Danba,
torres de vigilancia con sabor tibetano
Por RAN YUJIE
EL
distrito de Danba (Rongzhag) en la prefectura autónoma tibetana
Garze de la provincia de Sichuan es famoso por sus torres
de vigilancia.
Existen dos rutas desde Chengdu,
capital de Sichuan, hasta el distrito Danba. Una de ellas
atraviesa Ya´an, el monte Erlang, Kangding (Dardo), la pradera
Tagong, el bosque de piedra Bamei y Donggu. La otra es un
día de viaje a través de la reserva natural Wolong, el monte
Siguniang y Xiaojinchuan.
Una vez en Danba, la gente
visita las atalayas de vigilancia que están desperdigadas
por el campo. Con una arquitectura única, estas torres son
más impresionantes que cualquier otra del noroeste de Sichuan,
donde los grupos étnicos tibetanos y qiang habitan en comunidades
compactas. Dichas construcciones varían de altura, alcanzado
desde los 16 hasta los 35 metros. Se alzan en grupos sobre
las laderas de las colinas o solas en lo más alto de las
praderas ondulantes.
La gente de Danba edificó
torres de vigilancia usando básicamente la piedra como único
material de construcción. Usaban losas de piedra para las
paredes y bloques de roca para los cimientos. Las atalayas
estaban diseñadas en forma poligonal, incluyendo el cuadrado,
el pentágono, el hexágono y el octágono. Se estima que existió
una vez una torre con trece lados. Construidas con placas
de piedra superpuestas, las paredes son perfectamente rectas
y planas. Según los arqueólogos, la gente de Danba comenzó
ya en 1700 a.C. a construir muros hechos de losas de piedra.
Danba ha conservado cuatro
clases distintas de torres: yao´ai –paso estratégico-,
fenghuo –almenara-, zhai –poblado- y jia
–vivienda-. La primera se levantaba en pasos fronterizos
y lugares de importancia estratégica, servían de punto de
vigilancia y gozaban del prestigio del dicho popular “si
un hombre guarda el paso, diez mil no podrán atravesarlo”.
Las torres fenghuo
se construían sobre lo alto de las colinas y servían para
transmitir mensajes. Para proteger a los habitantes y las
propiedades, las atalayas zhai se situaban a la entrada
de los poblados, mientras que las torres jia se realizaban
dentro de las aldeas y estaban conectadas a las viviendas
particulares. Se usaban, generalmente, como almacén de víveres
durante las épocas de paz y como torres defensivas durante
los tiempos de guerra.
Todas las torres de vigilancia
de Danba tienen una puerta situada a unos cinco metros sobre
la base de sus cimientos, por lo que se debe subir por una
escalera de mano para acceder a ellas. Cuando los poblados
sufrían una invasión, la gente se escondía en su interior.
Quitaban la escalera y cerraban la puerta de tal forma que
los enemigos no podían hacerles ningún daño. Además, estas
edificaciones contaban con unas estrechas aperturas por
las cuales los arqueros disparaban a los invasores.
Existen en Danba muchas leyendas
referidas a la construcción de dichas torres. Una de ellas
habla sobre un espíritu maligno muy feroz que vivía en el
valle del río Dadu y que les robaba el alma a los chicos
jóvenes. Por ello, cuando un niño nacía, su familia construía
una torre para protegerlo del malvado fantasma. Tras el
nacimiento de un hijo varón, su padre fundía y forjaba hierro
y añadía a la torre un nuevo piso cada año hasta que cumplía
los 18. En ese momento, la torre alcanzaba 18 pisos y el
hierro forjado se fundía en una espada, la cual era regalada
al hijo para que se defendiera del espíritu maligno por
sí mismo.
Además de las torres de vigilancia, los
visitantes pueden disfrutar del estilo de vida tibetano
y de las costumbres de los habitantes de Danba, incluyendo
sus vistosos trajes y ornamentos así como sus canciones
y bailes. La gente de Danba es muy hospitalaria y lo más
probable es que les reciban en sus casas con frutas de temporada
y con nueces recién cosechadas.
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