ENERO 2004


Pueblos de pintores

Por ZHANG HUA

En las afueras de Beijing existen muchos pueblos de pintores. Este es uno de los ubicados en los suburbios orientales de la urbe

Los pueblos de pintores de China aparecen en la década de los 90 del siglo pasado, durante un período caracterizado por el rápido crecimiento de la economía. Generalmente, el desarrollo económico suele impulsar el desarrollo del arte. Y de este modo surgieron muchos pintores talentosos, cuya obra quedó marcada en diversos grados por la influencia occidental. Estos artistas se retiraron a las afueras de la ciudad, donde compraron o construyeron grandes casas-talleres para vivir y crear rodeados de tranquilidad. Poco a poco, en un ambiente de mutuo entendimiento y respeto al arte, fue naciendo un pueblo de pintores.

--Redacción

Es un patio común y corriente con trazas campesinas, donde se agrupan 14 casas de ladrillos rojos, y de cuyas paredes cuelgan herramientas de labranza, ristras de maíz seco, un gran cesto donde se deshidratan albaricoques... ¿les sorprendería saber que se trata de la casa de un pintor? Pues sí, lo es, y de ello se convencerá quienquiera que franqueé el umbral de la vivienda. No importa que al entrar se divise una kang (cama de ladrillo erigida sobre un horno que sirve de calefactor, y que se estila en las áreas rurales del norte de China), o que el techo sea simple, las paredes añoren una mano de cal y haya otros signos de vida agrícola. La presencia de varias obras -- fotos en blanco y negro, pinturas al óleo, caligrafías y un tocón pintado de caracteres chinos, denuncian que aquí habita un creador.

Prefiero la vida sencilla

Este pueblo de pintores se levantó siguiendo los dictados de la moda, pero el inmueble de Lü Xiao'er, pintor de 31 años, compite en sencillez con el propio dueño del habitáculo, cuya mirada siempre queda atrincherada tras unas gafas de armadura negra, vestido con ropas cuya tela ha sido confeccionada en casa. Cuando inquiero sobre su llano estilo de vida, hasta las palabras de su respuesta rebosan sencillez y parquedad: “Eso es lo que quiero”. Y debe ser así porque se siente satisfecho cuando oye los ladridos de los perros y el murmullo del agua de la fuente, o disfruta contemplando las verdes montañas entre las cuales serpentea la Gran Muralla... “No hay nada que se le pueda comparar”, añade este pintor que rinde culto a la naturaleza.

Al principio, Lü fundó un pequeño museo folklórico en el mismo lugar de la actual comunidad de pintores. En él se exhibían las herramientas de labranza, instrumentos de piedra desenterrados, así como cerámicas y pinturas que él mismo coleccionaba, entre otros. No obstante, casi no había visitantes. No hubo modo de mantener el abierto el museo, pero tampoco quiso abandonar la vida del lugar, lo que le hacía sufrir tremendamente. Sumido en este dilema, vio por casualidad un libro que trataba sobre una comunidad de pintores en París, lo que le encendió la chispa del entendimiento: “¿Por qué no fundar un pueblo similar? Si lo logro, no necesitaré abandonar esta vida”, se dijo.

Con este toque fortuito nació el pueblo de pintores de Huairou. Para atraer a los artistas y aumentar las filas de su vecindario, Lü colocó un tronco al lado de la carretera de Beijing a Huairou. Poco a poco fue ganando fama el círculo de artistas por su acentuada originalidad, amén de la tranquilidad y sencillez del lugar. “Hasta el sol de aquí es más bonito que el de la urbe”, dijo alguien, exagerando un tanto la belleza local. En respuesta Lü afirma: “Pintores renombrados como Zhang Daqian han creado sus obras maestras luego de recorrer las famosas montañas y ríos. Si un pintor nunca sale de la ciudad, no podrá plasmar otra imagen que la de un pequeño burgués urbano”. Para percibir la vida original, considera el artista, hay que retomar el contacto con lo natural.

Mis principios


“Sólo recibo artistas”, manifiesta Lü Xiao'er. “Compartimos los mismos afectos”. No es de extrañar entonces que acoja siempre gratis a los artistas pobres, a quienes brinda alojamiento y comida. “Me complace ayudarlos”, dice con toda sinceridad, “porque yo también pasé por momentos así”. Cuando era muy pobre, pocos le tendieron una mano. Al pintar, usaba ambas caras del papel, para ahorrar dinero. Ahora que tiene buenos ingresos le regalan papeles de muy buena calidad. “Las relaciones sociales” explica, “suelen ser así”. “No quiero ver que los pintores jóvenes o pobres sufran lo que yo sufrí”.

Lu Xiao'er Cortesía de Lu Xiao'er

Según se divulga la fama de la comunidad así crece el flujo de artistas que llega a la misma. Entre ellos hay celebridades como Mo Yan, famoso escritor, cuya novela Sorgo rojo sirvió de base para el rodaje del filme homónimo dirigido por Zhang Yimou. Mo Yan, vivía convencido de que sus creaciones de madurez eran inferiores a las que concibió en sus años mozos, veinte años atrás. Pero, explica, “me sorprendió la inspiración mientras dormía en el kang de Lü Xiao'er, oliendo el aroma de la leña ardiente y charlando con él, a quien considero un caballero de los que sólo existían en la antigüedad”.

El próximo plan de Lü es establecer otra comunidad de pintores, pero con una concepción opuesta a la actual. Para mejorar su diseño, ha recorrido muchos pueblos con las mismas características. Al fin, se decidió por establecer uno con un ambiente más amistoso y un salón de exposiciones artísticas que facilite los intercambios. Esta noticia corrió como pólvora entre los pintores, muchos de los cuales han expresado su deseo de vivir en el nuevo pueblo. Pero, Lü dejó en claro sus nuevas condiciones: Vivirán allí sólo 15 pintores; cada uno puede ocupar sólo hasta 200 metros cuadrados; todos deben recibir la aprobación de Lu. “Si no tiene buena moral, no lo recibo de ninguna manera, aunque me dé un montón de dinero”, dice con la mayor seriedad del mundo.

Bríos para cambiar el mundo que le rodea

A los ojos de los campesinos locales, Lü es una persona bastante rara. Fe de ello ha sido su abandono de la vida urbana y su reubicación en el campo. Es decir, una actitud contraria a la de la mayoría, yendo contra la corriente y el gusto común. Lo consideran extravagante porque además “siempre se mete en lo que no le importa”. Regala a los niños pinceles, tinta y papeles chinos, y les enseña sin cobro alguno pintura y caligrafía. Les lleva al campo a pintar y pega las obras de los pequeños sobre las barandas del puente, lo cual dota al pueblo de una escena especial. Por si fuera poco, pide a los padres y a los campesinos que sirvan de modelos para los pintores. Ha sido una manera de ir involucrando a los lugareños en el arte. El pueblo también atrae a muchos viajeros, pero Lu no les recibe sin antes presentarles a los vecinos que se ganan la vida con la actividad turística y recomendarles que visiten las casas viejas y los vestigios históricos. De esta manera ha impulsado el desarrollo turístico local.


 

 



n