Las
terrazas de los hani
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En lo alto de la montaña |
Los 1,25 millones de miembros de la etnia hani habitan
la vasta zona montañosa de la provincia de Yunnan
que se extiende por el curso inferior de los ríos
Rojo y Lancang entre las montañas de Ailao y de Wuliang.
Un prodigio obrado por los siglos
Esto es lo que se contempla al extender la vista desde la
orilla sur del río Rojo: terrazas formadas por cientos
e incluso miles de escalones que se encaraman por las laderas
de las montañas, esmeradamente repartidas en grandes
extensiones. Parecen escaleras celestiales colgadas de las
cimas que descienden hasta los pies de las montañas.
Cada escalon semeja una ola que reluce bajo el sol como
las escamas de un pez. Al atardecer, las montañas
brillan con el fulgor dorado de miles de llamativas franjas
de tierra tan bellas como grandiosas. Es realmente un espectáculo
maravilloso.
Así son las montañas de Ailao. No son famosas,
pero sí absolutamente únicas. Apenas existen
documentos en chino sobre la historia de este lugar. Los
hani empezaron a roturar estas montañosas
tierras con primitivas azadas, el apero de labranza más
sencillo. Han tenido que pasar siglos, quizás incluso
mil años, para que el ser humano y la naturaleza
obrasen este prodigio de la civilización.
Los hani comenzaron a arrellanar las laderas en la
misma época en la que se inició la construcción
de la Gran Muralla. A lo largo de mil años, la vida
de los hani ha permanecido unida a las terrazas,
donde han vertido su sangre y su sudor, llegando incluso
a sacrificar su vida. Así pues, en su construcción,
la sangre y el sudor de los miembros de esta etnia se sumaron
al agua de los manantiales y a la luz del sol y de la luna.
Dada su larga duración, su tosquedad, así
como su carácter colectivo, la construcción
de las terrazas no estuvo exenta de heroicidad. De modo
similar a lo sucedido con quienes construyeron la Gran Muralla,
no se sabe el nombre de ningún roturador y nadie
parece dispuesto a rememorar tal hazaña. Sin embargo,
son precisamente los seres humanos quienes protagonizan
los prodigiosos de la Humanidad.
Las innumerables terrazas zigzaguean siguiendo el perfil
de las montañas. Las más extensas forman parcelas
que pueden llegar a medir una hectárea, mientras
que las más pequeñas parecen mesas de comedor.
Los hani mostraron una ingeniosidad sin par en la
roturación de las laderas, formando terrazas que
siguen punto por punto la configuración del terreno.
En un lugar llamado "la boca del tigre" (distrito
de Yuanyang), las terrazas ocupan una superficie de más
de cien hectáreas. Su majestuosa apariencia da la
sensación de una gran sinfonía bajo el cielo.
Con su laboriosidad y sabiduría, los hani
podrían haber construido una ciudad, pero no lo hicieron.
Las pronunciadas pendientes de las montañas de Ailao
no les ofrecían el terreno llano necesario para ello.
Por lo tanto, cabe decir que esta etnia dedicó todas
sus energías y toda su imaginación a la construcción
de terrazas.
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Trasplantar plantones de arroz |
Transformar la naturaleza sin dañarla
Según los documentos históricos redactados
en chino, los hani son descendientes de los qiang,
antiguo pueblo nómada que vivía en la cuenca
superior de los ríos Amarillo y Yangtsé, en
la altiplanicie donde convergen la región autónoma
de Tíbet y las provincias de Gansu, Qinghai y Sichuan.
Alrededor del siglo III a.n.e., los antepasados de los hani
emigraron cada vez más hacia el sur. En su prolongado
desplazamiento, perdieron sus rebaños, sus costumbres
seculares y su antiguo sistema de escritura.
