumplió por vía doble
su función histórica: como objeto para la representación
artística de una visión particular del mundo, y como resguardo
que esconde una realidad detrás de otra.
Este fenómeno de sincretismo explica la mayor parte de las festividades carnavalescas
de México, en donde las máscaras juegan un papel fundamental.
No sólo la tradición prehispánica y eurpea se incorporaron
en este proceso, también es posible advertir supervivencias
de elementos africanos y árabes. Así por ejemplo, las
máscaras que se utilizan para el carnaval de Moros y Cristianos
es una trasposición que viajó desde el sur de España y
que en cada pequeño pueblo de México adquierió una particularidad
propia.
Otro elemento destacable es el del culto a la muerte de las culturas prehispánicas,
que sobrevivió a la Conquista y se incorporó como uno
de los elementos centrales de la cultura popular de México.
Ello explica la fuerte presencia de calaveras y alusiones
a la muerte de las máscaras mexicanas, que en México simboliza
al mismo tiempo un hecho trágico y festivo, tal y como
lo señaló Octavio Paz: “Muerte y vida, júbilo y lamento,
canto y aullido, se alían en la celebración de los muertos”.
Lo sagrado y lo profano, el carnaval y el ritual, la celebración y el duelo,
la teatralidad y el mito, están presentes en la diversidad
de las máscaras mexicanas de esta exposición, pertenecientes
a la colección privada de las hermanas Adriana y Georgina
Luna Parra, dos investigadoras mexicanas profundamente
interesadas en el tema.
El 29 de noviembre, Joel N. Juan-Qui Vega, renombrado pianista de México ofreció
una excelente solo a los oyentes beijineses. Además de
las obras de los grandes compositores como Mozarte, el
pianista tocó también obras de compositores mexicanos
como Hermilio Hernandez y Francisco Xavier Vivanco, así
como el suite chino del Destacamento Rojo de Mujeres,
que granjearon prolongados aplausos.