Confucio: Pedagogía y Práctica
(III)
Por LIU YONGXIN
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Letrero de Maestro Modelo
de Todas las Generaciones colgado en el centro del
gran salón del Templo Conmemorativo de Confucio |
Personas dotadas de virtud y talento.
En la época que a Confucio le tocó vivir,
según el régimen de los protocolos los cargos
públicos, la posición social de los miembros
de la comunidad y el patrimonio familiar eran hereditarios.
El sistema hereditario, lleno de lacras y abusos, ya no
se correspondía con el desarrollo político,
económico y cultural. En la prolongada observación
y el minucioso estudio de la sociedad, en particular de
la vida política, el maestro prestó especial
atención a la preparación y la selección
de personas virtuosas y de talento. Sostenía que
uno de los recursos secretos de los que se servían
los reyes más renombrados para alcanzar éxitos
inusitados consistía en recomendar y promover a
personas capaces y virtuosas a puestos directivos. Una
vez en la que su antiguo alumno Zhonggong, mayordomo de
la familia Ji, le preguntó por el buen gobierno,
el maestro le respondió: "En primer lugar,
hay que enseñar a trabajar a los funcionarios inferiores;
después, perdonar sus pequeñas faltas; y,
finalmente, recomendar y ascender a los virtuosos y capaces"
(p. 133). Al encontrarse con Ziyou, jefe del distrito
de Wucheng, otro de sus antiguos alumnos, Confucio le
preguntó: "¿Has conseguido disponer
de los servicios de hombres de calidad?" (p. 59).
En el desarrollo de sus actividades docentes, concedió
mayor importancia a la formación de aquellos discípulos
con posibilidades de desempeñar cargos públicos,
les transmitió conocimientos relacionados con el
gobierno y les inculcó las cualidades y aptitudes
necesarias para gobernar.
En las Analectas y otros Clásicos se recogen numerosas
referencias de Confucio a los requisitos que debían
cumplir los hombres virtuosos. Los fundamentales son,
de manera resumida, los que siguen:
1. La virtud por encima de todo. Según
Confucio, la diferencia entre el hombre virtuoso y el
vulgar consiste en la conciencia moral y el cultivo de
la virtud, cuya expresión máxima es la benevolencia.
El hombre virtuoso tiene que mantener y practicar el principio
de la benevolencia hasta en los momentos críticos
de la vida. Para ello, "al querer afirmarse a sí
mismo afirma a los demás y al querer ensancharse
él mismo ensancha a los demás" (p.
65). E incluso "no busca conservar la vida si ello
supone un daño para la benevolencia" (p. 163).
Por otro lado, el hombre virtuoso observa estrictamente
el régimen de los protocolos como norma de conducta:
"No mira, ni oye, ni dice, ni hace nada que vaya
en contra de los protocolos" (p. 123).
2. La capacidad de llevar a la práctica los conocimientos
adquiridos. Confucio aconseja a sus discípulos
diciendo: "No tenemos que preocuparnos de que los
demás no nos conozcan, sino de desarrollar la suficiente
capacidad" (p. 155). Además, les exige que
estudien con amplitud los documentos históricos
y que integren oportunamente las cualidades que aporta
la educación (elegancia) con las innatas (sencillez).
Partiendo del principio de que aplicar en la práctica
lo que se aprende, ayuda constantemente a sus discípulos
a resolver los problemas concretos de la vida, sobre todo
los de tipo político que se presentan en la realidad.
Es por este motivo por el que el maestro da prioridad
a la capacidad de adaptarse a las circunstancias cambiantes,
capacidad indispensable para los gobernantes en cierne.
3. El desarrollo polifacético. El maestro señaló
que "el hombre virtuoso no es una vasija (de un solo
uso)" (p. 17), lo que significa que debe tener capacidades
diversas. Este es el primer planteamiento de desarrollo
polifacético de la historia china antigua. ¿Quién
podía lograr un desarrollo polifacético?
En una conversación que mantuvo con su discípulo
Zilu, el maestro respondió a esta pregunta en los
siguientes términos: "Podría considerarse
un hombre completo a quien no sólo tuviese los
conocimientos de Zang Wuzhong, la falta de concupiscencia
de Gongchuo, la valentía de Bian Zhuang y los variados
talentos de Ziyou, sino que además conociera el
régimen de los protocolos y de la música"
(p. 149). Como se ve, al parecer de Confucio el hombre
virtuoso es aquél que se desarrolla integralmente
reuniendo las virtudes y los puntos fuertes de otros muchos
hombres.
4. El sentido práctico y el celo en el trabajo.
Para ser un hombre de acción, el hombre virtuoso
debe poner en práctica sus abundantes conocimientos
culturales. El maestro siempre se opone a las exageraciones
verbales y señala que "en las palabras del
hombre virtuoso no debe haber nada impropio" (p.
134); por otra parte, combate las palabras dulces y huecas
en favor del celo en el trabajo, censura a quienes hacen
gala de su ingenio y exalta las cualidades de quienes
hablan con franqueza y actúan de manera seria y
honesta. Ese sentido práctico y el celo en el trabajo
son elementos imprescindibles para completar las cualidades
del hombre virtuoso.
