A nuestros lectores:
La eutanasia, una nueva terminología aparecida en
la medicina moderna, ha suscitado gran polémica en
diversos círculos sociales internacionales. Cada
parte involucrada desea argumentar de modo exhaustivo sus
razones. Entre ellos destacan los profesionales jurídicos,
que en su mayoría se oponen a esta última
opción de los enfermos y sus parientes, alegando
argumentos relacionados con la moralidad y la legalidad.
La medicina moderna ha marcado una notable distancia en
cuanto a desarrollo con respecto a décadas anteriores.
Irónicamente, empero, los conceptos tradicionales
y las restricciones que imponen las leyes correspondientes,
no pasan de ser un sofisticado medio para torturar hasta
límites increíbles a los pacientes de enfermedades
incurables. Frente a la incapacidad de las múltiples
terapias de la medicina moderna, los pacientes incurables
y adoloridos, desesperados y hastiados de métodos
sofisticados que más semejan tormentos que curaciones,
optan en última instancia por la eutanasia. Sin embargo,
la moralidad social y la ética legal no les conceden
el derecho final de terminar su vida. A estos pacientes
no les queda entonces más salida que seguir soportando,
por partes iguales, los tormentos propios de la enfermedad
y la constante tortura de los medios terapéuticos.
¡Qué desgracia!
Frente al calvario de los pacientes incurables, algunos
médicos y parientes se han decido a tomar acción
por pura lástima y solidaridad. Sin embargo, este
proceder no se corresponde con la moral y la ley, por lo
que muchos de estos médicos y parientes han sido
criticados, censurados y hasta sentenciados a prisión.
La eutanasia constituye un dilema para toda la humanidad.
¿Cómo juzgarla? ¿Qué tipo de
enfermos y en qué grado de gravedad se debe optar
por ella? Mientras se discute el tema, muchos pacientes
siguen presas del dolor y sumidos en la desesperanza.
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