DICIEMBRE
2004


Chen Ziming:

El oído latino de Beijing

Por GUO LINGXIA e ISIDRO ESTRADA

Portada del libro: Música de América Latina El profesor Chen Ziming en casa El profesor Chen Ziming tocando una flauta en España

   CON quena y charango, tumbadoras y maracas, y al son de rancheras, sambas, tangos y rumbas, el corazón y el oído privilegiado del chino Chen Ziming vibran en una misma cuerda de identidad musical: la latinoamericana, su pasión perenne de los últimos 26 años.

   Músico por vocación y latinoamericanista por convencimiento, este estudioso de 72 años de vida ostenta el raro privilegio de ser considerado el mejor conocedor en China de las sonoridades gestadas al sur del Río Bravo. A ellas se dedica cada día con pasión de melómano incorregible, complacido en la labor de hormiga de promover entre sus compatriotas el disfrute a conciencia de las músicas del Nuevo Mundo.  

   Tanto desvelo ha traído finalmente una recompensa a Chen Ziming: la Editorial de Enseñanza Popular de China acaba de publicar su libro "Música de América Latina", el primero de este tipo en el país, en el cual el investigador aborda el origen, la historia y los rasgos de la música latinoamericana, así como su desarrollo en países como Brasil, Argentina y México. El volumen presenta asimismo a quince músicos y compositores de primera línea de la región.

El carácter inédito de este tipo de estudios en China a estas alturas induce al asombro. A pesar de las varias décadas de sus lazos diplomáticos con el grueso de los países latinoamericanos, queda en evidencia un desconocimiento mutuo en esta esfera. Dispuesta sobre el tapete está la interrogante de cuántos libros de este tipo,  o cuántos Chen Ziming, se requerirán para que nos escuchemos mutuamente.

  En diálogo con China Hoy, el profesor Chen lamenta la ausencia de mecanismos permanentes de intercambio musical entre China y los países latinoamericanos, lo que incide en que expertos y estudiosos de su país cuenten con pocas oportunidades de visitar la región en busca de conocimientos directos.

¿Qué explica que nunca antes se publicara un libro como el suyo?

   “Hasta el momento, sólo la profesora Wang Xue, que estudiaba el idioma español, y yo nos hemos dedicado al tema. Hay que partir de que el mundo latinoamericano está muy lejos geográficamente. Los chinos apenas  tienen referencias del mismo.

   “Otro problema es el idioma y la carencia de materiales de referencia. Hasta las traducciones al chino de los títulos de canciones latinoamericanas reflejan falta de conocimientos sobre dicha región. Por ejemplo, a la mexicana “Cielito Lindo,” que ensalza a una chica de belleza angelical, se le llama en chino “Cielo lindo” en el sentido literal del término. Sobre la música de la India, por citar un caso opuesto, ya contamos con 80 títulos especializados, mientras América Latina sigue brillando por su ausencia.

   “Tampoco se pueden obviar los prejuicios entre los académicos. Estos tienden a otorgar prioridad al estudio musical de Asia y África, considerando que la música latinoamericana pertenece, o al menos está próxima, a la música europea.  Tanto así que mis dos alumnos posgraduados no se interesan por este campo, y los otros dos todavía bajo mi tutela no se deciden a acometer estos estudios. Me urge  encontrar y preparar sucesores.”

Los inicios

   Chen Ziming inició su derrotero musical con apenas cinco años de edad, aprendiendo de memoria canciones del folleto “101 canciones en inglés”, que compartía con sus dos hermanos mayores, aficionados al canto. Aunque no había tradición de este tipo en la familia Chen, el entrevistado comenzó a estudiar el violín cuando cursaba el sexto grado de primaria en su natal Suzhou, en la meridional provincia china de Jiangsu.

   A partir de entonces su vida se vería abocada por igual al arte del pentagrama y a los múltiples altibajos sociopolíticos por los que ha atravesado la China contemporánea. Desde la invasión japonesa, que obligó a su familia a marchar de un lado a otro salvando la vida, hasta la traumática Revolución Cultural, cuando tocar un instrumento como el violín podía significar, cuando menos, el ostracismo social.