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Visitantes repasando instrucciones
de Confucio respecto a la enseñanza |
5. Beneficios para el pueblo y ayuda a la gran mayoría.
En el ejercicio de su cargo, el hombre virtuoso nunca
afloja en el trabajo y debe ejecutar las órdenes
gubernamentales con dedicación (p. 129). "Para
gobernar un país [
] hay que respetar sus
asuntos, tener confianza, economizar, amar a las personas
y no hacer levas más que en el momento apropiado"
(p. 4). Pero el requisito más difícil de
cumplir es el de distribuir los beneficios entre las inmensas
masas del pueblo y mejorar sus condiciones de vida (p.
65).
Contenido de las enseñanzas
Con el fin de formar a hombres que pudieran cumplir estas
exigencias, Confucio seleccionó cuidadosamente
el contenido de sus enseñanzas, que puede desglosarse,
en líneas generales, en los siguientes temas:
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Pórtico construido
en el reinado de Wanli de la dinastía Ming
en el bosque de Confucio |
1. La educación moral es el tema
más importante de la enseñanza confuciana.
Dentro de la teoría moral de Confucio, la benevolencia
y el régimen de los protocolos constituyen las
normas fundamentales de conducta. En el proceso de enseñanza,
el maestro contestó en muchas ocasiones a las preguntas
de sus alumnos sobre la benevolencia, dándoles
explicaciones varias. La benevolencia, cuyo meollo reside
en amar a los demás, exige que los funcionarios
y los letrados extiendan el amor familiar al ámbito
social y a todo el mundo, al tiempo que actúan
de forma digna y se respetan a sí mismos. Confucio
formuló una serie de conceptos relacionados con
la educación moral, como la piedad filial y el
amor fraternal, la lealtad al soberano, el cumplimiento
de los compromisos contraídos, la justicia, la
tolerancia y otros muchos.
2. Las seis artes y los seis Clásicos. Según
datos ofrecidos en las Analectas y en los Registros históricos
de Sima Qian, en su etapa inicial Confucio tomó
como contenido didáctico las seis artes anteriormente
mencionadas. A medida que desarrollaba sus enseñanzas,
iba reuniendo testimonios escritos sobre la corte real
y las principescas, las ceremonias rituales y los protocolos,
las costumbres, la literatura, la música y un largo
etcétera. Al mismo tiempo, confrontaba dichos testimonios
con los datos ofrecidos en los seis libros que estaban
en circulación. Eliminando las repeticiones, supliendo
las lagunas y rectificando los errores, el maestro reordenó
y amplió el contenido de los seis libros y les
dio una edición definitiva. Esta colección
de libros, de los que se ha perdido el titulado Libro
de la música, constituyó la primera serie
de libros de texto y la de mayor duración en la
historia. Estos materiales didácticos no sólo
servían para transmitir conocimientos culturales,
sino también para moldear y capacitar a sus discípulos,
como afirmó el propio maestro: "La mente se
despierta con la poesía, se afirma con los protocolos
y se completa con la música" (p. 81).
Sin embargo, hemos de señalar que las artes y los
libros de texto están circunscritos a áreas
de la filosofía, la moral y el arte para gobernar.
Por lo tanto, su contenido no abarca las teorías
y aplicaciones de las ciencias naturales y la tecnología,
disciplinas que avanzaron mucho en tiempos de Confucio.
Este carácter tradicionalista, así como
las limitaciones patentes de la pedagogía confuciana
y los materiales didácticos, ejercieron posteriormente
una influencia negativa.
3. El arte de gobernar. Al tiempo que realizaba la educación
moral y cultural, Confucio enseñaba meticulosamente
a sus discípulos las habilidades y artes necesarias
para gobernar.
Una vez, cuando Zigong preguntó a su maestro acerca
del gobierno, éste le respondió: "[Para
que haya un buen gobierno] debe haber abundancia de alimentos,
un ejército suficientemente fuerte y confianza
del pueblo en los gobernantes". Y luego añadió
con énfasis: "Si el pueblo pierde la confianza
en quienes lo rigen, el gobierno carecerá de estabilidad"
(p. 126). Estos tres factores (suficientes cereales, fuerzas
armadas poderosas y la confianza del pueblo) podrían
ser el plan y tácticas generales de Confucio para
gobernar un estado.
En las Analectas se lee un diálogo detallado entre
Zizhang y su maestro. Cuando el primero le preguntó
de qué forma deberían comportarse los que
ocuparan con propiedad un puesto de gobierno, Confucio
le dijo: "Para poder gobernar dignamente, deben poseer
cinco cualidades buenas y mantenerse libre de cuatro malas".
A continuación, el maestro le explicó en
que consistían las cinco cualidades buenas: "El
hombre virtuoso debe ser generoso sin despilfarro, hacer
que el pueblo trabaje sin protestar, desear sin codicia,
ser digno sin orgullo y autoritario sin brutalidad"
(p. 109-110). Por último, Confucio expuso la manera
de llevar a la práctica las buenas cualidades.
