Chen
Ziming:
El
oído latino de Beijing
Por
GUO LINGXIA e ISIDRO ESTRADA
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Portada del libro: Música de América Latina |
El profesor Chen Ziming en casa |
El profesor Chen Ziming tocando una flauta en España |
CON quena y charango, tumbadoras y maracas,
y al son de rancheras, sambas, tangos y rumbas, el corazón
y el oído privilegiado del chino Chen Ziming vibran en una
misma cuerda de identidad musical: la latinoamericana, su
pasión perenne de los últimos 26 años.
Músico por vocación y latinoamericanista
por convencimiento, este estudioso de 72 años de vida ostenta
el raro privilegio de ser considerado el mejor conocedor
en China de las sonoridades gestadas al sur del Río Bravo.
A ellas se dedica cada día con pasión de melómano incorregible,
complacido en la labor de hormiga de promover entre sus
compatriotas el disfrute a conciencia de las músicas del
Nuevo Mundo.
Tanto desvelo ha traído finalmente una
recompensa a Chen Ziming: la Editorial de Enseñanza Popular de China
acaba de publicar su libro "Música de América Latina",
el primero de este tipo en el país, en el cual el investigador
aborda el origen, la historia y los rasgos de la música
latinoamericana, así como su desarrollo en países como Brasil,
Argentina y México. El volumen presenta asimismo a quince
músicos y compositores de primera línea de la región.
El carácter inédito de este tipo de estudios en China a
estas alturas induce al asombro. A pesar de las varias décadas
de sus lazos diplomáticos con el grueso de los países latinoamericanos,
queda en evidencia un desconocimiento mutuo en esta esfera.
Dispuesta sobre el tapete está la interrogante de cuántos
libros de este tipo, o cuántos Chen Ziming, se requerirán
para que nos escuchemos mutuamente.
En diálogo con China
Hoy, el profesor Chen lamenta la ausencia de mecanismos
permanentes de intercambio musical entre China y los países
latinoamericanos, lo que incide en que expertos y estudiosos
de su país cuenten con pocas oportunidades de visitar la
región en busca de conocimientos directos.
¿Qué
explica que nunca antes se publicara un libro como el suyo?
“Hasta el momento, sólo la profesora Wang
Xue, que estudiaba el idioma español, y yo nos hemos dedicado
al tema. Hay que partir de que el mundo latinoamericano
está muy lejos geográficamente. Los chinos apenas tienen
referencias del mismo.
“Otro problema es el idioma y la carencia
de materiales de referencia. Hasta las traducciones al chino
de los títulos de canciones latinoamericanas reflejan falta
de conocimientos sobre dicha región. Por ejemplo, a la mexicana
“Cielito Lindo,” que ensalza a una chica de belleza angelical,
se le llama en chino “Cielo lindo” en el sentido literal
del término. Sobre la música de la India, por citar un caso
opuesto, ya contamos con 80 títulos especializados, mientras
América Latina sigue brillando por su ausencia.
“Tampoco se pueden obviar los prejuicios
entre los académicos. Estos tienden a otorgar prioridad
al estudio musical de Asia y África, considerando que la
música latinoamericana pertenece, o al menos está próxima,
a la música europea. Tanto así que mis dos alumnos posgraduados
no se interesan por este campo, y los otros dos todavía
bajo mi tutela no se deciden a acometer estos estudios.
Me urge encontrar y preparar sucesores.”
Los
inicios
Chen Ziming inició su derrotero
musical con apenas cinco años de edad, aprendiendo de memoria
canciones del folleto “101 canciones en inglés”, que compartía
con sus dos hermanos mayores, aficionados al canto. Aunque
no había tradición de este tipo en la familia Chen, el entrevistado
comenzó a estudiar el violín cuando cursaba el sexto grado
de primaria en su natal Suzhou, en la meridional provincia
china de Jiangsu.
A partir de entonces su vida se vería
abocada por igual al arte del pentagrama y a los múltiples
altibajos sociopolíticos por los que ha atravesado la China
contemporánea. Desde la invasión japonesa, que obligó a
su familia a marchar de un lado a otro salvando la vida,
hasta la traumática Revolución Cultural, cuando tocar un
instrumento como el violín podía significar, cuando menos,
el ostracismo social.