    Por fortuna para Chen, y otros muchos artistas e intelectuales chinos, con el fin de los años setenta llegó la apertura al mundo exterior. En 1978 se estableció el Grupo de Música de Asia, África y América Latina del Conservatorio Central. Entonces nació su romance inacabado con la sonoridad latinoamericana.

    El hoy Presidente de la Sociedad de Música Nacional Mundial y miembro de la Asociación de Músicos de China, distinguido en 1988 con una medalla de mérito del gobierno brasileño, como promotor de la obra de Heitor Villalobos en el gigante asiático, admite que en el pasado decenio algo del sonido latino comenzó a acaparar la atención de sus más jóvenes coterráneos, atraídos en particular por la explosividad del fenómeno Salsa e ídolos al estilo Ricky Martin. Pero Chen se apresura a enfatizar que “la música latinoamericana es mucho más que salsa. Se trata de un universo pleno de sonoridades diversas. Nadie aquí imagina su abundancia y variedad. A mí me gusta escuchar lo moderno, pero si de bailes se trata, me quedo con el Cha-cha-chá.”

    Imaginamos que la música lo haya ayudado por igual a sortear los múltiples momentos duros de su existencia. El rostro se le ensombrece un tanto cuando recuerda cómo se troncharon sus estudios cuando en 1951 se produjo la Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y de Ayuda a Corea. Luego vino la paz, y se dio a  la vida política de la Nueva China. “En aquel entonces (segunda mitad de los 50) me desempeñé como secretario de la liga de la juventud de la universidad durante cinco años. En ese período no dejé de asistir a las clases y practicar el violín". En 1956, fui escogido para miembro del comité del Partido de la universidad y diputado a la APN del distrito. Trabajaba con mucho entusiasmo para el partido comunista, y era muy revolucionario. Por eso nunca pude entender que al cabo, en 1957, me pusieran el gorro de derechista", dice dolido.

Parece suficiente para dejar toda esperanza. Chen Ziming, sin embargo, perseveró hasta que en 1978 quedó exonerado de culpas que no eran suyas. Pero aun en momentos difíciles se dedicó a su arte, a reconocer los instrumentos musicales nacionales, y cambiar la percepción generalizada en la China de los años 60 de que la música occidental era lo mejor de todo. Promovió los estudios de la música china y la occidental, asumiendo de ambas sus diferencias y ventajas.

   Llegada la segunda mitad de los 70 pudo viajar a Guinea, Camboya y Guyana. En los ochenta vendrían La India, Birmania, Filipinas y otros países africanos. Sus experiencias en el extranjero le llevaron a introducir una steel band caribeña en China, por primera vez en 1976; en 1983, asumió la redacción de la sección de Asia, África y América Latina. En 1997, fue la gran figura detrás de la Jornada Cultural Latinoamericana en Beijing.

   Tras recorrer media Europa, aprendiendo sus sonoridades folklóricas, gracias a una invitación como conferencista en España en 1998,  llegó a Cuba, “al centro de la música caribeña, afirma, con una  influencia que irradia a todo el mundo. Las influencias provenientes de Europa, Asia, África y Norteamérica, pasan por el Caribe. Allí las diversas culturas se mezclan y se diversifican, y nacen nuevas cosas, como es el caso de  salsa.”

   A la pequeña Cuba le reconoce asimismo una original particularidad: el único país de la región donde la milenaria corneta china, el suonaa, ha devenido instrumento líder del baile callejero, en especial en los carnavales de Santiago de Cuba. “Al verlo, me emocionaron dos cosas: la contagiosa atmósfera de alegría y el optimismo del pueblo cubano ante las dificultades económicas. Por otra parte, el suonaa, añade un toque de misterio oriental a una fiesta que constituye un desborde inimaginable de alegría caribeña.”

   Nuestra conversación podría no acabar nunca. Cuando al profesor Chen se le menciona la música latinoamericana, el rostro se le ilumina y las palabras se le escapan sin tregua, como un riachuelo, pequeño al principio, pero avasallador según se aproxima al abrazo del mar. Confiesa que dos sesiones de natación a la semana le ayudan a contrarrestar el peso y paso de los almanaques. Pero su pasión musical parece influir en buena medida en su aspecto: se diría sin temor a exagerar que cuenta con 20 años menos de los que confiesa. Su panacea, calculamos, está en las siete notas del pentagrama.

 

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