Como se desprende de esa conversación, el maestro
no sólo fue un gran filósofo, pedagogo e
historiador, sino también un hombre de Estado experimentado
y perspicaz.
Métodos didácticos
Partiendo de la comprensión de las leyes que rigen
la educación, el maestro encontró numerosos
métodos de suma eficacia, la mayor parte de los
cuales han seguido vigentes hasta nuestros días.
1. El estudio y la reflexión. Uno de los métodos
fundamentales del maestro consiste en estimular a sus
alumnos a leer ampliamente y a estudiar con ahínco.
Pero si estudiamos sin reflexionar, acabaremos perdiéndonos
en la perplejidad, porque la reflexión nos ayuda
a entender y a asimilar lo que hemos leído. Refiriéndose
a su propia experiencia, dijo: "Hubo ocasiones en
que estuve todo el día reflexiona que te reflexiona,
sin comer ni dormir, pero en vano; habría sido
mejor ponerme a estudiar" (p. 168). Y en otra ocasión
asegura que "el que estudia sin reflexionar se deja
engañar; y el que reflexiona sin estudiar se pierde
en la perplejidad" (p. 18). El maestro hace lo posible
para que sus alumnos reflexionen por su cuenta, aconsejándoles
que oigan y vean mucho, se reserven las dudas para su
posterior esclarecimiento y que estén libres de
cuatro defectos: la conjetura infundada, la generalización,
la terquedad y la creencia en la propia infalibilidad.
2. Enseñar a los estudiantes según su capacidad.
Confucio imparte sus enseñanzas de acuerdo con
el temperamento, la preparación, la inteligencia,
los hábitos y los intereses de cada uno de los
educandos.
En una reunión con sus tres alumnos, uno de ellos,
llamado Zilu, preguntó a su maestro: "¿Puedo
ponerme en acción al oír algo?"; Confucio
le replicó: "¿Cómo puedes actuar
de esta manera si tu padre y tu hermano mayor viven todavía?".
Pero cuando Ziyou le hizo la misma pregunta, el maestro
respondió: "Sí, puedes hacerlo de inmediato".
Muy perplejo, Gongxi Hua le preguntó a su maestro
por qué había dado dos respuestas diferentes
a la misma pregunta; Confucio se lo explicó de
esta manera: "Como Ziyou suele andar con timidez,
sin atreverse a dar un paso adelante, tuve que levantarle
los ánimos; en cambio, el coraje de Zilu es dos
veces mayor que el de la gente común y suele proceder
con audacia, por lo que quise contenerle en cierta medida"
(p. 117).
3. La mayéutica y la inducción. Abandonando
los métodos tradicionales de embutir los conocimientos
en los alumnos, Confucio inicia una instrucción
mayéutica e inductiva para motivar en la medida
de lo posible el interés y la iniciativa de sus
discípulos. Respecto a la metodología didáctica
señala acertadamente: "No hay que sugestionar
al alumno, si no es en el preciso momento en que se encuentra
en un impasse mental; ni enseñarle a expresarse,
si no es en el preciso momento en que se encuentra en
un impasse verbal. Si después de habérsele
enseñado uno de los puntos cardinales no sabe deducir
de ello los tres restantes, no hay que seguir enseñándole".
(p. 68)
Uno de los recursos más frecuentes es el catecismo
con el cual, o a través de la discusión
colectiva (semejante al seminario), el maestro induce
a los alumnos a encontrar por su propia cuenta la respuesta
a las preguntas y no les obliga a aprenderse de memoria
conocimientos librescos. Además, para explicar
cuestiones metafísicas, recurre siempre a metáforas
y símiles, citas literarias, anécdotas de
personajes históricos de renombre o sucesos recientes.
4. El que enseña aprende. Confucio, dotado del
espíritu democrático en la enseñanza,
aprende de sus alumnos intercambiando opiniones con ellos
en las discusiones. En cierto sentido, las Analectas son
el resultado de las conversaciones y discusiones entre
el maestro y sus discípulos.
Modesto y amable, el maestro establece las relaciones
entre educadores y educandos sobre la base de la igualdad
y está dispuesto a aceptar críticas de sus
alumnos, hecho insólito en la época de Confucio.
El maestro quiere mucho a los alumnos y éstos,
a su vez, lo tienen en mucha estima. Yan Yuan, tenía
razón cuando exclamó: "El maestro es
muy hábil para guiarnos metódicamente, dotarnos
de extensos conocimientos culturales y adecuar nuestra
conducta a las normas del régimen de los protocolos,
de tal suerte que ya no podemos abandonar los estudios,
aunque queramos" (p. 90).
Pedagogo sincero, Confucio dedicó
toda su vida a la educación de forma abnegada y
preparó a numerosos hombres de virtud y talento,
muchos de los cuales fueron muy conocidos por sus grandes
méritos. Las enseñanzas que nos ha legado
constituyen una herencia de incalculable valor y vigencia.
Por su espíritu democrático e igualitario,
así como por la dedicación total a su vocación
pedagógica, el gran maestro constituye un espléndido
ejemplo no sólo para los maestros de su tiempo
sino también para los educadores de nuestros días.