“Marcas
extranjeras” y “nacionales”
Por
Li Wuzhou y Tan Zhen
HAY
indicios de que China se va transformando en paraíso de
las prendas de vestir con marcas extranjeras. Desde las
grandes metrópolis como Beijing y Shanghai, hasta las zonas
remotas del oeste, desde los trabajadores de “cuello blanco”
hasta los obreros rurales, todo el mundo anda enfundado
en ropas de BELLVILLES, LUCK, SMALLDEER, Jack John, etc.
Preferencia del
mercado por las marcas extranjeras
¿Se
trata de gente rica? Una segunda y detallada mirada a las
marcas en inglés de sus ropas, permite descubrir que, con
la excepción de algunas marcas auténticas, la mayoría son
ropas de producción nacional con marcas cuyos logos y letreros,
o incluso la pronunciación, se asemejan a los originales
foráneos.
Se
ha puesto de moda entre los productores y comerciantes de
ropa de China registrar una marca en el exterior, o adquirir
derechos temporales sobre una marca dada de pequeñas fábricas
de confecciones europeas, para producir y vender sus productos
en el país. “No tenemos más remedio”, expresa el vendedor
de la versión china de confecciones textiles BELLVILLES.
“Como carecemos de marcas extranjeras, las tiendas de alta
categoría no nos proporcionan mostradores, y los consumidores
tampoco se animan a comprar nuestros productos. La ropa
de la misma calidad, si tiene marca extranjera, se vende
de 2 a 3 veces más cara que la de marca china.”
Las más afectadas de esta preferencia, con todo, son las
empresas del país, ya que ciertas productoras de excelencia
chinas deben dedicarse a elaborar marcas extranjeras. Muchos
productos de calidad reconocida se ven precisados a acudir
al auxilio de la marca foránea porque así logran elevar
sus precios de venta de un 10 a un 20%.
Con frecuencia vemos en la tele anuncios como el de esos
niños que, con galletas en las manos, afirman: “Me encanta
el auténtico sabor estadounidense.” Esto es sintomático
de la tendencia a la admiración por lo externo, que también
afecta al mercado de comestibles. Los precios de los alimentos
foráneos, desde el arroz de Tailandia hasta las uvas de
EE.UU., son mucho más altos que sus pares de producción
nacional.
Afectados
por esta tendencia, los autos de producción nacional se
ven un tanto arrinconados en el mercado. De los 14 modelos
de autos participantes en la selección de “Modelo del año
2003 en China”, sólo tres son marcas nacionales, a saber,
“Zhonghua”, “Qirui” y “Jili”. Muchos consumidores, después
de comprar autos domésticos, se gastan cientos de yuanes
más para colocarles símbolos de Toyota, Mitsubishi, etc.
Las marcas extranjeras auténticas prestan atención a
la nacionalización
Como
contraparte a la adoración por las marcas extranjeras, estas
están desarrollando una competencia de nacionalización para
acortar la distancia que les separa del favor de los consumidores
chinos.
Hay
algunas empresas inversionistas en China abocadas a otorgar
un sabor local a sus marcas. La Compañía Procter
& Gamble coloca nombres típicos
chinos a sus productos más vendidos en el país, como en
los casos de la colección de cosméticos Olay, el champú
Rejoice y el jabón Safeguard, etc.
Con
similar objetivo, la Coca Cola ha modificado la marca usada
por 20 años en el mercado chino, adoptando una nueva marca
completamente escrita y fonéticamente adaptada al mandarín.
Además, la firma ha dedicado varios millones de yuanes a
desarrollar una serie de bebidas identificadas por la marca
China Tianyudi, según el convenio firmado con los departamentos
concernientes de China.
La
compra directa de marcas chinas se ha convertido en forma
expedita de ganar los corazones de los consumidores del
país. De los 22 sectores de la industria ligera, la mayoría
dispone de inversión foránea; entre las más de 800 empresas
de productos cosméticos locales, una cuarta parte son de
inversión mixta, y la mayoría de las fábricas de detergentes
son de inversión conjunta. En el sector electrónico, el
capital externo ocupa un 30% de la inversión en capital
fijo de todo el sector.
Estas
adquisiciones son especialmente avasalladoras en el sector
de producción de cerveza. La mayor compañía cervecera de
Escocia, la Scottish & Newcastle, está negociando con
la cervecera de Chongqing una inversión por 60 millones
de dólares. En septiembre del año pasado, la Interbrew de
Bélgica usó 130 millones de yuanes en la compra de parte
de las acciones del Grupo Cervecero Zhujiang, la tercera
mayor productora de cerveza de China.
China precisa de sus propias marcas
¿Y
qué posición adoptan los consumidores puestos a escoger
entre lo extranjero y lo chino?
El
gusto por los productos extranjeros comenzó a desarrollarse
desde la Guerra de Opio (1840), conflicto que abrió el mercado
chino, conduciendo a la entrada masiva de mercancías del
exterior. Por diversos factores, los productos de occidente
han demostrado contar con mejor calidad que los de producción
nacional. Esta situación se hizo particularmente aguda en
los años 80 del siglo pasado, época cuando era un gran honor
tener en el hogar aparatos eléctricos producidos en Japón.
Vista
desde otro ángulo, la adoración al exterior también demuestra
el avance hacia la era de la alta calidad. Las grandes compañías
internacionales, al adquirir madurez estratégica en la administración
y gestión de ventas, han establecido cierta credibilidad
e imagen de marca entre los consumidores, de lo cual carecen
las compañías chinas.
A
pesar de los pesares, las empresas chinas han convencido
al mundo de que son capaces de producir mercancías de bajo
precio y buena calidad en los últimos años. Los móviles
de producción nacional usaron tres años en romper el monopolio
de los móviles extranjeros. Hoy día, los productos electrodomésticos
de producción nacional ocupan un 60 a 70% de la proporción
mercantil, propulsados por numerosas marcas chinas excelentes,
como Jinxing, Changhong, Hairer, etc.
El
“Made in China” ya es muy conocido. Sirva de ejemplo que
la marca Haier posee un 10% de la proporción mercantil en
Europa.
No todos los consumidores chinos se pliegan a las marcas
extranjeras. En los últimos años, los jóvenes consumidores
han desarrollado cierto fervor patriótico a la hora de comprar,
y no sólo por la mejora de la calidad de las mercancías,
sino por la conciencia social. Esta nueva generación se
ha integrado a organizaciones populares, en las cuales aprende
de las prácticas de consumo nacional en la República de
Corea y Japón. Ellos constituyen el nuevo contingente de
“compradores nacionalistas” que podría dar el espaldarazo
definitivo al crecimiento de las marcas chinas.
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