SEPTIEMBRE 2003


Las terrazas de los hani



En lo alto de la montaña

Los 1,25 millones de miembros de la etnia hani habitan la vasta zona montañosa de la provincia de Yunnan que se extiende por el curso inferior de los ríos Rojo y Lancang entre las montañas de Ailao y de Wuliang.

Un prodigio obrado por los siglos
Esto es lo que se contempla al extender la vista desde la orilla sur del río Rojo: terrazas formadas por cientos e incluso miles de escalones que se encaraman por las laderas de las montañas, esmeradamente repartidas en grandes extensiones. Parecen escaleras celestiales colgadas de las cimas que descienden hasta los pies de las montañas. Cada escalon semeja una ola que reluce bajo el sol como las escamas de un pez. Al atardecer, las montañas brillan con el fulgor dorado de miles de llamativas franjas de tierra tan bellas como grandiosas. Es realmente un espectáculo maravilloso.
Así son las montañas de Ailao. No son famosas, pero sí absolutamente únicas. Apenas existen documentos en chino sobre la historia de este lugar. Los hani empezaron a roturar estas montañosas tierras con primitivas azadas, el apero de labranza más sencillo. Han tenido que pasar siglos, quizás incluso mil años, para que el ser humano y la naturaleza obrasen este prodigio de la civilización.
Los hani comenzaron a arrellanar las laderas en la misma época en la que se inició la construcción de la Gran Muralla. A lo largo de mil años, la vida de los hani ha permanecido unida a las terrazas, donde han vertido su sangre y su sudor, llegando incluso a sacrificar su vida. Así pues, en su construcción, la sangre y el sudor de los miembros de esta etnia se sumaron al agua de los manantiales y a la luz del sol y de la luna.
Dada su larga duración, su tosquedad, así como su carácter colectivo, la construcción de las terrazas no estuvo exenta de heroicidad. De modo similar a lo sucedido con quienes construyeron la Gran Muralla, no se sabe el nombre de ningún roturador y nadie parece dispuesto a rememorar tal hazaña. Sin embargo, son precisamente los seres humanos quienes protagonizan los prodigiosos de la Humanidad.
Las innumerables terrazas zigzaguean siguiendo el perfil de las montañas. Las más extensas forman parcelas que pueden llegar a medir una hectárea, mientras que las más pequeñas parecen mesas de comedor. Los hani mostraron una ingeniosidad sin par en la roturación de las laderas, formando terrazas que siguen punto por punto la configuración del terreno. En un lugar llamado "la boca del tigre" (distrito de Yuanyang), las terrazas ocupan una superficie de más de cien hectáreas. Su majestuosa apariencia da la sensación de una gran sinfonía bajo el cielo.
Con su laboriosidad y sabiduría, los hani podrían haber construido una ciudad, pero no lo hicieron. Las pronunciadas pendientes de las montañas de Ailao no les ofrecían el terreno llano necesario para ello. Por lo tanto, cabe decir que esta etnia dedicó todas sus energías y toda su imaginación a la construcción de terrazas.

Trasplantar plantones de arroz

Transformar la naturaleza sin dañarla

Según los documentos históricos redactados en chino, los hani son descendientes de los qiang, antiguo pueblo nómada que vivía en la cuenca superior de los ríos Amarillo y Yangtsé, en la altiplanicie donde convergen la región autónoma de Tíbet y las provincias de Gansu, Qinghai y Sichuan. Alrededor del siglo III a.n.e., los antepasados de los hani emigraron cada vez más hacia el sur. En su prolongado desplazamiento, perdieron sus rebaños, sus costumbres seculares y su antiguo sistema de escritura.
Excepto el entorno, nada es capaz de diluir el temperamento original de una etnia. En los siglos III y IV, los hani cruzaron el río Rojo y se establecieron en su orilla sur. No se sabe por qué esta etnia se detuvo frente a las montañas de Ailao, pero lo cierto es que se asentaron en esa región montañosa, abandonaron el pastoreo y se dedicaron a la agricultura.
Finalmente, la emigración de una etnia y su ulterior establecimiento dieron frutos de importancia cultural. Para muchas etnias, las montañas abruptas implican una subsistencia llena de penalidades. Sin embargo, los hani aprecian sobremanera las condiciones naturales de esta región aislada. Según los etnólogos, en cierta medida ello podría ser indicio de que la emigración de los hani se produjo a raíz de los desastres naturales y de las incesantes guerras que libraban las tribus nómadas. Tal vez el motivo principal fue el siguiente: en las montañas de Ailao los hani encontraron la mejor forma de vivir en armonía con la naturaleza. El descubrimiento de dicha armonía bastaría para comprender por qué una etnia eminentemente nómada terminó por establecerse allí.
Las terrazas que los hani construyeron en las montañas de Ailao son la máxima expresión de la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Para garantizar el abastecimiento de agua, los hani construyeron una red hidráulica formada por canales y zanjas. La abundante lluvia de esta zona subtropical mantiene llenos los canales y las zanjas durante todo el año, lo que permite irrigar las terrazas. Finalmente, las aguas van a parar a los ríos, formándose un sistema ecológico agrícola.
Aunque en las elevadas montañas de Ailao no hay ninguna planicie, los impuestos abonados de acuerdo con el rendimiento de las tierras cultivadas ya igualan a los de las zonas llanas del interior del país. En la década de 1980, el distrito de Yuanyang envió 15.000 toneladas anuales de cereales a otros lugares. En años posteriores, una vez suprimida la recogida estatal de cereales, siguió vendiendo su exceso de producción de cereales, hecho que representa una verdadera proeza.
A juicio de los etnólogos, ningún otro grupo social ha creado una obra que supere a las terrazas de los hani por lo que respecta tanto al aprovechamiento de las condiciones naturales y las ventajas locales, como a la convivencia armoniosa con la naturaleza.

Prodigio de subsistencia humana

Durante largo tiempo, la prolongada lucha librada por una etnia para subsistir en unas condiciones naturales extremadamente difíciles no despertó el interés de quienes vivían más allá de las montañas de Ailao. Excepto los hani, nadie sabe qué ha ocurrido en esas montañas.
De acuerdo con los documentos de la dinastía Ming, en cierta ocasión las terrazas de los hani fueron contempladas como un prodigio. En efecto, durante una inspección realizada en las montañas del suroeste del país, el renombrado agrónomo Xu Guangqi quedó perplejo al ver las terrazas de los hani y pensó que se trataba de un nuevo sistema de roturación, por lo que no vaciló en incluirlas en su Libro completo sobre temas agrícolas.
Pero para los hani, acostumbrados a verlas desde su niñez, las terrazas seguramente no tienen nada de prodigioso. Establecidos aquí a lo largo de generaciones, los miembros de esta etnia no distinguen lo viejo de lo nuevo en la tierra que pisan. Su silencio revela que no son conscientes de que disfrutan de algo prodigioso creado por ellos mismos.
No se sabe cuándo las terrazas de los hani empezaron a recibir visitantes, la mayoría de los cuales, cautivados por su belleza, no encuentran el momento de irse.
"Las terrazas de Yuanyang forman realmente un paisaje sin parangón", escribió un periodista extranjero. "¡Qué maravillosa es la cultura de las terrazas de los hani! ¡Es algo fantástico! ¡Ojalá que nada las dañe!", exclamó un funcionario de la fundación estadounidense Ford.

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