Por fortuna para Chen, y otros muchos
artistas e intelectuales chinos, con el fin de los años
setenta llegó la apertura al mundo exterior. En 1978 se estableció el Grupo de Música de Asia, África
y América Latina del Conservatorio Central. Entonces nació
su romance inacabado con la sonoridad latinoamericana.
El hoy Presidente de la Sociedad de Música
Nacional Mundial y miembro de la Asociación de Músicos de
China, distinguido en 1988 con una medalla de mérito del
gobierno brasileño, como promotor de la obra de Heitor Villalobos
en el gigante asiático, admite que en el pasado decenio
algo del sonido latino comenzó a acaparar la
atención de sus más jóvenes coterráneos, atraídos
en particular por la explosividad del fenómeno Salsa e ídolos
al estilo Ricky Martin. Pero Chen se apresura a enfatizar
que “la música latinoamericana es mucho más que salsa. Se
trata de un universo pleno de sonoridades diversas. Nadie aquí imagina su abundancia y variedad. A mí
me gusta escuchar lo moderno, pero si de bailes se trata,
me quedo con el Cha-cha-chá.”
Imaginamos que la música lo haya ayudado
por igual a sortear los múltiples momentos duros de su existencia.
El rostro se le ensombrece un tanto cuando recuerda cómo
se troncharon sus estudios cuando en 1951 se produjo la
Guerra de Resistencia a la Agresión Norteamericana y de
Ayuda a Corea. Luego vino la paz, y se dio a la vida política
de la Nueva China. “En aquel entonces (segunda mitad de
los 50) me desempeñé como secretario de la liga de la juventud
de la universidad durante cinco años. En ese período no dejé de asistir a las clases y
practicar el violín". En 1956, fui escogido para miembro
del comité del Partido de la universidad y diputado a la
APN
del distrito. Trabajaba con mucho entusiasmo
para el partido comunista, y era muy revolucionario. Por
eso nunca pude entender que al cabo, en 1957, me pusieran
el gorro de derechista", dice dolido.
Parece suficiente para dejar toda esperanza. Chen Ziming,
sin embargo, perseveró hasta que en 1978 quedó exonerado
de culpas que no eran suyas. Pero aun en momentos difíciles se dedicó a su
arte, a reconocer los instrumentos musicales nacionales,
y cambiar la percepción generalizada en la China de los
años 60 de que la música occidental era lo mejor de todo.
Promovió los estudios de la música china y la occidental,
asumiendo de ambas sus diferencias y ventajas.
Llegada la segunda mitad de los 70 pudo
viajar a Guinea, Camboya y Guyana. En los
ochenta vendrían La India, Birmania, Filipinas y otros países
africanos. Sus experiencias en el extranjero le
llevaron a introducir una steel band caribeña en
China, por primera vez en 1976; en 1983, asumió la redacción
de la sección de Asia, África y América Latina. En 1997,
fue la gran figura detrás de la Jornada Cultural Latinoamericana
en Beijing.
Tras
recorrer media Europa, aprendiendo sus sonoridades folklóricas,
gracias a una invitación como conferencista en España en
1998, llegó a Cuba, “al centro de la música caribeña, afirma,
con una influencia que irradia a todo el mundo. Las influencias
provenientes de Europa, Asia, África y Norteamérica, pasan
por el Caribe. Allí las diversas culturas se mezclan y se
diversifican, y nacen nuevas cosas, como es el caso de
salsa.”
A
la pequeña Cuba le reconoce asimismo una original particularidad:
el único país de la región donde la milenaria corneta china,
el suonaa, ha devenido instrumento líder del baile
callejero, en especial en los carnavales de Santiago de
Cuba. “Al verlo, me emocionaron dos cosas: la contagiosa
atmósfera de alegría y el optimismo del pueblo cubano ante
las dificultades económicas. Por otra parte, el suonaa,
añade un toque de misterio oriental a una fiesta que constituye
un desborde inimaginable de alegría caribeña.”
Nuestra conversación podría no acabar nunca.
Cuando al profesor Chen se le menciona la música latinoamericana,
el rostro se le ilumina y las palabras se le escapan sin
tregua, como un riachuelo, pequeño al principio, pero avasallador
según se aproxima al abrazo del mar. Confiesa que dos sesiones
de natación a la semana le ayudan a contrarrestar el peso
y paso de los almanaques. Pero su pasión musical parece
influir en buena medida en su aspecto: se diría sin temor
a exagerar que cuenta con 20 años menos de los que confiesa.
Su panacea, calculamos, está en las siete notas del pentagrama.
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