NOVIEMBRE
2004


Danba, torres de vigilancia con sabor tibetano

Por RAN YUJIE

EL distrito de Danba (Rongzhag) en la prefectura autónoma tibetana Garze de la provincia de Sichuan es famoso por sus torres de vigilancia.

Existen dos rutas desde Chengdu, capital de Sichuan, hasta el distrito Danba. Una de ellas atraviesa Ya´an, el monte Erlang, Kangding (Dardo), la pradera Tagong, el bosque de piedra Bamei y Donggu. La otra es un día de viaje a través de la reserva natural Wolong, el monte Siguniang y Xiaojinchuan.

Una vez en Danba, la gente visita las atalayas de vigilancia que están desperdigadas por el campo. Con una arquitectura única, estas torres son más impresionantes que cualquier otra del noroeste de Sichuan, donde los grupos étnicos tibetanos y qiang habitan en comunidades compactas. Dichas construcciones varían de altura, alcanzado desde los 16 hasta los 35 metros. Se alzan en grupos sobre las laderas de las colinas o solas en lo más alto de las praderas ondulantes.

La gente de Danba edificó torres de vigilancia usando básicamente la piedra como único material de construcción. Usaban losas de piedra para las paredes y bloques de roca para los cimientos. Las atalayas estaban diseñadas en forma poligonal, incluyendo el cuadrado, el pentágono, el hexágono y el octágono. Se estima que existió una vez una torre con trece lados. Construidas con placas de piedra superpuestas, las paredes son perfectamente rectas y planas. Según los arqueólogos, la gente de Danba comenzó ya en 1700 a.C. a construir muros hechos de losas de piedra.

Danba ha conservado cuatro clases distintas de torres: yao´ai –paso estratégico-, fenghuo –almenara-, zhai –poblado- y jia –vivienda-. La primera se levantaba en pasos fronterizos y lugares de importancia estratégica, servían de punto de vigilancia y gozaban del prestigio del dicho popular “si un hombre guarda el paso, diez mil no podrán atravesarlo”.

Las torres fenghuo se construían sobre lo alto de las colinas y servían para transmitir mensajes. Para proteger a los habitantes y las propiedades, las atalayas zhai se situaban a la entrada de los poblados, mientras que las torres jia se realizaban dentro de las aldeas y estaban conectadas a las viviendas particulares. Se usaban, generalmente, como almacén de víveres durante las épocas de paz y como torres defensivas durante los tiempos de guerra.

Todas las torres de vigilancia de Danba tienen una puerta situada a unos cinco metros sobre la base de sus cimientos, por lo que se debe subir por una escalera de mano para acceder a ellas. Cuando los poblados sufrían una invasión, la gente se escondía en su interior. Quitaban la escalera y cerraban la puerta de tal forma que los enemigos no podían hacerles ningún daño. Además, estas edificaciones contaban con unas estrechas aperturas por las cuales los arqueros disparaban a los invasores.

Existen en Danba muchas leyendas referidas a la construcción de dichas torres. Una de ellas habla sobre un espíritu maligno muy feroz que vivía en el valle del río Dadu y que les robaba el alma a los chicos jóvenes. Por ello, cuando un niño nacía, su familia construía una torre para protegerlo del malvado fantasma. Tras el nacimiento de un hijo varón, su padre fundía y forjaba hierro y añadía a la torre un nuevo piso cada año hasta que cumplía los 18. En ese momento, la torre alcanzaba 18 pisos y el hierro forjado se fundía en una espada, la cual era regalada al hijo para que se defendiera del espíritu maligno por sí mismo.

Además de las torres de vigilancia, los visitantes pueden disfrutar del estilo de vida tibetano y de las costumbres de los habitantes de Danba, incluyendo sus vistosos trajes y ornamentos así como sus canciones y bailes. La gente de Danba es muy hospitalaria y lo más probable es que les reciban en sus casas con frutas de temporada y con nueces recién cosechadas.

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