Excepto el entorno, nada es capaz de diluir el temperamento
original de una etnia. En los siglos III y IV, los hani
cruzaron el río Rojo y se establecieron en su orilla
sur. No se sabe por qué esta etnia se detuvo frente
a las montañas de Ailao, pero lo cierto es que se
asentaron en esa región montañosa, abandonaron
el pastoreo y se dedicaron a la agricultura.
Finalmente, la emigración de una etnia y su ulterior
establecimiento dieron frutos de importancia cultural. Para
muchas etnias, las montañas abruptas implican una
subsistencia llena de penalidades. Sin embargo, los hani
aprecian sobremanera las condiciones naturales de esta región
aislada. Según los etnólogos, en cierta medida
ello podría ser indicio de que la emigración
de los hani se produjo a raíz de los desastres
naturales y de las incesantes guerras que libraban las tribus
nómadas. Tal vez el motivo principal fue el siguiente:
en las montañas de Ailao los hani encontraron
la mejor forma de vivir en armonía con la naturaleza.
El descubrimiento de dicha armonía bastaría
para comprender por qué una etnia eminentemente nómada
terminó por establecerse allí.
Las terrazas que los hani construyeron en las montañas
de Ailao son la máxima expresión de la armonía
entre el ser humano y la naturaleza. Para garantizar el
abastecimiento de agua, los hani construyeron una
red hidráulica formada por canales y zanjas. La abundante
lluvia de esta zona subtropical mantiene llenos los canales
y las zanjas durante todo el año, lo que permite
irrigar las terrazas. Finalmente, las aguas van a parar
a los ríos, formándose un sistema ecológico
agrícola.
Aunque en las elevadas montañas de Ailao no hay ninguna
planicie, los impuestos abonados de acuerdo con el rendimiento
de las tierras cultivadas ya igualan a los de las zonas
llanas del interior del país. En la década
de 1980, el distrito de Yuanyang envió 15.000 toneladas
anuales de cereales a otros lugares. En años posteriores,
una vez suprimida la recogida estatal de cereales, siguió
vendiendo su exceso de producción de cereales, hecho
que representa una verdadera proeza.
A juicio de los etnólogos, ningún otro grupo
social ha creado una obra que supere a las terrazas de los
hani por lo que respecta tanto al aprovechamiento
de las condiciones naturales y las ventajas locales, como
a la convivencia armoniosa con la naturaleza.
Prodigio de subsistencia humana
Durante largo tiempo, la prolongada lucha librada por una
etnia para subsistir en unas condiciones naturales extremadamente
difíciles no despertó el interés de
quienes vivían más allá de las montañas
de Ailao. Excepto los hani, nadie sabe qué
ha ocurrido en esas montañas.
De acuerdo con los documentos de la dinastía Ming,
en cierta ocasión las terrazas de los hani
fueron contempladas como un prodigio. En efecto, durante
una inspección realizada en las montañas del
suroeste del país, el renombrado agrónomo
Xu Guangqi quedó perplejo al ver las terrazas de
los hani y pensó que se trataba de un nuevo
sistema de roturación, por lo que no vaciló
en incluirlas en su Libro completo sobre temas agrícolas.
Pero para los hani, acostumbrados a verlas desde
su niñez, las terrazas seguramente no tienen nada
de prodigioso. Establecidos aquí a lo largo de generaciones,
los miembros de esta etnia no distinguen lo viejo de lo
nuevo en la tierra que pisan. Su silencio revela que no
son conscientes de que disfrutan de algo prodigioso creado
por ellos mismos.
No se sabe cuándo las terrazas de los hani
empezaron a recibir visitantes, la mayoría de los
cuales, cautivados por su belleza, no encuentran el momento
de irse.
"Las terrazas de Yuanyang forman realmente un paisaje
sin parangón", escribió un periodista
extranjero. "¡Qué maravillosa es la cultura
de las terrazas de los hani! ¡Es algo fantástico!
¡Ojalá que nada las dañe!", exclamó
un funcionario de la fundación estadounidense Ford.
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